Alejandra del Río

POEMAS

I

Nunca has salido tampoco.

Más bien parece que una música vive encerrada en las orejas
y no dices oídos porque a machetazos
se han instalado los acordes en tu carne,
fieros acordes que suenan más o menos así:

ciudades estacionadas con enloquecidas niñas desatadas por las calles
con enloquecidas niñas interrogando a las estatuas de la entrada
por la permanencia de cada segundo,
la satisfactoria permanencia sobre la piel de cada segundo,
y así interrogadas responden así las esfinges:

"Del padre sólo se aprende con su caída
no lo anuncian heraldos ni lentejuelas
al padre se llega de golpe y porrazo
puesta la sed en la boca de los Hombres".
 

II

La luz que cubre las heridas
como una vestidura de sol o de mareas
tiene el poder del azote en cierta espalda
y el dolor en los ojos de la propia.

Así tortura la faz redonda y suave del adolescente
y su pie seguro entre las grietas de la tierra.

Así envenena un labio y una boca
que hacen decir bestia arrullada de belleza.
 

Así a alguien que espera con los ojos fijos en la muerte
se le vuelven dos ojos enloquecidos queriendo cruzar la orilla.
 

Así esa luz que cubre las heridas
como un vino grueso que regala un escozor
así es el ansia que ninguna piel puede vestir
así esa luz: deseo de arriesgarse en cada piel.
 

III

Ceniza del más vasto de los mares,
dónde quedó la memoria y su vocación de argonauta
su principio de agorero y finalmente
la duda y la balsa escandalosa de la duda
donde a duras penas amarrados al gran mástil
los valientes desisten de zambullirse en otra piel
los valientes seducidos se encallan los cantos en las sienes,
pero sigue estando atado el atado a la memoria
pero sigue tributando el Hombre a las rocas de su Itaca.

Dónde quedó la memoria y su circo de cenizas
el circo que nadie viene a reclamar dónde quedó
si tampoco habrá nadie regando un pan delante de la puerta
si tampoco habrá nadie para la bicicleta abandonada
si tampoco habrá nadie dando calor a los sepulcros.

Dónde quedó la memoria y su traje de cenizas
y del náufrago desnudo en ese mar sin una sóla orilla
dónde quedaron sus brazos vueltos a la esperanza,
al miedo que corona a la esperanza.

Dónde quedó la memoria y su vocación de argonauta
dónde los gestos, los gritos, las facciones
dónde las calles andadas por dentro y todos sus monstruos
dónde los besos, las banderas, cada pedestal de dios,
en esta noche, en este vasto mar de ceniza casi ajena.
 

IV

Funda para ti un país de pieles, azoteas y naufragios,
fúndalo para que calcen tus pies el cosquilleo de las estrellas.
Recoge a tu paso el sabor de sus ciudades,
la palabra confusa de sus caminos
y hazte fabricar un traje que te lleve dentro.

Dale a tu país el fruto extraño de una bandera
pues toda esquina merece un ícono
de madera o de metal o del viento de los peregrinos
para que pregonen en las historias un suelo hecho de parches.

Alimenta tu país y da posada al sediento y al vacío
Con la vastedad de tu propio cuerpo;
siempre estarán brotando recodos desconocidos,
gestos de hambre y jirones interrogando
la permanencia de cada segundo, de cada certeza, de cada caricia.

Manten a los sabios abocados en la tarea de habitar y descifrar
los brazos, las calles y las piernas,
los ríos de mieles amarillas, el pájaro carnicero de la boca
y por supuesto el ojo que en cada cosa aposa su marca,
el ojo que de cada plaza jamás se marcha.

No edifiques cementerios y confíate duradero pues en tu país
La vida hace pagar caro todo instante recuperado de la muerte.

Y levanta tu país como una torre en el exacto lugar del llanto.
 
 

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Cyber Humanitatis N°5