Universidad de Chile

 

Poesía
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EDUARDO ESPINA nació en Montevideo, Uruguay. Publicó los siguientes libros de poemas: Valores personales (Buenos Aires: La máquina de escribir, 1982), La caza nupcial (Buenos Aires: Último Reino, 1993), El oro y la liviandad del brillo (Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1994), Coto de casa (Jalapa, Graffiti, 1995). También publicó los ensayos El disfraz de la modernidad (Toluca: Universidad del Estado de México, 1992) y Las ruinas de lo imaginario (Montevideo: Graffiti, 1995), libro que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo de Uruguay en 1996. Reside en Estados Unidos, donde se desempeña como profesor universitario.

OAXACA EN LO QUE LLEGA MAÑANA

El rumor a helar los rabos a lo largo
de las argollas agotando cada huella
(la luna tan dentro, la visión sabida)
cuando más que dudosa ciénaga era
en desaire de cielo la solución de los
mismos por la cripta del ojo al darse
además del rozar resplandeciente de
la anguila hacia la isla del comienzo:
todo dividido en la bestia por durar.
Pero en tales lados donde los labios
huían inquietados a osar su misterio
de décimas adonceladas por el rocío,
se iban dejando desliar los plisados
de una seda de casi nadie en la edad
airada del error que a lo hermoso de
muy cerca, y a lo bello también veía.
El fin a encontrarse con el principio:
en la manera del ocioso no amanece
y la velocidad recorre los jardines.

LA VIDA, UN OBJETO RECIENTE

La mortalidad de su belleza es lo que
da para empezar: a punto de quedarse
callada encuentra una perla y el apodo.
Vida como dádiva duradera, como ha
sido la del búfalo, y detrás la pantera.
Entre zancadas hasta cruzar la bruma
más allá del alba añadida a la persona
del paje que pregunta por el anfitrión.
A tiempo de tener lo que nunca nació,
la mañana derrama lebreles de brillo,
la letra que a la voz anuncia naciones,
nada más que la solución de siempre.
Llega la lluvia, la costumbre del agua
y el ocio que por cierto cae en desuso:
la luna en el heno hace a la planicie, el
invierno al venado que alcanza a ceder.
Por su hez ha sido el sitio disminuido,
en algo convertido como cuerno y ahí:
la flecha conocida al quedarse clavada
el cuerpo dispuesto por la posibilidad.
Podría resumirse así: el margen de los
recuerdos originando un gerundio y a la
canción llevada al grazno del susurro.
Ciervo, verdad y arboleda por dentro:
la casa encuentra el coto desconocido.
Duerme la piel a pesar de lo que pasa.
Los ojos dan por verdad a las palabras
las cosas buscan un lugar en la mirada.

LA TORTUGA DE ZENÓN

Lo íntimo atrae a la intemperie.
Rastro a ras de la escolopendra
y algo de logos en la caparazón.
A su lado las paralelas se alzan;
feliz remordimiento de la razón.
Anda, última libra del galápago,
que ya grazna el peso anacarado,
su país de piel aparte ya de todo.
Presocráticos a usanza la vieron
rodar entre sospechas enhebrada
a las obras que vaciaban el plan.
¿De alcurnia igual a un leopardo?
Caída del aire, casi por dentro:
oscura de panoplias por el frío,
siguió hasta salirse del nombre.
Al detenerse, se sintió Aquiles.

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