"La
Paradoja Absoluta en Sören Kierkegaard"
Por
Gonzalo Montenegro.
A
propósito de la paradoja, los modernos han centrado todos sus esfuerzos
en la posibilidad de erradicarla. Habiéndola entendido de manera
cargadamente epistemológica, la paradoja era un elemento obstructor
del pensamiento claro y distinto. Bajo sus dominios se han situado
las aporías más antiguas del conocimiento. Sin embargo, eso no es
todo lo que viene dado en ella, sino más bien sólo la manera lógica
y semántica en que se ha configurado el problema durante los últimos
siglos.
Ciertamente,
la apuesta moderna por el conocimiento certero se ve peligrosamente
afectada ante las dificultades que acarrean los obstáculos surgidos
desde la razón misma; por ello es que resulta fundamental resolverlas.
No obstante, habría también un tercer sentido
[1] de paradoja, radicalmente diferente de los anteriores:
la paradoja existencial
[2] . En ella, la importancia de la certeza desaparece y la
verdad resurge como instante existencial y subjetividad pura [3] . Tratándose no sólo de conocimiento
sino también de la experiencia humana misma y, en particular, de
la experiencia de lo imposible, la paradoja toma el nombre de existencial.
La
paradoja existencial es una denominación que cubre transversalmente
un conjunto de fenómenos problemáticos presentados en lo que se
ha dado en llamar existencialismo. Es más, a cada autor agrupado
en esta tendencia es posible atribuirle variadas situaciones absurdas
a las que cabe la clasificación de paradójicas. Kierkegaard,
por ejemplo, permite hablar de paradojas en gran cantidad de situaciones
dadas en su vida y su obra. Pareciera que su vida transcurre bajo
un signo [4] sórdido
que inunda cada instante de su existencia: la ruptura con Regina
Olsen, los análisis del Sacrificio de Abraham y su salto hacia la
fe dan para pensar en ello. En este caso nos abocaremos en particular
al análisis de la que él mismo denomina paradoja absoluta
en el libro Migajas Filosóficas; refiriendo con ello a la
aporía enfrentada por la razón a la hora de intentar comprender
el fenómeno de Dios hecho hombre.
La
paradoja absoluta
Pero
no hace falta pensar mal de la paradoja, porque la paradoja es la
pasión del pensamiento y el pensador sin paradoja es como el amante
sin pasión: un mediocre modelo. (...) , pero el hombre comedido
y formal que por la mañana va a su despacho y por la tarde a casa,
pensará probablemente que es una exageración (...) ¿Cómo podría
ocurrírsele que cae continuamente cuando camina derecho tras su
nariz? Migajas Filosóficas, pág. 51.
Kierkegaard
nos habla de una pasión del pensamiento, aquello para cuya experimentación
se requiere poder ver más allá de las propias narices. Esta pasión
es la paradoja a la que se ve, continuamente y por doquier, enfrentada
la razón; porque ella quiere su propia pérdida, es decir, la razón
desea su locura y, desde su apasionamiento, persigue el choque que
la hace paradójica.
La
pasión paradójica de la razón choca continuamente con eso desconocido
que existe en verdad (...) [que es] lo absolutamente diferente.
Pero es lo absolutamente diferente para lo cual no hay indicio alguno
(...) parece estar a punto de revelarse más no es así, ya que la
razón no puede ni siquiera pensar la diferencia absoluta.
Op. Cit., pág 57.
Ahora
bien, la razón cae en la locura al intentar pensar la diferencia
absoluta. Aquello, que es desconocido e inaccesible para la razón,
invita al desafío de ser pensado y, por cierto, la razón fracasa.
Dios que es la diferencia absoluta es aquello desconocido
y que sirve de incitación a la razón; ésta, por su parte, al intentar
conocerle fracasa y cae en paradoja. Porque, ya sea que la diferencia
absoluta sea tomada como tal (como diferencia), caso en que permanece
desconocida, o que la razón se tome a sí misma como la diferencia,
con objeto de asimilarla la diferencia no la conozco porque
la razón la ha hecho igual a aquello de lo que difiere
[5] . La pasión del pensamiento lleva, por tanto, a la pérdida
de la razón misma, la locura; y esta situación que la razón
desee su propia caída es la que calificamos de paradójica:
la paradoja absoluta.
Por
otra parte, Kierkegaard sigue todos los elementos existenciales
que implica esta paradoja y va más allá. Para la razón como veíamos
Dios es lo desconocido y absolutamente diferente; acicate y límite
de una razón que fracasa en su intento de conocerle. Ante esto es
que es sólo de Dios de donde puede provenir la oportunidad de acercamiento
y de experiencia divina. Dios sumido en la infelicidad de su amor
no correspondido decide, para darle a su discípulo la condición
de conocimiento y de acercamiento a su maestro, hacerse hombre.
