eckha.jpg (65382 bytes)

MARCELO ECKHARDT (32) escribió once libros de los que publicó cinco: El desertor, novela (1993); Látex, novela (1994); Radio La lengua, relatos y poemas (1995); No me acuerdo, poema (1997) y Trelew, ensayos, relatos, novela (1997). En 1998 publicará otros dos libros: Ya fue, narraciones y Nítida esa euforia, novela.

Latex

barra_3.gif (1055 bytes)

LA POSICION DEL PESCADO. Sentáte con las piernas cruzadas, cómodamente. Te echás hacia atrás, poco a poco, mientras "levantás" tus tetas o tetillas de tal manera que tu torso quede arqueado y solo tu cabeza toque el piso. Mantené esta posición durante la bienvenida ola del superorgón.

Sin embargo, todo cambió. Y los precursores del erotismo deberán introducirse en remakes totalmente cuidadosas, melancólicas, cariñosas. ¿Alguien imagina "Los 11.000 falos" sin preservativos, sin guantes de goma, barbijos, salas asépticas, bocas con lavandina hiperconcentrada? El profiláctico es la nueva droga del humanismo. Nuevas percepciones. Cuidáte mucho, amáte, queréte, adoráte, moríte.

EL AMOR. El amor es una nada inmunizada de algunas cosas. El amor es una nada sana que acaba de zafar de un complejo régimen virósico. El amor es la fibra roja con la que subrayás Werther (edición de bolsillo). El amor es azar. El amor es esa sed y paciencia de animal (Gelman). El amor es el prospecto de una caja de profilácticos. El amor es amor a la nada. El amor es decorar tu casita. El amor es el olvido de algo muy pero muy importante en tu vida -¡siempre estás a punto de recordarlo en los éxtasis!- El amor es célula sonora pulsadora de nueva energía. El amor es Pepe el Zorrino que confunde a la gatita con su zorrina (a él le gustan las gatitas). El amor es un pastelito almibarado. El amor es un gruñido de satisfacción; es un domingo a las 11 de la mañana. El amor mata al sida y es lo que salvó a Celeste. Ella miró a la cámara y habló conmigo en el capítulo final. Me confesó: "el amor salvó a mi vida" y yo le dije, fraternal: "a mi también me salvó". El amor es una droga experimental que puede salvar. Salvar. Salváte. Albricias.

ABRIL 1992. Me siento confundido y sorprendido de repente, como un muchacho pobre sobre una pila de bolsas de papas y cebollas en un camión que cruza la avenida. Me siento como el no, no, no, no y el never, never, never de Van Morrison en "Beside you". Me siento como un viejo que mira por los ventanales el humo ceniciento de cuerpos incinerados que se pierde, lento en nubes aún más cenicientas y lentas, saliendo a raudales lentos por las chimeneas del cementerio popular. Yo soy ese viejo que fuma pipa en el mismo instante en que comprende de que están hechos esos humos trágicos y dice, digo, dice, digo: jo ... jo ... joder! Me siento como esperando accidentes para la televisión; me siento como tratando de entender -por te- la sensación que le produjo a la voz que me llega hasta la oreja, el hecho de ver la filmación de los resultados, restos de un gravísimo accidente en la ruta llena de nieblas malignas. Me siento como esos mediocres que necesitan una idea liberal, inocente, amplia y natural acerca de los trabajos, para robar a diestra y siniestra esfuerzos, energías ajenas. Esos mediocres no sienten deseos (es la diferencia entre Drácula y una sanguijuela); sin embargo, sienten algo, como un pequeño crepitar previo al insomnio porque creen en la gloria. Me siento como ese instante entre la primera frase del aforista que se cree inteligente diciéndote: "la sorpresa matará tus miedos" para observar tus reacciones y tratar de impresionarte con un: "no te sorprendas de nada, entonces". Me siento confundido y solo a la vez, como escuchando una canción de rock nacional que dice: "me siento confundido y solo a la vez" para conmover tus sentimientos y tus sentimientos están más amortiguados que una carie anestesiada con 6 aspirinas disueltas en el hueco infeccioso. Entonces, ¿entonces será posible? ¿Estaré ya yo apto para dirigirme hacia "un lugar de encuentro para conocer amigos, para formar pareja, para constituir una familia, para desterrar la soledad. Yo me quiero casar ... y Ud.? Un programa optimista, hecho "de corazón" por Roberto Galán". Iré? Mejor, empecemos de nuevo.

