Universidad de Chile

 

LA ANGUSTIA NO ME BASTA NI ME SOBRA(SINO TODO LO CONTRARIO).

por Pedro Antonio Araya

Se me ha pedido responder. Referirme a una supuesta querella que intuyo tiene más de provocada que de real: la angustia de las influencias: los poetas leen a los poetas, alguien dixit. Pues bien, permítaseme ante tal inquisición o mesa de anatomista (no me puedo deshacer destas imágenes que me llenan la testa a la hora destas líneas), permítaseme, volteado, como gato de espalda, comenzar con las siguientes consideraciones.

En el Simposio sobre Angustia organizado por la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, y en la posterior publicación de algunas de las ponencias allí presentadas (febrero de 1990), nos encontramos con un material pertinente no sólo a los profesionales, a quienes se dice va dirigida la publicación, sino también a nuestras intrusas manos y ojos. "La angustia puede ser concebida como un síntoma, como una enfermedad, como un concepto necesario a la teoría o como una experiencia puente entre diversos campos del conocimiento que tienen como objeto al ser humano", nos dice el Dr. César Ojeda Figueroa. Continúa el Dr. Ojeda Figueroa con una serie de descripciones de síntomas respecto a las diferentes angustias, "las que surgen en situaciones de peligro físico o conflicto interpersonal y que comprometen la vivencia del cuerpo y la imagen de sí mismo (enfermedad, agresión física, temor al ridículo, menoscabo del prestigio y de la autoestima, etc.)". Se refiere el Dr. Ojeda Figueroa a las Crisis de Angustia Recurrentes en los siguientes términos: "Los hechos más destacados de este cuadro son la aparición imprevista y súbita de una intensa aprensión, miedo o terror y la sensación de muerte inminente: los síntomas más frecuentes son disnea, palpitaciones, dolor o disconfort precordial, vértigo, inestabilidad, parestesias, calofríos, sudoración, sensación de desmayo y desfallecimiento, temblores, sentimientos de irrealidad, miedo a morir, a enloquecer o a hacer algo descontrolado durante la crisis. Esto suele durar minutos y rara vez horas". Mas si estas crisis se suceden en el tiempo, podemos llegar a un estado denominado de Angustia Generalizada donde "el paciente teme que el proceso desemboque en la locura, la demencia o, lo que es lo mismo, en el descontrol conductual más aberrante (como arrojarse de un edificio, dirigir el automóvil hacia una colisión segura, gritar obscenidades en público, etc.)". Con ello desembocamos, finalmente en las llamadas fobias. En estos casos, "la persona evita el encuentro con estas situaciones, y de ser eso imposible, busca la manera de escapar lo más rápidamente posible. Si eso le está también vedado, mantiene una tensa hipervigilancia sobre cada cambio en la situación: escruta la reacción de los demás, los movimientos del animal, los ruidos que pudieran predecir el curso de un fenómeno natural o agudiza la visión en la oscuridad"(interesantes posibilidades,pienso). Los dos ejemplos más notables y frecuentes, nos recuerda el Dr. Ojeda Figueroa, son las fobias sociales y sexuales. Cito: "Pertenecen a las fobias sociales el temor a hablar en público, a escribir o firmar en presencia de otros, a comer frente a otros, a encontrarse con conocidos en la calle, cines o restaurantes. (...) En las fobias sexuales, la persona no logra tener una respuesta sexual adecuada frente a la persona deseada, pues los fenómenos angustiosos se lo impiden".

Ahora bien, todas estas consideraciones anteriores, sin duda me han hecho pesar de otra manera, de seguro no tan livianamente, diversas situaciones por las que uno ha atravesado, atraviesa o, eventualmente, pudiera atravesar en estas parcialidades(la cantidad de amigos poetas que sufren de fobias a la hora de pagar las cuentas, de devolver libros, de hablar sobre otros poetas, la cantidad de obscenidades lanzadas desde y hacia las terrazas a las cuatro de la mañana, la manía de que nadie nos vea cuando estamos escribiendo, ni que se nos pregunte en público acerca de nuestra situación laboral, de encontrarnos en la calle en sospechosa compañía, etc. no es menor), por lo que debo confesar que, producto de esta situación, he adquirido sendas dosis de alprazolam y clorazepam (información que obtuve también de mis lecturas de las ponencias dictadas en el simposio antes mencionado), las que con gusto compartiré con quien lo requiera. Con todo ello, ya informado y habiendo tomado estas precauciones, respiro tranquilo. Y doy además las gracias a quienes me han invitado a esta reflexión, puesto que sin su iniciativa no hubiese llegado a poner la vista en tan necesario derrotero, sobretodo cuando se vive en esta çibdat y se espende el caudal con tanta facilidad y rapidez.

Sin embargo, y he aquí mi asunto, todas estas descripciones, al mismo tiempo, testarudamente, me hacen dudar de su posible directa aplicación a las llamadas influencias escriturales. En lo personal confieso no sufrir de angustias producto de las lecturas que tengo de otros poetas, ni a la hora de escribir ni a la hora de dormir, ni tampoco creo haberlo visto en mis amigos cercanos, ni haber leído testimonio alguno de algún otro muerto (mayor o menor en su escritura) que de cuenta de aquello. Suponer que la lectura de poetas, por parte de los mismos poetas, que la escritura -a estas alturas de las cosas, en las que el romanticismo burdo y sus tradicionalistas interpretaciones, extrapoladas hacia una suerte de anatomía escritural-, conllevan una supuesta angustia, me parece, por decirlo menos, sospechoso. Aún no he sabido de crisis de pánico producto de influencias, ni de angustias generalizadas, ni de fobias puntuales ni puntuables. Es ésta la sospecha que pervade estas líneas, la misma sobre la que no puedo dejar de remitirme. Permítaseme continuar en esta senda.

El supuesto que aquí me obliga a estas líneas la tengo por artificial. Ojo : el terror es académico. Polifemo mira en una sola dirección. En ello creo que radica esta convocatoria. Puesto que insistir en que los mismos poetas den a conocer algo de sus supuestas lecturas mayores, de sus filiaciones y sus influencias, tiene como un gustillo a disección. No sólo por el hecho de tratar de desentrañar lo que está debajo de la carne poética (en este caso), sino también por pretender que es posible salir inmune de tal prueba y con ello satisfacer la curiosidad del anatomista que no saborea la carne sino le aplica el escalpelo a destajo sólo para poder mirar las prendas, dibujarlas, hacer carrera con ello. Pero también intuyo un juego de otro tipo, en el que el poeta da a conocer sus lecturas y de alguna manera, a través de ello, logra posicionarse frente a los otros. Dime a quién lees y sabremos cuán bien escribes, pareciera ser la consigna.

O.K. lectoras, lectores, amigas, amigos, ya sabemos que son ustedes unos hipócritas(recuerden, no soy el primero ni el único en decirlo). Para qué negarlo, si en este juego el que da los mejores nombres gana. Así lo ha querido la inquisición criolla levantada en la academia. Así entramos a la ronda de quien grita más fuerte, quién da los nombres más respetados, quién se atribuye el discipulado más notorio. Cosa de pararse al frente y dictar voz en cuello nombres, datos, adiciones, anotaciones. Como vemos, la cosa no ha cambiado mucho desde la escritura de la carta del Consejo del 26 de octubre de 1566, en que se lee:

Porque es necesario tener mucho cuidado en materia de los muchos libros que vienen de fuera, consultado el Sr. Inq. general ha parecido que, luego que recibáis ésta, proveáis cómo todos los mercaderes de libros, de cualquier género y materia que sean, dentro de treinta días primeros siguientes, de cómo lo hiciéredes publicar, hayan inventario y memorial de todos los libros que tuvieren en su poder en cualquier lengua y de cualquier facultad que sean, encuadernados y por encuadernar, y de otros cualesquiera papeles sueltos especificando en dicho memorial el autor, impresor, tiempo y lugar donde fueren impresos y los comentarios, adiciones y anotaciones que tuvieren y cuantos cuerpos o juegos tuvieren de cada uno de ellos. Y ansí todos puestos y asentados en dicho memorial hayan de llevar a firmar a las personas que vosotros, señores, nombráredes en cada ciudad, villa o lugar donde fuere necesario hacer esta diligencia.

Cuidado, ya sabes:el testimonio quema:la información te podrá elevar al Parnaso o conducir a la hoguera.(Hombre globo que escribía poemas reventado tras caer desde diez mil metros de altura. Mientras caía se le escuchaba gritar: pero si mis padres me lo habían prometidoooo.)Sorry.(Icaro pernocto: en el aire muerde la sílaba,se sabe).He ahí las razones destas angustias supuestas, por lo demás, que convienen a aquellos que tienen al escritor como una suerte de iluminado sometido a la inclemencia social; el que escribe a la intemperie. El escritor es un monstruo, alguien dixit. Y a ello nos debemos atener. Las sirenas han dejado de cantar. Condenados a su silencio no escapamos de su influjo. Pero aquello no nos da tregua :nos gusta el tonto ruido, y de algún modo buscamos ser el que llegue primero a la meta de la fama y la fortuna. Cuidado que las alas son de ceraaaaaa. La disección es un camino jodido. Mucha sangre en el ojo. No hay atajo. Esta supuesta angustia es invención de escribas malolientes y dicientes, faltos de sustancia, dédalos de papel roneo o confort cagado, juego de luces que distraen la mirada.

Nuestro oficio es más feliz(más envenenado también en esto de respirar y dejar de hacerlo con unas cuantas palabras al hombro) y menos muerto. Y menos muerto, repito. Uno escribe desde donde puede, y que ese dónde, ese lugar sin lugar, sea y exista para un posible encuentro, no deja de tener importancia, sentido.

