Universidad de Chile

ROSARIO CASTELLANOS: DEL ROSTRO AL ESPEJO/ DE LA VOZ A LA LETRA/ DEL CUERPO A LA ESCRITURA. CARTAS A RICARDO: EL AMOR HECHO PALABRA.

Gilda Luongo Morales

Universidad de Chile. Chile

"Para hacerse palabra, el amor requiere una distancia, una ausencia: la felicidad no se cuenta, se vive, el deseo puede decirse."

Patricia Violi

"Hasta la carta de amor, esa tentativa inocentemente perversa de calmar o relanzar el juego, está demasiado inmersa en el fuego inmediato como para no hablar más que de "mí" o "ti" o incluso un "nosotros", salido de la alquimia de las identificaciones, pero no de lo que sucede realmente en uno y el otro."

Julia Kristeva.

 

La decisión de hacer público lo privado

El texto Cartas a Ricardo es una recopilación de cartas amorosas, enviadas, la mayoría, por Rosario Castellanos a Ricardo Guerra, en el transcurso de la relación de pareja que mantuvieron alrededor de veinte años. Es clave, desde mi perspectiva de lectura e interpretación que esta escritura, amorosamente elaborada, fuese considerada por Rosario Castellanos como un texto que ella deseó que fuera publicado después de su muerte (1974). Cuidadosamente, una vez que las recupera, las deja en manos de Raúl Ortiz y Ortiz , uno de sus más queridos y constantes amigos. Este gesto(amoroso)de la escritora aguda e incansable que fue, señala que percibió en ellas esa complejidad escritural que la devela ante los ojos de lectoras y lectores. Rosario Castellanos se sintió siempre muy cerca de la escritura autobiográfica, escribió sobre ella y leyó autobiografías. Inclusive señala como uno de sus defectos, lo fácil que le resultaba contar su autobiografía a la menor provocación e incluso sin provocación (1). Se fascinaba ante la posibilidad de que autoras y autores se crearan y recrearan mediante la escritura. Como señala Poniatowska en el prólogo del mismo texto, si Rosario no hubiese escrito nada más que sus cartas habría bastado para mostrarse como la magnífica mujer que fue, con una tremenda sensibilidad y lucidez para vivir y para crear en su escritura las obsesiones, delirios, goces y anhelos que inventaba desde sus proyectos vitales.

Son setenta y siete cartas organizadas, en el texto, a partir del eje temporal, es decir, siguen el orden cronológico en que fueron escritas y enviadas. Los años de la escritura epistolar son 1950-1951 y 1966-1967. Estas dos etapas, develan a la escritora de siempre y a una sujeto mujer compleja, ambigua, contradictoria con clara percepción de sí misma y capaz de una crítica y autocrítica feroz. Las cartas de la primera etapa son las de los años 1950 y 1951. Rosario en esos años tiene 25 y 26 años. En los años 1966 y 1967 tiene 41 y 42 años. No es más que el devenir sujeto en/desde el amor el continente y el contenido del epistolario. Este devenir lo planteo como los viajes que Rosario emprende y esta nominación la planteo como el tránsito interno, que está íntimamente ligado con los desplazamientos territoriales/geográficos que lleva a cabo.

En el primer viaje, Rosario ya se sabe con una vocación literaria fuerte, aun cuando esta misma la atormentaba por la autoexigencia que se imponía para llevar a cabo sus proyectos. Siempre fue muy crítica de su escritura. Para Castellanos la crítica era una "tentativa de entendimiento". Esta pasión por entender está reflejada, en realidad, en toda su obra. Desde la primera etapa, o primer viaje, nos damos cuenta que su tránsito por la escritura ha comenzado y que ello nunca tendrá término.

Quiero referirme sintéticamente a la dicotomía público/privado que constituye uno de los ejes que ha articulado nuestras sociedades jerarquizando los espacios y marcando la diferencia genérica. Creo que es de vital importancia en tanto cruza la creación y recepción de los géneros menores o también llamados referenciales y que han sido estudiados en tanto producciones marcadamente femeninas o como territorio de la escritura femenina. Estas cartas de Rosario se inscribirían en este ámbito, sin embargo es interesante indagar en esta producción que difiere de los otros textos estudiados en este trabajo porque se sitúan entre los géneros canónicos: poesía, novela, cuento, ensayo. La cuestión del modelado autobiográfico adquiere rasgos particulares en estas cartas en tanto la referencia es más directa entre el "yo" sujeto de la enunciación textual y el extratextual, además del material textual que alude directamente al bios de la escritora, como datos de una experiencia rastreable.

