Escritores jóvenes (Poetas)

Santiago Barcaza nació en Santiago en 1974. Como miembro de los talleres "José Donoso" de la Biblioteca Nacional publica en 1998 su poemario Carta-Océano. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda en 1996.

Carta - Océano

Tarde en Amargos.
La lluvia dobla el frío de los pies entre las mantas.
Las viejas mujeres esperan impacientes
la llegada de los buzos
mientras las olas arrastran la frescura
del muelle sumergido.
Y bien, qué podríamos decir a propósito?
qué podríamos esperar de la vida?
Caminar y fumar durante horas
buscando la casa de los parientes
que no veíamos desde niños
pero jamás nos detuvimos
quizá hubiésemos podido recoger
algunos fragmentos de la tarde
pero no lo hicimos
antes cruzamos el manto de hierbas
que no pudo llevarse el incendio.
Todas las cosas en el mar son el mar
así como todas las cosas en el cielo son el cielo
y hay hombres del norte y del sur
que son el Norte y el Sur.
El mundo estaba en calma
y nosotros, que no escuchamos nada y a nadie
escuchamos entonces el silencio dentro de la noche
y pronunciamos palabras desconocidas.
Palabras que nunca serán suficientemente expresadas.
Donde nosotros mismos
nunca fuimos del todo nosotros mismos
ni quisimos, ni teníamos que serlo.
Las casas, las naves
flotan sobre estos caminos sin nombre.
Caminos que ocultan la dicha ya pasada
- como todos los caminos del mundo
y que algún día cruzaremos en silencio
pues un simple cabello es suficiente
para agitar el mar.
El mundo estaba en calma
pero en varios días el viento cambia de aire.
Tras el verano
inmediatamente después vuelve el verano:
vuelve y no vuelve.
Pasado el tiempo de la muerte
vuelve la mesa a estar realmente puesta.
Pero en un principio no fue así.
En un principio brillaba el sol en nuestros ojos
La iglesia se recogía a la intemperie de lo inmensos años
y dejábamos los brazos colgando de la baranda para reír.
Cuando los huesos sean descarnados y los descarnados huesos desaparezcan
quién escuchará el corazón enterrado?
qué podríamos esperar?
En silencio estas rocas sonríen como entonces.
Los pies descalzos sobre estas tierras palidecen con las nubes
sólo que los muertos aún esperan tras los alerces
al amigo que se fue mar adentro.
Tú me decías: "algún día
las redes abandonadas en la playa
te recordaran el niño que fui"
Ese día es este día.
En silencio estas rocas sonríen como entonces.
El sonido de conchas aplastadas desgrana nuestros cuerpos
solos y vivos
y seguimos respirando, respirando
respirando
hasta encontrar las gastadas suelas de plata del otoño
donde se deslizan
nuestras vidas anteriores.
Todos los días no son sino este día.
Nos hemos destrozado los unos a los otros
para dar el aroma a los árboles y a las olas.
El mar nos trae los restos de la ciudad en que naciste
donde alguien cree haberte visto
recogiendo redes y anzuelos
pero no nos importa.
No hemos esperado nada
ni un soplo
ni un anillo
ni una palabra -pues las palabras conservan
y prolongan dolores pasados.
Algún día nos hubiesen llamado por nuestros nombres.
Alguien se detendrá a vernos mientras jugamos
con esas flores pintadas a mano
que hay en todas las casas.
Pero ya nadie nos recuerda
y respiramos con calma
mientras vemos apagarse las mágicas versiones
de las islas, ya crucificadas.
 

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El Viaje

Las flores que plantamos este día
Que crecieron y conocieron el peso de la Tierra
No las podemos llevar con nosotros
Quedarán acá, esperando una muerte desconocida.
Pero más allá del umbral de los muertos
Ellas volverán a levantar la copa de gloriosos frutos
Mas eterno bajo la destrozada sombra de estos pétalos brillará el futuro
Ante la exactitud de nuestros sonidos que se alejan.
 

Corona de Espinas

Para que quede solamente el cielo
tomemos agua, limpiemos nuestras manos
y despidámonos del mar y de la tierra
de las telas escogidas
de las indefensas ropas de los muertos
que quede de nosotros
sólo un reflejo inalcanzable.

II

No podría decirte nunca: esto fue un sueño
y esto fue mi vida
pero a veces lo fue. Hay quienes
han decidido abandonar la luz
la sombra, las horas en que los ríos desembocan
en otros ríos
para recoger callados las piedras inocentes
y lanzarlas al aire
al sosiego y al aire.

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