Maestro
y discípulo
Explorando
la relación existente entre discípulo y maestro en la enseñanza
socrática, Kierkegaard llega a la conclusión de que debe llevar
a cabo un análisis distinto de la relación maestro / discípulo con
tal que Dios sea un maestro no ocasional ocasional es el
maestro en la relación socrática , sino que fundamental para
la existencia y conocimiento del discípulo.
La
forma de siervo de Dios no es en absoluto un invento; el cuerpo
tampoco (...) y Dios lo posee desde el momento [o instante] en que
por la decisión todopoderosa de su omnipotente amor se hizo siervo.
Así
es que Dios se convierte en condición para el discípulo en el instante
en que se juega la decisión de Dios al hacerse hombre. Vemos que
se está en una etapa decisiva. Dios infeliz por su amor no correspondido
decide hacerse hombre para poder darle así la condición al discípulo
y hacerlo sujeto de fe; y esto ocurre en el instante. El instante,
por tanto, es la situación fundamental que ocupa a Kierkegaard porque
en él Dios decide, y se da condición [6] al hombre para experimentar la fe y, a través
de ella, acercarse a Dios como paradoja. Entiéndase la fe, entonces,
como la condición en el hombre (concedida por Dios) que hace posible
la relación entre Dios y el hombre; o bien, la experiencia cuyo
objeto es la paradoja del Dios hecho hombre.
El
instante tiene en Kierkegaard al menos tres sentidos reconocibles [7] : punto de descubrimiento de la verdad, maestro
hecho condición para el discípulo y punto de lucha entre subjetividad
ligada a su absoluta diferencia y mundo infiel de las instituciones.
Se trata, en definitiva, de las perspectivas en que acontece la
paradoja de Dios hecho hombre, donde Dios, que para ser maestro
que da la condición, debe ser Dios y a la vez, para entregar realmente
la condición, debe hacerse hombre; pues sabemos que el hombre por
la razón no le puede comprender en tanto diferencia absoluta. Dios
hecho hombre es, por tanto, el objeto de esta segunda forma de ver
la paradoja absoluta [8]
; que es objeto de fe por cuanto el hombre ha recibido
la condición de Dios y sólo experimentable subjetivamente.
...entonces
el discípulo debe todo a aquél maestro (...). Esta relación
no se expresa con fábulas y golpes de trombón, sino solamente en
una pasión feliz que llamamos fe, cuyo objeto es la paradoja...Op.
cit., pág. 72.
Verdad
La
verdad en Kierkegaard no es certeza, ni objetividad, sino precisamente
lo contrario: subjetividad pura; pues la verdad es el acontecimiento
dado en el instante en que Dios entrega la condición y ésta no es
concedida sino a un sujeto de fe. Así Hersch nos dice de la verdad
acontecimiento que es, a la vez, un acto, un encuentro
y una persona [13] . O sea, la decisión de Dios,
el encuentro de Dios con el hombre y Cristo.
La
decisión de Dios, que hemos descrito, revela también la existencia
de un tercer carácter paradójico. La decisión es la inserción de
lo eterno en la temporalidad, situación concretada en el instante;
muchas veces descrito por Kierkegaard como eterno, puesto que es
un punto en el tiempo que está abierto a la actualización de lo
imposible: Dios hecho hombre. Por su parte, el encuentro da cuenta
de la relación entre maestro y discípulo; constituyéndose Dios en
posibilitador de fe al donarla a su discípulo. De esta manera, se
originan también en la experiencia de la fe, la verdad y el renacimiento
del sujeto.
Aflora
aquí una similitud con el pensamiento de Heidegger, pero que la
rigurosidad obliga a determinar como tal: similitud o analogía de
la reflexión entorno a la verdad y la fe. Ésta se manifiesta en
la determinación esencial que tienen ambos pensadores a mostrar
la verdad como cargada de un profundo sentido de originalidad. La
verdad alejada en absoluto de la certeza o de la adecuación es de
manera determinante el desencubrimiento (Alhqeia) que tiene de propio
u original la apertura que pone en camino al pensar (...)
tras la huella de lo único [14] : la unidad del ser y el pensamiento. Lo originario,
por tanto, es aquello propio de la verdad que pone al hombre
en tanto pensante en Heidegger o en tanto sujeto de fe en Kierkegaard
en camino y tarea hacia la apertura que hace posible el advenimiento
de la presencia o del renacimiento acontecidos en el claro heideggeriano
o en el instante de Kierkegaard, respectivamente. Se muestra, por
tanto, la verdad con un fuerte sentido transformador, que en Kierkegaard
será origen y razón del renacimiento del sujeto que experimente
la fe y que con ello se abra a la verdad. Esta apertura, esta muy
bien descrita por Kierkegaard en la figura de la condición que es
la fe. Dios da la condición al hombre para que éste 1) se haga sujeto
de fe, 2) renazca y 3) tenga la posibilidad de alcanzar la verdad.
