Universidad de Chile

 

Este artículo corresponde a la parte central y a la conclusión de la tesis de grado homónima de Paula Labra para optar al grado de Licenciada en Literatura Hispánica, que dirigió el Profesor Guillermo Gotschlich en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile durante el año de 1997.

LA BELLEZA COMO MALDICIÓN EN LA HISTORIA DE MARÍA GRISELDA DE MARÍA LUISA BOMBAL

Paula Labra

"Tú me hallabas fría, porque nunca lograste que compartiera tu frenesí; porque me colmaba el olor a oscuro clavel silvestre de tu beso".

María Luisa Bombal
La Amortajada

La dulzura y los buenos sentimientos que acompañan la extraordinaria belleza de María Griselda no lograrán ser lo suficientemente fuertes para evitar el poder devastador que tal belleza ejerce, cuestión que no tendrá su origen en la perfección de nuestra protagonista, sino más bien en la imperfección sin freno que surge en el resto cuando entran en contacto con ella.

Todos los personajes de este relato serán verdaderos satélites que centrarán sus vidas en torno al sol que es María Griselda. Para todos ellos habrá acción continua, atmósfera y vida; para todos ellos habrá lugar, a pesar del espacio y el tiempo limitados.

A pesar de ser la belleza de María Griselda el motivo central del relato, nuestra protagonista no tendrá en el espacio de la casa un refugio para su vida y buscará en la Naturaleza la anhelada libertad, tan preciada por todas las heroínas bombaleanas.

Este contacto que María Griselda mantendrá con la Naturaleza, convirtiéndose en una prolongación de ésta, se verá también en las definiciones que la tradición hace de la mujer. Y será un motivo de discordia con que la rodean, pues esta belleza -completa, material y espiritual, producto de esta relación íntima que nuestra protagonista mantiene con la Naturaleza- la harán indomable.

Por más que el resto intente definir y demarcar su belleza, para controlarla a ella, no podrán lograrlo. Y esto terminará convirtiendo la belleza de María Griselda en una maldición, pues exacerbará las imperfecciones del resto, acercando el límite entre la admiración y la envidia, el afecto y el rechazo y, por último, el amor y el odio.

Así, al igual que en las imágenes o íconos entregados por la tradición sobre la mujer -en donde la belleza es un denominador común- María Griselda se convertirá en víctima de sus propios atributos, pues en vez de conservar los sentimientos nobles que en un comienzo el resto siente hacia ella, despertará otros, como el rechazo. La necesidad que el resto siente por ella será tan extrema, que al no poder poseerla, surgirá el odio, la frustración, la envidia, los celos y el rechazo, que transformará las vidas de los personajes en una constante tragedia y la propia vida de María Griselda en un angustiante vivir.

Revisaremos, entonces, algunas de estas imágenes correspondientes a las figuras de la Amazona, la Ninfa, el Hada, la Bruja y la Medusa y las aplicaremos a María Griselda, para develar las coincidencias que existen entre cada una de ellas y nuestra protagonista, y perfilar así, con mayor propiedad, las características ambivalentes del personaje. Es decir, mostraremos, de alguna forma, el costo de esta belleza, tanto en María Griselda, como para quienes la rodean.

1. El desprendimiento de la mujer Amazona

Según las definiciones dadas por la tradición, las Amazonas se relacionan con las mujeres guerreras presentes en la historia, como "una supervivencia o reminiscencia de las sociedades matriarcales" (1). En la mitología griega representan a las mujeres que quieren sustituir al hombre. Pero esta sustitución las convierte en "matadoras de hombres" (2), pues optan por rivalizar con él: lo combaten antes de complementarlo. En definitiva, según la imagen presentada en la tradición occidental "las Amazonas son guerreras que se gobiernan ellas mismas" (3).

En este sentido, en La Historia de María Griselda, nuestra protagonista aparecerá en el relato como una esencia imposible de alcanzar por el hombre, como una "huidiza gacela" que conoce y domina a la perfección sus dominios (Naturaleza), pero a la que ningún ser humano podrá dominar: nadie encontrará sus escondites, ni el origen de su poder y fortaleza.

María Griselda se desenvolverá como un ser absolutamente independiente: será una mujer que frente a los feroces movimientos de la Naturaleza, no presentará ningún tipo de temor. Muy por el contrario, es la Naturaleza misma la que sucumbe a su belleza y se rinde humildemente ante ella, reconociéndola como parte de sí y también como una soberana que reúne en su presencia todas las manifestaciones que la Naturaleza posee.

Es Rodolfo, el novio de Anita, quien descubre a María Griselda enfrentándose a la furia de las aguas. Él la busca y la persigue constantemente en sus propios dominios naturales y reconoce el verdadero espíritu temerario de nuestra protagonista, mostrándoselo también a Ana María, la recién llegada y la narradora-testigo del relato.

"Y bajaron la empinada cuesta hasta internarse en la neblina, que se estancaba en lo más hondo de la grieta, allí en donde ya no había pájaros, en donde la luz se espesaba, lívida, en donde el fragor del agua rugía como un trueno sostenido y permanente. ¡Un paso más y se habían hallado al fondo del cañón y en frente mismo del monstruo! La vegetación se detenía al borde de una estrecha playa de guijarros opacos y duros como el carbón de piedra. Mal resignado en su lecho, el río corría a borbotones, estrellando enfurecido un agua agujereada de remolinos y de burbujas negras. ¡El Malleco! Rodolfo le explicó que María Griselda no le tenía miedo, y le mostró, erguido allí, en medio de la corriente, el peñón sobre el que acostumbraba tenderse largo a largo, soltando a las aguas sus largas trenzas y los pesados pliegues de su Amazona. Y le contó cómo, al incorporarse, ella solía hurgar, hurgaba riendo su cabellera chorreante para extraer de entre ésta, cual una horquilla olvidada, algún pececito plateado, regalo vivo que le ofrendaba el Malleco. Porque el Malleco estaba enamorado de María Griselda"(4).

Desde este punto de vista -y tal como lo reconoce el mismo Rodolfo-, María Griselda presenta los rasgos de una verdadera Amazona. Una Amazona que la tradición ha definido como "guerreras que se gobiernan a ellas mismas, sólo se unen a extranjeros, sólo crían a sus hijas y ciegan o mutilan a sus hijos; se amputan un seno, dice la leyenda para manejar mejor el arco y la lanza; guerreras cazadoras, sacerdotizas, dedican un culto a Artemis (Diana)" (5).

Recordemos que Diana o Artemisa era la Diosa Cazadora, pero también la protectora de la virginidad. Todo aquel que osaba ver a la bella deidad desnuda, bañándose en las aguas de su reino vegetal, se convertía inmediatamente en un cervatillo, sin voz para poder contar su descubrimiento.

Nuestra María Griselda, de alguna u otra forma, se dedica a la tarea amazónica de no dejarse poseer por hombre alguno. Es así, como a pesar de su matrimonio, todo su ser parece estar por sobre el deseo erótico y por sobre cualquier posibilidad de dominio. Su marido lo tiene absolutamente claro y sabe que ese es el motivo de su constante amargura y desesperación: "De qué le sirve decirme: ¡Soy tuya, soy tuya! ¡Sí apenas se mueve, la siento lejana! ¡Apenas se viste, me parece que no la he poseído jamás!... Sí, era en vano que para tranquilizarse, él rememorara y contara por cuántos y cuán íntimos abrazos Griselda estaba ligada a él. ¡En vano! Porque apenas se apartaba del suyo, el cuerpo de María Griselda parecía desprendido y ajeno desde siempre y para siempre, de la vida física de él. Y en vano, entonces, él se echaba nuevamente sobre ella, tratando de imprimirle su calor y su olor.... De su abrazo desesperado María Griselda volvía a resurgir, distante y como intocada"(6).