1965. Cuando su boca se formó, el bebé cósmico festejó dando giros de sonda en la piscina amniótica. Su boca cabía en la yema de los dedos de Lala, su abuela. Lala le sonrió y dijo: "a ver, chicle de ananá, sonreíme a mí ... quiero tu primera risa". Y así fue: Látex le sonrió a Lala y desde ese instante, hasta la muerte de ambos, serán inseparables (la arterioesclerosis de Lala no será obstáculo para Látex: sabrá el laberinto y en cada sonrisa burbujeará el bebé astral). Cuando su boca se formó, pudo absorber mucha leche del pezón materno, a pesar, claro está, de la pobre joven madre un tanto condenada a amamantar tantas ansias. Cuando su boca se formó, su lengüita la descubrió para sí misma. Cuando su boca se formó, el gusto lácteo fue su mascota preferida. "Te conozco -dice Látex por fm- a través de tus sabores". Siempre una boca está haciéndose.

1974. Lala le prepara una mezcla de cereal molido con chocolate y leche condensada. Ingredientes inventados desde una memoria desesperada, atragantada, llena de aire y sangre, en busca de ese gusto. Gusto perdido en labios demasiado "besados por el desamor" como para ubicarlo en recetas desastrosas. ¿Llorarías al hallar un gusto exquisito para tu memoria en una boca que lo retiene lábil, lábil?

1991. Látex revé fotos suyas de niño feliz. Tiene 3 años y una sonrisa como una línea fina de cocaína. Su madre le dice en sueños: "tu boca, gomoso sintético, es fina como mi retorcida forma de amarte". Hay fotos de niños, de niñas cuyas muecas les definen el futuro de sus propias percepciones no sólo de sus fotos antiguas sino también de sus gestos-restos de la misma y redundante carencia.

SEMANAS AUSTRALES. -El padre de Látex no controla muy bien sus labios ¡cuanta sed posee!; ni sus palabras: es una radio de noticias vitales con un alto poder de interferencia sobre una voz discontinua, la suya, en los tonos bajos que preceden a las debilidades de ánimo ¡ánimo! La madre, nerviosa, se muerde las carnes internas de los labios, esas pulpas de naranja ciega para las papilas neutras. Al verlos a sus padres así, Látex se vuelve pura superficie impermeable; en estado de licuefacción afectiva se consterna sobre algún paredón tibio: ¡mis padres -se dice- están ya viejitos! La madre prende un extractar de aire ¡que no está conectado a ningún tubo de salida! Y el padre casi inunda el jardín cuando intentó construir una conexión de riego. (Látex sonríe, algo. La sonrisa de Látex es fina, inclinada.)

"Tío -escribe Látex- tu tic tiene tino tanático: atusás, asustás fanático a tus labios. Y pasa el lapso de la medianoche a la madrugada como un zeppelin de hélices que licuan tu hastío, tu vino, tu función de espectro. Yo, ex-campeón, sé de la voluntad maníaca. Comprendo tu insistencia, luego del ataque apopléjico que arremetió contra tus gestos. Lapso a lapso, frente a un espejo más cruel que Borges frente a otro espejo, movías la boca, poco a poco y a bajo costo, a bajo ruido, producías pequeñas burbujas de vacío". Su boca fue un track, un ticket al tic.

MUJERES DEL 1880 AL 1910.- ¿Por qué las mujeres nacidas entre 1880 y 1910, es decir, nuestras amadas abuelas, fueron, son tan geniales y tan decisivas en las novelas fliares, históricas, y en los relatos biolográficos? Lala nació un 13 de mayo de 1900 en los montes de Salta. Fue una niña salvaje, fuerte y loca. Al morir su padre, su madre y sus hermanos quedaron en la ruina y ella fue a Campo Santo donde conoció a un señor con bigotes manubrio con el cual se casó y fue feliz, feliz, feliz, feliz, feliz hasta que aquel murió en 1964 y creyó enloquecer de tristeza pero hacia 1965 nace Látex y ella lo adopta en su galaxia sin astro. La luz siempre se genera para el amor lácteo, aunque sea uniendo pilas semi gastadas con chicles endurecidos por encías rosadas y nocturnas. Vive feliz, feliz, feliz, feliz, feliz hasta estos mismos días, aunque perdida y un poco preocupada en sus propios laberintos verbales. Desde un ventanal patético, ella ve caballos que Látex desearía con toda su imaginación vislumbrarlos siquiera. Ella vuelve a la casa de su infancia durante sueños que reintegran todo: hasta historias hechas nada. Lala ahora sonríe: ¡albricias! Una boca siempre está haciéndose.

1992. Una pequeña lastimadura en la boca de Látex registra una desatormentadora fisura pasional.

1967. La cuasi infinita capacidad de asimilación que poseen ciertas bocas apabulla y llena de pavor al ¡oh! de sorpresa de las bocas cándidas. Cuando la boca de Lubricia se formó, ya poseía esa capacidad y absorbía, se fortalecía con asimilaciones, con pulsaciones de medusa amniótica. Cuando su boca se formó, el padre tuvo un comportamiento bien extraño: extasiado, perplejo, acarició durante unos buenos minutos, con sus yemas, toda la pequeña zona de la boca de Lubricia. Sin dudas, la boquita de Lubricia, ya asimilaba los contactos lobunos de su padre.

