Poesía Brasileña del siglo XX.


Cecília Meireles
(1901-1964)

 

SUGESTIÓN

Sucede así -cualquier cosa
serena, libre, fiel.
Flor que se cumple, sin pregunta.
Ola que se violenta, a causa de ejercicio indiferente.
Luna que envuelve igual a los novios abrazados y a los soldados ya fríos.
También como este aire de la noche: susurrante de silencios, lleno de nacimientos y
........ pétalos.
Igual a la piedra detenida, conservando su demorado destino. Y la nube
........ leve y bella, viviendo de nunca llegar a ser.

La cigarra quema en su música, al camello que mastica su larga soledad,
Al pájaro que busca el fin del mundo, al buey que va con inocencia hacia el monte.
Sucede así, cualquier cosa serena, libre, fiel.
No como al resto de los hombres.

SUJESTESTAO

Sede assim -qualquer coisa
serena, isenta, fiel.
Flor que se cumpre, sem pergunta.
Onda que se esforça, por exercicio desinteressado.
Lua que envolve igualmente os noivos abraçados e os soldados já frios.
Também como esse ar da noite: sussurrante de silêncios, cheio de nascimentos e
........ pétalas.
Igual à pedra deteida, sustentado seu demorado destino. E a nuvem, leve e bela, vivendo
........ de nunca chegar a ser.
À cigarra queimando-se em música, ao camelo que mastiga sua solidäo,
Ao pássaro que procura o fim do mundo, ao boi que vai com inocência para a monte.
Sede assim, qualquer coisa serena, isenta, fiel.
Näo como o resto dos homens.

Cecília Meireles, 1901-1964. Nació en Río de Janeiro. A su primer libro, Espectros, publicado en 1919, siguieron: Nunca mais...e poema dos poemas (1923), Baladas para el Rei (1925), Viagem (1939), Retrato natural (1959), Metal rosicler (1960) y Solombra (1963), entre otros.



 

Lêdo Ivo
(1924)

 

EL SUEÑO DE LOS PECES

No puedo admitir que los sueños
sean privilegio de las criaturas humanas.
Los peces también sueñan
En el lago pantanoso, entre pestilencias
que aspiran a la densa dignidad de la vida,
sueñan con los ojos abiertos siempre.

Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranza
del agua fétida. No son como los hombres, que se agitan
en sus lechos estropeados. En verdad,
los peces difieren de nosotros, que todavía no aprendemos a soñar.
Y nos debatimos como ahogados en el agua turbia
entre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.

Junto al lago que yo mandé cavar,
volviendo la realidad a un incómodo sueño de infancia
pregunto al agua oscura. Las tilapias se ocultan
de mi sospechoso mirar de propietario
y se resisten a enseñarme cómo debo soñar.

 

LOS POBRES EN LA CENTRAL DE AUTOBUSES

Los pobres viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores
incomodan a pesar de la distancia!
No tienen la noción de las conveniencias, no se saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada al llanto.
En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta televisión.
La verdad es que los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo incomodan,
........ viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aunque viajemos sentados y
........ ellos de pie.

EL PORTÓN

El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.
Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
–cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.

EL SOL DE LOS AMANTES

El oficio de quien ama es ver
un sol oscuro sobre el lecho,
y en el frío, nacer al fuego
de un verano que no dice su nombre.

Es ver, constelación de pétalos,
la nieve caer sobre la tierra,
algodón del cielo, aire del silencio
que nace entre dos espaldas.

Es morir claro y secreto
cerca de tierras absolutas,
del amor que mueve las estrellas
y encierra a los amantes en un cuarto.

 

Lêdo Ivo. Poeta, romancista y ensayista. Nació en Maceió, Alagoas, Brasil, en 1924. Se forma literariamente en Recife, trasladándose en 1943 a Río de Janeiro, donde continúa su actividad periodística iniciada en la provincia. Aunque estudió derecho en la Universidad de Brasil, no ejerció nunca la abogacía. En 1944 publicó As Imaginacoes, su primer libro de poemas, al que le siguieron: Ode e elegia, Acontecimento do Soneto, Ode ao crepúsculo, Cantico, Linguagem, Um brasileiro em Paris, Magias, Estacao central, Finisterra, O soldado raso, A noite misteriosa, Calabar, Mar oceano, Crepúsculo civil y Curral de peixe.

