DE QUE HABLAMOS CUANDO DECIMOS "NUEVA NARRATIVA CHILENA" (1).

Soledad Bianchi

Decir "nueva narrativa" (ene ene, con comillas) y abrir interrogantes múltiples parecen sinónimos. Tanto que me imagino esta etiqueta -"nueva narrativa chilena"- provocando muchos círculos concéntricos: una pregunta tras otra, una generando otra, tocándose, separándose. O, como esas armazones donde un impulso provoca la caída en serie de sus partes, separándose, tocándose, como una onda sísmica. Y para no transformar estas notas en un cuestionario de principio a fin, he preferido neutralizar el tono del título, a pesar que mis dudas, sospechas y curiosidades son mayores que mis respuestas y soluciones.

"¿Qué? ¿Quiénes? ¿Cómo? Nueva Narrativa. Seminario Los narradores chilenos de fin de siglo", anuncia la publicidad del encuentro que hoy se inicia, dando pistas que se complementan con los nombres de los invitados. ¿Ausencias?, sin duda. No entiendo, por ejemplo, que no aparezca la foto de Diamela Eltit, quien -siendo participante- tampoco se expresó en "Los narradores chilenos de fin de siglo y la nueva narrativa", reportaje publicado el domingo 27 de julio, en La Epoca. ¿Será posible entender la narrativa chilena actual -me pregunto- sin considerar los textos de Diamela Eltit, siempre provocadores, siempre densos, e insumisos a la facilidad y al mercado?, ¿serán estas mismas características -me pregunto- las que pudieron dejarla fuera? Sabiendo, asimismo, que la lista de otros ausentes es larga, dependiendo -en su variedad y diferencia- de quien la enuncie y sus criterios, yo quiero advertir que también echo de menos a Pedro Lemebel pues creo que la presencia de sus crónicas, de su lenguaje, de sus visiones, hubiera ayudado a complejizar el panorama de la narrativa que hoy se está produciendo en Chile. Y continúo: como no está Alejandra Costamagna u otro autor o autora menor de 30 años, tal vez tendré que deducir que "nueva narrativa" no significa "narrativa joven", es decir, que no incluye a aquélla escrita por jóvenes que publican recién su primera obra, en editoriales menos poderosas económicamente. Sigo este hilo para señalar que entre los diecinueve narradores, observo sólo a uno o dos que no pertenecen a esas casas editoras, entiéndase: Planeta, Alfaguara o Grijalbo.

Y después de reconocer estas faltas, e intentando completar otros vacíos, agregaría otra pregunta: "¿Qué? ¿Quiénes? ¿Cómo?", señala el afiche al referir a la "Nueva Narrativa Chilena", y para deslindar y comprender, yo quisiera contestar, asimismo, al cuándo. Pero para empezar, comienzo por abrir el rótulo desde su inicio: NUEVA, se dice, ¿en relación a qué narrativa?, ¿en relación a qué autores? ¿son o no son nuevos, escritos de Droguett, Faulkner, Edith Wharton, Donoso, Joyce, Proust, Boll, Manuel Rojas, la Bombal, etc. , etc. . Considero mis lecturas de la así llamada "nueva narrativa chilena", y de las múltiples acepciones del diccionario, pienso que -aunque parezca obvio- sólo les corresponde la de "ACTUAL". Entonces, si de rótulos se trata, prefiero referir a "narrativa chilena actual", y, que conste, el orden de los factores no alterará el producto. Como todos, este calificativo también demarca fronteras, aunque -me parece- que en relación con el anterior -"nueva narrativa chilena"- las desplaza y extiende a todos quienes están produciendo en estos momentos (2). Que entre ellos habrá que diferenciar, ¡ojalá!: creo que ya sería el momento de comenzar a establecer criterios que superen la obsesión por el número de ventas, el lugar en el "ranking", la primacía del autor sobre la obra o el supuesto éxito en el exterior, y aludir a las escrituras, los proyectos estéticos, las cercanías y distancias con las tradiciones, con las y los contemporáneos, con otras literaturas, y establecer nexos, comparar, distinguir, y éste es trabajo y función de la crítica. Una crítica variada y seria, en su mayoría, cuyos productores tienen, sin duda, sus palabras que decir; opiniones y valoraciones que exponer; debates y polémicas que iniciar, pero carecen (casi) de espacios donde expresar sus posiciones, y esto que yo hubiera creído evidente para todos, al parecer no lo es tanto, y así lo demostraron numerosos juicios (juicios como veredictos y como sentencias que, a su vez, implicaban penas y castigos), en este Seminario: en realidad fueron constantes una actitud y un tono que alguien del público calificó de "hostilidad hacia la crítica". Desgraciadamente, nunca se aclaró lo suficiente qué esperaban de ella los narradores, pues ya nadie podría suponer que aguardan sólo alabanzas... (3).

