José Ángel Buesa
Selección
Carta a usted
Señora:
Según
dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima
que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que
no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne
a ser viuda, sin haber sido esposa.
Y me parece injusto
discutirle el derecho
de compartir
sus penas sus goces y su lecho
pero el
amor señora cuando llega el olvido
también
tiene el derecho de un final distinguido.
Perdón... Si
es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque
sé que la herida no es en el corazón
Y para
perdonarme... Piense si hay más despecho
que en
lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que
una dama con la espalda desnuda
sin luto
en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no
como tantas de un difunto señor
sino para
ella sola, viuda de un gran amor.
Y nuestro amor
recuerdo, fue un amor diferente
al menos
al principio, ya no, naturalmente.
Usted
será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según
quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será
la flor que según quien la corta,
es algo
que no muere o algo que no importa.
O acaso cierta
noche de amor y de locura
yo vivía
un ensueño y... y usted una aventura.
Sí... usted
juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba
sus labios pero no lo creía.
Usted sabe y
perdóneme que en ese juramento
influye
demasiado la dirección del viento.
Por eso
no me extraña que ya tenga otro amante
a quien
quizás le jure lo mismo en este instante.
Y como usted
señora ya aprendió a ser infiel
a mí así
de repente me da pena por él.
Sí es cierto...
alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en
otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde
de lluvia se iluminó mi vida
mirándome
en los ojos de una desconocida.
Y también es
posible que mi amor indolente
desdeñara
su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo
señora... Yo con sed o sin sed
nunca pensaba
en otra... si la besaba a usted.
Perdóneme de
nuevo si le digo estas cosas
pero ni
los rosales dan solamente rosas.
Y no digo
estas cosas por usted ni por mí
sino por...
por los amores que terminan así.
Pero vea señora...
qué diferencia había
entre usted
que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro
amor concluye con finales diversos
usted besando
a otro... Yo escribiendo estos versos.
Ala y raíz
Ala y raíz: la
eternidad es eso.
Y aquí,
de frente al mar, en la ribera,
la
vida es como un fruto que cayera
de
un alto gajo, por su propio peso.
Ala
y raíz. Y el ala, sin regreso,
a
la raíz, con sed de primavera:
que
así el confín de la emoción viajera
duerme
a la sombra del follaje espeso.
(El mar corre
descalzo por la arena.
Mi corazón
ya casi es sólo mío.
El ancla
está aprendiendo a ser antena
y el latido unicorde
se hace escala.
Después,
libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad
raíz y mitad ala!)
Amor tardío
Tardíamente,
en el jardín sombrío,
tardíamente
entró una mariposa,
transfigurando
en alba milagrosa
el deprimente
anochecer de estío.
Y, sedienta de
miel y de rocío,
tardíamente
en el rosal se posa,
pues ya
se deshojó la última rosa
con la
primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy
andando hacia el poniente,
siento
llegar maravillosamente,
como esa
mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño
de melancolía,
mariposa
de amor, al fin del día,
qué tarde
llegas a mi corazón..
I
No, nada llega
tarde, porque todas las cosas
tienen
su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que,
a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier
tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor
no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente
que no hay amor tardío.
Amor, a
cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca
desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un
amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de
cualquier modo, ninguno llega tarde.
II
Amor, el niño
loco de la loca sonrisa,
viene con
pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie
está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al
azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre
que un niño travieso se divierte,
y un hombre,
un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más,
cuando la flecha se le encona en la herida,
porque
lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre
arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera
entonces el amor llega tarde.
III
No, yo no diré
nunca qué noche de verano
me estremeció
la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré
que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió
en la sangre lo que soñé contigo.
No, no
diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia
culpable de contemplar tus senos.
Y no diré
tampoco lo que vi en tu mirada,
que era
como la llave de una puerta cerrada.
Nada más.
No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera
entonces llegó tarde el amor.
Canción de la búsqueda
Todavía
te busco mujer que busco en vano,
mujer que
tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte
nunca cuando extendí la mano
y sin que
me escucharas cuando dije: "te quiero..."
