Escritoras jóvenes (Narradoras)

PAULINA VERGARA nace en Santiago en 1972. Ha participado en varias lecturas públicas y publicado en diversas revistas universitarias. Actualmente prepara su primer libro de relatos Historias Difíciles

No sé quién primero, si las palabras o yo...

Las tomo como caen a mi boca; las duras van a la izquierda del papel esperando un bálsamo misterioso que les ponga un pequeño corazón. Las que llegan con demasiada alma son sometidas al más cruel de los tormentos para que no se puedan volar de mis hojas.

Existen millones que pecan de la más delirante fragilidad, a esas las cuido... las escribo con cuidado, les hablo despacito y me despido de ellas cuando llega la noche, sin embargo, las que sufren el más delicados de los males, la transparencia, son las que en verdad me preocupan; para ellas necesito pinturas de todos los colores: roja, azul intenso, verde que te queme las manos o un luto que las condene a la tristeza.


Ella

Difícilmente voy a poder desprenderme,
algún día, de lo que pasó esa tarde.

Toqué de nuevo la locura con mis manos; no es abstracta, es dura, es cruel, es triste y húmeda. Piensas que quien la padece es un insecto con la piel verde, un insecto que dispara veneno de serpiente y que pretende nadar con estilo en un pantano sin salida.

El mundo se oscurece y el frío te rompe los huesos, te quita movimiento; esperando... esperando que el tiempo pase y que lo que será no suceda nunca. Se espera que el reloj, en realidad, no sea siempre lineal o al menos se espera una excepción; que volvamos atrás, que salga el sol, que no haga frío y que los insectos no tengan la piel húmeda.

Pero eso no sucedió, la metamorfosis se fue dando sin esperar minuto y había que detenerla; entonces la subimos a un auto, amarrada con mentiras que se fueron deshilvanando apenas llegamos a Santiago. En el primer semáforo, su mano verde comenzó a morder puertas y ventanas, a vociferar amenazas y a rasguñar mi mano. El auto se desfiguraba en el camino, haciendo un zigzag de nunca acabar, mientras la noche se comportaba de manera indolente.

Al llegar, mi cara dibujaba lágrimas de asombro y se veía anegada por la certeza de la guerra que avanzaba rápidamente entre ella y yo. Estaba desangrándome de pena y, sin embargo, quería irme de su lado, quería abandonarla a su suerte.

Me adelanté a lo sucedido y la vi ya instalada en una cama blanca con un sueño de medicamento y con su cara de muñeca mimada, pero de nuevo me equivoqué, porque nadie logró detenerla en ese lugar de ventanas con rejas y más bien salió por la puerta de entrada y acompañada de una mujer que sabía de ella, tanto como yo.


EPÍLOGO PRIMERO

Ahora, cada vez que suena el teléfono, pienso que alguna noticia de ella se sabrá, aunque la guerra me haya sido declarada.

Epílogo Segundo

No puedo olvidarme de ella; sin embargo, la tengo grabada en un pedazo de memoria sin ese color de sus manos... y espero todavía, que sea suficiente para terminar con el resto de su recuerdo.

 

selección de su primer libro de relatos Historias Difíciles, inédito

 

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