Ya sostuve que me parecía más apropiado, y pertinente, decir "narrativa chilena actual" que "nueva narrativa". Con todo, en este apelativo no puedo desconocer una originalidad: ni literaria ni estética -aclaro-, sino comercial: pienso en la novedad que significó, en Chile, impulsar, promover, publicar y difundir novelas chilenas, a más de convencer sobre la necesidad de leerlas, de comprarlas, para usted o para regalar. Que es ésta una novedad positiva, ni decirse tiene: nadie puede discutir que es importante que los escritores chilenos tengan donde publicar y puedan hacerlo en su país, y que los lectores chilenos tengamos acceso y podamos conocer esa producción resulta valioso y enriquecedor. Pero elogios y aplausos no deberían paralizar las críticas ni provocar su rechazo automático y empecinado, porque resulta necesario descubrir y re-conocer las tácticas y estrategias escriturales y organizativas de las obras, señalando sus logros y limitaciones que permitirán establecer ciertos órdenes desigualadores o/y develar mecanismos, procedimientos, acciones, conductas, funcionamientos, exigencias, intereses, priorizados por el mercado editorial y su lógica, manifestados, en ocasiones, hacia los textos; en otras, hacia los autores. Baste un ejemplo: ¿hasta cuándo seguir considerando en un mismo grupo: Los vigilantes (1994), de Diamela Eltit; Antigua vida mía (1995), de Marcela Serrano, y Las diez cosas que una mujer en Chile no debe hacer jamás (1995), de Elizabeth Subercaseaux, sólo por haber sido escritas por mujeres, haciéndolas pertenecer, por tanto, a una supuesta "literatura femenina", cuando media un abismo insalvable entre el primer texto y las otras dos obras (4)? Entre estas últimas sería interesante preguntarse, por otro lado, cuál será la proximidad de la novela y del manual de "auto-ayuda" que hizo que el público los transformara en "best-sellers". Tal vez, Valéry podría guiarnos, cuando distingue entre "... obras que parecen creadas por su público, cuyas expectativas satisfacen y que por ello casi están determinadas por el conocimiento de éstas, y obras que, por el contrario, tienden a crear su público".

¿Cuándo?

Decía Mariano Aguirre quien, desde fines de 1987, fue Director de la, entonces, naciente Colección "Biblioteca del Sur", de Editorial Planeta, que era la primera vez que una empresa extranjera dedicaba una serie exclusivamente a autores nacionales; lo mismo hizo esta compañía española en Argentina donde inauguró, asimismo, la "Biblioteca del Sur". Que el libro es una mercancía, nadie lo discute, y sujeto está, por tanto, al mercado, la ley de la oferta y la demanda, la competencia; que lo sea la literatura -y la escritura- resulta más difícil de aceptar: adoptar y adaptarse a criterios mercantiles redunda en la estandarización y el acatamiento de un producto, una obra de consumo y desechable, tan blandengue y dúctil como Churchyard, ese contemporáneo de Shakespeare que declaraba: "yo me guío por el ejemplo del pez: nado con la corriente" (5).

Tal vez era la primera ocasión -decía- que una editorial, el Grupo Planeta, realizaba una verdadera campaña comercial con el fin de comerciar (sí, valga la redundancia) e instalar una narrativa chilena, con privilegio abundante de la novela pues el cuento ha surgido como de rebote y como burlando la casi fatídica muletilla del "no se vende".

Ignoro si históricamente Planeta será la iniciadora absoluta, y relativizo pues imagino que habría que volver a mirar y advertir el desempeño de la local Zig-Zag en la década del 60 en la difusión y venta de ciertos escritores chilenos, presentados como colectivo: fue el caso de la publicitada "generación del 50". Pero, volviendo al presente, lo cierto es que desde 1987, hace una década, existe una voluntad, un proyecto publicitario, comercial y editorial que avanza y se ha ido concretando, y ensanchando, pues nuevos sellos continúan el trabajo de intentar descubrir autores o de acoger aquéllos que "Planeta", en especial, había dado a conocer: así, sin inseguridades ha funcionado "Alfaguara".