1973. ¿Podría yo correr sobre las nubes? "Tú misma puedes hacer pequeñas nubes y entonces tendrás la respuesta. Asómate un día frío a la puerta y respira con fuerza hacia afuera. En el aire frío tu húmeda respiración tropieza con las diminutas partículas de polvo que por todas partes flotan en el aire. Ante la boca tienes tu aliento como una especie de nube. ¿Podrías correr por encima?" ("El libro de los climas. Los niños preguntan").

1980. Suena Blondie. Lubricia empasta la yema de su pulgar con tintura labial y la distribuye por sus labios. "El lápiz labial -escribe en su diario íntimo- no sirve para marcar o insinuar los labios sino, por el contrario, para borronearlos, casi disolverlos en pieles ajenas. El rouge difuminado demuestra que los labios son fábiles y las sensaciones de los besos, fugaces. Hay gente que, al hablar, mira a la boca. ¿Indica algo ello?"

1990( ... ) ¡Hace instantes! La carioca-argentina Lubricia XXX, ganó en Japón hacia la madrugada -hora local- el premio ensayístíco "Boquitas.pintadas" por sus escritos sobre la boca de El guasón, El payaso de caramelo (Blue velvet, Lynch) y del Duende dientudo (El dragón rojo, T. Harris) agrupados bajo el sugestivo título LABIL LABIO. Ganó, la maravillosa muchacha del MercoSur, la friolera de 50.000 dólares que -según declaraciones exclusivas- los donará al Instituto de la Boca Sana de La Boca". A volumen 0, extasiado, Látex bailaba a Shamen y, de soslayo, vió el flash informativo pero, no reconoció la telefoto de Lubricia y pensó en esos mismos instantes en Lubricia, en sus lábiles labios: "aylabio" (viejo chiste) dijo, y se rió hasta llorar un poquito. Un pucherito en la madrugada.

SENSACIONES. El 20 de diciembre de 1982 había partido Lubricia. En los primeros días de enero de 1983, Látex y sus secuaces gozaban de Puerto Pirámides. Un atardecer, Látex creyó ver a Lubricia cerca del bar "El tiburón". Corrió hacia allí. Un día laboral, Látex se quedó en su casa afiebrado. Afiebrado llama a Lubricia. Contesta Lubricia con tono y acento rioplatense. Látex no la reconoce. Hablan durante un rato. El transpira. Verano del 86 ¿u 87?, en la Disco "Medusa" de Playa Bonita. Látex va al baño; le agarran de la camisa. Gira: Lubricia. Él, mientras inician un breve diálogo, le mira sus atractores labios.

VIDEOCLIP. Látex es ya un monstruo cándido y productor de estéticas medias. 16 horas de un día veraniego. La brisa marina acumula su sal abstracta en las panzas de goma ultrafina que filtran los rayos ultravioletas -¡cuidado con el agujero de ozono!-, volviéndolos azules aguados. En el jardín del Dúplex cándido, niñitas felices se divierten en la pileta de lona plastificada. ( El sonar de la medusa KLF junto a las risitas de contentura más las voces de los B. Boys no muy aisladas de las cuerdas y la percusión). La banda de sonido desaparece cuando la niñita de bucles se zambulle y aparece la pared anaranjada de la pileta y los rayos refiltrados se dispersan en el fondo cubierto por una pátina de cloro y musgo. No aguanta más la respiración y emerge la niñita exploradora en la superficie. La visión sale disparada hacia arriba como esos Apolo XI en miniatura que quisimos lanzar a la luna. La visión llega hasta la ventana abierta del primer piso; gira y enfoca al padre de las niñitas que duerme desnudo, acalorado. La banda de sonido se escucha lejana, como circunscripta al rectángulo de agua tibia en el jardín. Pausa: esta última imagen queda como remanente. La visión se detiene. Se eleva al cielorraso. Cielorraso. Impaciencia. Algo turba la visión. Tiembla junto a los reflejos de la superficie líquida en movimiento -las niñitas patalean en la pileta- que, sobrefiltrados, se mueven como medusas pesadas; provocan la ilusión de un cielorraso-pantano feliz. La visión se dirige a los quejidos del padre soñador -¡por fin!- y se introduce en su sueño: en un reflejo tangencial: en un espejo que refleja las casas cándidas pasteles, 100 metros hacia la curva oceánica. La visión ya no toma el reflejo sino que coincide con la visión directa del barrio rubor de tizas. ¿Suena "Una tarde más" de Arco Iris? No sé y no me importa (Estoy harto de tanta música). La visión enfoca cuatro casitas: una, color celeste suspiro cielo; otra, verde pistacho batido; otra, rosa lengüita de bebé recién terminada de tomar leche materna; y, la última, color crema rusa al mousse batida con huevos de gallo albino. Todas las casitas tienen pequeñas ventanitas que reflejan bellísimos celajes; menos la última, ¡con su ventanita abierta de par en par!. La visión, al comprobar esa salida providencial de la producción, aplica un violento zoom. Entra y toma, lateralmente, una niña bailando Gary Clail frente a un espejo. Sigue hasta el living donde una abuela mira "Celeste". La visión se deleita con planos de Dora Baret. Da media vuelta y sigue hasta la ventana posterior y allí enfoca, 100 metros más allá. Más allá. Una hilera de casas semiconstruídas, semidestruídas. Casas desnudas, marcadas por la desolación de bloques grises. Saturación de cemento. Un plan de viviendas para el hogar moderno amoroso. La visión se dirige, rauda, ¿cauta?. Sí, mirá esas lucecitas al borde de la imagen, esas lucecitas que alternan voltajes: bueno, ahí está la cautela de la visión. 20 horas de un atardecer en la zona desértica agónica o 19 horas y focos de potencia regular. La visión se introduce en la instalación fliar. La casa a medio destruir está en penumbras. Se cuelan leves gramos o pasteles de un ocaso grasoso en la zona visual. Un resplandor en la pieza contigua -"aquí estará nuestro dormitorio, mi amor"- atrae a la visión. Le llega sonido también. Suena "Special one" de UVS (cuando el muchacho comienza a cantar). Le llega sonido pero la visión enfoca sólo pálidos cuadraditos electrónicos color celeste furia. Gira y enfoca una pantalla gigante de video. Látex baila en una pileta de lona naranja en medio de una habitación cruda. ¿Qué baila Látex? UVS no. Un técnico de la instalación va hacia el equipo de video y enchufa sus auriculares. Dice: "Creo que por lo crudo: Hüsker Du". Ahora Látex aparece en un balcón, sentado en un sillón (¿Atardecer? ¿Truco de gelatinas? ¿Amanecerventoso? ¿Cinta vieja?). Come gelatina color naranja tostada. La visión sale por la puerta trasera de la primera casa y torpemente realiza un tajo visual de los postes de luz -llevándose la luz como un fósforo electrónico desde una oscuridad contenida a otra oscuridad contenida. Al salir y estar en lo que será el futuro patio-fondo de un hogar argentino amoroso sureño, llegan remanentes del corte de UVS -en realidad, el inicio de la canción: esa guitarra microclima-. La visión se introduce en la segunda estructura hogareña; apenas. Gira hacia la hilera de neones encendidos -¡muy bien Municipalidad!-. Se escucha lejano el inicio de "Primitive Painters" de Felt; como un aliento de lamida erógena -¿Cuándo exhaló?-. Rota la visión desde los cuellos Modigliani hasta la penumbra del rincón. La visión se dirige a la entrada de la casa y la banda de sonido inunda la quietud (en play) de grabación. Sale. 20 hs. La visión enfoca el pedregullo de la construcción y los arbustos tiernos y flexibles -típicos del verano patagónico lateral-. El pedregullo recibe un baño de neón pero la visión no lo capta. Por el hueco de la ventana irrumpe la parte final del tema de Felt. La visión se introduce, rápida, directa, expeditiva en la tercera estructura fliar. Al entrar, la banda de sonido sinsincro alumbra como el cuerpo de un amante exhausto. "Speed of life" por allá, St. Etienne (cant sleep) por ahí y por aquí, sshh, silencio: más silencio. Suena REM (Talk about the passion). Los cuadraditos celestes color celeste furioso golpean hacia un costado. Golpean niveles, intensidades, cosas vacías. La visión pierde su rumbo diagramado. Pierde superficie. Sale y enfoca una hilera oscura de casas semiconstruídas. Gira y entra por un hueco de ventana en la última casa -¡al fin!-. Enfoca hacia la entrada. El neón como un papel glacé dorado tapa el piso de cemento. Comienzan las primeras cuerdas de Andmoreagain de Love y la visión cobra velocidad para engancharse en una grúa y volar. La visión vuela y se aleja de la estructura de sonidos. La visión es una bengala apagada, apocada en su propia propulsión. Sin embargo, enfoca los barrios que no sólo parecen rectángulos de fibras en negativo con lucecitas rítmicas: son dados de sandía cuyas semillas están pintadas con pintura refractante -mediante un juego de espejos se logra el efecto de vista aérea nocturna-. Hacia su otro costado, se ve la pista de aterrizaje totalmente iluminada con luces violetas y, hacia adelante, se ve la curva oceánica sólo hecha por los focos curvados en la velocidad de los automóviles. La visión decae sobre un ciclista -¡Látex!- que regresa de Playa Bonita. El ciclista escucha "Come sta la luna" de Can. Llega hasta una casita cándida, iluminada con candor. El ciclista ingresa hasta el garage. Del otro lado del paredón, una ventana encendida deja entrever a un muchacho encorvado sobre ¿un plato de comida? ¿un mapa? ¿un artefacto extraterrestre mecano? -¡Es Látex!- La luz de la habitación-cueva quema cualquier atisbo nocturno ¿Cuándo anochece en la radio? Látex suelta la pausa y suena "Brand new life" de los Young Marbie Giants y los conos de luz de un automóvil le dan cohesión y velocidad a la ruta oceánica.