Y, sin embargo,
espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega
el otoño, y espero todavía:
De lo que
fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo
soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en
la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin
te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender,
de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece
menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en
el fondo de mis manos vacías,
más allá
de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad
de las horas convirtiéndose en días
y el horror
de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté
mustia tu frente soñadora,
ya sin
calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no
decir: "¡Es ella!" - como diría ahora -,
seguiré
mi camino, murmurando: "Era ella..."
Balada del mal amor
Qué lástima muchacha,
que no
te pueda amar.
Yo soy
un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un
arroyo alegre que sueña con el mar.
Yo eché mi red
al río…
Se me rompió
la red…
No unas
tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si
bebo en tu vaso voy a sentir más sed.
Se besa por el
beso,
por amar
el amor…
Ese es
tu amor de ahora, pero el amor no es eso,
pues sólo
nace el fruto cuando muere la flor.
Amar es tan sencillo,
tan sin
saber por qué…
Pero así
como pierde la moneda su brillo,
el alma,
poco a poco, va perdiendo su fe.
¡Qué lástima
muchacha,
que no
te pueda amar!
Hay velas
que se rompen a la primera racha,
¡y hay
tantas velas rotas en el fondo del mar!
Pero aunque toda
herida
deja una
cicatriz,
no importa
la hoja seca de una rama florida,
si el dolor
de esa hoja no llega a la raíz.
La vida, llama
o nieve,
es un molino
que
va moliendo
en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando
el recuerdo de lo que ya se fue…
Ya lo mío fue
mío,
y ahora
voy al azar…
Si una
rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe
de la lluvia la puede deshojar…
Tuve un amor
cobarde.
Lo tuve
y lo perdí…
Para tu
amor temprano ya es demasiado tarde,
porque
en mi alma anochece lo que amanece en ti.
El
viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua
de los ríos se hace amarga en el mar…
¡Qué lástima
muchacha,
que no
te pueda amar!
Canción del amor lejano
Ella no fue,
entre todas, la más bella,
pero me
dio el amor más hondo y largo.
Otras me
amaron más; y, sin embargo,
a ninguna
la quise como a ella.
Acaso fue porque
la amé de lejos,
como una
estrella desde mi ventana...
Y la estrella
que brilla más lejana
nos parece
que tiene más reflejos.
Tuve su amor
como una cosa ajena
como una
playa cada vez más sola,
que únicamente
guarda de la ola
una humedad
de sal sobre la arena.
Ella estuvo en
mis brazos sin ser mía,
como el
agua en cántaro sediento,
como un
perfume que se fue en el viento
y que vuelve
en el viento todavía.
Me penetró su
sed insatisfecha
como un
arado sobre llanura,
abriendo
en su fugaz desgarradura
la esperanza
feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano
en lo remoto,
pero llenaba
todo lo vacío,
como el
viento en las velas del navío,
como la
luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso
en la mujer aquella,
la que
me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue
mía. No era la más bella.
Otras me
amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna
la quise como a ella.
Así, verte de
lejos, definitivamente.
Tú vas
con otro hombre, y yo con otra mujer.
Y sí que
como el agua que brota de una fuente
aquellos
bellos días ya no pueden volver.
Así, verte de
lejos y pasar sonriente,
como quien
ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr
que mi rostro se quede indiferente
y que el
gesto de hastío parezca de placer.
Así, verte de
lejos, y no decirte nada
ni con
una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca
sospeches cuánto te quiero así.
Porque
aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche
entera es corta para soñar contigo
y todo
el día es poco para pensar en ti.
Poema del renunciamiento
Pasarás
por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamás lo sabrás.
Soñaré
con el nácar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos ... y jamás lo sabrás.
Quizás
pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca ... y jamás lo sabrás.
Yo
te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.
Y
si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-- el tormento infinito que te debo ocultar --
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!
Poema del fracaso
Mi corazón, un
día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para él solo... Pero no pudo ser.
Y
hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.
Y
he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
Pero no puede ser! Pero no puede ser!
Poema de la despedida
Te
digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizás no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No sé si me quisiste... No sé si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este
cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco,
Pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me
queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te
digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Ya era muy viejecita
Ya era muy viejecita...
Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se
fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme
recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se
fue quedando sola, sola... sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce qué soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y
diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel "hasta pronto" que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé
que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.
Canción del viaje
Recuerdo un pueblo
triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuándo, ya no recuerdo quién.
Pero
sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.
Y
así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.
Nocturno IV
Así estás todavía
de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu voz que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos cansadas que se iban en el viento
y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles
y la hoja aquella que te cayó en el seno
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas
y engarzando diamantes en tu vestido negro.
Así
estás todavía lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio.
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño.
La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Sí,
me has dejado triste porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo.
Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia
con las manos temblando de frío y de deseo.
Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno...
Arte poética
Ama tu verso,
y ama sabiamente tu vida,
la estrofa
que más vive, siempre es la más vivida.
Un mal
verso supera la más perfecta prosa,
aunque
en prosa y en verso digas la misma cosa.
Así como el exceso
de virtud hace el vicio,
el exceso
de arte llega a ser artificio.
Escribe
de tal modo que te entienda la gente,
igual si
es ignorante que si es indiferente.
Cumple la ley
suprema de desdeñarlas todas,
sobre el
cuerpo desnudo no envejecen las modas.
Y sobre
todo, en arte y vida, sé diverso,
pues sólo
así tu mente revivirá en tu verso.
A una lágrima
Gota del mar
donde en naufragio lento
se hunde
el navío negro de una pena;
gota que,
rebosando, nubla y llena
los ojos
olvidados del contento.
Grito
hecho perla por el desaliento
de saber
que si llega a un alma ajena,
ésta, sin
escucharlo, le condena
por vergonzoso
heraldo del tormento.
Piedad para esa
gota, que es cual llama
de la que
el corazón se desahoga
cual desahoga
espinas una rama.
Piedad para la
lágrima que azoga
el dolor,
pues si así no se derrama,
¡el alma,
en esa lágrima se ahoga!
He aquí dos rosas
frescas, mojadas de rocío:
una blanca,
otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí
que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja,
en vino blanco; la blanca, en vino rojo.
Al beber, gota
a gota, los pétalos flotantes
me rozarán
los labios, como labios de amante;
y, en su
llama o su nieve de idéntico destino,
serán como
fantasmas de besos en el vino.
Ahora, elige
tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste,
que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes
nada: yo sé bien que es mejor
embriagarse
de vino que embriagarse de amor...
Y así mientras
tú bebes, sonriéndome -así,
yo, sin
que tú lo sepas, me embriagaré de ti...
Canción a la mujer lejana
En ti recuerdo
una mujer lejana,
lejana
de mi amor y de mi vida.
A la vez
diferente y parecida,
como el
atardecer y la mañana.
En ti despierta
esa mujer que duerme
con tantas
semejanzas misteriosas,
que muchas
veces te pregunto cosas,
que sólo
ella podría responderme.
Y te digo que
es bella, porque es bella,
pero no
sé decir, cuando lo digo,
si pienso
en ella porque estoy contigo,
o estoy
contigo por pensar en ella.
Y
sin embargo si el azar mañana
me enfrenta
con ella de repente,
no seguiría
a la mujer ausente
por retener
a la mujer cercana.
Y sin amarte
más, pero tampoco
sin separar
tu mano de la mía,
al verla
simplemente te diría:
"Esa
mujer se te parece un poco".
Tu amor llegó
calladamente;
calladamente
se me fue...
Porque
el amor es una fuente
que se
nos seca de repente,
sin saber
cómo ni por qué.
Amor de un beso
que se olvida
y de un
suspiro que se va;
amor de
paso en nuestra vida,
pues se
le da la bienvenida
cuando
tal vez se aleja ya.
Así tu amor fue
como el mío,
mujer de
un claro atardecer:
amor que
pasa como un río,
sin estancarse
en el hastío
ni repetirse
en el placer.
Amor feliz que
da sin tasa,
pues sólo
pide, a cambio, amor;
amor que
deja, cuando pasa,
no la ceniza
de una brasa,
sino el
perfume de una flor.
Amor que al irse
no está ausente;
amor sin
dudas y sin fe,
como este
amor intrascendente,
que, si
llegó calladamente,
calladamente
se fue...
