CONVERSACIÓN PÓSTUMA CON JOAQUÍN EDWARDS BELLO

 

Advertencia.

 

La vida de un autor se mide por la vida de su obra. Un autor vivo puede estar ya muerto si al abrir sus libros no encontramos con quien dialogar. Pocos autores chilenos han alcanzado la significación fundamental de Joaquín Edwards Bello: la de estar constantemente haciéndonos pensar en nuestra realidad e inquirir por nosotros mismos y por cuanto nos rodea. Su voz es siempre nueva como la del buen vino que gana con los años, y no pierde permanencia desde que conmoviera con El inútil el año mismo del Centenario de nuestra Independencia. Al acercarnos a la obra de Edwards Bello no nos acercamos al "papel cansado" sino a un autor viviente y presente, a través de cincuenta años de labor literaria y periodística, treinta volúmenes, cerca de diez mil crónicas. Nuestro reportaje es póstumo pero exacto: las respuestas de Edwards Bello están tomadas literalmente de sus libros. Esta conversación de ultratumba" no debe ser mirada como una arbitrariedad, sino como resultado de un natural acercamiento de lector a un autor que, repetimos, a través de su amor y pasión por la vida conquistó –no nos parece prematuro decirlo– una definitiva permanencia como testigo y actor de nuestro existir.

 

 

-¿Qué lleva replegado en lo más secreto de su espíritu?

 

Se trata de un sueño que tuve hace algunos años. No todos nos atrevemos a contar esta clase de rarezas. Los hombres importantes creen que si cuentan sus rarezas se disminuyen. No las cuentan pero las tienen. Yo no soy un hombre importante. Voy a contar mi caso. Hace algún tiempo tuve un sueño muy impresionante. Soñé que iba en un asiento aislado del tren a Valparaíso. De pronto el tren se detuvo con fuerte golpe de ferralla, de palancas, de freno y de rieles. Se escucharon gritos agudos de pánico. Aparecieron por las puertas del fondo unos individuos con las caras tiznadas y pistolas apuntando a nuestras cabezas. No hice caso de sus gritos de arriba las manos. Todos hicieron caso menos yo. Saqué mi revólver Smith y Wesson, heredado de mi padre, que ahora mismo veo, Número 222746. Patente enr. 24-66, reissue 82.

Sigo con el sueño. En vez de levantar los brazos apunté a uno de los bandidos. Lo maté. El otro me hirió de un balazo en el pecho, pero seguí disparando y lo derribé. Entonces caí muerto, como he deseado, de pie y en pocos segundos, no en cama, entre chatas, potingues y frascos.

 

-Durante más de medio siglo estuvo usted continuamente poniendo el dedo en la llaga, como se dice –tanto en sus miles de artículos como en sus obras de ficción–, en los vicios nacionales, como Larra lo hiciera en España. Entre las malas costumbres cotidianas chilenas, ¿cuáles le parecen particularmente detestables?

 

En días de lluvia parece que los paraguas fueran fantasmas movidos de por sí, sin conciencia. Se dan unos a otros tremendos encontronazos.

El W.C. público es inmundo. El que habla por teléfono público no se ocupa del que podría esperar a que termine su pololeo. Simplemente se cuelga del teléfono. En ciertas calles no se puede pasar, porque unos cuantos ociosos se detienen a calumniar al Presidente en medio de la vereda.

En los teatros la gente tardía se abre paso a codazos y cabezazos. La gente carece del sentido de la discreción y de la oportunidad... No se puede tener oficina visible a causa del latero nacional.

 

-Cual más, cual menos, todos sufrimos o hemos sido "lateros". ¿Cuál es su definición de tal espécimen?

 

Plaga formidable es el latero. Plaga universal, se entiende. El latero pertenece muchas veces al renglón de los monocordes, obsesos con un solo tema. La obsesión es tan fuerte que le hace olvidar la posibilidad de que los pacientes "escuchadores" puedan tener, asimismo, preocupaciones de carácter parecido, aunque momentáneas. Parece olvidar también que la persona empleada en una oficina acude a ella para dedicarse a su trabajo, el que no puede realizar ni en su casa ni en la calle.

En el café, en el bar o restaurante, el latero suele ser entretenido, ya hablé de eutanasia, de comunismo, de planes para salvar al país o cosas por el estilo. Su charla sirve de entretenimiento o estímulo. En las oficinas o en las calles, a las horas de trabajo, el latero es peligroso.

 

-Con elecciones a la vista, recordamos que usted fue testigo de innumerables de ellas. Nos gustaría saber su opinión sobre tal aspecto de nuestra vida política.

