DISCURSO DE INAUGURACIÓN VII JORNADAS DE HISTORIA REGIONAL DE CHILE


Lucía Invernizzi Santa Cruz. Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile.

No siendo especialista, yo debiera limitarme a darles la bienvenida a esta Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y a desearles éxito en el desarrollo de estas VII jornadas de Historia Regional de Chile, organizadas por nuestro Departamento de Ciencias Históricas.

Sin embargo, la lectura de la convocatoria y de la síntesis de algunas de las ponencias que se presentarán me proponen motivos de reflexión acerca de varios asuntos que son materia de mi preocupación y que considero centrales en el quehacer que se desarrolla en el campo de las humanidades y en el sentido de él en esta hora. Sobre ello haré algunas consideraciones.

Observando la variedad de asuntos y de perspectivas desde las que se abordan las ponencias, se hacen evidentes algunas constantes: se enuncian desde la conciencia de estar, como dice la convocatoria, "inmersos en un proceso de regionalización y descentralización" que está, sin embargo, aún lejos de alcanzar su cabal cumplimiento y efectiva realización y donde la relación centro-regiones se sigue definiendo en términos de tensiones de fuerzas y poderes que determinan dominios, grados diversos de marginaciones, exclusiones, hegemonías, autonomías. Se enuncian además en y desde una situación como la actual, caracterizada por profundos y acelerados cambios en el mundo y en el país que han modificado substancialmente las estructuras sociales, económicas, la cultura, la interioridad, los comportamientos, las condiciones de la vida individual y colectiva; un momento de la historia en el que el país, no sólo se aboca a la "construcción de una complementación económica con países americanos de la vertiente atlántica y mediterráneos", como se señala en la convocatoria, sino que se abre a un mundo globalizado, sale "hacia afuera" a "vivir ese mundo", a competir en los más variados y remotos mercados, a integrarse en la globalidad de una cultura en la que domina el lenguaje de las computadoras y el inglés como primera lengua electrónica universal.

En esa situación pareciera adquirir especial relieve, valor y significación la mirada que se vuelca sobre las realidades locales para indagar en ellas, para aportar al conocimiento de las bases históricas del desarrollo regional que es imprescindible para que los procesos de regionalización y descentralización del país no queden en meras aspiraciones. declaraciones de intenciones y en los enunciados, privados de sentido, de textos constitucionales, legales, documentos administrativos que, como advierte una de las ponencias, requieren también, para contribuir a hacer efectivos los procesos de regionalización y descentralización de modificaciones en cuestiones aparentemente tan menores, pero en verdad, altamente significantes, como reemplazar la designación numérica de las Regiones --que ha acuñado e impuesto la práctica administrativa y el uso lingüístico- por la designación de ellas mediante el nombre sustantivo que articula con los campos semánticos de la historia, de la cultura, de ancestrales toponimias, y así define la identidad que confiere todo nombre propio; identidad que se diluye cuando la articulación se produce con una serie numérica, ordenada además en torno a un eje o centro: Región Metropolitana, que, a lo más señala, en tradicional relación de dependencia, la ubicación en una geografía, graduada de 1 a 12, de las regiones "hijas" respecto a la Región de la ciudad madre.

El estudio histórico de las realidades regionales, en la variedad de aspectos que ilustran las ponencias que se presentan en estas jornadas, aportando al conocimiento de las bases históricas del desarrollo regional, conduce también al cuestionamiento del tradicional orden de relaciones entre región y metrópoli, entre periferia, margen y centro y de las plurales implicancias que en ello se cobijan y que persisten más allá de las declaradas voluntades puestas en los procesos de regionalización y descentralización; pero además, estos estudios contribuyen a hacer conciencia sobre otras cuestiones esenciales como son: la también reiteradamente declarada necesidad de conocimiento y respeto a "lo otro", a la diversidad estrechamente vinculada a principios de equidad, no discriminación y real integración, fundamentales en el proyecto de sociedad y cultura chilenas que propone el discurso oficial.