 

de Latex (Trelew, Magnus Paranoia Producciones, 1994)

 

barra_3.gif (1055 bytes)

TRELEW

(fragmento de novela)

 

Relatos

En cuanto al arte y a la actividad intelectual: la idea, siempre, es previa al dinero.

En la atmósfera cero de la droga, se hizo marinero. El trabajo duro por la droga. La soledad del cansancio por la del ser harto. Se enajenó por tres años y casi ni vio los mares o los cielos; finalmente se libró de la enajenación de las drogas donde los mares y los cielos tampoco se ven ni están. Los marinos se mueren, sin poesía. Ahora es publicista y, a veces, va a la escollera y llora.

Los motivos de enojo entre enamorados son tan arbitrarios y sutiles que sólo pueden ser captados por brillantes psicólogos o por toscos veterinarios: aquel hizo trizas un televisor porque el control remoto aparente mente no funcionaba (tenía la pila gastada); el otro se fue caminando una gélida madrugada, en camisa, por la avenida Yrigoyen, porque su pareja le mezcló cerveza con whisky; la otra lo echó porque aquel no le dijo nada sobre su nuevo relato. Pequeños signos que sólo los acostumbrados a determinadas pasiones lo amplifican en un uso práctico de la gigantografía. El nimio índice significa una magna catástrofe. De estos remolinos, los chismosos lo convierten en tifones o en brisas incomprensibles. Y los relatos vuelan o se precipitan contra las lomas del olvido y de los no sentidos.

Trelew, una novela

Habla Ediberto Molina. Hace como diez años que vivo en el barrio, acá en Planta de Gas. Tenía familia pero falleció la compañera. Y quedé yo solo. Ando solo yo. Tengo la casa aquí cerca. Trabajé en el campo, siempre, toda la vida. De todo hice ... hay que domar, hay que cuidar ovejas, carnear, cualquier trabajo. El peón de campo hace de todo. Viento poco, no corría tanto viento como ahora. Lluvia sí. Llovía bastante; todos esos cañadones que están secos, esos también sabían venir llenos de agua, casi todos. Y llegaba hasta acá, hasta la laguna de Gan Gan. Venían bardones de nieve dando vueltas así, pero grandes, de un metro, alto así y el agua lo daba vuelta. El campo, al norte, para el lado de Sierra Nevada, de ahí soy, de ahí vengo. Yo nací allá en Comayo, al norte. Queda pal norte, cerca de la costa del Limay, cerca del Paso Lindor. Allá me trajeron chico cuando vine y después me volví para allá otra vez. Anduve por allá todo eso. Pero ya no conocía. Pero con otro compañero andábamos dando vuelta. Ahí estuve en una estancia trabajando ahí también. El nombre del patrón... sabe que no me acuerdo... Puestero, antes sí, después un tanto por ciento, después poco a poco se fue mermando y no le daban nada a nadie; si es posible ahora cuida el dueño nada más. Antes había mucha vida, jou... animales por todos lados y muchos; cualquier cantidad. Tropillas sueltas, gordos los caballos y yeguas deliciosas. Pura, toda la indiada. Yo andaba con ellos por ahí. De a caballo nomás. Usaban unos chamales con unos chiripás que le decían, una faja así le ponían al cogote para subir, todo plateado. Había mucha plata en esos años. Habían criollas, criollas argentinas. Agarraban las tropillas de potro y lo amansaban ellas, las tehuelches domaban. De familia tehuelche soy. Hacían camarucos y todo. Era una cosa bárbara... hoy estamos cantando, mañana lloviendo. Cantando, bailando, purruquiando que le dicen. Qué lindo que era antes eso. Y todo eso se terminó. Y es eso lo que yo no sé cómo, por qué. Se fue terminando de a poco. Primero vino la ceniza que arruinó todo el campo. La primera ceniza del año veintiuno que dura unos cuantos años y después no sé en qué tiempo vino otra manga de ceniza. Pero eso jué poco. En esos tiempos, toda la gente asustada, que se iba a terminar el mundo. Había un boliche acá, en Llamanilleo, de un tal Julián Pérez. Todos iban allá, se amontonaban todos, mujeres, hombres, estaban y tomaban lo que venía, total iban a morir.. No murió ni uno. La hicieron linda, la hicieron. Se terminó todo el pasto, como quemao así. Yo andaba trabajando; trabajaba en cualquier lado que iba, sea por día o era esquilador. Y así me la pasaba lo más bien. Y la plata valía en esos años. Cinco pesos, un platal bárbaro.

Vine con la finada mamá; vino a fallecer acá, a Gan Gan, anciana también. Bien laboreadita, todo bonito los telares. Muy ágil la gente de antes. Por qué...eso es lo que no sé. Vaya a saber, sola mente dios puede saber...................... No se supo qué es lo que pasó. Cada vez menos capitales, cada vez menos, cada vez menos. Al final, nos vamos a quedar sin nada.

Me vine como hace diez años, no me acuerdo qué fecha era ni qué mes. Vine enfermo, quebrado, me quebré acá, quebrado la cadera acá y la rodilla salía así. Y eso jue lo que me arruinó. Yo hacía de todo.

Todos andábamos; agarraban como un pilchero así y eso o toldito de cuero de potro, de guanaco. Una pieza como esta, linda. Una estaca allá, otra acá, lo estiraban bien y así durante el día. En invierno hacían fuego así en un reparo así, alto, y ahí ponen leña, como había leña por lujo ahí. Ahora no hay ni leña. Leña buena, de todo... amichoique, calafate, algarrobillo. Y después me vine tranquilo aquí cuando me quebré y ahora no puedo hacer ninguna cosa. ¿Extraño? Y.. ¿qué voy a extrañar? Ninguna cosa. Ahora no pienso más que vivir un poco más si la suerte me ayuda. Es lo único. Pasar tranquilo. Y acá tengo los nietos. Todo está llegando de a poco.

Los zorros hablaban como la gente y contaban ahí en paisano (araucano); decían que estaban viendo todo lo malo que iba a venir. Estaban sabiendo eso.

Se aconsejaban uno con otro, ellos que no tenían que hacer maldad ninguna; tenían que ser tranquilos y dios les daba suerte, vida. Mire que había capitales a granel, pasto así de alto. Acá en Gan Gan, en la aguada había un pasto que sale pa arriba como un árbol, había ahí. Pantanos, menucos. Yo hacía así y se movía la tierra, el agua abajo y verdecito el pasto arriba. Era blando.

Hacían camarucos, en Pichi Mahuida, antes, los Velázquez. También paisanos tehuelches. Y aprendí a hablar la lengua como a los quince años. Me gustó la palabra buena, como hablaban. Y todo salía bien.

Hay un momento único en la relatada vida y es cuando se sabe la sola edad intrínseca o cuando se sabe la soledad; cuando muere esa persona que nos amó sin condiciones y sabemos que no se repetirá en la mentada vida. Fallecen, caen, finan, culminan, finiquitan, se van, nos dejan. Y nosotros haremos lo mismo con los descendientes. Los conozcamos o no. La familia del relato argentino es vasta y solidaria, memorioso y fabulosa. Ediberto, nos cuenta, se quebró el cuerpo pero antes se le quebró el ánimo. En dos o tres lapsos de la grabación que efectuamos con mi compañero de trabajo, él suspiraba. Ese suspiro es intransferible al papel, a la letra. No se puede captar. En ese quejido se le comprendió todo. Y a él se le fue la compañera y se quedó solo con su voz y debe seguir. Deber seguir desde la imposibilidad a la posibilidad. Vivir en los desiertos gigantescos como los cielos y morir en sus lindes de cemento y tosca. Pero en un presente no muy distante, Ediberto andaba dando vueltas, con la indiada, con un compañero, con su familia. Vivió así durante años y no se queja de lo que hizo ni cómo lo hizo. No le fue nada mal si es que sólo consideramos su voz. La voz. ¿Qué más le queda a una persona pobre? Es el último hilo que debemos atar y atar y continuarlo. Acá está la historia. Acá está la novela que sobrepasa al sujeto escribidor (en este caso, yo). Yo ando dando vueltas en el desierto de palabras. Los lindes de este desierto son sus ojos cansados e inteligentes. Andar dando vueltas por ahí, dice Ediberto. ¿No es lo que hacemos todos? Algunos se endurecen tanto como los planos de un viejo ministerio. Se coartan tanto que apenas si sus imaginaciones pueden gravitar en torno a sus empequeñecidos cuerpos y mentes. Ese financista ocho veces millonario dio vueltas y vueltas en torno a los avatares y a los caprichos del dinero y de los valores monetarios. Ese político quiso entrar en la historia grande y, de paso, robarse todo lo posible del tesoro nacional pero, hacia el final de su lamentable carrera, rico, corrupto, es una escoria para el relato argentino.

Nos tenemos a nosotros mismos. Somos, ya una memoria olvidadiza o un olvido memorioso, como les guste. Somos esto, pura tierra. Los cuerpos desean la tierra y nuestras mentes se hacen agua. Nuestras mentes desean hacer más barro, más vida. En esta tarea campesina, antigua, ancestral, estamos sin damos cuenta. Seguimos dando vuelta en el desierto prometido, en busca de la tierra de la paz. A Ediberto se le terminó la primavera histórica. De a poco, casi que nadie se dio cuenta. No se sabe cómo ni por qué. Lo cierto es que de repente el cambio se manifestó y nada fue igual y todo fue distinto. Particular mente, mi quiebre fue en los años cincuenta. Supe sin saberlo que nunca sería protagonista de la historia de mi país. Supe que, junto a muchos como yo, seríamos malos o excelentes relatores, espectadores de los acontecimientos. Esa fue mi marca. Y esta es mi forma de borrarla. Los invito a que hagan lo mismo. Borremos esa maldición. Esa mala dicencia, tan nuestra, tan propia. Algunos, de quienes retenemos sus aventuras, la hicieron bien, la hicieron linda, como dice Ediberto. Algunos aprovecharon la buena corriente de la historia y la hicieron bien. Pero, como casi siempre, no se supo qué es lo que pasó. Qué cortó la aventura, la rutina, la idiotez y la lucidez. Qué fue lo que rotó para brillar todo de otra manera. Ediberto no extraña nada que no sea el hoy. Hoy. Hoy y hoy. De abuelo o abuela a nieta o nieto pasa la cosa literaria, el relato de la patria. Los nietos reales o literarios serán los encargados de continuar y de renovar la historia de las historias. El zorro, increíble mente, se aclara el garguero y empieza su perorata. Chasquea su larga lengua y nos dice que todo lo que se está viniendo no es bueno, es poco bueno, es bueno sólo en cuanto uno pueda domeñar las fuerzas negativas que se vienen, se nos vienen como vendaval, ¿es que no las estamos sintiendo ya?, porque no están lejos sino bien cerca porque el futuro, el zorro mira hacia los costados, está acá nomás, al lado nuestro. El zorro está sabiendo el porvenir prójimo y cálido, malsano y contrario a todas las esperanzas y rogativas habidas y por haber. El zorro dice que nos hablará como nosotros hablamos (en un futuro tan cercano que lo creeremos realidad y presente pero nunca ocurrirá porque los mundos de los dioses y de los animales están vedados para los tercos y torpes humanos). Entonces creeremos que el zorro nos estará diciendo lo que ya no más se nos viene como viento, como cuando los perros olfatean la tormenta, el peligro, la ira natural. El zorro se acomoda, bosteza y continúa su alerta monocorde pues no necesita remarcar ninguna de sus palabras ni de sus ideas; que hable, tan solo que hable, ya resulta extraordinario para los paisanos. Y común, porque le escuchan como si fuese uno más de los compañeros andariegos. Si no se lo viera como zorro que es, se diría que es uno más, con cara de zorro pero uno más del grupo friolento en la estrellada noche de primavera. La fogata se alza gigante con sus llamas gélidas. Y el zorro descansa apacible luego de la charla informativa y sabia.

Fragmentos

Suenan las campanas de las siete. Llaman a misa a los creyentes católicos. Pero no hay campanas en el campanario. La púa raya domingo a domingo el disco de pasta a setenta y ocho revoluciones por minuto y suenan las grabaciones de las campanas. Los viejos parlantes las evocan.

El gusto suplanta la moda en los espíritus entrenados en el arte. El gusto literario es una de las armas más sutiles en los diálogos de artistas y de críticos. La pregunta actual, referida al gusto, continúa siendo la misma: ¿Qué es poseer gusto? ¿Entender la Alta Cultura? ¿Practicar el refinamiento? ¿Sentirse contemporáneo de las variantes elitistas o populares pero exclusivas para interpretarlas o responderlas?

Ya en la situación literaria de nuestra zona, no tanto en una discusión sin territorio, sino, precisa mente, en juego con las narraciones y poéticas reales, viables e imposibles, ¿quiénes y cómo determinan los buenos gustos literarios? ¿Qué es buena y mala literatura? ¿Cómo se realiza una buena antología literaria? ¿Desde dónde seleccionar? Preguntas cuyas respuestas exceden el marco de esta nota introductoria pero que sirven, una vez más, para reflexionar sobre la literatura zonal. No digo regional porque creo que, debido a las características propias de la provincia, no sólo se trata de practicar un género determinado (el relato o el poema regionalista) para adscribir y suscribir determinada tradición o ser aceptado en sus cánones, sino de las bases culturales desde donde se produce un cuento, una novela o un poema. Ejemplos falaces:

Son escritores patagónicos todos aquellos que viven y escriben en el sur.

Son escritores patagónicos todos aquellos que escriben sobre temas plena mente sureños.

Son escritores patagónicos todos aquellos que se piensan como tales.