 

Nunca he podido comprender cómo hay gente que cree en el advenimiento de paraísos de origen político, a menos que se trate de candidatos o canonjías. Tan absurdas que me han parecido las elecciones pre-electorales como las desilusiones de más tarde, que cualquiera persona de edad madura habrá previsto. La exuberancia de las luchas electorales en nuestra tierra es pariente cercana de la Fiesta de los Estudiantes. Sus explosiones o desahogos de un pueblo ausente de esperanza en sus propias actividades. Espera la salud de la fábula del "entierro", de la lotería, de las carreras y los cambios de gobierno. Las desilusiones del pueblo después de las luchas electorales, cuando comprende que las rivalidades exaltadas de los candidatos eran falsificaciones momentáneas, se transforman en estados de silencio taciturno, más peligrosos que las crisis mismas.

 

-¿Para quién escribió usted sus novelas?

 

Yo no escribo para literatos, sino para escritores. Al literato no le puede agradar ese género. Parece que estuviera esbozado, en síntesis. ¡Si supiera con cuanto empeño traté de que fuera así! He borrado poco más de la mitad. Un libro pesado, profundo, tardaría muchos años en llegar al público lector de El Peneca. Yo quiero que me entiendan ahora y no dentro de un siglo.

 

-¿Quién sería en Chile un buen ejemplo de literato?

 

...Carlos Lamarca Bello... creo que ninguno de sus descendientes de don Andrés Bello fue herido de manera tan honda como él por el virus de la Literatura. No supo dominar su vocación literaria y eso lo devoró. Pocos he conocido tan intoxicados de literatura como él... Nunca supo dar a sus creaciones literarias la claridad real ni el sonido humano. Sus novelas son amorfas. Sin embargo, algunas de sus frases de ellas podrían servir, separadamente, para ilustraren clases de retórica. Recuerdo de memoria el comienzo de una de sus novelas titulada La conquista de la dicha. Comenzaba así: "Discurriendo por los Campos Elíseos, avístase una casona. Enredaderas hay que endoselan su tinglado en ternezuelo rozar"... Entre personas cuyo vocabulario es pobre la exhibición de los términos usados por el Nemrod de la lengua castellana producía efectos inauditos. Víctima de extraña enfermedad mental le aislaron del mundo.

 

-Hablemos de nuestros llamados poetas mayores.

 

El genio de Neruda recuerda al mar, mejor al fondo del mar, de donde emerge sonriente y victorioso, cargado de especies innominadas. De Rokha es otro producto de los volcanes submarinos.

 

-¿Qué recomendaciones daría a los escritores jóvenes en su lucha por la vida en nuestro medio?

 

En nuestra América –mujer ya no muy virgen– es preciso ser algo macucos, y al fin, no se crea que la macuquería es condenable en todo sentido. La acepto como valor nacional bajo ciertas condiciones. Desde luego, es un acicate útil para lanzarnos en la brecha. Sí, jóvenes escritores: ¡vayan a la brecha por todos los medios! Sobre todo, que no nos tilden de debilidad. Aprovechemos la virtud de la macuquería, no como aprovechada por la mafia, sino como hombres convencidos de que la bondad panglossiana es incompatible por el pobre mundo. Seamos malos un minuto, para producir bondad de años enteros.

 

-¿Y en relación a las mujeres?

 

Las mujeres, amantes de la vida y no de la posteridad, amantes de la fuerza zoológica visible y no de las virtudes esotéricas, me producen, siempre que las oigo discurrir, el deseo de irrumpir, promovido por los arrestos de fiera que pudieran quedarme de las épocas prehistóricas. La madre ama siempre al hijo pródigo, al más tenorio, al más diablo. La presunción simple de fallecer en París, pobre, olvidado, como Contreras o Pena, me pone escalofríos. Es preferible ser alcalde de Renca, macuco de pueblo, antes que artista puro cuyas cartas un diputado no respondería siquiera.

 

-A propósito, ¿qué significó París para usted?

 

Si yo no hubiera vivido en París la guerra 1914-18 sería otro. Seguiría creyendo en eso de la aristocracia castellano–vasca y otras paparruchas por el estilo. Habría un gran vacío en mí. ¡Viva la guerra de 1914!

 

-¿Qué opina de nuestros vecinos argentinos?

 

Es un pueblo eminentemente macho y ha querido dirigirse solo.

 

-¿Cuál sería un signo característico de la vida popular chilena?

