Contiene el mar
la sombra de tus labios
y el límite de piedra de tus ojos
que miran, sin saber, al cielo roto
y cóncavo, perfecto en tu cabeza.
Nada ha de tocarte
ni te toca,
sólo el viento se derrama por tu cuerpo
abierto, entretejido, sólo mío
por una vez y siempre en la memoria.
HUERFANÍA
El patio del ayer,
el dulce patio
de sol a sol oscuro,
desde entonces,
el patio de ese ciego
sin la luna,
el patio sin el padre
que nos llama.
EN SÁNSCRITO
Invertida en sánscrito
la palabra ángel,
la palabra cielo
invertido en el espejo.
Los ángeles que vuelan
de atrás hacia adelante.
La palabra muerte, arcángel, muerte:
la palabra muerte claramente
escrita.
ASESINATO
El humo y las
tinieblas: sólo el humo
que cubre la mirada de los niños.
La oscuridad que llama, la desdicha
de un cuchillo entero en los pulmones
y el hálito de paz, de algún recuerdo
agrio, cruel de cada día,
pálido en tu cara sorprendida.
HUIDA
Partir hacia el
océano del dios
con la palabra espada,
un ramo de soledades varias
y la mueca - sin sabor - del desengaño.
Partir a un viaje
sin regreso
desentrañando el agua en la larga travesía,
acostándose en oscuras camas,
adivinando el cielo de tus párpados
y el ritmo de dos o tres miradas
perfectamente exactas.
TRAVESIA
Dejó la
voz al cuerpo derrotado,
dejó la tempestad la orilla seca;
entonces terminó la travesía,
el viaje sin regreso por tus ojos.
POST SCRIPTUM
Al húmedo
occidente del espejo,
al tórrido y perfecto meridiano,
al triste polo oculto, al hemisferio,
al agua que quedó, a la alegría,
a aquello que nos llama sin saber,
al único placer, al sueño eterno.
Andrés Morales: Romper los ojos. Santiago, Red Internacional
del Libro, 1995.