La lista podría seguir, sin validez. Entonces, ¿Cómo definir a los escritores patagónicos? ¿Por antigüedad en la zona? ¿Por fidelidad al contexto socio-cultural? Y si así fuera, ¿cuál es el ambiente neta mente patagónico? Como se ve, la cuestión se complica cada vez más. Quizás, para comenzar, podría definirse la pertenencia a la cultura patagónica no por la tosca identidad sino por la sutil diferencia. Por diferencia cultural. ¿No será éste uno de los ejes culturales definitorios? Veamos: indios, galeses, italianos, españoles, árabes, chilenos, norteños, litoraleños, cuyanos, porteños, bonaerenses, santacruceños, rionegrinos, neuquinos, etc. (los formadores de la Patagonia actual son muchos y muy variados). Cada emigrado, emigrada, cada zona trajo su cultura, su voz, su narración, su recuerdo. Y, aún así, compuso su poema, imbricó su novela, realizó su obra teatral, concluyó su relato, según viejos o nuevos parámetros de cómo hacer literatura: clásicos, vanguardistas, románticos, realistas (porque hay textos denominados patagónicos que podrían haber sido escritos en otra época, otra zona, otro país). De hecho, se debe establecer qué es lo que hace a un texto literario, patagónico. Es un atributo, una nueva ficción, otra textualidad en y sobre el texto literario. Lo patagónico es otra textualidad correspondiente al imaginario cultural dominante de la zona.

Podría pensarse, sin embargo, el texto patagónico como aquel que sólo pudo haber sido escrito en la zona denominada Patagonia. Los textos de Darwin o Chatwin, por ejemplo, ¿son patagónicos? ¿O corresponden al género literato de los viajes ex-céntricos? Quizás, la Patagonia de antaño fue más, cómo decirlo, universal y, por lo tanto, la literatura encontró en estas vastedades luminosas una zona de libre y de compleja producción (consultar, sino, los dos tomos de Bibliografía Patagónica, en la Vignati, de Nicolás y Olga Matijevic). En otros términos, y en vía hipotética, la literatura no podía ser definida según las narraciones establecidas en esta zona o en relación con determinados momentos socio-culturales. No había muchos límites mentales o intereses intelectuales.

La literatura, además, como si fuera poco, tiende a deslimitarse. Se escribe en contra de los límites y, obvia mente, la literatura zonal pretende, también, universalidad. La lingüística, en este caso, arroja luz al tema: según los estudios realizados por Ana Virkel (1), se debería pensar una literatura patagónica según indicios, detalles y variaciones y no en términos absolutos o globales (esa manía de definir la literatura en tanto totalidad): textos que, según determinadas características a profundizar, podrían haber sido escritos sólo en la zona. De esta manera, aquellos textos considerados extranjeros, foráneos, extraños o extravagantes, serían patagónicos.

Ahora escritor, luego de tanto andar y estar siempre en el mismo lugar, recuerda cuando era joven y le confesaba a su antiguo amigo que el primer libro que escribiría sería sobre Trelew. Se es de Trelew cuando hay mucha distancia en uno, en una, cuando hay historia y una boca cansada de producir palabras para la riqueza de los vientos. El viento suena, esta perlada noche de julio, en sus laberintos de hielo. Por las bardas, en sus dulces pozos del pasado, deben andar esas voces de aquellos dos casi niños que conversaban sus futuros. El escritor escribe su libro sobre Trelew y su amigo tomó la ruta tres, al norte, y no regresó.

Hay lapsos donde el caminante parece haberse quedado sólo en la estepa de portland. Ramalazos donde no hay nadie en las calles. De pronto, aparece un somnoliento auto o un lobo disfrazado de perro perdido, un autómata ciclista y, nueva mente, ese instante donde el veedor se encuentra absoluta mente solo en una ciudad que se convierte, por segundos, en un mundo desvastado y desolador. Los camiones proveedores estacionan frente a los portones del supermercado, se prenden algunas luces de ventanas acostumbradas a madrugar y los pensamientos fantásticos desaparecen y dejan lugar, su lugar, a los de la real línea diaria.

Trelew, una novela

Harto del golpe de la casa barco contra la loma dura, una y otra vez, el golpe del naufragio, la fragua de la ruina, el eco de lo ido, lo vacuo, algún semidios del desierto ordenó, quizás, el desgüace del antiguo hogar. La nave fue desmantelada. Luego las chapas, botellas, ladrillos, alambres y tachos fueron rigurosa mente apilados. Se podía ver el orden de lo destruido. Hasta el inodoro (¿o era un mingitorio?), ya de Duchamp, fue colocado cuidadosa mente en un costado. Paladas de tierra amarronada y de tosca cubrieron el antiguo piso; sólo una columna de portland se mantenía erguida, casi un falo, ¿hacia una erección? ¿desde el post coito'? ¿Cuál de los momentos?

Muchos puentes son construidos sobre el río de la novedad. Razonemos, mejor.

 

de Trelew (Buenos Aires, Paradiso, 1997)

 

Sitio desarrollado por SISIB

 

 

Notas:

(1) Virkel, Ana. ¿Español de la Patagonia o Español Patagónico? (1995). volver