 

El signo de la vida mexicana es la calavera escrita: "Viva la muerte". En la vida popular chilena es el invunche, esto es la deformación hacia lo monstruoso o repulsivo... Si alguien descubrió el culto de la fealdad antes de 1922, entonces le concedo la prioridad. El chileno es un ser que se pone en ridículo y pone en ridículo a sus compatriotas

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-¿Qué piensa acerca del divorcio?

 

La campaña pro divorcio implica la ingenuidad de buscar un medio de felicidad a lomos de ley, lo cual es tan absurdo como cualquiera forma artificial de encontrar la felicidad. Ni en el cambio ni en lo estático seremos felices, y así en la contingencia más vale no mudarse y resignarse. Lo que está ausente del matrimonio en esta hora es el espíritu de sacrificio, el reconocimiento de la superioridad del hombre y su admiración por el marido en la mujer.

 

-En una de sus crónicas usted cuenta un duelo de juventud ejecutado a puño limpio. ¿Qué corolario sacó?

 

He sacado lecciones. No se debe pelear a trompadas con individuos más fuertes y más altos. Es la regla del matón y nunca me gustaron los matones. Son despreciables.

 

-¿Cuál es su opinión acerca de los militares en los países latinoamericanos y del armamentismo?

 

El Ejército de Chile es el primero de nuestra América; la Marina, lo mismo. Pero tenemos oficialidades para un país de cincuenta millones de habitantes. Si no construimos aquí ni los fusiles, ni los cañones, ni los barcos de guerra, entonces las fuerzas armadas latinoamericanas son puramente locales. No podrían sostener una guerra con potencias industriales europeas, ni con Norteamérica. Chile encuentra el pretexto de sus armamentos en su pasado histórico y en los países agresivos que le rodean. Los generales en el gobierno son caros y peligrosos, por cuanto sueñan con guerras, con cuarteles modernos y con armamentos. Para los norteamericanos es un buen negocio la agresividad suramericana, a manera de mercado para el excedente inservible de sus armamentos. No veo remedio para el mal. Lo cierto es que contamos con cien generales por cada millón de habitantes. En la misma proporción, y con una escuela militar en cada Estado, los norteamericanos podrían contar con más de quince mil generales.

 

-Por último, y para terminar tocando los mitos sobre las razas, y sobre la composición de nuestra pretendida raza chilena?

 

Estamos sufriendo con la prédica racial la peor de las sugestiones, la que engendra el derrotismo, sobre todo en esta América ingenua e impresionable. Defendamos a nuestra raza. Demos oportunidad. Demos oportunidad al pueblo y veremos. Seamos sal de la tierra.

Para el chileno que no salió de Chile, y que se sirve para comparar de los países vecinos, en el que el porcentaje de indígenas o negroides es considerable, nuestro país es blanco. El europeo no nos ve así. Para ellos, en el momento de dar el juicio mejor, el de la llegada, somos un país "tostado", de apariencia oriental, esto es, de Extremo Oriente...

Las chilenas más bonita de la clase alta son las de origen afrovasco, esto es, las que proceden de cruzamientos entre descendientes de vizcaínos y de mulatas, o de mezcolanzas con las familias que ahora han blanqueado bastante, pero en cuyos rasgos persisten las señales de los antepasados africanos: Egaña, Valdivieso, Montt, Cuevas, Blanco, Zañartu, Gandarillas, Valdés, Casanueva... Se trata, como vemos, de apellidos brillantísimos, y al enunciarlos se derrumba la supremacía de los blancos en América. Casi todos nuestros presidentes tuvieron la dosis africana que equilibra y entona. Otras familias de origen vizcaíno entroncaron en el bosque semítico: Matte, Jordán, Hertz, Salomón, Pinto.

La Bolsa, las antigüedades, los Bancos, la bibliofilia, son atracciones semíticas; la música, la heráldica, los títulos pomposos y las tendencias monarquistas, son afinidades africanas. Lo vasco es lo acérrimo: la soberbia, la gravedad, la elegancia corporal, la virilidad y un tono general duro, con tendencias a la burla demoledora. Yo creo que el chileno es el pueblo superior de nuestra América, sin mitos. Necesita leche y no mitos.

 

-¿Qué nos puede decir alrededor de un tema de continua actualidad, y de siempre viva presencia en sus escritos: ¿cuál le parece el porvenir de América Latina, en relación al de los vecinos del Norte?

 

Cuando el Continente Iberoamericano, o Indomediterráneo sea un país solo, cuando hayamos imitado de los yanquis la unión que es la mayor virtud nacional, entonces valdremos bastante más que ellos, a causa de la santidad de nuestras raíces, a causa del espiritualismo histórico.

 

En Árbol de Letras, Santiago, Nº 4 (03.1968), pp.30-31.

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile