ANTONIA TORRES nació en Valdivia en 1975. Es periodista por la Universidad Austral de Valdivia. Poemas suyos han sido publicados en diversas revistas nacionales y extranjeras, como en las principales antologías de poesía joven chilena. Entre otras distinciones, obtuvo el primer lugar en el VIII Concurso Nacional Juvenil de Poesía, organizado por la SECH filial Concepción con El espejo verde, que fue editado en 1992 en edición colectiva. En 1999 publica el poemario Las estaciones aéreas (Valdivia, Barba de Palo).

 

SEGUNDA INMERSIÓN

Andre Racz en la memoria.

«La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada; lisa y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco».

               T. S. Eliot

Llevarse de la vida solamente
algunos tesoros encontrados en la arena:
trozos flotantes, boyas de madera, brillantes colores,
conchas, caracoles
los restos que sobreviven de un desastre náutico
los pequeños tesoros reunidos
                                              cada verano
                                              dispuestos a lo largo de la costa
para descifrar el paisaje.

Cada piedra tiene aquí su correspondencia
sus concavidades en mordisqueadas rocas,
se coleccionan piezas, redes
en donde cada espacio vacío del rompecabezas
quema como la sal
en los surcos de las manos de los pescadores.

Sólo restos,
pedazos dispersos de un libro benévolo
materia encontrada al azar para leer las señales,
el íntimo mapa de la existencia.

 

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NO ES DE LA FOSFORESCENTE RAMA DE ABEDUL
de donde cuelga la imagen
ni está en el tiesto de café en el fondo de la taza,
ni en el humo de cigarro al final de la fiesta
ni tampoco en su sabroso olor entre mis dedos.

apenas si se puede contener la tentación de escribir sobre una fotografía,
imagen desteñida de una memoria mecánica,
cuando todo es imagen qué se puede decir;
mejor es amarrar la barca a la orilla de esta página
mientras las confusas instantáneas de la realidad
den vueltas y vueltas como un disco en el pick-up
desprendiéndose de toda palabra innecesaria
toda metáfora de más:
y ya en la orilla, sólo el abedul,
su fosforescente rama
para observar el cielo.

 

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CISNEROS HABLA A SU HERMANO AMBULANTE

Los libros son adobes de una torre que nunca edificaste,
poeta ambulante,
y ofreces tus poemas en canastos al mejor oído postor.
Ahuecas la cabeza para que no te detenga
la sorna de tus hermanos,
el duro asfalto de la tradición, la historia de la desmemoria.
Vistes la ingenuidad impenitente
en una gastada camisa limpia
para no contagiarte con la vergüenza ajena
soy poeta, escribo versos y cuento historias,
pero no escribo para usted
adivinas de soslayo el desprecio y la desconfianza
no hay corazón que te aguante
otro siembra el árbol, tiene el hijo y escribe el libro
porque eres de otro país, ambulante, de otro tiempo.
Porque naciste cuando el musgo envejecía entre los nuevos puentes sobre el río.

 

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SE OYEN PASAR ESTACIONES AÉREAS

Me espera aún la otra casa frente al mar,
húmeda y oscura ahora,
ensancha sus paredes al tímido sol del invierno.
En tanto,
la casa construye su propio recuerdo
sus estaciones aéreas
¿de qué sirve imaginarla
extendiendo su gris alfombra de arena,
su teatral mar de papel azul?
Los barcos zarpan húmedos al alba
en esta casa de playa
como aquella noche en que aguardamos al paso del cometa
los ojos de niños tras el lente
en un abril benigno cuando el verano ya había sido sepultado
y mientras el hermano menor dormía
seguimos al envejecido astro bordeando el mar.

Aún me espera la casa
con un mar más cinematográfico ahora,
para hallar las horas perdidas de la infancia
en un mes cruel
y en una playa
arenas en que nada florece.

*S. Quasimodo

 

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NOTAS PARA EL REENCUENTRO

I

El despunte de tu rostro en la ventana
(una quebrada de Valparaíso al fondo)
es un gesto de romanticismo,
aquí en Valdivia o en cualquier parte.
El aire es uno solo entre las dos ciudades
y tu barba oxidada,
el viento marino quizás,
es la más bella poda de otoño a la que haya asistido.

II

Como tarde de domingo
entre café y los libros de siempre
un viento que trae pastosas canciones
(un viento literario, por cierto) lo desordena todo.
La vieja memoria confunde
tus recuerdos y los míos; un poco de nostalgia,
el cóctel perfecto.

III

La plaza es una fotografía
(la intervención de lo real)
el desembarco en la ciudad-puerto de los encuentros
mi hombre-muelle en quien llevar a cabo
la puesta en escena de esas metáforas
que imagino en mis viajes (imaginarios también),
algunas figuras de una retórica manoseada
(como las bancas del muelle)
que ensayo en mis sueños hasta el cansancio
la ansiedad de atracar en ti
fondear, primero, tu desánimo
y allí
en el centro,
otra vez,
recrear en la materialidad del abrazo
el lugar del poema.

 

de Las estaciones aéreas (Valdivia, Barba de Palo, 1999)

 

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