Nada hay de nuevo ni de extraordinario en que los poetas lean a los poetas. Nada hay de meritorio. Nada de especial en sus referencias. Más de impostación que de soltura. No hay gusto fijo entonces. Nada más que la posibilidad de compartir diálogos, nunca angustias, en el otro lugar ya antes mencionado. Y esto no sólo entre poetas, sobretodo esto. Que sean los poemas los que compitan contra la nada, no los poetas. La imaginación no perdona. Hay una sed que persiste a pesar de los pesares y las lecturas. A veces la realidad del poeta no tendría sentido para él, si no pudiera secretamente alterar el registro de las explotaciones en la realidad de los otros, alguno afirmó. La realidad no necesita de mi, dijo otro. La literatura, como todo arte, es la demostración de que la vida no basta, continuó. El poeta es un fingidor. El pequeño gran yo enamorado entre la multitud. Puro diálogo en torno a lo inatrapable. Será la bilis negra, quizás. El demonio meridiano. La palabra tratando de volver a pesar de su escisión(entre una inconsciente y como caída del cielo, que goza de su objeto representándolo, y aquella que tiene para sí toda la seriedad y toda la conciencia, pero que no goza de su objeto por no saber representarlo:entre lo racional y lo inspirado :entre lo estático y lo movedizo :entre el aire y el carboncillo). La poesía de algún modo es el lugar del fracaso del lenguaje, aquel locus, se dirá, donde no sirve lo amaestrado ni adiestrado de la lengua. Un fracaso hermoso, por cierto, feliz, pertinente.

Con todo se entenderá(quizá sí quizá)no mis reparos a estancarme en las aguas angustiosas de las disecciones y los llamados a viva voz. Nada que ver con la escritura digo. Prefiero el diálogo lectural. Aquel donde el lector va descubriéndonos(si es que descubre a nuestro pesar)los nexos, los guiños, los nudos con(scientes o no)respecto a otros libros a otros textos a otras voces. No seré yo quien haga su trabajo. No sean flojos. Mi negativa es tranquilidad pura. Nada nuevo hay bajo el sol destos fragmentos que he orillado contra mis ruinas. Leemos siempre el mismo libro. Escribimos no sobre nuevas cosas sino de nuevas maneras, en una suerte de proceso de digestión y vómito de obras, de lo que nos queda de ellas, variando nuestra misma percepción de ellas. Todo está claro. Sin el disfraz de las formulaciones entrampadas que quieren otorgar un status al supuesto hacedor de versos. Puesto que se pensará con alguien que un hombre puede estar encerrado en una cáscara de nuez y tenerse por rey del universo. Pura selva oscura. Maraña. Mejor poder vernos las caras tranquilos y concentrarnos en el trabajo pertinente, lectores y autores por igual. Un espacio literario dinámico de encuentro entre hombres y textos, me parece necesario. En ese sentido me declaro lector no sólo eventualmente de todo lo que me precede sino también de lo que se escribe a mi lado(aunque algunos no quieran que los vean escribiendo). No entiendo todo lo que leo ni lo que escribo, no todo merece mi atención en aquel momento. Quizás después quizás nunca. Mas de seguir, sigo como se dijera, a la caza del significado,/ a la fuga/ del significado.

El problema de la supuesta angustia, creo, viene de pensar con demasía en la fama escritural, quizás en las posibles masas de lectores que nos pudieran convertir en sus vates. Mucho elixir de la eterna juventud. Un vate para un pueblo. El mesianismo poético. El vidente silencioso, admirado y temido. La carne con sabor a estatua.(Ojo:fobia social + fobia sexual.)Y sin embargo, sólo nos leemos entre unos pocos( :cierto,no me vengan con cosas). Y el acto de escritura no nos condena ni nos salva. No nos hace mejores ni más listos. Y por ello no admite mayores palabras que unas pocas, que duran lo que tienen que durar en nuestra testa. Punto. Conversémonos unas cervezas mejor, postlecturas, siempre post alguna lectura que compartir. Saboreando el tabaco del asombro.

Permítaseme una última cita a este respecto. Don Juan Cirilo Vásquez Araya, hombre mayor de Curanilahue, librado de las angustias de todo tipo(amigo de todo el pueblo a punta de cañas de pipeño, padre de 12 hijos), gran entendedor y entendido en el arte de tocar y cantar la cueca, algún tiempo atrás, acompañados de la primera chicha de aquella temporada, sentados en el mejor tugurio al frente de la plaza del pueblo(los zapatos lustrados la camisa blanca), me confesó el siguiente secreto que ha pasado a convertirse ya en un gran consejo: lo más necesario para aprender semejante oficio(tocar la cueca como debe ser) es ser a c h u c h a m a d r a d o. Entonces puse oído y ojo en todo esto. Por allí va mi apuesta.

 

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