Universidad de Chile

 

Poesía
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DANIEL CALABRESE nació en Dolores (Buenos Aires), Argentina, en 1962. Ha Publicado los siguientes libros de poesía: La faz errante (Ed. RHE, Buenos Aires, 1989), Futura Ceniza (Ed. Cafè Central, Barcelona, 1994) y Escritura en un ladrillo (bilingüe español-japonés, Ed. Mito-sha, Kyoto, 1996); y las plaquettes Day Runs and other poems (inglés-español, Fairfield University, 1997) y Oxidario (Barcelona, 1997), entre otras. En 1990 obtuvo la estatuilla Alfonsina Storni por su obra poética. Ha participado con su poesía en encuentros, antologías, seminarios, suplementos literarios y revistas. Es fundador y director de Ærea, revista hispanoamericana de poesía.

EL DESPEÑADERO

Supe que moría en este mapa
y no se hundían las piedras sobre el agua
ni las islas flotantes: islas de fe.

Pensé y me vi muerto
como las manzanas pesadas, caídas
con todo su jugo a la tierra bestial.
Tierra que se las come y las ensucia.

Me he dicho siempre:
no caigas, no seas enfermo,
caedor: no.

En este mundo laborioso,
con la ira de los perros enterrados,
con la espuma,
si me ven caído, yerto,
mojado en el silencio de la costa,
no me digan entonces: usted,
no se levante, no ande.

TEATRO INFANTIL

Un farol circular
y su cántaro de luz cayendo al suelo.

Es de noche y los pájaros se han ido.
Todos creen que volverán.

Las hojas resbaladizas se hunden calle abajo.
Si corriera un niño, ahora,
se notaría en las baldosas sueltas de la vereda.
Adentro,
alguien está imitando el cielo:
ha cosido unas monedas de aluminio
sobre un modesto paño negro.

Tras el marco una luz espesa
va mezclando la sombra suavemente
y nadie sabe qué es lo que se ha ido
pero todos creen que volverá.

SINGLADURA

Ella sabe de barcos,
a mí me ahoga el rumor de la lluvia.

Ella encuentra misterios, llaves
de bronce y palabras, silencio,
porque las húmedas ciudades son baúles
y ella sabe de barcos.

Yo siempre he buscado tesoros
atento al mensaje, al olor de madera
que traen los vientos.
No sé por qué mi cuerpo lleno
de sangre es una copa
o un timón que gira.

Ella sabe de barcos,
a mí me ahoga el rumor de la lluvia.

Pero ella pertenece al mundo movedizo.
No teme a los relojes, a los mares, a los trenes.
Si una cadena es música de hierro,
una moneda puede ser la hostia
porque las húmedas ciudades se disuelven
y ella sabe de barcos.

Yo soy del cobalto y la ceniza,
un caminante que naufraga en tierra
y se hunde en la avenida lentamente.
Cuando flota la luna sobre el río
de una sola pedrada he derramado
su arena blanca en toda el agua.

Ella sabe de barcos,
a mí me ahoga el rumor de la lluvia.

 

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