Las protagonistas bombaleanas irán siempre tras la búsqueda del amor ideal, encontrando siempre un amor absurdo y mediocre que las hará necesitar una salida, creando mundos paralelos y herméticos.

María Luisa Bombal se solía preguntar por qué el amor de un hombre parecía ser siempre el centro de la vida en una mujer y es por ello que sus mujeres-protagonistas caerán en la más profunda frustración al reconocer en el hombre a un ser incapaz de comprenderlas, de considerarlas su complemento.

No es que María Griselda no espere el amor de su marido y no es que ella no caiga en la frustración y la soledad, pero nuestra protagonista no dejará que otros decidan su vida, porque ella está por sobre la vida humana, por sobre la vida misma.

Las mujeres-protagonistas de las obras de la Bombal siempre se encontraban subordinadas a un mundo que tenía sus propias reglas y sus propios valores. Sus protagonistas desde muy temprano conocían la represión como única forma de vida. María Griselda, en cambio, es la que de una u otra forma, impone las reglas. Veremos como todo el reino de lo natural llega a rendirle cuentas si ella así lo solicita: "...con la fusta que llevaba siempre en la mano, María Griselda se entretenía en atormentar el tronco de ciertos árboles, para descubrir los bichos agazapados bajo sus cortezas, grillos que huían cargando una gota de rocío, tímidas falenas de color tierra, dos ranitas acopladas" (7).

María Griselda inconscientemente guía el destino de las mujeres y también de los hombres. Hombres, que en casi todas sus obras, han guiado totalmente el destino de sus mujeres, obligándolas a relegarse en mundos paralelos, como único recurso de realización física y emocional.

Los hombres del relato, a partir del acercamiento con nuestra protagonista, cambiarán totalmente sus vidas, y sus destinos sólo tendrán un nombre: María Griselda.

Veremos cómo el joven Rodolfo se convierte en un esclavo de la presencia de la bella Griselda. Veremos, también, que el propio marido de ésta lo compadece y le permite seguir trabajando en el fundo, pues éste comprende que es estrictamente necesario ver siempre a María Griselda "para lograr seguir viviendo".

El mismo marido de nuestra protagonista dedica todo su tiempo a encontrar la manera de dominar la Naturaleza de su mujer, a celarla, a secuestrarla, sabiendo que lo único que logra secuestrar es su amor por ella y su propia felicidad: "¡Ah, esa angustia incomprensible que lo torturaba! ¿Cómo lograr, captar, conocer y agotar cada uno de los movimientos de esa mujer? ¡Si hubiera podido envolverla en una apretada red de paciencia y de memoria, tal vez hubiera logrado comprender y aprisionar la razón de la Belleza y de su propia angustia!" (8).

Según la tradición, las Amazonas simbolizan "la situación de la mujer que, conduciéndose como hombre, no logra ser admitida ni por las mujeres, ni por los hombres, y que tampoco consigue vivir como mujer, ni como hombre" (9).

Este aspecto negativo que la tradición le ha dado a la fuerza femenina de las Amazonas, también repercute en la figura perfecta de María Griselda, pues a pesar de unir a su fuerza, la belleza y la bondad, nuestra protagonista será víctima de un extraño rechazo, causa de una extralimitada fascinación.

Su propio marido, como lo señala la vieja Zoila "parece que la odiara de tanto quererla" y Silvia, la joven esposa de Fred, revierte el rechazo que le provoca nuestra protagonista hacia ella misma, quitándose finalmente la vida.

Esta situación es tan evidente que la propia María Griselda confiesa que el rechazo ha sido un motivo continuo en su vida, pues es la única expresión humana que realmente ha conocido: "Siempre, siempre había sido así, decía. Desde muy niña hubo de sufrir por causa de esa belleza. Sus hermanas no la querían, y sus padres, como para compensar a sus hermanas toda la belleza que le habían entregado a ella, dedicaron siempre a éstas su cariño y su fervor. En cuanto a ella, nadie la mimó jamás. Y nadie podía ser feliz a su lado"(10).

Las Amazonas buscarán la unión con el hombre sólo con el anhelo de engendrar un hijo, lo buscarán con el afán de perpetuarse. "No permitirán el trato con los hombres más que una vez al año para perpetuar su raza", define la tradición.

María Griselda, al igual que una Amazona, tendrá el deseo imperioso de perpetuarse. Esta aspiración surgirá del amor a su marido (a diferencia de las Amazonas), pero también de la necesidad de reconocerse como una parte en "el eslabón de una cadena humana". Sin embargo, nuestra protagonista no encontrará en su marido la forma de concebir un hijo y por tanto, su desprendimiento de él se mostrará con mayor fuerza: "¡Un hijo! ¡Si pudiera tener un hijo! ¡Tal vez al verla materialmente ligada a él por un hijo, el espíritu de Alberto lograría descansar confiado! Pero, ¡no parecía ya como que estuviese elegida y predestinada a una solitaria belleza que la Naturaleza -quién sabe por qué- la vedaba hasta de prolongar"(11).

Así, nuestra protagonista no hallará en su marido el amor necesario para concebir y se presentará como una verdadera amante sólo frente a la Naturaleza, pues sólo a ella se entregará con igualdad, porque sólo ella la reconoce como su complemento: sólo la Naturaleza le demuestra lo necesario de su existencia.

2. María Griselda, una Ninfa entre los hombres

Otra de las imágenes entregadas por la tradición acerca de la mujer, está presente en la figura de las Ninfas, que "desde Homero, han sido tema predilecto para los poetas y los artistas plásticos" (12).

Según estos íconos entregados por la tradición, las Ninfas o "doncellas jóvenes, son las deidades mitológicas de jerarquía inferior, que habitaban en grutas, bosques y cavernas, 0 en fuentes, arroyos, y ríos (...) La fuerza viviente de las aguas tenía su expresión en las Ninfas, las cuales representan la fuerza natural que preside la reproducción y fecundidad de la Naturaleza vegetal y animal" (13).

Tal cual podemos ver, el agua es un elemento esencial en las Ninfas. Y el mismo elemento está presente en La Historia de María Griselda. Como hemos señalado, la furia incontrolable del Malleco reconocerá en María Griselda la perfección y se entregará a ella, rindiéndole un tributo constante y delicado.

El río Malleco representa una de las fuerzas más infranqueables de la Naturaleza, una fuerza que no cederá jamás ante la invasión del Hombre, que reconocerá en María Griselda a una reina, pero también a una aliada y a una igual.

El Malleco entregará sus tesoros sólo a un ser que forma parte de él, pues nuestra protagonista será reconocida también en ese instante como una auténtica Ninfa. Una Ninfa de lo puro y de lo indómito.

El agua y la mujer aparecen, entonces, como verdaderas cómplices. Se funden en una alianza de reafirmación de sus poderes, en una unión de elementos primordiales que convertirán a la mujer en un ser inaccesible para el mundo racionalizador. Esto no le deja esperanza de felicidad, porque lo desconocido e inaccesible de su poder derivará en un elemento destructor para ella misma y para el mundo.