Pero también el estudio histórico de las realidades regionales aporta una mirada y un discurso que busca en el pasado no sólo hechos, nuevas fuentes sino, como señala el resumen de una ponencia, también 'la táctica, la vía, el método para sostenerse en el problemático mañana" donde las indefiniciones y tensiones de ayer y que hoy todavía se expresan como 'Centralismo unitario" frente a "regionalismo resurgente", serán, quizá sean ya, oposición entre universalidad, vivir en el mundo globalizado frente a comunidad, vivir en el lugar que se identifica corno el propio y con el que nos identificamos, en el encontramos la seguridad de los lazos, de las reciprocidades históricamente ejercidas, de los vínculos que identifican con una tierra, con una cultura, con un sistema de vida.

Pienso pues que en este Chile que se abre al mundo, pero que en muchos aspectos y dimensiones sigue siendo "el país de rincones" que fuera el objeto de la reflexión y la propuesta narrativa de Mariano Latorre, pero donde ya no es posible la vigencia del lema del mundonovismo artístico "pinta tu aldea y serás universal", los estudios de historia regional no pueden sólo relacionarse con la necesidad de planificar y gestionar el desarrollo de los niveles regional y local, generados por el proceso de regionalización, de descentralización y de complementariedad económica con países americanos próximos en la geografía, como dice la convocatoria a estas jornadas, pienso que esos estudios están en el centro de cuestiones esenciales de los procesos que con el nombre de "modernización" comprometen todos los aspectos de la realidad chilena y que esos estudios tienen muchísimo que aportar a la discusión, a la reflexión sobre los asuntos fundamentales que se comprometen y están en juego en esos procesos modernizadores y a hacer lúcida conciencia sobre ellos y sus consecuencias.

Con palabras de José Bengoa que, en mi opinión, muchas luces dan sobre esos problemas, concluyo estas mías que dándoles la más cordial bienvenida a estas jornadas que hoy inauguramos, han querido señalar una dimensión importante del sentido que atribuyo a este encuentro de especialistas en Historia Regional de Chile.

Dice José Bengoa en su introducción al artículo "Modernización e identidad o Cómo Vivir Bajo el Signo de la Libertad" publicado en Persona y Sociedad, volumen X, Nº 1, abril de 1996, dedicado al tema identidad, modernidad y postmodernidad en América Latina.

'El problema es cómo cornbinar la pertenencia a una sociedad, cada vez más global, con las identidades particulares de la comunidad. Allí reside, me parece, el desafío de las culturales actuales. Es el desafío de la modernización. Nadie puede refugiarse, temeroso, en los repliegues de la tradición comunitaria, en la identidad inmóvil del pasado. Nadie puede tampoco bajarse del planeta y decir como el niño del filme La Guerra de los Botones, "si sabía no venía (o no vivía)... Hoy día la vida es un doble juego. Es la mútiple dimensión de las sociedades contemporáneas, actuales, vivir en una sociedad cada vez más mundializada y al mismo tiempo, no perder la identidad de la propia comunidad, ejercer el derecho a tener una mirada propia sobre el mundo. Modernización entendida como globalización, participación creciente en el mundo, e identidad entendida como pertenencia a una comunidad en que se ejercen lazos afectivos, son los dos polos de la cuestión cultural de hoy

La cultura (pseudocultura) de la "Modernización irreflexiva" se opone a la "cultura de la identidad". El crecimiento desorbitado de las economías de muchos países, como es el caso de Chile, sin respeto por la vida de las comunidades, sin respeto ni cuidado por la naturaleza y con escasos niveles de solidaridad, se opone al concepto de desarrollo, humano y sustentable, elemento determinante de la "cultura de la identidad". Encontramos en nuestras experiencias cotidianas, sociales y políticas, la oposición, a veces manifiesta y violenta entre "modernización irreflexiva e identidad". Pareciera muchas veces, que se rompen o están rompiendo, en estos días, los últimos lazos que unían a los hombres entre sí, a los hombres y mujeres con la tierra, con su tierra, con la naturaleza en la que se vive, en la que vivieron nuestros padres y abuelos. No son pocas las personas que observan esta "modernización irreflexiva con temor ... porque modernización sin el contrapeso de un fuerte principio de identidad es un proceso devastador que arrasa sin piedad. "Es el costo del progreso" dicen... La identidad, por otro lado, encerrada en sí misma, conduce al conservadurismo y más allá, al fundamentalismo, al cierre de las fronteras y al ejercicio de la autoridad. Irremediablemente deberemos vivir tensionadamente, entre vivir en el mundo y vivir en la comunidad.