LA OBRA DE VIOLETA PARRA: UNA OSADÍA PERSONAL Y UNA ODISEA CULTURAL

Eugenia Neves. Departamento de Literatura, Universidad de Chile.


En 1968, a un año de la muerte de Violeta Parra, se realizó una mesa redonda en la que participaron, entre otros, José María Arguedas, Mario Carreño, Enrique Bello, Margot Loyola.

Una mesa redonda que felizmente ha quedado transcrita en un número de "Pro Arte", revista que dirigía Enrique Bello. En ella podemos recuperar algo de los hechos y dichos de ese momento que con su evocación nos prestan ayudan en este dificultosa aventura que hemos emprendido en nuestro afán de entender un poco nuestros modos de ser, de nuestra entidad cultural, de nosotros los chilenos.

En su intervención, Mario Carreño empezó diciendo: " Deseo manifestar que es una verdadera lástima que los buenos artistas, los grandes creadores tengan que desaparecer para que se les haga homenajes, y para que la gente se entere que eran buenos artistas. Recuerdo que alguien hablando de la obra plástica de Violeta Parra, lo hacía diciendo más o menos: "Oh, sí, esa señora que hace unas telas que parecen hechas por niños". Sí. Nadie le daba la importancia que tienen, ni apreciaba lo que valían sus cosas. Violeta Parra tuvo que desaparecer para que la gente en Chile supiera que su obra era muy valiosa".

¿Será tan cierto que a treinta años de su muerte valoramos en toda su magnitud, el valor de su obra? Pensándolo bien, me entran algunas dudas.

Y éstas se me van haciendo más profundas a medida que las sigo pensando, curiosamente atrapada en ellas.

Después me dije: ¿por qué seré yo la que me quede sola y atrapada en estas dudas? Y me propuse conseguir compañía para compartir mi atrapamiento, que es lo que estoy tratando de hacer ahora, aunque no tenga la más mínima seguridad de poseer el talento necesario para encontrar tal compañía.

¡Pero vaya que sí tenía talento doña Violeta Parra! Y aunque ella no llegó a saberlo a ciencia cierta durante su vida, ¡vaya que nos ha dejado atrapados en sus interrogantes y en sus puntos de vista, en sus melodías y en su voz peculiar y personal! Y quienes la vimos y escuchamos de viva voz y presencia, vaya que nos dejó atrapados en la extrañeza de su presencia diferente y seria, implacable en esa defensa de sí misma, enfrentando un medio que le era y que ella sentía, profundamente adverso.

Me preocupa esta diferencia solemne que no nos permite dudar su identidad. No necesita ni acta de nacimiento ni pasaporte, ni sellos ni escudos emblemáticos para saber que su obra es esencialmente chilena: un producto de nuestra propia formación cultural.

Hecho importante si recordamos que aún sigue vigente entre nosotros la vieja polémica que pone en duda una identidad chilena.

Entonces, recordando a Violeta Parra, ¿cómo negar que su obra es una de las expresiones más certeras de esta identidad?

He aquí una de esas interrogantes que me gatillan la tranquilidad en medio de graves dudas existenciales.

Vinieron en mi ayuda las palabras de José María Arguedas dichas en aquella mesa redonda de hace treinta años. Un año después del suicidio de Violeta Parra, y a un año antes de su propio suicidio, Arguedas relataba el impacto que le había producido el arte de Violeta Parra.

"El caso de Violeta Parra es uno de los más excepcionales e interesantes de cuantos se puedan presentar en el arte de Latinoamérica. Me atrevo a decir esto porque desde hace muchos años me quedaba reflexionando sobre esto cada vez que tenía la oportunidad de escucharla directamente."

En mi escala personal de valores culturales, José María Arguedas es un pensamiento latinoamericano que admiro y me abre mirillas y ventanitas para otear más allá de la confortable simplicidad de las convenciones. Pienso que él, Arguedas es también un caso único en Latinoamérica. Y de ahí la importancia que le doy a sus palabras con respecto a Violeta Parra, de esa presencia volcánica que surgió desde esos lares chillanejos: "El arte que crean los negros, los indios, los mestizos, es considerado como un arte inferior. Por lo tanto, ese arte sirve para diferenciar a estos grupos, para segregarlos e incluso, para menospreciarlos ... Sin embargo, algunos artistas, grandes creadores, han logrado convertir estos elementos diferenciantes en elementos unificantes. Eso lo han realizado a través del milagro del arte. Tenemos casos en Estados Unidos y en Europa, bastante claros y universalmente conocidos, como Paul Robeson, y compositores como Bartok o Manuel de Falla. Creo que Violeta Parra está en ese nivel. Siempre consideramos como algo excesivamente audaz, como una herejía, alternar ejemplos latinoamericanos con ejemplos europeos. Esto forma parte del colonialismo mental de nuestros países, del que creemos que nos hemos liberado, pero que aún pesa muchísimo, incluso entre las personas que piensan con mayor audacia, en América Latina ... Ella es lo más chileno que yo tengo la posibilidad de sentir; sin embargo, es lo más universal que he conocido en Chile...porque en ella está contenida esta amalgama formidable que es Chile."

Sin embargo, no es mucho lo que ha cambiado en estos 30 años el modo de valorar nuestra cultura. Más bien pareciera que le hemos agregado algo más en nuestra desorientación que percibimos cuando se trata de Violeta Parra. Una Violeta que no encaja en esquemas dominantes.

En 1995, Enrique Bello decía de Violeta Parra: "En Violeta Parra se reúnen los varios talentos de la familia, de una familia que en Chile configura un verdadero clan artístico de nuestra tierra; poeta purísima del cantar campesino y pueblerino, pintora y tapicera que teje sobre sus propios dibujos. Cuando se enumeran las virtudes artísticas de esta mujer increíble, siempre quedan fuera algunas, porque sus dones creativos son demasiado abarcadores. Por ejemplo, si sólo hablamos de la compositora de música campesina y poblana nos dejamos fuera a la compositora de las anticuecas, obras para guitarra que deben incluirse entre las más serias composiciones de música culta para el instrumento que se han escrito en Chile; música culta, aunque ella no haya estudiado jamás armonía ni contrapunto. O cuando al referirnos a la poesía popular tan numerosa y rica que ha escrito, nos olvidamos de sus poemas andinos, traducidos y publicados por uno de los principales editores parisienses. Lo mismo habrá que agregar cuando se habla de su vena figurativa; no sólo lo enteramente popular en la pintura y la tapicería; también una pintura, una pequeña escultura y una tapicería; en donde aparece ya el virtuosismo del saber plástico, enraizado en la artesanía popular, aunque todo esto sea expresado con poético impulso, muy naif y original. No es extraño, entonces, que la galería de artes decorativas del Museo del Louvre exhibiera los trabajos de Violeta Parra en la temporada de 1964 en París. Un clan, una tribu de artistas natos, los Parra, y en el centro, Violeta, con su arsenal de artes en las palmas de las manos; que todos le caben, y si más artes hubiera, más ella desplegaría, con esa fuerza torrencial con que la naturaleza la ha dotado..."

Hasta aquí parte de un texto de Enrique Bello que expresa el asombro y la admiración que provoca Violeta Parra, apuntando el de su creatividad múltiple.

En cuanto al valor poético de los poemas de sus canciones, aún subsiste la inquietud entre quienes buscar la manera de definir si se trata de textos literarios y si lo son, ¿cuáles criterios aplicar para verificar si son o no buenos textos literarios?

Ante estos criterios, la creación de Violeta Parra es un desafiante desafío. Extraño hecho cultural este arte de Violeta Parra. Un arte, que incluye su voz, su guitarra e incluso su presencia, que fue capaz de traspasar los rigurosos límites de esos mundos y de esas esferas.

En Violeta Parra, lo popular no es un recurso al servicio de lo culto, como muchas veces sucede. "Lo popular" reafirma su valor y su condición de "ser popular", en cuanto expresión propia del Otro, de la diferencia, de otra expresión artística. Lo da a conocer y lo incorpora en cuanto tal, genuina y distintivamente, lo integra a este otro ámbito "de cultura occidental" dominante, en la cultura culta nacional.

El arte de Violeta Parra provoca una conmoción cultural. Pone en evidencia el equívoco que sustenta la imagen predominante en Chile de su cultura. Se produce el desconcierto para entender por cultura, sólo aquella que se considera culta, universal, superior, de elite, etc. y que además, es la que se expresa a través de los medios físicos, tecnológicos, políticos y de poder, para proponerse como tal. Esa es la imagen de LA CULTURA que se quiebra con Violeta Parra, demostrando su existencia y su diferencia, con una fuerza mayor de identidad.

En mi experiencia personal, hace ya un cierto tiempo, fue la visita al Museo Antropológico en Ciudad de México la que introdujo en mí el desconcierto. Las comparaciones se me empezaron a precipitar y las contradicciones se me fueron proponiendo progresivamente de modo persistente. La magnificencia de la muestra presentada en ese Museo, provocó en mí la revisión de los valores y conceptos de cultura que había recibido en mi formación: la cultura llegó a América con la colonización española. Las antiguas civilizaciones del Mediterráneo eran nuestras raíces. La colonización española tenía el carácter incuestionable de acción heroica y salvadora. Un continente en estado "salvaje" pasa trabajosamente a otro estado de "civilización" gracias a la "cultura" que impone la colonización.

De modo que, ante la muestra del Museo de antropología en ciudad de México, ¿cómo no preguntarse qué era entonces la muestra de ese pasado precolombino? ¿Civilización o barbarie? ¿Cultura o qué?

La obra de Violeta Parra se me presenta con tal poder y fuerza creadora, como para impedir que su arte fuese menospreciado por su carácter popular. Más aún, se ha introducido y elevado a la calidad de arte "culto", fenómeno cultural sin precedentes entre nosotros. La obra de Violeta es la manifestación autóctona de un modo de expresión artística, de concepción de vida y de mundo que, por principio, no se lo considera con validez cultural ni artística.