Es así como, según la tradición, por esta estrecha relación con el elemento acuático, las Ninfas también presentarán un carácter ambivalente, pues lo mismo pueden presidir los nacimientos, que la disolución y la muerte: "De ahí (el agua) les viene un cierto aspecto etónico, temible, al estar todo nacimiento en relación con la muerte y recíprocamente (...) Divinidades del nacimiento al heroísmo, suscitan necesariamente veneración y miedo" (14).

María Griselda también presentará el espíritu ambivalente de las Ninfas, pues puede presidir el renacimiento de Fred, hijo menor de Ana María, hacia una nueva vida, donde la poesía le hace dejar atrás todas las cosas inesenciales: "...no estoy enamorado de María Griselda... Pero es cierto que algo cambió en mí cuando la vi... Fue como si en lo más recóndito de mi ser se hubiera de pronto encendido una especie de presencia inefable, porque por María Griselda me encontré por fin con mi verdadera vocación, por ella" (15).

Así, María Griselda se presentará como fuente de vida. Pero también lo será de destrucción: a través de esta misma renovación espiritual que provoca en Fred, terminará por presidir el suicidio de la esposa de éste, Silvia, que no soportará sentirse imperfecta frente a la belleza de María Griselda, pues su propia vida le parecerá vacía: "Apoderándose rápidamente del revólver que Alberto tirara descuidadamente momentos antes sobre la mesa, se había abocado el cañón contra la sien y sin cerrar tan siquiera los ojos, valientemente, como lo hacen los hombres, había apretado el gatilio" (16).

Así, entonces, en la Ninfa que es María Griselda, estarán presentes las características del agua: "fuente de vida, medio de purificación y cetro de regeneración... contiene todo lo virtual, todas las promesas de desarrollo, pero también todas las amenazas de reabsorción" (17).

Es por ello que, según la tradición, las Ninfas, hijas supremas de las aguas y verdadera expresión de los aspectos femeninos del inconsciente, generarán veneración y miedo, al mismo tiempo.

Por otra parte, según la mitología griega, los hombres que lograban ver una Ninfa caían inmediatamente "presos de un entusiasmo ninfoléptico" (18). Es por ello que para evitar tamaño peligro, se le recomendaba a los hombres que cerca del mediodía, no rondaran "ni a las fuentes, ni a los manantiales, ni a los cursos de agua, ni tampoco a la sombra de ciertos árboles" (19), pues de esta forma evitaban ser víctimas de "la locura y la abolición de la personalidad" (20).

Veremos como María Griselda genera verdaderas reacciones ninfolépticas en los seres que la rodean, provocando una necesidad desesperada por su presencia y una especie de descontrol triste en el caso de Rodolfo, y violento en el caso de Alberto, su marido.

Rodolfo será quien, al igual que la Naturaleza, rendirá pleitesía a María Griselda, ofrendándole su vida entera y sus pensamientos como tributo. La seguirá constantemente, tratando de alcanzarla; pero también se detendrá en sus deseos por ese mismo anhelo urgente de necesitarla.

"¡Verla, verla!... Y, sin embargo, él (Rodolfo) evitaba siempre mirarla de repente, miedoso, temeroso de que el corazón pudiera detenérsele bruscamente. Como quien va entrando con prudencia en una agua glacial, así iba él enfrentando de a poco, la mirada de sus ojos verdes, el espectáculo de su luminosa palidez"(21).

Por último, las Ninfas son representadas como muchachas jóvenes, altas y extraordinariamente bellas, dueñas de una cabellera larga, verde y poderosa.

María Griselda es una Ninfa que suelta sus largas trenzas en las aguas del Malleco y que recoge de ellas las horquillas plateadas que le pertenecen. Una ninfa, que a pesar de habitar entre los hombres, conservará siempre una estrecha relación con las aguas que nacen de las entrañas mismas de la tierra. Una ninfa, que a pesar de no poder procrearse, se asociará siempre con el principio básico de la fertilidad, que paseará sus cabellos por la incomprensión de los hombres y que no renunciará jamás al vínculo femenino entre materia y vegetación.

María Griselda transportará en sus largas trenzas el poder regenerador e inagotable de la Naturaleza, transportará la belleza y sabiduría de un mundo perfecto, donde todo convive en mágico equilibrio y donde, hasta la función de los seres más pequeños, es respetada.

La figura de María Griselda susurrará dulcemente el simple secreto para alcanzar la Felicidad, susurrará... y finalmente gritará hasta la desesperación, porque toda esperanza de aceptar con humildad lo pequeño de nuestra existencia, dará paso a la violencia de creernos poderosos y dueños absolutos de la razón, dará paso al eterno error en ha vivido la humanidad: tratar de subyugar al reino poderoso de la Naturaleza.

Los personajes del relato serán un ejemplo vivo de las oscuras pretensiones de un Mundo Civilizado. Personajes que al vivir aislados en una pobre y parcelada visión de la vida, transformarán en peligroso todo aquello diferente e indescifrable, todo aquello que no pueden comprender, y por ende, no pueden poseer.

María Griselda, a pesar de sumergirse en la vitalidad del Malleco, a pesar de tomar de él toda su feliz abundancia, a pesar de obtener como ofrenda la más primitiva y poderosa Fertilidad, no podrá engendrar nada más que desgracias en el espacio cerrado de la casa.

Nuestra protagonista, a pesar de llevar en su frondosa cabellera el símbolo mismo de la fecundidad, no podrá darle hijos a su marido, pues este no será capaz de fecundar jamás lo desconocido, no aceptará fundirse con su mujer, ni ser su complemento, ni amarla en su misterio.

3. La mirada y el espejo de la Medusa

Tal como hemos visto, la indiferencia de la mujer Amazona y las características de la Ninfas, además de la importancia otorgada al agua en esta figura, son símbolos presentes en la tradición, que podemos encontrar en María Griselda. Otro ejemplo de esto es lo que sucede con la Medusa.

En la mitología griega, la Medusa es una de las tres Gorgonas que vivía junto a sus dos hermanas en una isla muy apartada. Todas ellas poseían alas, el cuerpo cubierto por escamas de oro y cabelleras de serpientes. Podían, además, matar a un hombre con sólo mirarlo, al convertirlo inmediatamente en piedra.

María Griselda no tiene serpientes en su cabeza, ni el cuerpo cubierto de escamas, pero con sólo mirar a los otros es capaz de desnudar completamente sus debilidades y dejarlos en la inutilidad y la frustración más absolutas.

Veremos que uno de los mayores atributos de María Griselda es su mirada, una mirada de un verde casi indescriptible, capaz de desnudar personalidades, de adherirse a la interioridad de las almas y de deshacer hasta los más elaborados disfraces: "¡Sus ojos! ¿De cuántos colores estaba hecho el color uniforme de sus ojos? ¿De cuántos verdes distintos su verde sombrío? No había nada más minucioso ni más complicado que una pupila, que la pupila de María Griselda. Un círculo de oro, uno verde turbio, otro muy negro, y de nuevo un círculo de oro, y otro verde claro, y... total: los ojos de María Griselda. ¡Esos ojos de un verde igual al musgo que se adhiere a los troncos de los árboles mojados por el invierno, esos ojos al fondo de los cuales titilaba la llama de los velones! ¡Toda esa agua refulgente contenida allí como por milagro! ¡Con la punta de un alfiler, pinchar esas pupilas! Habría sido algo así como rasgar una estrella..."(22).