La jerarquización contenida en el par público/privado ha otorgado al mundo masculino el espacio público y a la mujer el espacio de lo privado. Obviamente las distintas épocas han determinado de diversa manera esta dicotomía. Sin embargo, interesa relevar que en cualquier época la cuestión de la valoración ha cruzado este par de opuestos. El espacio de mayor prestigio es el de lo público, el espacio que se ve, el de aquello que está expuesto a la mirada pública y que por lo tanto alcanza relevancia. El hacerse reconocer es uno de los ejes que marcan este territorio. También el espacio de lo público por ser el del reconocimiento se constituye en el más y menos, es decir, en los grados de competencia. En comparación, el espacio privado es menos valorado. Las actividades que allí se llevan a cabo no se ven, no entran en la competencia. A este espacio asignado desde siempre a las mujeres, con distintas variantes, pero siempre desde un atributo de valoración, Celia Amorós lo ha denominado como el de la indescernibilidad, puesto que no hay parámetros objetivables para hacer trascender los límites de lo que no se ve. Las mujeres en este sentido constituiríamos las idénticas, en términos de que no hay individuación posible. Siempre hay una genericidad gravitando desde la generidad. En el espacio público puede ocurrir la individuación. La individuación la entiendo, siguiendo a Amorós, como la posibilidad de ser, no sólo ontológica sino también políticamente. El reconocimiento que conlleva la individuación está íntimamente relacionado con el ejercicio del poder y la marca del lugar que se ocupa. El ubi diferencial se instala en ese espacio compartido entre iguales, es decir entre varones. El espacio de lo privado vinculado con la problemática de género y el ejercicio de poder, me parece que está articulando la producción y la circulación de estas cartas de la autora en estudio. Creo que la hipótesis del modelado autobiográfico en estas cartas está cruzado por este entramado que se genera entre lo privado/lo público, la diferencia genérico-sexual y las relaciones de poder. La interrogante en términos de la pragmática sería ¿qué hace Rosario Castellanos al decir lo que dice en esta forma textual? Y además ¿qué dice/hace Rosario Castellanos al desear que estas cartas fuesen publicadas?

El primer viaje en/desde Rosario Castellanos

"Sólo como de viaje, como en sueños... como quien ama un río... como quien hace casa para el viento".

Rosario Castellanos

"¿Será que las cartas reconocen siempre por último destinatario al remitente?" Esta interrogante que propone Mario Albadi, en su artículo citado, tiene una respuesta afirmativa en el epistolario de Rosario Castellanos. Desde mi lectura es una clave para indagar en este texto la problemática autobiográfica. El destinatario es el remitente. La mayoría de los críticos/as señalan la importancia de definir la carta como un texto cuya función comunicativa dirigida hacia el otro es esencial. Violi señala que la manera en cuya función ocurre en este tipo de texto es lo que lo transforma en un género específico. Quiero problematizar, a partir de las cartas que Rosario escribe en la primera etapa 1951-1952, el hecho de que la comunicación interpersonal pueda ser un pretexto para elaborar una producción cuya intención última sea verse a sí misma, autorreflejada y por lo tanto forma parte de la autofiguración que la sujeto que enuncia elabora de sí frente a un espejo. En esta propuesta queda en segundo lugar el fenómeno de la necesidad de la comunicación entre dos y la consiguiente respuesta queda en suspenso. No niego que la carta sea un texto dialógico por excelencia. Lo que cuestiono es que este diálogo puede ser en primer lugar hacia una misma. El diálogo diferido del que habla Violi es lo que se buscó, lo que se decidió en el quehacer solitario e introspectivo de la escritura epistolar de Rosario Castellanos. Esta ha sido su propia opción:

"¿Cómo te diría que estoy triste? Si se tratara de la "vaga, metafísica y vergonzosa tristeza de existir" no habría problema, pues la tenemos bien codificada y definida. Pero esto es otra cosa. No es propiamente tristeza. Inquietud por haber diferido la realización de un deseo, de una esperanza". (2)

En el caso de la selección de cartas mencionadas, ocurre que dado el tipo de relación establecida y los avatares de la sujeto que enuncia, el carteo implica un viaje introspectivo que devela más a la sujeto que al tipo de relación establecida. La sujeto posterga la relación "cara a cara" de la otra comunicación y elige ésta, la de la escritura. En este mismo sentido quiero mencionar lo que señala Salinas respecto del "equívoco del destinatario". Señala este autor la posibilidad de tres destinatarios distintos: el primero es quien redacta la carta:

"Narciso involuntario (inclinado mientras escribe) sobre una superficie en la que se ve, antes que a otra cosa, a sí mismo". (3)

