LA POESIA DE LOS NOVENTA

Andrés Morales

La poesía chilena parece no detenerse en la generación de nuevas promociones de autores que entreguen una visión de mundo renovada, distinta, o bien, intenten regresar, proponer o configurar alternativas de lectura en torno a nuestra supuesta tradición literaria.

Superponiéndose una promoción tras otra, un grupo tras otro (y conscientemente no utilizo el término generación), es casi seguro que la vigencia de las distintas "oleadas" de poetas no logre definirse con transparencia o claridad. Si bien, es frecuente que coexistan distintas promociones, en Chile no parece existir una lógica o un carácter que permita diferenciar los aportes de unos y otros y la así llamada poesía joven reúne "peligrosamente" a un inmenso grupo heterogéneo del que la crítica nunca puede hacerse cargo con mediana responsabilidad y con aquella capacidad de orientación que alguna vez los lectores le exigieron para crearse a sí mismos un mapa de signos, claves o "entradas" a los distintos géneros. De esta forma, nadie parece tener una voz autorizada para desentrañar el misterio esencial que diferencie los distintos grupos que aún poseen una capacidad de creación (promociones anteriores) de los novísimos intentos de autores emergentes (nuevas promociones) que intentan abrirse paso en un universo saturado de libros y carente de un mediano juicio autocrítico (no autocensor) interno o, con contadísimas excepciones, de una crítica objetiva y no allegada a "cámaras secretas" que operan de una forma impune y hasta escandalosa otorgándose prebendas, premios y opiniones ditirámbicas que más se acercan al panegírico elegíaco que a una reseña, nota o comentario publicable -con más o menos verguenza- en algún medio de difusión.

Entendido entonces este escenario como un espacio confuso, no jerarquizado, tendencioso y ausente de figuras críticas que puedan dirimir u orientar, la aparición de una nueva promoción viene a constituirse en un cuasi milagro que nos habla de una supervivencia del género lírico a pesar de las circunstancias desfavorables (y aquí no intento ni siquiera tímidamente acercarme al problema de las ediciones, distribución, marketing , etc.) en una sociedad literaria que constantemente se mira el ombligo en la búsqueda de un profeta salvador del género poético o de un nuevo boom de la narrativa chilena (sin duda más orientada al guiño cómplice del mercader o del lector bobo que a la constitución de una novela rica en personajes, estilo, lenguaje o que profundice medianamente en un tema que trascienda el devenir de los años noventa o el testimonio ya rancio de una época trasnochada). Milagro o aparición milagrosa digo, cuando las escalofriantes y manipulables estadísticas nos hablan de una casi nula lectura de la poesía en nuestro país. Y más que eso, insisto, cuando los pocos lectores del género aún no logran digerir con la distancia y tiempo necesarios la obra de los autores inmediatamente anteriores mientras los novísimos ya golpean la puerta para adentrarse en el extraño limbo superpoblado de nuestra poesía chilena actual.

Visto así, el panorama no parece alentador, pero creo que nadie puede entregar la clave del por qué de una constante regeneración de autores que, incesantemente, intentan ganarse un espacio para insertar sus producciones, a veces, sin éxito, en este paisaje barrocamente abigarrado. Y si digo "clave" es porque pareciera existir una contradicción entre la proliferación de autores y la escasez de público lector: un asunto que merece un estudio acabado que más bien corresponde a la socioliteratura que a otra disciplina.

Pero intentando una muy precoz visión o, si se quiere, "diagnóstico" del fenómeno de la poesía de los noventa, hay que señalar algunas características que me parecen esenciales a la hora de revisar esta producción. En primer lugar, la huerfanía o disgregación del grupo, que más que configurarlo en una entidad o promoción homogénea, lo constituye en una serie de "nombres" o poetas separados que no poseen ni un programa común, ni una intencionalidad, ni menos una puesta en escena que proponga un cambio radical frente a sus colegas de la llamada "generación de los ochenta" (o "N.N." , o "dispersa" , o "de la dictadura", etc.). De esta forma, se trata de autores aislados, sin voluntad de constituirse en generación (y aquí dudo mucho también de este término aplicado a los escritores de los años ochentas) y que no "hacen suyo" el escenario literario para contradecir, contrarrestar o, simple y llanamente, "ir en contra" de la promoción precedente. Es más, en mi experiencia de lecturas conjuntas con autores de esta nueva promoción, salvo una vez en que Julio Faúndez declaró la "superación de la generación de los 80" , nunca he conocido ni he leído de una confrontación directa con los poetas de mi promoción (l980). Y, completando esta idea, creo que no existe el ánimo ni la intención de confrontarse o enfrentarse a sus inmediatos predecesores, más bien (y al igual que en muchos de los autores de los ochentas) pareciera existir una cierta animadversión en contra de algunos poetas de la "Generación de los sesentas" que, o bien se expresa frente a sus actitudes en la arena literaria, o frente a la consistencia de sus poéticas y de sus obras en concreto.