Quien vea los ojos de María Griselda se verá también a sí mismo, con toda su insignificancia y toda su vulnerabilidad.

Es el claro caso de Silvia, la esposa de Fred y la muchacha más linda de su medio que ha venido a compararse con María Griselda para segurizar su belleza y reafirmar, así, el motivo central de su propia existencia.

Al encontrarse con la mirada perfecta de María Griselda, Silvia caerá en una fuerte e íntima frustración, pues buscará en su propio ser ese algo mágico que hace que nuestra protagonista sea tan indescifrablemente distinta. Pero Silvia no encontrará nada, por más que esa búsqueda se torne incesante.

Silvia, la "tonta y linda" Silvia, descubrirá que frente a María Griselda cualquier belleza es torpe y absurda, inclusive la suya. Toda su joven existencia se desmoronará, porque los cimientos dulces en que reposaba su vida han despertado para desaparecer con horror.

"¿Por qué esa sensación de inferioridad en que la sumía siempre la presencia de María Griselda?.... ¿Por qué ella deseaba comprender por qué razón cuando veía a María Griselda, cuando se topaba con sus ojos estrechos, de un verde turbio, no le gustaban ya sus propios ojos azules, límpidos y abiertos como estrellas? ¿Y por qué le parecía vano haberse arreglado horas frente al espejo, y encontraba ridícula esa sonrisa suya tan alabada con la que se complacía en mostrar sus maravillosos dientes, pequeñitos y blancos?" (23).

Al encontrarse con la mirada de María Gríselda, el alma de Silvia se tambalea, pues absolutamente todo es puesto en duda. Busca desesperadamente el amor de su marido, pero al descubrir que éste escribe versos para María Griselda, ya no existirá para ello asidero posible. Al encontrarse con la mirada de nuestra protagonista, Silvia se encontrará también, con su propia destrucción.

Es en este sentido que la belleza inagotable de su mirada adquiriría rasgos verdaderamente animalescos, no comparables a los rasgos físicos que poseía Yolanda, la protagonista de Las Islas Nuevas (24), sino porque en la mirada de María Griselda encontramos muchas de las características atribuidas a la Medusa. Incluso el costo que esta mirada tiene.

Esto, porque una característica particular de la Medusa, a diferencia de sus hermanas, es que de las tres es la única vulnerable a la muerte. Y efectivamente, muere: el héroe Perseo "emprende un viaje para obtener como regalo para Polidectes, la cabeza de Medusa. En su empresa recibe la ayuda de Hermes, guía y otorgador del Bien (...) Utilizando como espejo el escudo que le da Atenas, Perseo se acerca a la Gorgona, sin mirarla directamente, y le corta la cabeza. De regreso, salva a Andrómeda de ser devorada por una gran serpiente, se casa con ella, y la cabeza de Medusa, en sus manos, se convierte en instrumento para convertir en piedra al tirano Epictes. El mito cuenta que, desde ese día, Atenas llevó la cabeza de Medusa en el escudo de Zeus que ella siempre portaba para él"(25).

En la historia clásica, Perseo consigue su hazaña valiéndose de un espejo, en el que la propia Medusa se refleja para caer: ella misma víctima de su mágica y poderosa mirada.

La protagonista de nuestro relato, aparece como un hecho insólito de la Naturaleza, y por ende, no logrará perpetuarse de ninguna manera. María Griselda, a pesar de poder desentrañar el inconsciente de los seres que la rodean, también caerá víctima del más absoluto abandono, de la más completa soledad.

Cada debilidad descubierta en los otros, recaerá directamente sobre ella, como si todos los seres, desde su oscura verdad, llevaran un espejo que no les permite arrastrarse en la desgracia sólo a ellos.

"Ahí estaba Alberto, amándola con ese triste amor sin afecto que para buscar y perseguir algo a través de ella, dejándola a ella misma desesperadamente sala..."(26)

La muerte de Medusa, entonces, simbolizará el triunfo del poder civilizador del hombre por sobre lo primitivo e indomable que posee la mujer y, así mismo, la desgracia de María Griselda representará el verdadero estigma al que está sometido todo lo misterioso y desconocido.

4. Hada, también Bruja

Una imagen recurrente en los cuentos de infancia, es la de las Hadas. Los elementos que la caracterizan, también son aplicables a la imagen de María Griselda. Para eso, es necesario recordar que en estos relatos de infancia, la imagen de las Hadas iba acompañada de una gran cuota de belleza, bondad, además de una voz delicada y musical.

Todas estas criaturas eran dueñas de "propiedades mágicas invisibles, como tomar fisonomías o aspectos distintos, gozar de una larga vida o incluso de la inmortalidad, propiedades todas ellas que parecen una derivación de los primitivos espíritus de la Naturaleza o de las antiguas creencias animistas" (27).

En La Historia de María Griselda, nuestra protagonista, además de bella y, poseerá la extraña capacidad de renovarse continuamente y será descrita de manera muy distinta por todos los participantes del relato, existiendo, de algún modo, una María Griselda para cada uno.

"Y no, nunca se cansaría de verla (Rodolfo), nunca su deseo por ella se agotaría, porque nunca la belleza de aquella mujer podría llegar a serle totalmente familiar. Porque María Griselda cambiaba imperceptiblemente, según la hora, la luz y el humor, y se renovaba como el follaje de los árboles, como la faz del cielo, como todo lo vivo y natural" (28).

El Hada pertenece al ámbito de la sobrenatural, porque su vida es continua y no discontinuo como la del común de los mortales. Es normal entonces, que en algunas estaciones no se la pueda ver, aunque siga existiendo.

Tomemos el caso de la famosa Hada Melusina, que todos los sábados abandona a su esposo humano y le ruega que por ningún motivo intente verla: Melusina, en definitiva, le pide a su compañero que respete su secreto.

Para Melusina el alejamiento es estrictamente necesario, pues de esta manera puede ella abandonar libremente la apariencia humana para adoptar la de serpiente. Una serpiente que es el símbolo de la vida eterna y es el cambio de piel continua que representa la renovación indefinida. Cuando el Hada Melusina se aleja para su acicalamiento y su renovación, a los humanos le corresponde el tiempo del silencio y de la muerte.

En resumen, las Hadas se mostrarán sólo de manera intermitente, aunque su presencia esté siempre entre nosotros.

Veremos como María Griselda, permanentemente, se aleja del secuestro hogareño y acude a la Naturaleza para su renovación. De esta última recibe la fuerza de las aguas que vienen directamente de las entrañas de la tierra, obtiene el refugio delicado y poderoso, la luz guiadora y confidente.

María Griselda se nutre de la magia y de los secretos de una Naturaleza siempre en equilibrio, para volver generosa y dulce a convivir entre las debilidades humanas.

Nuestra protagonista, entonces, puede ser en su territorio, Ninfa, Amazona, mujer, soberana. Puede alcanzar en él la plenitud y la energía que le permite soportar la frustración y el aislamiento de un mundo que no la acepta, por ser un espíritu desconcertante y escandalosamente perfecto.

Su marido la espera desde el otro lado de la realidad, buscando siempre la manera de atraparla y no dejarla huir, sin sospechar que el secreto de la esencia de su mujer está en cada paseo, en cada salida de casa, en cada tributo que recibe de la temible Madre Naturaleza. En definitiva, en cada renovación.

Por otra parte, se dice también que las Hadas la facultad de operar las más extraordinarias transformaciones y de otorgar dones, buenos o malos, a los recién nacidos (29).

En La Historia de María Griselda vemos cómo nuestra protagonista se muestra como la más perfecta de las Hadas en el caso particular de Fred, el hijo menor de Ana María: María Griselda le otorga el mismísimo don del renacimiento sumándole a éste, la privilegiada vocación de la poesía: "... ¡María Griselda! La vio pasar. Y a través de ella, de su pura belleza, tocó de pronto un más allá infinito y dulce... algas, aguas, tibias arenas visitadas por la luna, raíces que se pudren sordamente creciendo limo abajo, hasta su propio y acongojado corazón. Del fondo de su ser empezaron a brotar exclamaciones extasiadas, músicas nunca escuchadas: frases y notas hasta entonces dormidas dentro de su sangre y que ahora de pronto ascendían y recaían triunfalmente junto con su soplo, con la regularidad de su soplo. Y supo de una alegría a la par grave y liviana, sin nombre y sin origen, y de una tristeza resignada y rica de desordenadas sensaciones. Y comprendió lo que era el alma, y la admitió tímida, vacilante y ansiosa, y aceptó la vida tal cual era: efímera, misteriosa e inútil, con su mágica muerte que tal vez no conduce a nada. Y suspiró, supo al fin lo que era suspirar... porque debió llevarse las dos manos al pecho, dar unos pasos y echarse al suelo entre las altas raíces. Y mientras en la oscuridad creciente, largamente lo llamaban, lo buscaban,... él, con la frente hundida en el césped, componía sus primeros versos," (30).

Fred se encontrará a sí mismo a través de la presencia mágica de María Griselda, pero también a través del descubrimiento de su capacidad creadora. Encontrará el dolor de perder a su joven esposa y transformará su vida en una tragedia constante, preñada de culpa.

La poesía, máxima exaltación del espíritu y uno de los mayores dones de la vida, se transformará raramente en un elemento de discordia, de desesperación y de separación. Es por ello que se produce una ambivalencia en la otorgación de dones, otorgándole a las intenciones más puras, las características de un verdadero maléfico.

"Todos, todos lo mismo!... ¡Todos enamorados de María Griselda!... Alberto, Rodcdfo, y Fred también... ¡Sí, tú también, Fred! ¡hasta escribes versos para ella!.... Alberto, ya lo sabes. Tu hermano tan querido escribe versos de amor para tu rnujer" (31).

Este descubrimiento de Silva, la esposa de Fred, que debería ser sinónimo de admiración y placer, provoca en ella la más cruel de las inseguridades, llevándola a acabar, como ya hemos dicho, con su propia vida.

Fred adquiere, entonces, una nueva existencia. Pero a su vez, pierde a su joven esposa. Así es como, aquello que le otorga el real sentido a su existencia, le ofrece también la infelicidad y la eterna culpa.

Hay que señalar además que, a parte de esta contradictoria tarea de otorgar dones, las Hadas también presentaban una convicción en su destino, pues a pesar de tener facultades extraordinarias muy a menudo estaban sometidas a tareas humillantes. Y que cosa más humillante para María Griselda, o para cualquier mujer bombaleana, que ser aislada y secuestrada por su propio esposo. Por otra parte, según la mitología griega, las Hadas (Walkyrias), muy a menudo podían "determinar la suerte, el destino del héroe, al cual se aparecen ofreciéndole una elección, de la que dependerá el resultado benéfico o maléfico de su viaje. (32).

María Griselda aparece perfecta, pura y bondadosa, frente a un medio que no le responderá de la misma manera. Nuestra protagonista permanentemente ofrecerá la posibilidad de la comprensión, pero sólo encontrará por parte del resto un absurdo deseo de posesión.

Ese mismo afán de posesión, presente en casi todos los personajes del relato, ese afán de tratar de definir y captar todos los secretos que la belleza de María Griselda encierra, llevará a su esposo al profundo pozo de los celos; llevará a Silvia a la inseguridad, a la envidia y a la muerte posterior; entrampará a Rodolfo en una vida triste, sin esperanza de satisfacción y sin esperanza de paz.

La posibilidad de elección está en cada uno de ellos: sólo los errores y excesos cometidos por ellos mismos, desatarán la tragedia de sus destinos.

Como ya lo hemos señalado, es a través de la otorgamiento de dones que la imagen perfecta y mágica que representa María Griselda, presentará una clara y triste ambivalencia, representada maravillosamente por William Shakespeare en uno de los pasajes de Romeo y Julieta.

Shakespeare, a través de la reina Mab, demuestra que la virtuosa y perfecta Hada también puede transformarse en una verdadera Bruja:

"¡Oh! Ya veo, pues, que ha estado con vos la reina Mab
(...)
Es la comadrona de las hadas y llega
en forma no mayor que una piedra de ágata
en el dedo índice de un regidor
arrastrada por un tiro de bichitos.
(...)
...esta Mab es la misma
que trenza las crines de los caballos en la noche;
y con los nudos de elfo conglutina los sucios y viscosos pelos
que una vez desenredados gran infortunio traen;
Ésta es la bruja ... (33)

Los dones que otorga María Griselda, no serán aceptados como tales en el resto de los personajes; muy por el contrario la capacidad de desentrañar lo más recóndito del ser humano será visto como una verdadera amenaza, como un maleficio que le otorgará a la belleza pura y perfecta de nuestra protagonista, las características de una Bruja.

"Las Brujas son una proyección del ánima masculina, es decir, del aspecto primitivo que subsiste en el inconsciente del hombre: las Brujas materializan esta sombra rencorosa, de la que ellos no pueden apenas liberarse, y se invisten al mismo tiempo de una potencia temible... Mientras que estas fuerzas oscuras del inconsciente no son asumidas en la claridad del conocimiento, de los sentimientos y de la acción, la Bruja sigue viviendo en nosotros". (34).

Las Brujas encarnarían, entonces, todos los deseos y temores que se desarrollan en nuestra psiquis y que son incompatibles con el propio Yo.

Asimismo, nuestra protagonista despertará constantemente las más profundas pasiones de los personajes del relato. A través de su presencia aflorarán en ellos, como ya lo hemos dicho, hasta los más escondidos secretos del inconsciente. Y este aflorar continuo de aquello que muchas veces no se puede o no se quiere reconocer, transformará la imagen idealizada de María Griselda en una presencia maligna, culpable de todos los desórdenes provocados por la verdad. Será, entonces, la antítesis de la mujer perfecta: La Bruja.

Vemos así, que en su esposo aflorará el deseo básico de la posesión. Este deseo, unido a una pasión descontrolada y a la frustración provocada por no conseguir su propósito, transformará la imagen de María Griselda en una energía terrible y destructora.

Surgen los celos -que son parte del instinto básico de todos los seres humanos- sin control, y transformarán a Alberto en un ser absolutamente primitivo, incapaz de actuar cautelosamente, a pesar de la consciencia que tiene en la solución.

María Griselda le demuestra constantemente a su marido lo débil que es y éste lo sabe.