Esto es lo que ocurre en la escritura de la primera etapa del texto de Rosario. La necesidad de verse a sí misma es aquello que quisiera exponer como propósito último en su producción epistolar. La misma autora señala el compromiso de escribir "siempre" aun cuando no reciba respuesta. Este "contrato" no lo hace desde el otro sino desde y para sí. Tal vez condicionado porque ha sido ella la que "ha partido". En ese doble viaje, por, México primero y Europa después, en/desde ella misma, crea un mapa abierto. Con múltiples entradas y salidas, a veces laberíntico y engañador. Curiosamente el contrato al que se obliga, lo establece la autora vinculado con la seguridad que ella tiene respecto de una relación "real". Es extraño, porque en realidad jamás llega a tener la sensación plena de la relación "real", más bien la sensación del vínculo es fantasmática. La carta es la sombra en la que se proyecta el fantasma del vínculo. Es claro que posterga la relación real. Creo por ello, entonces, que este contrato lo establece para construirse en el viaje que significa su descubrimiento personal:

"Ahora que ya estoy segura de que lo que hay entre nosotros es real y cierto, le escribiré mucho, sin esperar a que lleguen sus respuestas. Si usted quiere haga lo mismo. Me dará una gran alegría". (4)

"No me deje de escribir nunca. Pero aunque no me escriba, indecente, infecto, yo le seguiré escribiendo siempre". (5)

"Yo recuerdo que alguna vez te prometí escribirte siempre aunque no obtuviera tu respuesta. Como era de temerse estoy dispuesta a llevar adelante esta promesa, pero me detiene un poco algo: que recibir mis cartas y saber que mi devoción y mi amor continúan inalterables y crecientes te compliquen la vida y te parezca extemporáneo, estorboso e incómodo[...]" (6)

Sin embargo, lo hace religiosamente y en este deseo de escritura está la gratuidad del encuentro monologado. En alguna carta la escritora señala, además, que siente que esta correspondencia es semejante a un "monólogo". Por ello es que quiero insistir en la idea de que este texto epistolar de Rosario puede ser una totalidad en relación con la actividad escritural, más que en la comunicación interpersonal. En esa totalidad escritural la sujeto se va transformando y autofigurando no sólo para el supuesto destinatario, sino para sí y para los posibles lectores/as. Va tomando conciencia de su proceso identitario, como el Narciso que mencionaba Salinas y que relaciono con el Narcisimo Primario del que habla Lacan y que tiene que ver con el descubrimiento del sujeto, del placer, disfrute y goce que éste logra en esa identificación con la imagen reflejada en el espejo, con la figura creada. El impulso libidinal es satisfecho a través de la escritura:

"yo también había pensado en vistas de que su respuesta no llegaba nunca, continuarle escribiendo, como si mis preguntas no se hubieran formulado, y para que usted no se sintiera ni comprometido, ni forzado por esa asiduidad, dar a mis cartas un tono abstracto". (7)

Kristeva señala que el amor enraizado en el deseo y el placer, reina entre las fronteras del narcisismo y la idealización:

"Su majestad el Yo se proyecta y se glorifica, o bien estalla en pedazos y se destruye, cuando se contempla en otro idealizado: sublime, incomparable, tan digno (¿de mí?) como yo puedo ser indigna de él, y sin embargo, hecho para nuestra unión indestructible." (8)

En este sentido la escritura epistolar amorosa de Castellanos contiene la contradicción vital más desgarradora. El amor que se construye en esta primera etapa, 1951-1952, contiene el esfuerzo inútil de la construcción de una ilusión.