En segundo lugar, (y pienso que éste es un síntoma de madurez alcanzada luego de casi cien años de un verdadero cultivo del género poético en Chile) su absoluto desprejuicio frente a las inmensas y diversas posibilidades que la poesía tiene en su memoria pasada y en su apuesta futura. Me explico: la aceptación de modelos neoclásicos,

neobarrocos, neovanguardistas, su absoluto laisser faire frente a las opciones que cada uno de estos poetas pueda elegir, sin que por eso su elección sea descalificada o menospreciada por sus compañeros de promoción, valiendo también esto, para los escritores de generaciones o grupos precedentes (una característica de la que adoleció la promoción de los ochentas y que tanto daño produjo al ser sólo admitida una "determinada forma" de hacer poesía).

En tercer lugar -y ya entrando en las características generales de esta promoción- , la evidencia clara de una formación literaria mucho más sólida que en sus predecesores de los años ochentas, sino universitaria, al menos manifiesta en tanto se busca una relación mucho más estrecha con la poesía clásica universal y, también, con voces contemporáneas ajenas a la poesía chilena, fundamentalmente, en la poesía en lengua inglesa, francesa, portuguesa, griega y alemana. En este mismo sentido, una búsqueda sintomática por una poesía más prolija, alejada del coloquialismo de la antipoesía y cercano a aquel distinto coloquialismo de la poesía anglosajona: característica, esta última, que nos hace pensar en una promoción mucho más cosmopolita que las anteriores y, quizás, más objetiva a la hora de revisar la poesía escrita en Chile durante este siglo. Asunto que puede mover a polémica, pero que, a mi juicio, intenta un necesario parricidio con determinadas figuras de la lírica nacional y la justa revaloración de otras voces que han permanecido "a la sombra" de poetas tutelares durante muchos años y que, en más de algún caso, han recibido un reconocimiento en el extranjero o bien póstumamente (y sólo por citar a algunas figuras, cito a Arteche, Rojas, Díaz -Casanueva, Anguita,Teillier o De Rokha).

Por último (y con absoluta conciencia que el tema no se encuentra agotado, ni menos, acotado aún), es posible constatar un regreso a una factura del verso mucho más clásica -en un sentido estricto- sin temor a aparecer próximos a la literatura española (y a poetas como Guillén, Cernuda, García Lorca o Juan Ramón Jiménez) tanto en la realización misma, en la dispositio, como también, a la vez, al relativizar un tono profético tan característico de alguna poesía hispanoamericana de los últimos años, aproximándose como casi único referente chileno, a la poesía del extraordinario Juan Luis Martínez (y mediante su obra a la de Francis Ponge, por ejemplo), como también a una nueva mirada hacia las vanguardias de los años veinte y a la obra de Vicente Huidobro (dejando muy sintomáticamente de lado a Pablo Neruda y a otros autores que pueden considerarse como más "comprometidos" con una poesía social o ideológica, a excepción de Pablo de Rokha, a quien se valora en su dimensión polémica y en su innegable torrente poderosísimo con una afluencia de lenguaje y metáforas casi únicos en la poesía de Chile).

Como última apostilla a estas consideraciones más que generales sobre este fenómeno, es necesario aclarar que muchas de las nuevas voces de esta promoción no deben ser consideradas dentro de los esquemas tradicionales de inclusión o exclusión (siguiendo los patrones generacionales de la crítica), sino, por el contrario, es preciso constatar que algunas figuras pertenecerían a generaciones o marcos generacionales pasados, pero que aquí consideramos como "de los noventa" por haber iniciado su andadura poética precisamente en estos años y no poseer vínculo alguno con otras promociones anteriores.

En cuanto a señalar con absoluta precisión el corpus de estas nuevas voces, delimitando con exactitud quiénes deben pertenecer o no a lo que denominamos "poesía de los noventa", creo que debe otorgárseme un "voto de confianza" al trabajo que he realizado en múltiples talleres literarios y en la dirección de algunas tesis que han tratado con anterioridad -y muy tempranamente- el tema (1). En todo caso y antes de entregar un listado (con algunos títulos esenciales para configurar una bibliografía básica (2) sobre este asunto), es preciso distinguir, como señalara más arriba, entre un grupo de autores que se ajusta plenamente al canon tradicional de generación (nacidos entre los años l966 y l977) y una segunda agrupación de poetas que no corresponde a este marco teórico, pero que, insisto, comparte muchas características de las enunciadas y deben ser considerados en este canon porque inician su escritura o la publicación de sus obras en la misma época que aquellos que pueden consignarse como "principales", si cabe el término, o mejor, "plenos cronológicamente".