"¿Celos? Tal vez pudiera ser que lo fuesen. ¡Extraños celos! Celos de ese "algo" de María Griselda, que se le escapaba siempre en cada abrazo. ¡Ah, esa angustia incomprensible que lo torturaba! ¿Cómo lograr, captar, conocer y agotar cada uno de los movimientos de esa mujer? ¡Si hubiera podido envolverla en una apretada red de paciencia y de memoria, tal vez hubiera logrado comprender y aprisionar la razón de la Belleza y de su propia angustia! ¡Pero no podía!"(35).

Según la tradición, con el paso del tiempo las Brujas "fueron disfrazadas de manera horrible y diabólica, contrariamente a las iniciadas antiguas que enlazaban lo visible con lo invisible, lo humano con lo divino (...) las Brujas son hijas de una larga historia... y de las transferencias personales de una evolución entorpecida, que las leyendas han hipostaciado, vestido y animado como personajes hostiles"(36).

Recordemos que durante la Edad Media las mujeres que presentaban particulares capacidades, que no tenían una explicación racional, eran declaradas Brujas y sometidas a una muerte cruel y lenta en la hoguera.

Recordemos también, que en uno de los capítulos de La Amortajada asistimos a la extinción simbólica de María Griselda, cuando en un arrebato de pasión y odio Alberto, el marido de nuestra protagonista quema la última fotografía de su mujer: "Ahora pega a la llama de uno de los cirios la imagen de María Griselda y se dedica a quemarla concienzudamente, y sus rasgos se distienden apaciguados a medida que la bella imagen se esfuma, se parte en cenizas.(...) Ya no queda más que una sola María Griselda, la que mantiene secuestrada allá en un lejano fundo del sur"(37). Alberto quiere eliminar a María Griselda de la vida y conservaría sólo para sí, aunque sea en un secuestro cruel, lento y eterno. Este deseo de exterminar a María Griselda se presentará desde siempre en Alberto, pues no quiere aceptar a su mujer con todo lo indescifrable que su ser encierra. Alberto no puede aceptar la perfección de la Naturaleza y su propia insignificancia frente a ella.

Quizás la arrogancia de su instinto no le haga creer en lo milagroso de la vida o quizás no le enseñaron que las cosas verdaderamente importantes encerraban profundos misterios y no tenían dueño.

¿Qué le quedará entonces al hombre después de sus continuos fracasos en el intento de la posesión? Lógicamente, el rechazo y el imperativo deseo de la liberación.

Alberto buscará entonces, aquello que guarde la más íntima relación con la Naturaleza de su mujer y arremeterá contra ello ciegamente, llevando su joven vida a una situación límite:

"Y en el jardín, un hombre persiguiendo, revólver en mano, a las palomas de María Griselda. Ella lo había visto derribar una, y otra, precipitarse sobre sus cuerpos mullidos, no consiguiendo aprisionar entre sus palmas ávidas sino cuerpos a los cuales se apegaban unas pocas plumas mojadas de sangre"(38) .

Al recoger los cuerpos sin vida de las palomas, Alberto caerá una vez más en la atracción que causa lo incomprensible. Pero al estar muertos estos cuerpos, Alberto sólo estrechará frialdad y no encontrará ningún tipo de consuelo, como no encontró consuelo al quemar la última foto de su mujer. Alberto continuará siendo "el marido de María Griselda", el hombre que se debatirá entre el amor y el rechazo, el hombre débil...que no logrará definir su vida.

La juventud del marido de María Griselda se ahogará en la lenta hoguera de los Aceros, donde se consumirá dolorosamente su existencia y la de su esposa y en donde el humo oscuro y asfixiante hará invisibles toda capacidad de amar y ser felices.

Ana María, "la mujer Amortajada" que acude a este lugar apartado para rescatar la dignidad de su joven hija, terminará redimiendo a María Griselda, a pesar de las desgracias que continuamente observa, y a pesar de estar involucrados en la tragedia sus seres más queridos.

Ana María es la única que comprenderá la verdadera esencia de esta mujer, en el sufrimiento de la marginalidad y de la incomprensión e imaginará la cruz que lleva todo aquél que intenta transgredir los límites: todo aquél que intenta ofrecer otra posibilidad a la fútil y frágil vida.

Esto, porque la madre de Alberto ha vivido una vida desesperada, porque todo intento de libertad tuvo un muy alto precio y donde todos sus amores, incluidos sus adorados hijos, fueron incapaces de entender las dimensiones pasionales y espirituales que su simple existencia encerraba.

Nuestra mujer amortajada encontrará sólo al final de su vida, la posibilidad de escapar de la mediocridad, la felicidad de deshacerse de un mundo vulgar y positivista en donde lo delicado y mágico necesita de una absurda explicación; en donde los milagros de la Naturaleza no pueden ser aclamados por carecer de definición.

Ana María, entonces, recorrerá el cuerpo de María Griselda con admiración y anhelo, con el anhelo constante de una existencia que no le permitió ser Amazona, ni Bruja, ni mágica, ni niña, ni mujer... ni feliz.

Ella pensó en ser reina, como todas las mujeres. Pensó en ser amada y respetada... pensó que la honestidad de cada entrega le daría dulces posibilidades de retribución y pensó también que la vida le entregaría algunas justicias, como las brillantes y delicadas ofrendas que El Malleco le ofrece a María Griselda. Sin embargo, y aunque hasta el final no encontrará cobijo seguro para sus intentos de felicidad, encontrará la sabiduría, única cualidad que se desarrolla segura a la intemperie de las crudas tormentas de los errores, de los años, de las frustraciones.

La madre de Alberto termina siendo sabia, como es sabia la Naturaleza en todas sus manifestaciones; y termina siendo sabia y generadora de vida porque la Naturaleza es parte de la mujer y la mujer es parte inevitable de la Naturaleza.

Encontrará, así, a través de María Griselda, el refugio de la Naturaleza, el camino a su única paz. Vestida de blanco y con unos cabellos que seguirán creciendo a pesar de su muerte, se transformará en la enredadera ansiosa de respeto que regresa a la tierra, para recibir de las entrañas de esta, la medicina soberana, tan negada en el espacio egoísta de los hombres.

María Griselda será comprendida por su suegra, a pesar de la pasividad que ha envuelto la vida de esta última, pues Ana María se negará, en lo íntimo de su ser, al sometimiento. Se negará a no disfrutar de las sensaciones de su cuerpo y se negará a la posibilidad de no disponer de lo instintivo y diferente de su Naturaleza. Nuestra narradora -amortajada-, comprenderá y rescatará a la bella María Griselda y de paso se redimirá ella, aún antes de que la muerte perfecta y segura le entregue la esperada salvación.

5.Conclusión

"Había vuelto a hablarle, había vuelto a ser su mujer sin entusiasmo y sin ira. Ya no le quería. Pero ya no sufría... ya nadie ni nada podría herirla. Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos- por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar, por fin, todos los pequeños goces que son los más perdurables".

El Árbol
María Luisa Bombal.

La Historia de María Griselda comienza como un real cuento de hadas: Érase una vez una mujer extraordinariamente bella, bondadosa y gentil... Pensamos inmediatamente en nuestros cuentos infantiles, donde siempre la maldad terminaba siendo derrotada, donde los buenos recibían su recompensa y en donde la hermosa protagonista alcanzaba el amor de su príncipe y la felicidad eterna.

