III
Sentía miedo
cuando a veces hablabas de tu Dios
del Dios de tu hijo
y yo volvía a ver entre mis manos
la cabeza pequeña
de un pájaro oscuro.
VI
Mediodía,
hora de los muertos.
Duelen los ojos, el sol
sobre el mar.
La arena arde.
Ni las rocas, ni los árboles allá lejos
ofrecen sombra, en esta luz árida
qué hemos encontrado?
una gaviota blanca y hambrienta
sobre el roquerío, el polvo de las caravanas
rastros de algún paseo familiar
calor
calor y sopor
en nuestra piel mil veces partida
con la lentitud de estatuas haciéndose polvo.
Mediodía,
hora de los muertos.
Qué hemos encontrado?
los restos de un barco carcomido
trozos de vidrio entre las piedras
una red rota entre míseras estacas
algas y remos que se pudren
las ruinas de un imperio estéril
donde nos detuvimos a comer en silencio.
Extrañas mujeres de luto
apoyadas contra los viejos muros de piedra
de una miserable parroquia
nos miraban y sonreían nerviosas
como oscuros animales pequeños
todas viudas de vagabundos, campesinos, pescadores
en un pueblo de matorrales y flores secas.
Teníamos sed y no había agua.
Mediodía
hora de los muertos.
Qué hemos encontrado?
cierta hora del día
cierta luz que crece y decae
sobre todas las cosas
sobre ti sobre mí
determinando el orden preciso
para nuestro miedo
y nuestra nostalgia
buscando el comienzo
de todas las noches
para volver a partir
tras la ruta de cualquier barco.
Mediodía,
hora de los muertos.
Hemos encontrado
tu casa abandonada entre los árboles
el cráneo del asesino
que vio correr su sangre sobre la nieve
el cadáver fresco
de una mujer hermosa
inmensa y blanca
partida en dos
entre espigas secas
inconsolable en su muerte.
Vimos al anciano
y a la anciana
dormitando la siesta
a la entrada de un templo vacío
y supimos que morirían
cuando pensáramos en la muerte.
Mediodía,
hora de los muertos.
Todos los puertos se han hundido.
Dios, sopla sobre estas ruinas.
X
La lluvia sobre
el mar, como tu voz
llega desde otro mundo
que apenas recuerdo
Dónde estamos?
-preguntas-
ya no aguanto estas noches tan largas
cada vez más largas y más oscuras
ni este viento amargo
ni esta Luna de lobos.
El oleaje
siempre el oleaje
me da miedo
hace cuánto tiempo que partimos?
por favor, dime
dónde estamos?
y eso qué
puede importar?
qué importa si partimos hace un momento
o hace un siglo?
qué importa?
estamos en el mar
y del mar no se vuelve
nuestra soledad es irreparable
eso es todo
vamos, trata de dormir.
Dios, sopla sobre estas ruinas.
XII
Nos somos templo
sólo ruinas pagadas a la arena y a la roca
perdemos alma y sangre.
El árbol
que plantamos
nunca surgió
no tuvimos suficiente paciencia
suficiente bondad.
No somos templo.
Dios, sopla sobre estas ruinas.
XIII
"Aquí
terminan las obras del mar
las obras del amor."
-Y.
Seferis-
Nuestros espejos
han mentido siempre
aquí no ha habido nunca nadie
no ha ocurrido nada
ni un solo gesto.
Nunca ha habido
hogar, agua, comida, amigos
ni tu muerte ni tu resurrección.
Nada hemos visto
nada sabemos
nunca partimos a ningún sitio en barco alguno
este mar no lo hemos cruzado
estas playas desoladas no las conocemos.
Nada ha existido
aquí
donde nos encontramos
sólo quizás la duda de éste, tu Dios
frío como un témpano.
SWEET LEAF
(oración por Isabel)
Señor,
el frío de tu iglesia
le ha quitado la voz a esta muchacha
le ha dejado los pies helados
el frío de tu iglesia incrustada en estos dominios lluviosos.
Sólo con
un vestido
y sin abrigo.
Toda la noche hemos
viajado, Señor,
por la alegría de la boda
y fiesta de los amigos.
Soy torpe, Señor,
soy torpe
concédeme la calma y la precisión
este día y esta noche
para caminar junto a esta muchacha
por las calles de este pueblo
como un soldado y su dama
a través de Jerusalén
(tus ángeles nos miran silenciosos
y abren paso).
Esta muchacha,
Señor,
tu criatura
es sólo una niña
poco sabe de tus ritos
tan pálida y sabia
padece de frío y está sola
y aunque tú no seas mi Dios
ni ella mi dama
al menos concédeme un poco menos de torpeza
al menos concédele calor a sus pies.
Kurt Folch Maass, de Viaje Nocturno. Santiago, 1996