Universidad de Chile

 

Poesía
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VERÓNICA ZONDECK nació el 17 de diciembre de 1953 en Santiago. Es licenciada en Historia del Arte y créditos en Literatura Hispanoamericana e Inglesa, de la Universidad Hebrea de Jerusalén (1976). Recibió la beca Fondart en 1997. Su primer libro de poemas fue, Entrecielo y Entrelínea (Ediciones Minga, 1984). También ha publicado los poemasrios El hueso de la memoria (Editorial Ùltimo Reino, 1988), Peregrina de mí (Editorial Cuarto Propio, 1993), Membranza (Editorial Cuarto Propio, 1995). Los poemas presentados corresponden al libro inédito De los senderos reptantes.

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VALLE OLVIDO

I

No bien entra a Valle Olvido
una mujer le tiende la mano.
Falta de nombre y tibia al tacto
es carne y abre sus vitrinas en magentas.
En su mirada
un azul racimo de ternura.

En Valle Olvido le toca la emoción de ser.
No sabe de historia personal.

En Valle Olvido abunda la vegetación
y las nubes
arropan sueños en pedazos de cielo
y el infierno acaricia hasta el agua
la pétrea estalactita del corazón.

Todo convocado toca su frente.
Todos saben de su amor.

En Valle Olvido
él
sólo es quien es:
un cuerpo
en la pulposa mano de un recuerdo de carne.

II

En Valle Olvido camina una figura
leve y verdosa
de paso calmo y mirada en retiro
hasta los fondos mismos del pliegue.
Observa la distancia de su sombra.
No siente.
Sabe profundamente el porqué de sus pies en el camino.
Desea sepultar aquí al triste hombre de su ojo.
Desea lamer con tierra la carne
y contar su historia.

En Valle Olvido También habita un jardinero.
Racima memorias dispersas
y endurecidas lágrimas de reinos ya muertos.
Cementa carreteras en el oscuro
cual triste náufrago de recuerdo a la deriva.

Ansía entonces, abrir la de hierro
aunque se haga al ruido
y otros escuchen
y digan.

Sólo ansía la de hierro.

III

Tuvo certeza de que en Valle Olvido
las gentes nacen para no saber.
Beben aguas sin nombre.
Trabajan incansables.
Disfrutan en cuanto la obscuridad se hace al ojo.
No recuerdan el sentido primero de los pies.
En Valle Olvido
sólo las calles inscriben sus nombres
mas nadie conoce su historia.
En Valle Olvido
todos los días amanece sábado
y el nombre anochece
en números inscritos en piel aceituna y condenada.

Hay nombres sepultos
que no resisten el olvido

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