Hay voces que han cuestionado las fechas y señalan que Diamela Eltit publica desde 1983; o que las antologías Encuento (1984), de Carlos Olivarez y Fernando Jerez, y Contando el cuento (1986), de Ramón Díaz E. y Diego Muñoz, agruparon a narradores que se iniciaban y que, con posterioridad, fueron "adscritos" a la "nueva narrativa"; o que las numerosas publicaciones y el interés por adquirirlas sería inseparable del retorno a la democracia, en 1990. Sin embargo, con otra mirada y desde otra perspectiva, yo pienso en 1991, año en que se dio el hecho poco habitual que tres novelas chilenas -publicadas en ese momento- ocuparon los lugares iniciales en las ventas: me refiero a Mala Onda, de Alberto Fuguet; Nosotras que nos queremos tanto, de Marcela Serrano, y La ciudad anterior, de Gonzalo Contreras: y las menciono, así, una tras otra, sin establecer distinciones en su escritura ni en su concepción ni factura, tal como la publicidad y la mayoría de los medios las presentaron al posible lector, a pesar que La ciudad anterior es una obra compleja que, a mi parecer, no puede confundirse con las anteriores, bastante esquemáticas y fáciles de encasillar: razón, tal vez, para promoverlas enfatizando aspectos extra-literarios basados en sus temáticas y protagonistas, con el fin de acceder a un comprador segmentado: jóvenes y mujeres, de clases acomodadas, que podían entretenerse e identificarse con las historias respectivas.

Ya no se trataba, entonces, de una sola novela chilena que interesaba a un amplio público, y en su proyección y ampliación, y en la posibilidad que el receptor pudiera elegir entre un conjunto de escritos, creo ver la instalación definitiva del apelativo "nueva narrativa chilena" que se hacía difundir y circular como equivalente a "movimiento" o "grupo" ¡hasta ha llegado a hablarse de "generación"!(6). Ni las causas motivadoras de este exitoso "fenómeno" ni sus logros son separables en Chile, pienso, de la ya instalada sociedad de consumo a ultranza y de las políticas de libre mercado, ratificadas por los gobiernos democráticos, desde 1990.

Y a Mariano Aguirre lo siguió Arturo Navarro, reemplazado con posterioridad por el narrador Jaime Collyer, como Editor de Planeta, quien con "espíritu confrontacional" (Collyer dixit)(7), en 1992 publicó "Casus belli: todo el poder para nosotros" (8) que sin ser manifiesto generacional (según su autor), parecía serlo y fue tomado como tal. Hoy podría considerarse, quizá, como un antecedente de otro más reciente, y mucho más restrictivo, "Presentación del país McOndo" (9) tan restrictivo que esa antología de narradores de habla hispana, McOndo, sólo abarca a dos chilenos, Alberto Fuguet y Sergio Gómez, sus editores. Los mismos que decían identificarse más con la "generación X" norteamericana que con la "nueva narrativa chilena" (10) )Grupo, movimiento, generación?, )por qué?, )qué los aproximaría?, )en qué querrían coincidir?, )qué los une sino esa amplia y vaga etiqueta común, de "nueva narrativa chilena", aplicada, inicialmente, por otros, los editores?, )qué los acerca, entre ellos y a muchos más, sino la certeza que están produciendo y publicando ahora?

La hegemonía de la novela.

