Paula Labra

TROPIEZO

No tengo cordones, ni cordura... y tropiezo en tu puerta; horas, días, semanas... meses enteros. Tropiezo, como un cachorro cualquiera en un desamor que de cualquiera no tiene nada. Tropiezo y pido a gritos que me devuelvas mis zapatos o mis vestidos, o cualquier cosa que pudiera identificarme. Tropiezo... y tu puerta, que también era mi puerta, ya no me reconoce,... ya no me coquetea con su ojo mágico, ya no deja que lo maquille para Navidad o Año Nuevo, ya no tiene pestañas para jugar... ya no deja que sea yo quien te abra y sonría.

Tropiezo en tu puerta, pidiendo que me devuelvas todas las vocales de mi nombre, tropiezo... y ya no quiero que tan solo tú puedas pronunciarme. Tropiezo y gimo como gato hambriento, porque no puedo hacer nada más, porque mis palabras las pediste prestadas y nunca me las devolviste. Porque no tengo vocales, ni consonantes, ni nada con que defenderme, ni entenderme, ni suplicarte... Aquí estoy, y sigo tropezando... con el pelo despintado, con la boca despintada, con las uñas despintadas... despintando a pedazos tu puerta para ver si te enteras... Despintando a golpes mi inocencia para que te hagas responsable... Despintándome a mi misma para no reflejar en nada tu idiota torpeza.

Aquí estoy, desvestida y despintada... y gimiendo, convertida en cualquier cosa,... o convertida en nada; para ver si te descuidas y quieres entrar. Para ver si te descuidas... y te hago tropezar conmigo.
 

LA BRUJA

Vivía muy cerca de mi casa y tenía la boca más hermosa que he visto. Ella era delgada, muy delgada... y yo soñaba con esa boca, con esas manos suyas... blancas, mudas, puntiagudas.

Pasaba todas las tardes después de las cinco y yo la esperaba, sabía que soñaría con ella más tarde... y por eso la esperaba. No podía imaginar que no participara en mis sueños, no podía pensar siquiera que algún día no la vería después de las cinco.

Siempre llevaba un sombrerito rojo... y caminaba rápido, tan rápido que siempre iba muy sola . ¿Cómo podía estar sola alguien así ?... ¿ Cómo podía vivir sola en esa casa tan vieja... tan llena de sombras ... ?

A menudo se hablaba de ella en el barrio... se decía que era algo bruja... y que salía de noche a matar muchachos. Muchachos adolescentes que empezaban a ser hombres y que empezaban a desear cosas... que sólo los hombres desean.

Si ella me visitara una de estas noches... Si fuera de verdad lo que la gente dice... Yo no tendría miedo... yo no tendría miedo de sentir como hombre delante de ella, delante de su boca, delante de su cuello, delante de sus ojos tristes y oscuros todo el invierno.

Pero ella no vendrá, nunca me ha mirado siquiera. Ella no mira a nadie, sólo camina, camina rápido y mira de frente... Y yo... yo no hago nada, sólo duermo y sueño con ella... no me le acerco, sólo sueño y me lamento.

Y esta noche hay luz en su casa... y si esta noche corriera a sus cortinas, a sus faldas como un chiquillo... tal vez se reiría de mí... me tendría lástima... o me arrastraría por toda la casa... sólo por desear de ella lo que todos los hombres desean.

Sí... esta noche hay luz en su casa... Y su camisa de dormir es blanca, muy blanca y transparente. Puedo ver sus piernas, no son tan delgadas como sus brazos, como su cuello... y su cara está serena esta noche y sonríe, sonríe con lágrimas y la otra que la acompaña ríe también... y es delgada como ella... y ya no está sola detrás de la ventana.

El sombrerito rojo está olvidado en el piso y ambas olvidan correr las cortinas... Y yo pobre... olvido mis sueños de tantas noches, olvido el deseo de tantos hombres y olvido su boca, mientras la otra entierra sus dedos en ese cabello tan perfecto.

 

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Cyber Humanitatis N°5