Salinas señala que el segundo destinatario de la carta es el "destinatario intencional único". Esta instancia en la comunicación en el texto estudiado, es lo que yo llamaría "destinatario intencional desfigurado". Son casi inexistentes las huellas que este destinatario deja en la correspondencia. Cuando lo hace es, sólo tangencialmente, a propósito de lo que la sujeto de la enunciación siente, percibe, lee, etcétera. Pienso que este es el efecto que se produce porque Rosario Castellanos tiene como primer propósito el trabajo con la escritura. Sabe perfectamente cuándo ha escrito una carta que no es buena, o entretenida. También exagera al respecto, pero ello parece ser parte de su personalidad, como la misma autora advierte a Guerra,. En segundo lugar, porque el viaje que Castellanos hace y que marca como territorio su propia construcción como sujeto, es lo primordial en el texto. En tercer lugar esta desfiguración del destinatario ocurre por el tipo temático de estas cartas: el vínculo amoroso. Ricardo Guerra no parece ser el amante leal, comprometido y fiel que Rosario anhela, y a veces crea, al que se entrega por completo. Todo lo contrario. La figura que el discurso nos entrega se arma de retazos que Rosario logra (des)componer. El epistolario, en este sentido, muestra una evolución in crescendo de la imagen y de la relación. En la primera carta del epistolario el tema es ella y su modo de percibir a Ricardo Guerra. Establece una comparación que la deja en desmedro frente a él. Ella es "desvalida y torpe" en su afectividad. Reconoce la necesidad de un ideal "novela rosa" para compañero. Este ideal de novela rosa lo asocia con la exclusividad de la entrega. Es decir, la necesidad de la certeza de que la pareja sólo se entregará a ella y a nadie más. Sabe, sin embargo, que Guerra no sólo la va a querer a ella sino a muchas otras. Sin embargo, seguirá el modelo de la novela rosa puesto que se entregará a él prometiéndole fidelidad absoluta, aunque huyendo, aplazando o difiriendo el encuentro deseado. Es decir, de algún modo altera el modelo de la amante paciente y que estará incondicional en el lugar debido. Creo que es necesario señalar en este momento el lugar desde el cual Rosario ama a Guerra en el contexto cultural y por qué no político. Castellanos es una mujer "emancipada" de la década del cincuenta. Se debate, por cierto, entre su independencia y su libertad para crecer como ser humano y encontrarse a sí misma y su decisión de aplazar el vínculo definitivo y sagrado (matrimonio). En esta búsqueda de otra forma de ser libre sabe que arriesga la pérdida y el desamor. La clave en esta relación es la disparidad y asimetría de visiones y conductas respecto del vínculo de pareja. Rosario se interrogará y se desnudará incansablemente en sus cartas, intentando armarse para lograr construir un vínculo más justo, recíproco y en el que medie el reconocimiento del otro. Creo que Guerra nunca logra ver esta lucha que la escritora emprende a costa de sí misma, de su estructura psíquica, de su subjetividad, marcada por la escena de abandono de infancia y por los modelos culturales que el género nos impone a las mujeres. Quedarán al descubierto sus precariedades así como sus grandes fortalezas y sus contradicciones vitales que la hacen una figura espléndida, sobre todo en los instantes en que alcanza la lucidez más radical acerca de sí, aunque eso no baste para su búsqueda de la plenitud afectiva.

En el comienzo ella se retratará en él, le dirá que lee a través de sus ojos. En esa pasión desbordada su propio juicio estético quedará obnuvilado. De este modo la sospecha de la pérdida de su "ausencia", para decirlo con Violi, también la trastorna. La supuesta dependencia de la figura borrosa de Ricardo Guerra le permiten el ensueño más torturador. Sus fantasmas del rechazo y de su inexistencia se despiertan y no los puede controlar. Se imagina que la relación no llegará a concretarse. Se justifica por sus experiencias familiares de infancia y de adolescencia y la vivencia y aprendizaje en la soledad, respecto de las dificultades para la realización plena de pareja. Se culpa, y desde la culpa construye el viaje.

Había mencionado anteriormente, los tres destinatarios a los que Salinas hace mención. Entre éstos se encuentran las/los lectoras/es que hacen su propio recorrido, el viaje propio acompañando a Rosario. Poniatowska en el Prólogo: "Del Querido Niño Guerra" al Cabellitos de Elote" (9), señala que las cartas de Rosario son lectura que seduce no sólo a mujeres sino también a los hombres que les interesa comprender a las mujeres. El vínculo de lectura que articulo como sujeto mujer es, creo, desde un espejo. Intencionadamente, resignifico desde mi lectura aquellas trampas de la construcción de la diferencia genérico-sexual. Cuán internalizados tenemos los patrones culturales que aun cuando resistamos las molestias de género, éstas nos entrampan casi inevitablemente, de aquí cierta agonía en la posibilidad del devenir mujeres otras, distintas, en nuestra relación con los varones. Por otra parte, acojo necesariamente, la discusión armada desde el género acerca de la identidad psíquica que portamos. En la subjetividad construida por Castellanos en su escritura, hay rasgos que le pertenecen en su especificidad actitudinal y cuya sensibilidad se manifiesta a través de las particularidades únicas que ella devela. Entonces, a partir de esta reflexión, mi lectura ocupa el lugar de la escucha en un espacio terapéutico. La necesidad de decir, de contar, de verbalizar lo que aprisiona o atormenta fluye desde la escritora de 25 años de edad. Poniatowska señala que Castellanos no se vuelca en catársis psicoanalítica, sin embargo disiento de ella al comprender en la escritura un lugar buscado para el trabajo con el lenguaje. Allí es donde nace la instancia psicoanalítica. Lacan, señala en "Una carta de almor" (10), que lo único que se hace en el discurso analítico es hablar de amor, y este hablar de amor constituye un goce. Kristeva por su parte señala que al hablar de amor se pone a prueba el lenguaje, su carácter unívoco, el poder referencial de éste y su función comunicativa (11). Mi silencio en la escucha es el de la terapeuta/cómplice que da lugar al decir para que Rosario vuelva sobre su propia elaboración. Y con ella surge mi interpretación. No me cabe duda que cuando estas cartas regresaron a sus manos, las leyó construyendo la distancia también de la escucha, de su propia escucha y si deseó su publicación es porque apreció en este trabajo con el lenguaje, la elaboración formal que subyace en ellas así como el potencial ético y político y lo más probable es que desatara su deseo de que otras/otros tuvieran acceso a ellas.