Espero tu sonrisa
y espero tu fragancia
por encima
de todo, del tiempo y la distancia.
Yo no sé
desde dónde, hacia dónde, ni cuándo
regresarás...
sé sólo que te estaré esperando.
En lo alto del
bosque y en lo hondo del lago,
en el minuto
alegre y en el minuto aciago,
en la función
pagana y en el sagrado rito,
en el limpio
silencio y en el áspero grito.
Allí donde es
más fuerte la voz de la cascada,
allí donde
está todo y allí donde no hay nada,
en la pluma
del ala y en el sol del ocaso,
yo esperaré
el sonido rítmico de tu paso.
Comprendo que
de mí ya se ría la gente
al ver
cómo te espero desesperadamente.
Cuando
todos los astros se apaguen en el cielo,
cuando
todos los pájaros paralicen el vuelo
cansados
de esperarte, ese día
lejano
yo te estaré esperando todavía.
No importa: aunque
me digan todos que desvarío,
yo te espero
en las ondas musicales del río,
en la nube
que llega blanca de su trayecto,
en el camino
angosto y en el camino recto.
Niño, joven o
anciano, sonriendo o llorando,
en el alba
o la tarde, yo te estaré esperando,
y si me
convenciera que ese ansiado día
no habría
de llegar, también te esperaría.
Acaso está lloviendo
también en tu ventana;
Acaso esté
lloviendo calladamente, así.
Y mientras
anochece de pronto la mañana,
yo sé que,
aunque no quieras, vas a pensar en mí.
Y tendrá un sobresalto
tu corazón tranquilo,
sintiendo
que despierta su ternura de ayer.
Y, si estabas
cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aún lloverá
en tus ojos, al dejar de llover.
Canción del amor prohibido
Sólo tú y yo
sabemos lo que ignora la gente
al cambiar
un saludo ceremonioso y frío,
porque
nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto
amor esconde mi gesto indiferente.
Sólo tú y yo
sabemos por qué mi boca miente,
relatando
la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas
me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos
arde en los labios algún beso reciente.
Sólo tú y yo
sabemos que existe una simiente
germinando
en la sombra de este surco vacío,
porque
su flor profunda no se ve, ni se siente.
Y así dos orillas
tu corazón y el mío,
pues, aunque
las separa la corriente de un río,
por debajo
del río se unen secretamente.
Yo soy como una
nube que da sombra un instante;
soy una
hoguera efímera que no deja una brasa.
Yo soy
el buen amor y el mal amante.
Dime adiós
y sonríeme: Soy el amor que pasa...
Soy el amor que
olvida pero que nunca miente,
que muere
sonriendo porque nace feliz.
Yo paso
como un día fugazmente;
y aunque
se siembra un ala nunca tendrá raíz.
No intentes retenerme:
déjame que vaya
como el
agua de un río que no vuelve a pasar…
Yo soy
como una ola en una playa
pues las
olas se acercan pero vuelven al mar…
Soy el amor de
amar que odia lo inerme
que se
lleva el perfume pero deja la flor…
Dime adiós
y no intentes retenerme:
Soy el
amor que pasa… pero soy el amor.
Canción de la noche sola
Fue mía una noche.
Llegó de repente,
y huyó
como el viento, repentinamente.
Alumna
curiosa que aprendió el placer,
fue mía
una noche. No la he vuelto a ver.
Fue la
noche sola de una sola estrella.
Si miro
las nubes, después pienso en ella.
Mi amor
no la busca; mi amor no la llama;
la flor
desprendida no vuelve a la rama,
y las ilusiones
son como un espejo
que cuando
se empaña pierde su reflejo.
Fue mía una noche,
locamente mía:
me quema
los labios su sed todavía.
Bella como
pocas, nunca fue más bella
que soñando
el sueño de la noche aquella.
Su amor
de una noche sigue siendo mío:
la corriente
pasa, pero queda el río;
y si ella
es la estrella de una noche sola,
yo he sido
en su playa la primera ola.
Amor de una noche
que ignoró el hastío.
Somos las
distantes orillas de un río,
entre las
que cruza la corriente clara,
y el agua
las une, pero las separa.