La Historia de María Griselda nos hace esperar, de algún modo todo esto y nos hace maginar que la misma Naturaleza con todo su esplendor y fuerza ayudará a desarrollar tal objetivo.

Pero, nuestra perfecta María Griselda, a pesar de poseer características extraordinarias, por sobre los demás personajes del relato... no podrá otorgarles felicidad, muy por el contrario, su sola presencia transforma la vida de los otros personajes en una continua disconformidad, en un continuo intento por atrapar el secreto de su belleza y en una absurda frustración al no poder acceder a lo misterioso de su presencia.

Nuestra protagonista no sólo desatará la infelicidad en la vida de los demás, sino también en su propia vida.

La Belleza de María Griselda, en vez de ser un atributo asegurador de amor y armonía, se transformará en un verdadero poder destructor generador de envidia, celos, impotencia y desesperación.

La belleza de María Griselda no es un poder destructor por sí solo, son los otros personajes del relato quienes transformarán la belleza de la protagonista en un elemento nefasto dentro del relato. Todos ellos, al no encontrar la forma de actuar frente a lo desconocido y frente a lo que ellos no quieren conocer de sí mismos, transforman la perfección de nuestra protagonista en un elemento maléfico y destructor.

Vemos que desde la leve aparición de María Griselda en un capítulo de La Amortajada, la angustia de los celos había atrapado al marido de nuestra protagonista, vemos como su amor por ella, se había transformado en una pasión ciega y obsesiva que lo había llevado a la trágica indecisión entre el deseo y el rechazo. Indecisión que jamás Alberto podrá resolver, llevando su vida y la propia vida de su esposa a un abismo agresivo y siniestro.

Anita, la hija menor de Ana María también aparece en La Amortajada y podemos ver que su figura representa la inquietud de un intelecto privilegiado y la soberbia de una indomable juventud. Pues bien, en La Historia de María Griselda todas estas características tan particulares, darán paso a una mujer bastante vulgar que a pesar de su inteligencia fuera de lo común, sólo aceptará para ella los patrones torpes de una sociedad, que considera el matrimonio como el centro de la vida en la mujer.

La figura de María Griselda desnudará la soberbia de Anita y la hará reconocerse como un ser débil, que a pesar de rebeldía y su gran preparación intelectual no es capaz de romper con lo que la sociedad le ha impuesto a la mujer desde siempre. Anita va detrás de un hombre que no la ama, va detrás de algo que ya sabe perdido, va detrás de una vida mediocre y sin amor.

La misma madre de Anita tiene la sabiduría precisa para sentenciar, al final del relato la situación que acompañará toda la existencia de su hija y también la de su marido:

"Y tú, Anita. ¡Orgullosa! ¡Aquí está y ahí lo tienes a ese hombre que no te quería y a quien tú forzaste y conquistaste! A ese hombre a quien se le escapará más tarde en alguna confidencia a otra mujer: "Yo me casé por compromiso". Lo odias, lo desprecias, lo adoras, y cada abrazo suyo te deja cada vez más desanimada y mucho más enamorada.

Temblar por el pasado, por el presente, por el futuro, por la sospechada, el rumor o el pero presentimiento que venga a amenazar la tranquilidad que deberás fabricarte día a día. Y disimulado, sonriendo, luchar por la conquista de un pedacito de alma día a día ... esa será tu vida.

¡Rodolfo! Helo aquí a mi lado y a tu lado, ayudándote a salvaguardar los cirios y las flores, estrechándote la mano como tú lo deseas.

Un llevar a cabo una infinidad de actos ajenos a su deseo, empeñarlo en ellos un falso entusiasmo, mientras una sed que él sabe insaciable lo devore por dentro...ésa será su vida.

Ah, mi pobre Anita, tal vez sea ésa la vida de nosotros todos. ¡Ese eludir o perder nuestra verdadera vida encubriéndola tras una infinidad de pequeñeces con aspecto de cosas vitales!" (39).

Ana María desde su tumba puede vislumbrar la verdadera maldición de la Belleza de su nuera, maldición que como ella misma lo señala no tendrá su origen en la Belleza misma sino en la torpeza con que la disfrazamos la vitalidad de la existencia.

Fred, su hijo menor logra descubrir a través de María Griselda la verdadera razón de su vida, solo él logra derribar el muro de su propia futilidad, pero en su heroico afán termina de derribar también, el frágil cimiento en que la vida de su esposa estaba construida. María Griselda ya había hecho tambalear toda su razón de existir, pero al descubrir que para su esposo María Griselda representa la perfección y una fuente inagotable de inspiración, todo los recursos de su propia Belleza desaparecen, no quedándole ya ninguna razón para seguir viviendo.

Todos los personajes sucumben ante la perfección de María Griselda y la propia Griselda sucumbe también en esta hoguera irresoluble de amor y rechazo.

En la figura de María Griselda podemos encontrar muchas de las imágenes que la tradición le ha otorgado a la Belleza. Imágenes poéticas, artísticas, fuentes de inspiración continua, pero también por representar muchas veces lo indescifrable de lo natural, tomarán para el hombre connotaciones terribles y devastadoras.

María Griselda se mostrará con todos los rasgos de una verdadera Amazona, una mujer que no centrará su vida en el hombre y que tendrá además, un mundo muy independiente del suyo. Por representar la fortaleza femenina en toda su expresión, las amazonas obtendrán el rechazo no sólo de los hombres, sino también de las mujeres. Pues todo lo que no se deja conquistar deberá entonces, odiarse y exterminarse.

María Griselda se mostrará temeraria frente a la Naturaleza y a todos sus fenómenos, erigiéndose como una verdadera reina frente a ésta.

Casi todos los personajes irán en busca de este huidiza mujer, para detectar el origen de su perfección y el origen también de la imperfección propia, necesitando desesperadamente acabar con ambas.

Tal como las amazonas, María Griselda recibirá el rechazo tanto de los hombres, como de las mujeres, no encontrando en estas últimas ni siquiera la solidaridad propia de los sexos. Muy por el contrario la envidia los celos y la debilidad femeninas serán sus permanentes visitas.

Nuestra protagonista encerrará una intimidad poderosa y secreta, una intimidad sin acceso posible, una intimidad en donde el deseo de su esposo no será ya el motor que hará hervir su corazón.

María Griselda será también portadora de la fuerza de las aguas y por ello tendrá muchas de las características que se le atribuyen a las ninfas.

María Griselda, causará fascinación y necesidad extrema; pero al mismo tiempo heredará la carga que tales deidades poseen: hacerse dueña de las voluntades de los hombres y trasformarlos en seres débiles e inútiles.

Rodolfo caerá absolutamente, presa de este encanto ninfoléptico, transformando la figura de María Griselda en el único objetivo de su existencia y transformando también esta reducida vida suya, en el único afán de posesión de la joven e impetuosa Anita.

En la mayoría de los personajes, existe la clara necesidad de vislumbrar el encantamiento de la Belleza de María Griselda, la necesidad de correr tras ella, estar junto a ella y atraparla. Sólo Ana María, la mujer amortajada se escapa a esta cruel y triste cacería, pues sólo ella comprende la carga solemne que la Belleza de María Griselda posee, sólo ella ha sido capaz de imaginar la libertad que la auténtica felicidad necesita y sólo ella ha proclamado silenciosamente el deseo y la vehemencia por desarrollarlo; descubriendo al mismo tiempo que las únicas posibilidades latentes están fuera de los mundos establecidos por los hombres, mundos que limitan lo cósmico y elevado de sus mujeres a amores mediocres y absurdos, donde sólo prima la constante renuncia.