 

I. 1.GRUPO CANONICO EDITADO: Malú Urriola (Piedras Rodantes, l989); Francisco Véjar (Fluvial, l988; Música para un álbum personal, l992; Continuidad del viaje, 1994); Jorge Héctor Alvarado (Luna frustrada, 1990); Pedro Antonio Araya (Arcosanto, 1992);Cristián Basso (Alalia, l994); Javier Bello (La noche venenosa, 1987 y La rosa del mundo, l995); Germán Carrasco (Brindis, 1994);Rodrigo Cuevas Gallegos (Las fisuras del cuadro,1993); Eugenio Dávalos (La copa de Neptuno, 1990), Marcelo Del Campo (Opus improbum, 1994 y Nómades, 1997); Javier Del Cerro (Perrosovacacangufante,1992); Alejandra Del Río (El yo cactus, l994); Damsi Figueroa (Judith y Eleofonte, 1995); Cristián Gómez (Corazón de Crónicas, 1993);Leonel Lienlaf (Se ha despertado el ave de mi corazón, 1989);Omar López (Malas costumbres, 1990); Adán Méndez (Antología Precipitada, l992); Felipe Moya (Suburbios Babilonia, l989); Lorenzo Peirano (Respirando callejones, 1991); Dago Pérez (El bello charco, 1991); Serguio Pizarro Roberts (Poemas diesel, 1993); David Preiss (Señor del vértigo -anticipo-, 1992 y Señor del Vértigo,1994); Juan Ramírez (Bonasí, 1992); Francisco Ruiz (Camino duro, 1991); Samuel Solln (Melodías en claustro,1991);Víctor Vera (Rerum terraquea, 1994); Carlos Cea (Travesía de un infernauta, 1991); Gonzalo Munizaga (Para no terminar como Nietzsche, 1991); Ernesto Guajardo (Las memorias, 1995); Kurt Folch Maas (Viaje Nocturno, 1996); Celeste Lorena Caballero (Giraciones: el iris desflorado, 1994) ; Jean Pierre Bonnefont (La edad del sol, 1994) y Carolina Hepp Plesch (En cautiverio, 1996).

I.2. GRUPO CANONICO INEDITO (O sólo editado en antologías): Andrés Anwandter, Juan José Daneri, Juan Carlos Gallardo, Rolando Carrasco, Juan Herrrera, Rodrigo Herrera, Jaime Huenún, Juan Ariel Zúñiga, Daniel Osorio, Cristián Cisternas, Ernesto González Dávila, Patricio Flores Collao, Antonio Lobos, Marcelo Castillo, Cristián Comte, Angel Villalobos, Alejandro Zambra, Andrés López, Mauricio Adana, Viviana Del Campo, Víctor Ortega, Alberto Medina, Sebastián Zulueta, Julio Faúndez, Eduardo Llull, Mateo Goycolea, Elizabeth Lewin, Alejandro Da Cunha, Sylvana Gandolfi Orrego, Alejandra Sofía González Celis, Rodrigo Karmy, Yael Mancilla-Gewold, Sergio Meza Oporto, Ofelia Moreira,Hugo Pérez Sáez, Michelle Reich, Francisco Vásquez Neira, Roberto Yáñez, Claudio Ramos, Luis Adour Susaeta, Pablo Harrison, Leonardo Tamid, Enrique Ojeda, Gabriel Pérez, Jorge Matteo, Rodrigo Silva,Oscar Benavides (l973-l995),Rodrigo Zúñiga, Jessica Astete,Jorge Mittelman, Juan Carlos Villavicencio, Nicolás Díaz y Nicolás Maré (l968-1993), entre muchos otros.

II.1.GRUPO NO CANONICO EDITADO: Luis Ernesto Cárcamo (Restos de fiesta, 1991); Luis López Aliaga (El bolero de Nadja, 1991); Sergio Madrid Sielfeld (Voz de locura, 1988); Eliana Rabié (Música del silencio, 1994); Ana María Vieira (Piélago, l996); Roberto Lazo (Poemas Festivos, 1994) ,Elsi Wood (El libreto de la culpa, l995 y Alfileres sobrantes, l996) y María Inés Zaldívar (Artes y Oficios, 1996).

II.2. GRUPO NO CANONICO INEDITO (O sólo editado en antologías):Verónica Jiménez, Mireya Elberg, María Luisa Hanisch, María Elena Blanco, María Luisa Daigre,

Marisol Saborido y Ana Luisa Serrano, entre otros muchos.

A manera de conclusión, hay que celebrar, una vez más,l a extraordinaria riqueza de nuestra actual poesía, entendiendo con tolerancia y, a la vez, exigencia, la inmensa diversidad de registros que, desde hace a lo menos cincuenta años, viene configurando las "señas de identidad" de nuestra literatura. El mapa -o el atlas- de la poesía chilena del siglo veinte aún está por definirse, trazarse y, finalmente, mensurarse con la debida distancia y con el imprescindible vuelo -acompañado del parco rigor- que tantas veces todos echamos en falta a la hora del balance.

Santiago de Chile, junio de 1997

Notas

(1) Me refiero, esencialmente, a la tesis de licenciatura de Javier Bello Chauriye, Poetas chilenos de los noventa. Estudio y Antología, que guié en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile en el año 1995. Ese voluminoso trabajo ha sido, sin duda alguna, una valiosa ayuda para precisar algunos datos de este artículo.

(2) Fuera de los títulos de libros correspondientes a cada a cada autor, es indispensable consignar en esta páginas algunas antologías que incluyen la obra de estos poetas. Entre éstas, hay que señalar las siguientes:

 

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