Así
el rasgo común que encontramos en estos pensadores apunta a la tarea
del pensar o de la fe originalmente dirigida hacia la apertura desde
la que se determina la presencia en Heidegger, o hacia la condición
desde la que se hace posible la verdad y renacimiento en el discípulo
en Kierkegaard. Y originario quiere decir para ambos autores
aquello desde donde se abren las posibilidades, así como también,
lo propio y esencial del abrirse.
Volvamos
a Kierkegaard. Al dar Dios la condición el hombre pasa de un estado
de no verdad caracterizado por su inconsciencia de pecado
a un estado de verdad en que reconoce una apertura a la relación
con Dios en la fe, que lo lleva a renacimiento: el paso de no-ser
al ser. Este renacimiento, en que el discípulo reconoce deber todo
a Dios (de partida reconoce que le debe la vida), tiene para Kierkegaard
importantes implicancias ontológicas. El paso del no-ser al ser,
es el paso de lo posible a lo real; tránsito que denomina como devenir.
Y es en este salto dado en el instante en que se juega la verdad;
que según esto podríamos definir como el advenimiento o acontecimiento
del ser posibilitado por la condición divinamente otorgada. Ahora
bien, este advenimiento, en tanto va dando sentido y configuración
a los seres, se da de manera relativa a cada individuo quien como
causa libre decide su acción, concreticidad y paso al ser. Es en
este sentido (positivo [15] ) que la verdad y la existencia o cambio del status
ontológico dado en el devenir, o salto de la posibilidad a la realidad
para Kierkegaard son subjetividad pura. Pero cabe resaltar
que se es causa libre siempre bajo la condición de Dios; pues jamás
la fe y, por tanto, la apertura al acontecimiento, ni la verdad
han sido pensadas por Kierkegaard como actos voluntarios ya que
la fe no es un acto de voluntad, porque todo querer humano
está operando siempre y únicamente dentro de la condición
[16] .
El
problema ético
A
parte de las implicancias religiosas (relación con Dios por medio
de la fe), epistemológicas (advenimiento de la verdad en el instante)
y ontológicas (paso de no-ser al ser), hay importantes rasgos éticos
involucrados en el instante. Hersch destaca a este respecto la importante
variación en el pensamiento contemporáneo, para el cual el instante
es una cuestión ética y no objeto de visión ofrecido a la teoría,
como en el pensamiento griego [17] .
El
problema ético comienza cuando la presencia de los sujetos que se
ve impulsada por el desafío, les hace erguirse (...) ante
la exigencia de verdad
[18] , cuestión que concierne a todos los individuos pues el
instante kierkegaardiano concierne al no cristiano por
su carácter exclusivo, y al cristiano porque le es insoportable [19] . En este punto Hersch lúcidamente nota que el carácter antiespacial
del instante [20]
conlleva a postular una especie de intolerancia kierkegaardiana;
ya que él enjuicia a la yuxtaposición (tolerante) de posturas éticas
a través de la paradoja del instante y de Cristo dada al
momento de colocar espacios de comprensión racional al lado de espacios
para la revelación , porque tienen como única consecuencia
la pérdida del sentido para la existencia al despojarla de un valor
egregio situado en la exclusividad del instante en el tiempo. Ahora
bien, es esto mismo lo que acarrea exclusión para el no-cristiano,
quien está de principio marginado del sentido al no hacerse cargo
de la paradoja.
Así,
Kierkegaard, en definitiva, lo que hace es emplazar radicalmente
a la tolerancia por yuxtaposición y proponer una lucha (cargada
de sentido ético [21] ) en que está en juego
el centro de todo sentido pues se trata de hacer
que la verdad sea [22] ; lucha en la que, finalmente, se pone en
juego la fe. Y esta fe concierne a todo sujeto
[23] por cuanto está enclavada en el sentido de la existencia
y en una lucha constante; que involucra a todas las generaciones
de discípulos (contemporáneos a Cristo y posteriores) pues, como
dice Kierkegaard, la fe está siempre en lucha (...) y por
ello en el ámbito de la fe nunca se triunfa antes de tiempo, es
decir, nunca en el tiempo
[24] .
Bibliografía
- AMORÓS, Cèlia.
"Sören Kierkegaard o la subjetividad del caballero".
Barcelona, España. 1987. Editorial Anthropos.
- CIUDAD, Mario.
"El sistema en el sistema de Spinoza". Revista de Filosofía
Universidad de Chile XV (2): 87-95. Santiago, Chile. 1977.
- DELEUZE, Gilles.
"Lógica del sentido". Barcelona, España. Editorial
Paidós. 1994.
- FERRATER MORA,
JOSÉ. "Diccionario de Filosofía". Barcelona, España.