Vinicius de Moraes
(1913-1984)

 

LA AUSENTE

Amiga, infinitamente amiga
En algún lugar tu corazón late por mí
En algún lugar tus ojos se cierran al recordar los míos
En algún lugar tus manos se crispan, tus senos
Se hinchan de leche, desfalleces y caminas
Como ciega a mi encuentro...
Amiga, última locura
La tranquilidad suavizó mi piel
Y mis cabellos. Sólo mi vientre
Te espera, lleno de raíces y de asombros
Ven amiga.
Mi desnudez es absoluta
Mis ojos son espejos para tu deseo
Y mi pecho es tabla de suplicios
Ven. Mis músculos son dulces para tus dientes
Y áspera mi barba. Ven a sumergirte en mí
Como en el mar, a nadar en mí como en el mar
Ven, ahógate en mí, amiga mía
En mí como en el mar...

EL RÍO

Una gota de lluvia
cuando el vientre grávido
estremeció la tierra.
A través de viejos
Sedimentos, rocas
Ignoradas, oro
Carbón, fierro y mármol
Un río cristalino
Lejano milenios
Partió frágil
Sediento de espacio

En busca de luz.
Un río nació.

O RIO

Uma gota de chuva
A mais, e o ventre gravido
Estremeceu da terra.
Através de antigos
Sedimentos, rochas
Ignoradas, ouro
Carvco, ferro e mármore
Um fio cristalino
Distante milinios
Partiu fragilmente
Sequioso de espaco
Em busca de luz.
Um rio nasceu.

Vinicius de Moraes, 1913-1980. Comienza su carrera literaria a la sombra del modernismo, que tuvo en Brasil exponentes como Murilo Mendes y Jorge de Lima. Su acercamiento al jazz fue definitivo para la creación de la Bossa-nova. Entre sus libros destacan: Historia natural de Pablo Neruda, O Operário em construçao e outros poemas, A Arca de Noé, A casa y Breve momento.


Augusto Massi
(1959)

CAJA DE HERRAMIENTAS

Exploro la caja de crueldades
y la ternura que cada una
carga y concentra.
He aquí mis herramientas:
los diarios de Kafka,
los dibujos de Klee,
la sagrada leica de Kertész,
los cabiers de Valéry
la mirada irónica de Suevo,
la elipsis de Erice
las hipótesis de Murilo,
las revelaciones de Rossellini,
La potencia de Picasso,
minerales rencorosos de Drummond
el Más allá de Jorge Guillén
los territorios de Antonioni
las lecciones de piedra de cabralina
el no estar del todo de Cortázar
las ideas sobre el orden de Stevens
y la tenaza de la atención.

Augusto Massi. Nació en Säo Paulo, en 1959. Coordinó la colección Claro Enigma, dedicada a la poesía brasileña contemporánea. Es profesor de literatura brasileira en la Universidad de Säo Paulo y miembro del consejo editorial de la revista Novos Estudos Cebrap. Es autor del libro Negativo, 1991.


Sílvio Paro
(1964)

EL GRITO DEL DINOSAURIO

No oí un tango argentino
Ni comí en las manos de un pájaro;
Un pájaro es una hoja expuesta
Acribillada de vacíos por todos lados,
Un bulto de ceniza, casi blanco,
Está sentado delante del verdugo
Esperando el alimento de los justos;
Hay un grito en las montañas,
En la cumbre de aquel vaso de flores,
En los gestos obscenos de la tarde,
Que abriga a un dinosaurio
Congelado por la rústica luz
De mi pensamiento.

Sílvio Paro. N. en Sao Paulo en 1964. Ha publicado los libros Seara de quase-tudo, O quinio elemento y O espelho quebrado de Alice.


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El Autor de la Semana © 1996-2001
Facultad de Ciencias Sociales
- Universidad de Chile
Selección y edición de Textos: Oscar E. Aguilera F.