"Todo el que como lector toma parte de la vida literaria del presente, lee novelas. El número de poetas líricos conocidos por el gran público es bien pequeño, y aun personas literariamente cultas con dificultad podrían decirnos ni siquiera el título de media docena de colecciones líricas publicadas en los últimos años... Desde hace unos 200 años ocupa la novela este importante lugar en el sector de la literatura. Llegó a conquistárselo en un proceso sorprendentemente corto, y surgiendo de la nada, por decirlo así. Porque las diez novelas que aparecían en Alemania en 1740 ... no las reseñaron ... por considerarlas como lecturas para mujeres desocupadas y estudiantes vagabundos. "(11), hace más de 40 años fueron dichas estas palabras que resultan tan actuales porque el mercado -léase aquí, los editores- sigue privilegiando y apostando por la novela, y no sólo en Chile, hay que reconocerlo. Se da, entonces, la paradoja que en este ex-"país de poetas" donde, es cierto, nunca la lírica se vendió demasiado, éstos han perdido hasta el aura y el prestigio social que los acompañaba. No obstante, siento que mucha poesía sigue siendo hoy más compleja, crítica y cuestionadora que buena parte de las narraciones. Contadas son, entonces, las editoriales que la publican, arriesgándose: LOM, Cuarto Propio, Fondo de Cultura Económica, y, quizá, alguna que se me escape. Casi las mismas que afrontan y se exponen en la narrativa y con ella; casi las mismas que se atreven a diversificar la producción literaria al editar no sólo novela sino poesía y crítica, ensayo, crónica; casi las mismas que no se limitan a publicar a quienes la revista Caras llamó "los vendidos"(12); casi las mismas que se aventuran con escrituras menos seguras y más opacas, colaborando a diversificar una narrativa actual que si se limitara sólo al "mini-boom" de una voceada y -expuesta como- estereotipada "nueva narrativa chilena" podría parecer homogénea, conformista y monocorde; tan homogénea, conformista, deslavada y monocorde como su contexto, el consenso.

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Notas

1. Este trabajo fue presentado al Seminario "Nueva Narrativa Chilena", que tuvo lugar en el Centro Cultural de España entre el 30 de julio y el 13 de agosto de 1997, con el auspicio del diario La Epoca, y fue publicado en el volumen Nueva Narrativa Chilena, editado por Carlos Olivárez (Santiago, LOM, 1997), que recogió las ponencias. Desgraciadamente, en el libro no aparecieron las Notas de este artículo que, ahora, se da a conocer completo, y con muy pocas variaciones posteriores.

2. El crítico literario Mariano Aguirre fue el primero que hizo esta distinción, en diciembre de 1992. Ver: "Narrativa de los '90: La recuperación del habla" en Cultura 17 (Stgo., octubre 1996), 7-8. Me cuesta aceptar que las conversaciones con Mariano Aguirre se terminaron definitivamente en enero de 1998. En su recuerdo, este artículo, tal vez demasiado polémico para su gusto.

3. Por su parte, en la primera sesión, Jaime Collyer arremetió con un discurso que colocaba en una disyuntiva algo simplificadora, cuyo título podría ser: "los críticos entre la pureza y la pereza". Los reprochados por su "pureza" éramos quienes habíamos considerado que la "nueva narrativa" era un fenómeno de mercado: como se verá, más que a los productos literarios, mi afirmación alude a las políticas (comerciales, publicitarias...) de ciertas editoras que "inventaron", divulgaron e impusieron este término, englobando con él a obras disímiles en un afán homogenizador, temeroso de la diferencia y el cuestionamiento.

Por supuesto que nadie afirmó -como mal oyó Collyer- que los escritores estarían vendidos al mercado; si bien hay que reconocer que algunos le coquetean más que otros... Ni menos se sostuvo que éstos no deban vender, como se caricaturizó. Que sabemos, también, que el binomio libro-mercado no es de hoy y puede encontrarse desde hace ya cerca de un siglo, no vale la pena aclararlo.

4. Hago, aquí, esta distinción basándome en la terminología y la comprensión de Roland Barthes en su artículo, "De l'oeuvre au texte", que aparece en Le bruissement de la langue. Paris, Seuil, 1984. ("De la obra al texto", es el título de la traducción española, que aparece en El susurro del lenguaje).

5. Levin I.Schücking: Sociología del gusto literario. La Habana, Instituto del Libro, 1969. (Cuadernos de Arte y Sociedad 1), 62. [La primera edición en alemán es de 1931].

6. Así, en Novela Chilena. Nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos, de Rodrigo Cánovas y colaboradores. Stgo., Edic.Universidad Católica de Chile, 1997. Este es el primer estudio más detenido sobre este momento literario que sólo había sido considerado en artículos periodísticos.

7. J.Collyer: "El guante sobre la mesa", en Apsi 419 (Santiago, 6 al 19 de abril de 1992), 18.

8. Apsi 415 (Stgo., 24 febrero-8 marzo 1992), 40.

9. "Presentación" a McOndo, de A.Fuguet y Sergio Gómez, eds. Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1996, 11-20.

10. Ver: art.cit. en Nota (7), 3.

11. Wolfgang Kayser: "Origen y crisis de la novela moderna", en Cultura Universitaria 47 (Caracas, 1955), 5-6.

12. "Paula Recart: "Estos son los vendidos", en Caras 140 (Stgo., 23 agosto 1993), 62-65.