Universidad de Chile

DIEGO JESÚS JIMÉNEZ (*)

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Por Javier Bello

Pier Paolo Pasolini, el poeta asesinado en Ostia, una antigua ciudad cercana a Roma, termina un poema de Las cenizas de Gramsci con la contemplación de la figura sensible de un muchacho que canta. El poeta se dirige al muchacho diciéndole: "En tu inconsciencia está la consciencia/ que de ti la Historia desea, esta Historia/ en la que el Hombre no tiene más violencia/ que la de la memoria, no de la memoria libre... / Y quizá ya no existe otra salida/ que la de dar a su ansia de justicia/ la fuerza de tu felicidad,/ y a la luz de un tiempo que comienza/ la luz de quien es lo que no sabe.". La representación del pájaro como origen y fundamento inmotivado de la poiesis generadora del poema se encuentra presente como una constante a lo largo de la obra de Diego Jesús Jiménez. El pájaro que abre y cierra con su canto Itinerario para náufragos (Madrid, Visor, 1996), su último poemario, adquiere la consistencia de la figura que eleva la voz para cantar en el poema de Pasolini. El primer verso de "Ángel de oscuridad", la pieza que cierra el libro de Jiménez, asocia esta tácita presencia en vuelo a la condición de la palabra poética. El verso que dice "Libertad aparente la palabra en el aire" instala a la conciencia en la reflexión, tan poderosa siempre en este autor, ante los poderes y los límites de la palabra poética. "El canto popular", título del poema referido de Pasolini, encuentra en Diego Jesús Jiménez un inconsciente y consistente heredero. La conciencia de la poesía, parecen decirnos, termina cuando ésta cae en la cuenta de que sólo "es lo que no sabe" y que únicamente más allá del fin de su sabiduría el canto se constituye como tal para acceder a su propio proyecto de conocimiento. "No te quieras complacer en lo que entendieres (...) sino en lo que no entendieres" diría José Lezama Lirna, donde dice Juan de Yepes, llamado de la Cruz.

Diego Jesús Jiménez ha estado de camino en la geografía de lo desconocido, en la jaula de su propia oscuridad ("La claridad/ siempre es distancia; apenas un intento/ de llegar a la luz.", dice), y ha regresado para alumbrar con la luz de esas profundidades la conciencia que establece que la sustancia en la que vive la palabra poética es el sueño, el único limite de la materia de la poesía. El sueño de la contemplación, puerta de entrada hacia lo oscuro, transgrede los límites de la realidad. Sólo en el vuelo hacia la oscuridad el canto parece cobrar sentido. La palabra oscuridad, sus símiles y sus antónimos, se encuentran asociados constantemente en la obra de Diego Jesús Jiménez, a presencias aladas: "(... ) La claridad destiñe a la materia; envilece el sonido/ de las palabras, quema las sombras, desvanece el recinto de los sueños/ y el lecho donde amaban./ En qué perdido paraíso, sobre qué antiguas nubes/ rezan por ti mis ángeles. Qué negras alas llevan/ mi cerebro a tu cuerpo.", escribe el poeta en "Fiesta en la oscuridad", poema que da título a un libro editado en 1976. La belleza sorpresiva de la aparición de la voz poética -pájaro, ángel o vuelo, portadores siempre de un secreto-, esa belleza fundamental para la conciencia del hombre ante la constante inclemencia de la Historia, adquiere la consistencia no del total dominio del conocimiento, sino la de la lucidez que otorga lo desconocido, lo que nunca se acaba de entender del todo como existencia imnotivada. "La luz de quien es lo que no sabe" define, creo yo, la materia de la poesía y el ser fundamental que la acompaña: aquel sujeto favorito de Pasolini, aquel que no conoce sus derechos, los limites precisos de su existencia referida a la existencia de los otros.

Itinerario para náufragos se abre con una cita de Fernando Pessoa: "Quien soy y quien fui son sueños diferentes". "La naturaleza del hombre es el sueño", escribió Shakespeare en Ricardo III, paradojalmente, una de las representaciones más consistentes y acabadas de la maldad humana y el crímen político. El desconocer los límites de la realidad conlleva el ingreso en el dominio, aún más ajeno y tortuoso, del hecho poético, cuyo único límite material, la palabra, entrega al sujeto lírico una consolación final: la transmutación del poeta, quien, desde la sustancia de la realidad, se transfigura para encontrar la amarga comunión consigo mismo, ese imperturbable otro, en la sustancia del sueño. La transubstanciación del sujeto poético de Diego Jesús Jiménez se encuentra en la encrucijada que conforman Historia y conciencia individual ante la aparición del canto, donde se enfrentan mortalmente Mirada y Tiempo: "Celebra la mirada/ una batalla con el tiempo... / Y pensando en la Historia (...) ves derramarse el tiempo." La mirada de la contemplación elimina al Tiempo y une conciencia e Historia en el acto de la palabra. El mundo, una figura indescifrable, se hace visible en la belleza: "En la antigua arquería, los fragmentos/ de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo/ en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada/ que aún deslumbra a tus ojos.". En ese "Espacio para un sueño", título de uno de los poemas del libro, Historia y Tiempo son sueños de otro sueño.

