Universidad de Chile

 

Poesía
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TOMÁS HARRIS nació en La Serena, Chile, en 1956. Ha publicado los siguientes libros: Zonas de peligro (1985), Diario de navegación (1986), Cipango (1992), Los 7 náufragos (1995), entre otros. En 1996 obtuvo el Premio Casa de las Américas con su obra Crónicas Maravillosas.

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MAR DE LOS PECES ROJOS

Me pararon al frente, me dijeron
Habla
Y hablé.
Me pararon al frente, me dijeron
Desnúdate
Y me desnudé.
Me pararon al frente, me dijeron
órlate
y me incrusté oropel, rubí, esmeraldas, pedrerías,
oro falso
en el cuero.
(Aplausos)
No sufrí apremios físicos, debo decirlo
Pero me rodeaba la muerte.
La noche, esa noche, era primordial.
Había calles angostas,
Pasos, gritos,
Cuerpos.
Los puntos cardinales estaban perdidos.
Yo estaba perdido, en un sueño, como en una
película.
La noche en la ley de la calle.
El mundo era un círculo en blanco y negro
Despoblado por fantasmas
Y habitado por dos peces rojos
Devorado por su reflejo
A falta de víctima.
Todo era circular y referido por la muerte;
El mundo era circular, en blanco y negro, habitado
Por dos peces rojos devorando su reflejo.
Todo transcurría en el teatro o en el cine.
Todo transcurría en la calle o en un sueño.
Los puntos cardinales se habían perdido
Y el vértigo de la velocidad entraba por los ojos,
Por los poros,
Yo estaba poseído por efectos especiales.
La ciudad era un mar en penumbras,
Blanco y negro,
Dos peces rojos.
Devoraban sus reflejos.
Yo era un pez, almirante, y la muerte,
Otro pez.

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LOS SENTIDOS DEL DESEO

Corte, Vuesa Merced, la amplia manga de este harapo,
Desgarre el pringoso cuello
Y caerá lo blanco, lo perfecto de la perla
Multiplicada,
Y verá lo verde, la seducción de lo verde en
Cascadas impensables,
Desgárreme
Desnúdeme, Vuesa Merced, sin miedo,
Y verá mi cuerpo desmoronarse en un montón
De cuentas luminosas sobre la alfombra,
Pero siempre seré yo;
Ahí podrá olvidar la compostura, la condición,
Y tirarse dichosa sobre la pedrería
Acompañada de sus infantas;
A lo más en pleno secreto, yo me iré con la mirada
Por las esferas de sus ancas regias
Como un mar manso;
Cada perla te mira con cien pupilas de sangre del
Pescador
Y tú sabes bien que es eso lo que las hace
Estupendas;
Porque tanta perla rodando sobre el rojo del terciopelo,
Son mis dientes,
Mis muelas,
Son las lágrimas de los sacrificados,
Los siglos,
El impenetrable mar,
Las babas,
El esperma,
Todo lo derramado en falso;
Ya hicimos el amor nuestro perfecto ritual contra el miedo,
Agazapados ante el horror de lo inconmensurable,
Perdidos en la vaga admonición del vacío,
Espesos de sal,
Húmedos de las 7 formas del deseo,
Sudorosos de mar,
En el vientre de la marigalante, acezantes,
Esperando el tiempo de nuestro salvaje,
Medieval
Y marinero deseo; pero
Nada de esto quedó en las esferas,
En las pinturas de mapamundos,
Ni los perros corsos,
Ni los pueblos fantasmas que vamos siendo,
Las calles de viento, las ventanas que se apagan,
El sacrificio sin otro sentido de intimidación,
Lo escrito, la condena;
Todas estas millas para coronarse Virrey de la nada,
Magro bufón de la corte de los milagros,
En este triste bulevar,
Cruzado, de miedo, fetal, fétido a tinto,
En plana puerta del convento franciscano de la rábida,
En Concepción de Chile,
Mendiga, puta
Sin más perlas que mis dientes
Mis dientes hermanos que atesoro a lo divine
El la bolsita de raso
Del humo de muerte
De los 80.

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TEATRO DE SOMBRAS

Pero estábamos en el hotel King: proyectadas sombras chinas marionetas actores agónicos sobre los muros pálidos cómo éramos nada más un simple haz.
De luz sobre la ilusión derruida de este mundo proyectado sobre los pálidos muros del Hotel King.
Las imágenes habían abierto una escalera oscura,
Colgante sobre un tiempo impregnado de humedad ventral
U los presagios. Nos abrieron una escalera al frente para que ahora,
anhelantes, ascendiéramos por ahí.
Tu cuerpo era un fulgor tenue en la densidad de la escalera y yo te seguí por que tú
parecías abrir
La espesura de lo oscuro con su ensoñada
Complexión.
Las puertas se abrían las puertas se cerraban.
Los pasillos subían hasta el entretecho
Multiplicándose por las cabeceras de los catres. Había más cuerpos entre
Nosotros, no sé si muchedumbres, pero no estábamos solos .
Los cuerpos de los catres estaban muertos.
Los cuerpos de los catres estaban vivos.
Los cuerpos en los catres no estaban vivos.
Jamás sabré si hubo una ventana, pero se filtraba
Sobre los muros pálidos el fulgor verde de un letrero
Luminoso. Y el delirio que acompaña el amor,
En el delirio impune en que terminábamos todos
comenzamos a imaginarnos cosas.

de Cipango

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