MARIO ALIAGA nació en Santiago en 1972. Es Licenciado en Humanidades con Mención en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. Los cuentos que aquí se presentan pertenecen al conjunto inédito titulado Pedalear en el aire.  (E-mail: mario_aliaga@yahoo.com)

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INVENTARIO

Para María Angélica.

Tal vez fue en una de aquellas tardes que tanto odia: tranquila, sin estruendos ni simulacros, de ésas cuando la verdad comienza a petrificarse. O quizá fue una de las otras, fervientes, redentoras, alucinadas, de aquellas cuando el espejo nos sonríe compasivamente.
La pregunta salió fluida, así como en una distracción del inconsciente: natural, como la muerte.
No hubo llantos ni suspiros, sólo el nacimiento de una gran montaña que surgía a sus espaldas, acorralándolo para negar su pasado.
Sin nada que agregar, retiró la vista de aquellos ojos buscando el horizonte, pertrecho y escaso de sus veinte años.
Y comenzó, por primera vez el inventario:
1.-Un cuerpo que espera placer y entrega gemidos; unos ojos grises que esperan el color de una vida plácida, unos pies casi vírgenes pero encallecidos; unas manos llenas de líneas indescifrables y ansiosas.
2.-Dos o tres esperanzas, tres o cuatro líneas escritas a borbotones, un espejo cenicientezco, algunos libros que a veces resuellan su condena inmóvil.
3.-Una despedida inconclusa, números de teléfonos inútiles, cientos de fotos dispersas y otras clasificadas que le recuerdan sus raíces, grisáceas, sepia y carcomidas.
4.-Ganas, uno que otro terrible secreto, una confidencia olvidada por el confidente, dos labios tan rojos como el deseo, fantasías en espera.
5.-Un amigo muerto a destiempo, otros con grilletes sonoros e invisibles, tres mujeres de piedra que vigilan, un amor cansino.
6.- Voluntad, un carácter a veces insufrible, un padre fantasma, una hermana que nunca conocerá, una planta antigua, dos tortugas que de noche se reproducen en la lujuria que provoca la humedad.
7.-Y un baúl, un enorme y austero cofre situado en la mitad de la vida que guarda y entumece algunos recuerdos en proceso de olvido.

Fue así como esa tarde comprendió, a fuego, que las madres son una estela de piedra que narran su propia historia y la de sus hijos, que a veces las palabras pronunciadas se van quedando como lima en el estanque en el que reposa la Ofelia que todos llevan dentro, que sí, que no hay dudas, que el tiempo, Newton y los otros ya no importan, porque la vida, como su madre respondiera exacta, certera y lapidaria, sí, la vida será siempre así.

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