Itinerario para náufragos está poblado de párpados, ojos y miradas. Éste, su último libro, insiste, más que las obras anteriores del autor, en la autoexposición de la mirada: un rasgo de madurez de la conciencia del acto poético como contemplación. La mirada es mirada del sueño: "( ) No sabes ya si vives,/ o si sueñas y has muerto y no te has dado cuenta." El lugar de la contemplación convierte al poeta en una sombra, una presencia fantasmagórica que toma conciencia de la calidad de la propia representación. La muerte es una puesta en escena que la mirada destroza: la muerte es una ilusión para la ilusión de la mirada. Allí el poeta se haya rodeado de todos los ausentes, la palabra de los poetas que defendieron este lugar de contemplación con la propia vida y no salieron de él aún después de la muerte: Antonio Machado, Federico García Lorca, Pier Paolo Pasolini, Enrique Lihn, Vladimir Maiakovsky, Jorge Teillier, Alfonso Alcalde. El sueño quita consistencia al ser en tanto materia de la realidad, altera el sentido de lo contemplado, permite ver a través de la oscuridad -única luz deseada- todo lo que integra lo otro. El canto, existencia sugerida a través de elementos alados, construye lo que se contempla: "Los malvarreales, centinelas de acequias/ y de ruinas, la claridad del humo/ de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.".

Nietzsche animaba a los artistas a seguir y perseguir sus propias percepciones y creerlas verdaderas, desidentificarlas de aquellas sombras de la caverna de Platón, es decir, declararlas ante los aduaneros de turno como imágenes que tornan ilusorias las evidencias de aquello que llamamos realidad. El ser humano no puede conocer la realidad, afirmaba Chomsky desde otra perspectiva, sino sólo la representación que él mismo, como colectivo, ha hecho de ésta. El ya mencionado poema de Diego Jesús Jiménez, "Ángel de oscuridad", afirma la espesura del verso, la opacidad del boscaje verbal donde los "vocablos oscuros" de los pájaros "ilumina" el mundo con su extraña luz abisal, propia y desconocida. Es la palabra la que construye el universo, la propia realidad. El protagonista del poema "El lingüista", "Juan de Valdés, sabia/ que las palabras pueden penetrar la materia/ y, con su luz más diáfana establecer un orden en su universo helado.". Juan de Valdés, al igual que Diego Jesús Jiménez, "Trabajó con las sombras, vivió oculto en la niebla/ de su taller obscuro; en fríos alambiques de vidrio, acontecieron/ los más bellos vocablos. (...)". El "idioma" que derrama el pájaro en el soneto que inicia la sección "Oficio de verano" es la sustancia pura que rompe con la necesaria "verdad del reflejo" que condena a los hombres a ser sólo el espejeo de una idea que los precede y no su propia creación: ser "artistas libres de sí mismos".

El canto, el canto que proviene de la oscuridad, constituirá la retina del ojo que decide contemplar, entre la espesa niebla que siempre lo rodea, y sometido al Tiempo, la Historia como Memoria de su propia tristeza y de la aniquilación moral colectiva. El canto popular de Pasolini es el canto natural del pájaro de Diego Jesús Jiménez y la mirada es el tamiz que nos permite reconocer la confusión del canto social, las voces de ese desconcierto, percibido como un "horizonte de sonidos". La primera sección de Itinerario para náufragos, "Arcángel de ceniza", es un "Homenaje a Federico García Lorca", víctima, como Pasolini, de la violencia política. El libro de Diego Jesús Jiménez da cuenta largamente de una ofensa: el silencio ante esa memoria, la mudez del sentido que no se encuentra tras ese "horizonte de sonidos". La figura de García Lorca es el antónimo de una España apartada de su propio sueño: "Nadie recuerda nada aquí.", se afirma. La mirada del poeta convoca y conjura en el poema el olvido colectivo: esa sutil y extendida forma de violencia política. La mirada del poeta reconoce este panorama para acceder a la contemplación moral del hombre, invirtiendo la jerarquía de los valores de la burguesía cristiana: "Ved que el robo es defensa y la piedad mentira", constata el poeta. La ética de la contemplación declara inútiles el dominio, la esclavitud, el oro, las fortunas: leyes, dioses, religiones son cárceles que prometieron libertad y que decoran nuestro paisaje con las jaulas donde cuelgan las víctimas, mártires de la Historia. El poeta de Itinerario para náufragos, a diferencia del "tiempo nuevo" que anunciaban los versos citados de Pasolini -escritos en la medianía de esta centuria- contempla "los despojos de un siglo que murió entre placeres", y es poseedor de una conciencia de fracaso histórico que pone aún más el acento en la necesidad de la existencia de la contemplación estética.

La profunda visión ética que Diego Jesús Jiménez entrega del mundo sólo es posible gracias al ejercicio de esa contemplación. La poesía de Diego Jesús Jiménez representa la contraparte y la desmantelación de los supuestos de aquella poesía que pretende dar cuenta directamente, sin mediación, de la experiencia de una realidad lineal inexistente. La poesía de Diego Jesús Jiménez es autoconciente de su condición de sueño que mediatiza letra y realidad a través del ejercicio de la imaginación, y hace visible que de otra forma el arte no existe, que sin un intento profundo de descubrimiento de la conciencia es imposible la ética connatural a una estética que pretende diferenciar a la civilización de la barbarie. Negar la conciencia como espacio necesario para el discurso es dar la razón a los poderes que niegan la libertad del hombre.

El muchacho que canta en el poema de Pasolini, el pájaro que despliega sus "oscuros vocablos" en los versos de Diego Jesús Jiménez, serán nuestro último consuelo ante la Historia, la apasionada afirmación de nuestra ilusoria existencia cuando, apagadas las luces que nos protegen de la completa oscuridad, seamos sólo la mirada que nos inventa, nuestra propia mirada. Porque, como sabemos, "La eternidad/ sólo vive en lo efímero."

Señoras y señores, estoy seguro que hoy la poesía no cantará en vano. Bienvenido Diego Jesús Jiménez.

 

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* Texto leído en Concepción, el 11 de enero de 1999, en el marco de la Escuela de Verano de la Universidad de Concepción: "Formas y figuraciones de la violencia en el Siglo XX", como presentación al recital de Diego Jesús Jiménez, poeta español invitado.