ALEJANDRA DEL RÍO

En ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.

César Vallejo

 

No es necesario recuperar los besos.
La boca es necesario recuperar
y la boca con sus dientes y sus lenguas
y sus filamentos que en otra boca dicen más
que boca, diente y lengua.

La mano y no el gesto hay que atrapar
y tampoco el abrazo sino el cuerpo
y más aún la sed que nunca cabe dentro de la propia carne
y más aún el hambre que siempre es poca para la propia carne.

Así se geste todo con razón
y la muerte sea esperada sin nada acabado.
Así no sea necesario recuperar las palabras
cuando la voz sea necesario recuperar.

 

Abrir los ojos es romperse por el centro
y engendrarse en cada rotura un asentamiento de millones de años
esparcidos o mejor poseídos de cada hilacha
de cada rincón del retazo nuevo y sangriento y arrugado.

Abrir los ojos es andar poniendo seña
o hallar la voluntad de hacerlo por despecho
por venganza a la ceguera
al dulce afán engañado por la eterna lengua tan promiscua
pues no hay lengua verdadera que tenga el centro intacto
antes bulle vientre adentro el estallido
y se dan mandobles a los sinónimos para asegurar con la cabeza la estocada.

Abrir los ojos no viene a ser una esperanza
ya lo habrá previsto así el de las cursivas cualquier tarde calurosa
una vez reconocida la quebrada bajo los pies
un vacío para el que nada sirve la máscara de gala.

"Habría que ser tan valiente para huir" habrá dicho en su fortaleza.
"Habría que ser tan valiente para volver" dirá en otro tiempo
otra urbe más terrible.

 

Funda para ti un país de pieles, azoteas y naufragios
fúndalo para que calcen tus pies el cosquilleo de las estrellas.
Recoge a tu paso el sabor de sus ciudades
la palabra confusa de sus caminos
y hazte fabricar un traje que te lleve dentro.

Dale a tu país el fruto extraño de una bandera
pues toda esquina merece un ícono
de madera o de metal o del viento de los peregrinos
para que pregonen en las historias un suelo hecho de parches.

Alimenta tu país y da posada al sediento y al vacío
con la vastedad de tu propio cuerpo
siempre estarán brotando recodos desconocidos
gestos de hambre y jirones interrogando
la permanencia de cada segundo, de cada certeza, de cada caricia.

Mantén a los sabios abocados en la tarea de habitar y descifrar
los brazos, las calles y las piernas
los ríos de mieles amarillas, el pájaro carnicero de la boca
y por supuesto el ojo que en cada cosa apoza su marca
el ojo que de cada plaza jamás se marcha.

No edifiques cementerios y confíate duradero pues en tu país
la vida hace pagar caro todo instante recuperado de la muerte.
Y levanta tu país como una torre en el exacto lugar del llanto.

 

¡HAY UNA NIÑA EN UN POZO!

Una línea corta el horizonte en dos.
No es necesario que alguien diga uno y otro lado
ya la niña se ha puesto a lamer la huella
y a confundir con sus saltos y sus vítores y su ahínco
las distintas lunas del espejo.

Una línea divide el horizonte en dos.
La niña sigue el paso del conejo y bebe del pozo
como quien bebe de su propia caída.

Una línea fija el horizonte en dos.
Dentro de la línea una niña cae y cae preguntándose a viva voz
la duración de su caída.
No causará extrañeza el llanto de la niña cuando tope fondo
-pero no topa fondo-
y no será raro tampoco que el horizonte recupere su unidad
si la niña lograra mirarse en lo hondo de su llanto.

Pero la caída trae como consecuencia
anverso y reverso de un único horizonte.

de Escrito en Braille (Santiago, 1999)

 

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