Amor de
una noche: si vuelves un día,
ya no he
de sentirte tan loca y tan mía.
Más que
la tortura de una herida abierta,
mi amor
ama el viento que cierra una puerta.
El amor florece
tierra movediza,
y es ley
de la llama trocarse en cenizas.
El amor
que vuelve, siempre vuelve en vano,
así como
un ciego que tiende la mano.
Amor de
una noche sin amanecer:
¡acaso
prefiero no volverte a ver!
Donde quiera
en las noches se abrirá una ventana
o una puerta
cualquiera de una calle lejana.
No importa
dónde o cuándo... puede ser donde quiera
ni menos
en otoño, ni más en primavera.
Y hoy igual que
mañana, mañana igual que ayer
un hombre
enloquecido besará una mujer.
Tal vez nadie
lo sepa... Como tal vez un día
todos irán
sabiendo lo que nadie sabía.
Y para los amantes
su amor desesperado
podrá ser
un delito... pero nunca un pecado.
Por eso el amor
pasa por las calles desiertas
y es como
un viento loco que quiere abrir las puertas
Bien saben los
amantes que hay caricias que son
no una
simple caricia sino una posesión.
Y que un
beso... uno solo puede más que el olvido
si se juntan
dos bocas en un beso prohibido.
No, un gran amor
no es grande por lo mucho que dura
si se parece
a un árbol reseco en la llanura.
Y los amantes
saben, que sin querer siquiera
hay un
amor que crece como una enredadera
Es natural que
el agua de un estanque sombrío
sueñe en
sus largas noches con el viaje de un río.
Y si por algo
es triste la lluvia que no llueve
será porque
es la lluvia condenada a ser nieve.
Es
natural que un día comprendan los amantes
que no
hay nunca sin siempre... que no hay después sin antes.
Y así brota
en el alma la rebelión de un sueño
que es
como un perro arisco que le gruñe a su dueño.
El amor... esa
estrella de una sombra infinita
aunque
muera cien veces... cien veces resucita
Y suele ser un
niño de manos milagrosas
que rompe
las cadenas y hace nacer las rosas.
Ya no habrá días
turbios... ya no habrá noches malas
si hay
un amor secreto que nos presta sus alas.
Y el corazón
renace con renovada fe
igual que
los rosales... que no saben porqué.
Donde quiera
en las noches, puede abrirse una puerta
pero...
tan suavemente que nadie se despierta
Puede ser en
otoño... puede ser en verano
tanto un
amor tardío... como un amor temprano.
Una mujer...
un hombre... y un oscuro aposento
y allá
afuera en la calle... sigue pasando el viento.
Y si en
la noche hay algo queriendo amanecer
es simplemente
un hombre que besa a una mujer.
Quizás olvidaremos,
pues siempre hay que olvidar
pero escucha
los remos, cantando sobre el mar.
Bajo este
cielo claro tu alma llega a la mía
como la
luz de un faro desde la lejanía.
Así como la espuma
pasará este momento
nuestra
ilusión se esfuma, como la espuma al viento.
Pero en
el alma sola si un gran amor la llena
hay algo
de la ola y hay algo de la arena.
Náufrago de su
espanto, piloto de su hastío
el mar
canta en su canto que ya tu amor es mío.
Yo soy
la vela rota que da al aire su vuelo,
y tú eres
la gaviota que va a estrenar su vuelo.
Pero aún quedan
futuros que yo desconocía
en tus
ojos oscuros donde nunca es de día.
Aún hay
algo postrero mas allá del olvido
y en tu
amor recupero todo lo que he perdido.
Ni digo que te
quedes, ni quiero que te vayas.
Pues soy
como las redes tendidas en las playas
arroyo
de ternuras hazme tuyo en lo mío
llenando
de agua pura mi cántaro vacío.
Ya mi voz tiene
un eco, ya mi voz no se pierde.
Por eso
el tronco seco retoña la hoja verde.
Y así mi
vida espera la gracia de un retoño
como la
primavera que ilumina un otoño.
Por eso aunque
olvidemos
que siempre
hay que olvidar
oye cantar
los remos
sobre el
dolor del mar.