LA DERROTA DEL MAR
Nosotros que tuvimos
que pasar
por tantos puertos llenos de agitación
pernoctando en pequeñas lanchas
azotadas por la lluvia y por las olas
y que fuimos a un tiempo
alegres ebrios a bordo de cargueros sin destino
y silenciosos marineros abandonados en la bahía
nosotros que algún día soñamos en lechos
extensos como las velas de los barcos
y construimos un hogar sobre el viaje de las aguas
bendecidos por la música del mar en la noche
anclamos ahora en la oscura rada
como naúfragos arrojados a su mala suerte
vomitando espuma
con los pies enterrados en la arena
y la piel herida por la sal.
A Kurt Folch
IV
Escucha mis palabras
que el mar arrastra
son puñados de sal que recoge cada gota
son cristales que la noche sumerge en la potestad del agua.
Escucha tu nombre rebotar contra las rocas
con eco vagabundo mi voz viene a llamarte
a los acantilados,
al murmullo de la espuma
al dominio de los naúfragos en que intento poseerte
cuando con cada ola apareces y desapareces.
ISLAS DEL SUR I
La brisa que inquieta
las aguas con su risa de fantasma,
los helechos sobrepoblando cada milímetro de la ribera,
al amparo altibajo de los montes vegetales, el sonsonete
claro de los muchachos que se lanzan en piquero al abismo
verde del lago.
Dios afloja la
mano y ya no trabaja
los demonios borrachos descuidan el ganado.
LA SANGRE DE LOS TRIPULANTES
Callamos escuchando
el rumor del mar
creyendo oír sirenas de barcos que se acercan al muelle
como fantasmas envueltos en una bruma de espuma y de algas
Pero a esta isla
perdida no llegará nadie
sólo las aguas que tocan el fondo arriban con la luna
en un claro combate de olas que golpean las rocas
Tampoco podemos
marcharnos a esta orilla
un extenso dominio de contracorrientes nos detiene
perturbando la partida con sus aguas en desorden
extraviando las rutas que conducen a las tierras que nunca pisaremos.
ISLAS DEL SUR I
La brisa que inquieta
las aguas con su risa de fantasma,
los helechos sobrepoblando cada milímetro de la ribera,
al amparo altibajo de los montes vegetales, el sonsonete
claro de los muchachos que se lanzan en piquero al abismo
verde del lago.
Dios afloja la
mano y ya no trabaja
los demonios borrachos descuidan el ganado.
I
Sólo porque
insisto en empujar a escena
a ciertos antiguos personajes
tendrían derecho a odiarme los que olvidan.
Pero han de amarme
los viejos silenciosos
y los niños que se lanzan a la playa
a la caza de los tesoros
porque ellos han vivido, como yo
el estremecimiento que precede a las resurrecciones.
(Desde luego, y
desde otra perspectiva
la memoria es sólo comparable
a un cadáver pestilente).
II
En algún
lugar de la casa
alguien reza el rosario
por el alma de los naúfragos.
Ellos me ven,
me oyen balbucir, olvidar
el sonido de sus nombres,
acariciando el borde de los retratos.
Ellos me miran encender cuatro velas
en el centro de la mesa.
Nadie ha venido
hoy
a este panteón olvidado,
ni los niños que solían
pintarme la cara para que estrenase
mi número de fábula, ni esas manos
que dibujaban trenzas de algas
con mi pelo, protegido del viento.
Y ellos cantan,
vienen a llamarme
y me dan en los ojos con sus voces de agua.
III
Ellos me amaban
ellos me odiaban
y yo, Abelcaín que destripa
su paloma hecha de jaulas
les lanzaba patadas
y luego les besaba la boca.
Y ellos, naturalmente,
me cobijaban
bajo el calor de sus alas heridas
para que quemara la vergüenza
y curara la envidia
lamiéndoles el corazón.
Entrañables
dioses
a los que debo incontables sacrificios.
Alá quiera que no me hayan olvidado.
HASTA QUE LA NOCHE
Voces estridentes
en vez de ti
acompañan a la frase
que reza y reza
sola en los dientes de un animal
y tú buscas lejos
el alma de la telaraña
donde un vigía muerto tiene su reino.
Por eso nada más
que horrendas constelaciones
de planetas puede haber
y el hilo que cose la potestad de la sutura
la de siempre, la que reaparece.
LAS PUERTAS
Un puñado
de tierra
y otro
y otro más.
Ellos me dicen:
los burlamos, abre las puertas.
Pero la tierra
no para de caer
y yo lloro.