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Según investigaciones del INTA
Pudieran ser permanentes los efectos que deja anemia en niños

También el Prof. Dr. Patricio Peirano reveló que algunos patrones de sueño coinciden con los de personas depresivas.


Prof. Dr. Patricio Peirano.
La anemia por deficiencia de hierro (ADH) constituye uno de los trastornos nutricionales de mayor prevalencia a nivel mundial, afectando a alrededor de un 30% de la población de lactantes. Se trata de una enfermedad que -según diversos estudios- tiene un fuerte impacto a largo plazo en el desarrollo de las personas, y todavía se desconoce si sus efectos son permanentes o irreversibles.

Estas consideraciones fueron las que animaron los estudios colaborativos de un grupo multidisciplinario de académicos del INTA de la Universidad de Chile, y de universidades norteamericanas, quienes desde hace años han estado siguiendo cómo se presenta el trastorno a partir de una cohorte de niños sanos del área sureste de Santiago, nacidos de término y con un peso superior a los tres kilos, y fruto de un embarazo único.

En el marco de las investigaciones identificaron el grupo de lactantes que, por diferentes motivos, sufrió este déficit nutricional. Estos últimos recibieron durante seis meses suplementación de hierro y un programa de estimulación en el hogar, no obstante presentaron diversas alteraciones neurofuncionales y cognitivas. Así, el estudio evidenció que las diferencias entre los niños con y sin ADH al diagnosticarse el trastorno, lejos de aminorarse, había persistido y acentuado en aspectos como la organización del sueño, las regulaciones cardíacas y motoras y el funcionamiento de los sistemas sensoriales.

Estos mismos niños fueron reevaluados a la edad de entre cuatro y seis años en el marco del programa “Impacto neurofuncional de la anemia por deficiencia de hierro en la infancia temprana”, dirigido por el Prof. Dr. del INTA Patricio Peirano, quien en lo medular del estudio constató que las alteraciones detectadas en los niños cuando lactantes, aún perduraban.

Según explicó el investigador, los resultados de exámenes electrofisiológicos revelaron que la transmisión de estímulos sensoriales a través de los sistemas auditivo y visual, funciona más lenta y menos eficientemente en los niños que padecieron ADH.

Concurrentemente, el ciclo sueño-vigilia, es decir, las horas en que el niño duerme, en qué momento del día, y cuántas veces se despierta en la noche, no coincide con el de los pequeños de controles sanos. Asimismo, al describir las características de la organización interna (arquitectura) del sueño se apreció que los chicos que tuvieron ADH presentan diversos patrones de sueño que se asemejan a los que tienen las personas que padecen de depresión. En particular, el primer episodio de sueño REM apareció más tempranamente (acortamiento de su latencia) y su duración fue más prolongada, además, este estado no mostró el esperado aumento progresivo de la duración de sus episodios (ausencia de modulación temporal); finalmente, las etapas profundas de sueño NOREM del inicio de la noche fueron de menor duración.

La distribución de la actividad motora durante la vigilia y el sueño, también mostró diferencias: aumentos o disminuciones de la actividad motora ocurren en momentos diferentes al compararlos con pequeños que no padecieron ADH.

Respecto a la competencia cognitiva, los niños estudiados presentaron un menor rendimiento, manifestando una mayor incidencia de errores en pruebas de habilidad de inhibición de la respuesta motora habitual. Esta es una metodología donde, por ejemplo, se le dice al niño que cuando vea un sol indique “noche” y cuando vea una luna, “día”. En este caso, la mayor cantidad de desaciertos indicaría que estos niños tienen mayor dificultad para incorporar elementos más complejos como es la abstracción o menor capacidad para establecer nuevas estrategias cognitivas.

“Hemos postulado que esta deficiencia temprana de hierro altera la capacidad del sistema nervioso central para integrarse funcionalmente, lo que puede generar condiciones menos propicias para el comportamiento y desarrollo cognitivo de los niños”, puntualizó el investigador del INTA.


En la pubertad

Los niños que participaron en el estudio descrito están entrando a la edad de pre-púberes, una etapa especialmente compleja de sus vidas por los cambios que se avecinan.

Ante esto el Prof. Dr. Peirano explicó que en los próximos meses presentarán un proyecto para extender la reevaluación actual, toda vez que los niños han permanecido cuatro años en la educación formal. La idea es expandir las investigaciones neurofuncionales, cognitivas y también neurohormonales. “Existe información científica que muestra que estos chicos tienen menor rendimiento académico y mayor incidencia de alteraciones del comportamiento. Ciertamente existe una relación recíproca entre comportamiento y rendimiento cognitivo y nosotros queremos establecer la representación neurofuncional de esa correspondencia a través de potenciales evocados cognitivos”, sostuvo.

El investigador indicó en esa línea, que la idea no sólo es evaluar al niño en función de cuántos errores o aciertos tiene, sino cómo funcionan las diversas áreas cerebrales cuando ello ocurre. Según este académico experto en Neurofisiología y Medicina del Sueño, la idea también es extender estas investigaciones para conocer cómo ocurre la regulación neuroendocrina en estos niños. Explicó que la evidencia temprana de manifestaciones depresivas en los niños permitiría prever su aparición en otra etapa de la vida en que la regulación neurohormonal tendrá una dimensión completamente nueva con el advenimiento de la pubertad. Indicó que todo esto podría contribuir a determinar un “terreno” más vulnerable para alterar el comportamiento y la interacción armoniosa con el medio ambiente externo, situación que en definitiva puede afectar el desarrollo integral de la persona y su potencial rendimiento cognitivo.

Para el Prof. Dr. Peirano también resulta muy importante avanzar en la evaluación de la transmisión de la información visual y auditiva en estos niños, sobre todo considerando la gran cantidad de estímulos sensoriales a que estamos sometidos permanentemente. Asimismo enfatizó en la relevancia de la organización del sueño, la que si no es la adecuada restringe la posibilidad de restablecer un nivel de vigilia óptimo en los menores. “La capacidad de estar bien cuando estamos despiertos, de interactuar armoniosamente con el ambiente que nos rodea y de enriquecernos de ello, está muy determinada por la capacidad de restituirnos durante el sueño”, dijo.









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