Entonces, la Belleza que captura el espíritu libre de lo natural, representado por las ninfas, adquirirá rasgos altamente negativos, dándole las facultades de verdaderas hechiceras acuáticas.

En el caso de Medusa, las características negativas son determinantes en su Naturaleza, esta mujer que posee en su cabeza todo lo indomable de la Naturaleza, será definida como un ser verdaderamente infernal que producirá con su mirada el exterminio instantáneo de los hombres.

Nuestra protagonista encierra una fuente de renovación continua en su mirada, una renovación capturada de las aguas, de la flora y de la fauna de un mundo altamente desconocido e inaccesible para los seres humanos.

Su mirada es capaz de desnudar personalidades, a través de ella los seres que la rodean se sienten incapaces de acceder a lo infranqueable y acceder también a la aceptación de sus propias debilidades.

La mirada de María Griselda, la mirada poseedora del color puro e indefinible de los bosques, se presentará entonces, como un arma peligrosa para los otros, pero también para ella misma. Todas las vidas de los personajes se trastornan frente a su mirada, pero también trastornan su propia vida. Cada tragedia de los otros se convierte directamente en tragedia suya, cerrándole continuamente el paso hacia la paz, el amor y la felicidad.

Todo lo desconocido, será definido como peligroso y por ende, hay que acabar con él.

La Medusa termina siendo descabezada y casi todos los personajes en el relato mismo, irán de alguna u otra forma, tras la cabeza de María Griselda, irán tras la posibilidad de eliminar sus propias pequeñeces y egoísmos.

La perfección y los rasgos majestuosos de nuestra María Griselda coincidirán, además, plenamente, con nuestras recordadas hadas infantiles, pero estas facultades extraordinarias y bondadosas de ellas, también tendrán un carácter ambivalente, por representar éstas el espíritu eterno de la Naturaleza, que se renueva junto con ésta.

El otorgamiento de dones será también visto como el otorgamiento de maleficios, pues nuevamente lo sobrenatural será calificado de nefasta y habrá de ser combatido. El espíritu renovador y generoso de las hadas adquirirá características demoníacas, transformando a estas divinidades inmediatamente en brujas que deben ser perseguidas y exterminadas.

María Griselda parecerá renovarse continuamente y aparecerá diferente para cada uno de los personajes de nuestra historia. Esta aparición cuidadosa y delicada también transformará la vida de todos ellos y en el caso particular de Fred, la presencia de nuestra protagonista dará paso a una de las facultades más extraordinarias en el personaje, la facultad de la creación, de la poesía.

María Griselda aparecerá como una otorgadora de dones, pero también como una oficiadora directa de tragedias. Al entregarle la máxima exaltación del espíritu como regalo, también de algún modo, le entrega a Fred la destrucción de su matrimonio y el suicidio de su joven esposa.

Así las características maravillosas de María Griselda se transformarán en facultades destructoras.

Así, nuestra gentil Hada se nos convierte inmediatamente en una temible Bruja.

Todas éstas figuras femeninas, son verdaderas representaciones de las fuerzas indomables de la Naturaleza y todas ellas terminan siendo rechazadas y transformadas en fuerzas nefastas y peligrosas para el Hombre. Fuerzas que de alguna u otra manera, el Hombre debe evitar o aniquilar.

María Griselda será Hada, Bruja, Amazona, Ninfa, Medusa... y mientras más mujeres existan en ella, mayor será el peligro. Nuestra protagonista se debatirá entre la relación armoniosa con la Naturaleza, que la acoge constantemente con un festín lujurioso de vida y renovación y el espacio de los seres humanos, en donde toda la potencia de su presencia es definida con temor, envidia, celos y rechazo. María Griselda es una extensión perfecta de la Naturaleza y es por eso, que a través de ella se hace evidente la imposible reconciliación entre lo desconocido de lo natural y el mundo civilizado, que pretende definir incluso lo indefinible.

María Griselda encierra en su figura las constantes maldiciones que han soportado las bellezas canónicas de la tradición y es por ello que la imposibilidad de satisfacción en un mundo donde la belleza inaccesible y misteriosa se define como perjudicial, será imposible de cambiar para ella.

En el mundo de los hombres, María Griselda truncará toda posibilidad de realización como mujer, ni siquiera el derecho a tener un hijo le será concedido, pues su marido no le ofrece la posibilidad de ser amada, sino la simple y oscura penitencia de pertenecerle y de aclamarlo como su único dueño.

María Griselda posee una Belleza maldita, porque en el mundo civilizado lo mágico e indefinible representa peligro, el peligro de no poder ser jamás poseído ni subyugado. El peligro de no dejarse encerrar jamás entre las cosas banales e inútiles de lo racional.

Esa será su vida.

 

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Notas

(1) Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Diccionario de Símbolos. Ed. Herder, Barcelona, 1988. Pág. 115.

(2) Ibid.

(3) Ibid.

(4) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit. Pág. 246.

(5) Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Op.cit. Pág. 116.

(6) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit. Pág. 250.

(7) Op.cit Pág. 246.

(8) Op. cit. Pág. 250.

(9) Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Diccionario de símbolos. Pág. 116.

(10) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit. Pág. 256.

(11) Ibid.

(12) Op.cit. Pág. 316.

(13) Pérez Rioja, J.A. Diccionario de Símbolos y Mitos. Ed. Tecnos S.A, Barcelona, 1988.

(14) Chevalier. Jean y Gheerbrandt, Alain. Op.cit. Pág. 752.

(15) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda. Op.cit. Pag. 251.

(16) Op. Cit. Pág. 253

(17) Chevalíer, Jean y Gheerbrandt, Alain. Diccionario de Símbolos. Pág.752.

(18) Ibid.

(19) Ibid.

(20) Ibid.

(21) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda. Op.cit. Pág. 248.

(22) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda. Op.cit. Pág. 255.

(23) Op.cit. Pág. 244.

(24) Recordemos que a Yolanda se le otorgan muchos de los rasgos característicos de las gaviotas. Ver Las Islas Nuevas, en Op.cit. Pág. 181.

(25)Guerra-Cunningham, Lucía. "Introducción a las Obras Completas de María Luisa Bombal", Pág. 38.

(26) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit., Pág. 256.

(27) Pérez Rioja, J.A. Diccionario de Símbolos. Pág. 232.

(28) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit. Pág. 248.

(29) Crf. Cirlot, Juan Eduardo. Op.cit. Pág. 235.

(30) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda en Obras Completas. Pág. 252-

(31) Op.cit. Pág. 252.

(32) Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Op.cit. Pág. 550-551.

(33) Shakespeare, William. Romeo y Julieta, En: Diccionario de Símbolos de Chevalier y Gheerbrandt, Pág. 550.

(34) Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Op.cit. Pág. 200.

(35) Bombal, María Luisa. Op.cit. Pág. 250.

(36) Chevalier, Jean y Gheebrandt, Alain. Op.cit. Pág. 200

(37) Bombal, María Luisa. La Amortajada, en Op.cit. Pág.123-124.

(38) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Op.cit. Pág. 249.

(39) Bombal, María Luisa. La Historia de María Griselda, en Obras Completas. Pág. 258.