En este epistolario detecto aquellos núcleos de la subjetividad de la escritora que subyacen en la mayor parte de su obra. Quizás la reelaboración escritural más desgarradora sea ésta, la de las cartas. No logro detectar la censura que sí utilizó en la escritura de sus ensayos. Sin embargo, la estrategia del humor aparece igualmente utilizada en este epistolario, creo con igual intención: cautelar aquellos momentos de mayor fragilidad de su subjetividad. El tratamiento del "yo" es develado en los múltiples matices del inconsciente. Las contradicciones y el desgarro de las precariedades psíquicas y de equilibrio emocional quedan grabadas como a cincel en piedra volcánica, siguiendo sus propias palabras. La experiencia vital del desencuentro amoroso constatamos que constituyó un material riquísimo para distanciar y reelaborar su propia experiencia. No hay mayores incoherencias entre la escritura producida y su vivencia de la experiencia subjetiva, es por ello que existe una intensidad en el tono de su escritura que trabaja a partir de la condensación de sensaciones y percepciones. Creo detectar que se presenta una identidad psíquica particularmente diferenciada. Las huellas de su condición genérico-sexual constituyen el relieve de sus figuras en el modo en que se relatan escenas, imágenes, episodios y en el modo de articular una identidad psíquica particularmente diferenciada. Desde la subjetividad logra armar un tramado escritural que evidencia el desequilibrio y la injusticia de un ordenamiento impuesto por una cultura patriarcal que es necesario desmontar para construir una sociedad diferente. Creo que la articulación entre condicionamientos culturales y la internalización de patrones que dejan su huella en el estructurante psíquico dibujan la construcción textual de esta escritora. Autos, bios y grafé son tejidos en estas cartas sin que ninguno de estos elementos logre un protagonismoúnico. La construcción desde el "yo" consciente e inconsciente con todos los matices imaginables cruza al bios fundamentalmente en las experiencias afectivas y vinculares. La elección de estrategias de escritura, así como la selección del material sígnico de los niveles consciente e inconsciente completan el ejercicio de lo autobiográfico. Pienso, además, que la decisión de publicar estas Cartas revela una intención y un deseo de darles lugar a través de la autoría. Rosario Castellanos se hace reconocer e instala en ese intento el espacio de lo privado desmontando el ejercicio de poder y la valoración que a este espacio se le ha otorgado. Castellanos marca un ubi diferencial. El descubrimiento de ello se ve lúcidamente apropiado en todas las tentativas que realizó y materializó en su quehacer de mujer productora de cultura. Logró una autonomía al crear y develar a los/las lectores/as aquello que fue su máxima motivación y deseo: crear modos más plenos y humanos de ser y de vincularse. Su escritura logra plasmar no sólo la creación estética, sino planteamientos éticos y políticos que hacen que se constituya en una de las figuras que propuso caminos reales de desarrollo, visibilización y protagonismo para las mujeres latinoamericanas.

 

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Notas

 

1. Castellanos, Rosario, Cartas a Ricardo, pp 121. volver

 

 

2. Castellanos, Cartas, p 25. El destacado en mío. volver

 

 

3. Salinas, Pedro, Op. Cit., pp43.  volver

 

 

4. Castellanos, Cartas, pp31. volver

 

 

5. Castellanos, Cartas, pp49 volver

 

 

6. Castellanos Cartas, pp80. volver

 

 

7. Castellanos, Cartas. p108. volver

 

 

8. Kristeva, Julia, Historias de amor, México, Siglo XXI Editores, 1987. P 5-6-. volver

 

 

9. Castellanos, Cartas, pp., 11-23 volver

 

 

10. Lacan, Jacques, El Seminario. Libro 20, Barcelona, Paidós, p.101. volver

 

 

11. Kristeva, Op.cit., p2. volver