Editorial Ariel. 1994.
- GIANNINI, Humberto.
"Autobiografía y sistema". Revista de Filosofía Universidad
de Chile XV (2): 5-61. Santiago, Chile. 1977.
- KIERKEGAARD, Sören.
"Migajas filosóficas". Trad. Rafael Larrañeta.
Madrid, España. Ed. Bolla. 1997.
- HERSCH, Jeanne.
"El instante", en Sartre et al, Kierkegaard
vivo. Madrid. España. Ed. Alianza. pp. 73-85. 1970.
- HEIDEGGER, Martin.
"El final de la filosofía y la tarea del pensar", en
Sartre et al, Kierkegaard vivo. Madrid, España.
Ed. Alianza. pp. 125-152. 1970.
- SARTRE, Jean Paul.
"El universal singular", en Sartre et al,
Kierkegaard vivo. Madrid, España. Ed. Alianza. pp. 17-49.
1970.
[1] Deleuze en su libro Lógica del sentido desarrolla
la paradoja del sentido y de los acontecimientos, con la cual,
atraviesa problemáticas semánticas, sintácticas y existenciales.
Por ello conviene dar una importancia referencial y no fundamental
a la clasificación mencionada.
[2] Esta clasificación fue tomada del artículo PARADOJA del
Diccionario de Filosofía, Jsé. Ferrater Mora.
[3] Es importante notar como la confrontación de Kierkegaard
con el criterio de verdad moderno acerca sus interpretaciones
y desarrollos filosóficos a los del lenguaje y temática heideggerianos.
Ver infra, pág. 9.
[4] Celia Amorós, en su obra dedicada a Kierkegaard (ver
bib.), distingue muchos tipos de paradoja en él, y tiende a situar
su vida bajo un signo absurdo y paradójico.
[5] Kierkegaard, Migajas filosóficas, pág. 59
[6] Ver infra, pág. 9. Allí se explora la condición
en el sentido originario que se juega en el instante: acontecimiento
de la verdad y salto de no ser al ser.
[7] Cfr. Jeanne Hersch, El Instante, pág. 74.
[8] Pues ya vimos la paradoja a la que se ve enfrentada la
razón. Cfr. supra.
[9] Tal vez aquí se desarrolla una diferencia fundamental
con Heidegger. Al asociar al pensamiento con la actividad racional
se lo despoja de la relación originaria que éste guarda con el
ser y con la verdad en Heidegger.
[10] Tenemos a la vista la interpretación que hace Gianinni
de Spinoza en Autobiografía y sistema (Ver bib.) con respecto
al Tratado de la reforma del entendimiento.
[11] A pesar de que en la obra que analiza Giannini (ver
nota 12) se desestima el valor de la razón, en la Ética
de Spinoza ésta alcanza una importancia mayúscula. Cfr. Mario
Ciudad, El sistema en el sistema de Spinoza.
[12] Ténganse en consideración a este respecto los intentos
de Sartre (en El universal singular) por superar este problema.
En el texto, Sartre apuesta a que la experiencia subjetiva nos
acerca a Kierkegaard sin violar su intención de no objetivación;
situación que lleva a Sartre a postular un universal o
sea, una experiencia de todo hombre en cuanto a tal que
es singular. Es criticable su postura por cuanto vuelve a introducir
la figura del universal, tan execrado por Kierkegaard.
Tal vez esto haya que pensarlo desde el mismo autor con su categoría
de la repetición que nos llevaría a dar saltos paradójicos
a nosotros los sucesores de Kierkegaard en busca
de la repetición de la experiencia subjetiva, sin apoyos transversales
como el universal (Cfr. Celia Amorós 1987, 47 y ss.)
[14] Heidegger, El final de la filosofía y la tarea del
pensar, pág. 146.
[15] Nótese que antes la subjetividad de la verdad fue tratada
más bien en sentido negativo, como contraparte de lo racional
común. Cfr. supra.
[20] Atribuible a su carácter único y disímil que no admite
serialización o yuxtaposición espacial.
[21] Habría que distinguir que el sentido ético está presente
en las consecuencias importantes que guarda para el sentido de
la existencia y la libertad humana (decidirse y dar el salto a
la fe) de todo sujeto, y no en el sentido de adopción de reglas
universalmente prescritas. Sentido que sabemos Kierkegaard rechaza
por situar al hombre en un estadio existencial (estadio ético)
anterior a toda cercanía con Dios por medio de la subjetividad
y la fe (estadio religioso).
[23] Diríamos todo sujeto en el sentido transtemporal
que atañe al contemporáneo a Cristo y, por tanto, a la
paradoja y al discípulo no-contemporáneo; y, también, en
el sentido antiespacial de que atañe a todo sujeto vivo y presente
en la actualidad, sea cristiano o no.
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