El arte de Violeta Parra tiene esa grandeza. Nos da la posibilidad de conocer y valorar una forma de cultura paralela a la que conocemos y practicamos, y en la cual estamos insertos.

Violeta Parra tiene esa rara capacidad de introducir en nuestra CULTURA, esa "cultura popular", esencialmente oral. La hace texto, escrito, la hace grabada, trasmitida, traducida y elogiada a nivel internacional.

¿Cuál fue la magia, el resquicio que lo hizo posible? ¿qué tuvo su arte que logró tal descomunal maravilla?

Preguntas difíciles de responder si no se quiere caer en juicios rápidos y a veces de muy corto alcance.

Sin embargo, con Violeta Parra emerge una problemática que gravita en el interior de nuestra cultura nacional. Con su obra, algo sucede que debilita la barrera que se impone entre nosotros y los otros, igualmente "nuestros". Con su presencia, baja el infranqueable puente levadizo para dar paso a formas poéticas, modos de expresión, mundo representado e ideología propios de un sector social y cultural considerado de inferior condición y calidad, y adjudicarles una presencia e incluso "condición artística".

Una odisea personal, pero también una osadía. Un atrevimiento que no le fue fácil enfrentar, a esta mujer campesina que cometía y arremetía con tales "despropósitos". Un exabrupto que no fue posible frenar a pesar del clima extremadamente conservador que hasta ahora prevalece, y a pesar de la represión que contra su arte se ejerció durante el largo período de dictadura.

Un arte que hace tambalear la imagen estereotipada oficial y clasista de "arte y cultura", y que obliga al status a aceptar muy a regañadientes a esta mujer campesina, sin pretensiones arribistas ni dispuesta a concesiones. Y esto, en Chile es hasta hora, extremadamente grave, culturalmente grave.

Es necesario conocer en profundidad este aspecto del carácter nacional de los chilenos, para darse cuenta de su pesado clasismo y su irreverente menosprecio hacia aquello que emerge desde dentro de la vida comunitaria. En cambio, tiende a la importación y a la copia de modelos exteriores que injerta para proponer una cultura con barniz nacional.

Es en este sentido que podemos apreciar cómo el arte de Violeta Parra rompe una aparente "normalidad cultural" cuando introduce en ella la evidencia de otro modo de ver, incuestionablemente chileno, de otro modo de hablar y concebir el mundo. De modo que deja en evidencia que esta CULTURA no es absoluta, que no somos absolutos, ni únicos, sino que lo constituye un conglomerado con OTRO que existe y esta allí, con y en nosotros. El desconcierto se instala: (¡Vaya ese mundo inferior!

El impacto cultural apunta también a debilitar la idea de que lo "popular" proviene de un segmento "inferior". Sin embargo, Violeta Parra dice cosas interesantes, profundas, que nos conmueven. Nos muestra formas creativas "populares", desconocidas, a las que no tenemos acceso y de las que no sabemos mucho. Vale decir, nos señala una dimensión desconocida de nuestra identidad.

Una cantante-poeta-investigadora-recopiladora-compositora-intérprete-incansable creadora, cuyo arte nos hace descubrir, con asombro y admiración, algo de lo que somos nosotros mismos, los chilenos. Es en este sentido que podemos hablar de gran osadía y de éxito logrado.

Traspasando la barrera de fuertes prejuicios de clase, Violeta Parra hace escuchar el canto poético de ese "Otro" chileno y chilena que se genera desde la profundidad de su sentir y pensar, que es propia de una identidad "no civilizada y ciudadana", ni universitaria ni académica, que no se conoce por períodos ni nombres ni tendencias occidentalizadas. Es así como aparece el desconcierto que podemos resumir con una exclamación y una pregunta: ¡Vaya! ¿Cómo puede ser? ¡Una cultura fuera de la cultura!

El arte de Violeta Parra nos conmueve hacia la admiración.

Nos muestra formas creativas nacionales, desconocidas, a las cuales no teníamos acceso, y que en gran medida, seguimos desconociendo aún en nuestros días.

Con su arte, con su búsqueda en las entrañas de nuestro ser nacional, con su propia creación, igualmente apegada a todo ello; Violeta nos señala nuestra dificultad para ver y conocer lo que somos nosotros mismos.

Y como además, su arte es magnífico, resulta difícil descalificarla y resistirla, sin entregarle nuestro aplauso y admiración

(Vaya osadía de esta Violeta chilensis, como la llama su hermano Nicanor. Y vaya tarea bien lograda!)

Creadora ella desde una identidad que no es la que se califica de civilizada y ciudadana, ni universitaria ni académica, Violeta Parra hace escuchar el canto poítico que se genera desde la profundidad del sentir y pensar de nuestra más profunda identidad.

Nadie mejor que un poema de Nicanor Parra, uno de sus hermanos poetas, para terminar con esta presentación de Violeta Parra. Un poema premonitorio, escrito con bastante antelación a la muerte que se diera en Violeta en 1969.