Universidad de Chile

LA POESÍA DE LA GENERACIÓN DE LOS 80: VALORACIÓN DE FIN DE SIGLO.

por Andrés Morales.

Universidad de Chile

 

Nada más complejo que realizar una mirada retrospectiva sobre la llamada "generación de los 80". Si bien este estudio podría parecerle demasiado precoz o demasiado cercano, a más de algún miembro de la academia, cuando parte de ese mismo grupo crítico empieza a señalar el nacimiento en estos días de una nueva generación (la de los 90), se entiende la utilidad de un "arqueo" o, mejor, de una criba necesaria para despejar un paisaje atiborrado de problemas, nombres, libros y rotulaciones a veces difíciles de asimilar.

Este trabajo no pretende dar cuenta de todas las particularidades, estilos, tonos o "semitonos" que alcanza esta promoción. El objetivo final es, más que nada, zanjar algunas inexplicables confusiones e intentar, no una jerarquización, sino un mapa mínimo que permita al lector conocer algunos hitos que puedan ir desentrañando las múltiples inflexiones propuestas por este grupo de autores que, de una u otra forma, proyectan una interesante continuidad en la fértil provincia de la poesía chilena.

1. Denominaciones para este grupo y problemas generacionales.

Pocas veces una generación ha tenido tantos nombres, epítetos y calificaciones. Desde distintos ángulos críticos y bajo distintos prismas que la interpretan, este primer problema ha sido calificado, según modelos e ideas diferentes, como un asunto de denominación. Se le ha llamado de muchas formas entre las que destacan: "Generación del 80", "Generación del 87", "Generación N.N.", "Generación de la Dictadura", etc. Esta disparidad de criterios a la hora de nominar una generación lo único que ha logrado es desplazar los parámetros auténticamente literarios por otros que más tienen que ver con la contingencia política de esos días - léase dictadura militar - que con aquellos estrictos que estudien la producción de este interesante grupo de poetas. Si se atiende el esquema ortegiano aplicado eficientemente por Goic, se verá que, para empezar, es necesario hablar de esta generación como la correspondiente a 1987, pues reúne a los nacidos entre los años 1950 y 1964. Un segundo problema que puede ocasionar disgustos, pues muchas antologías y revisiones del período incluyen a autores que no le corresponden (el caso de Juan Luis Martínez, nacido en 1942, podría catalogarse como el más evidente) y atienden a las fechas de publicación de las obras más que a la data de nacimiento (1).

Este asunto puede conducir inmediatamente a dos métodos distintos para apreciar la cohesión y producción de este grupo. El primero tendría relación con las fechas de nacimiento y el segundo con las obras de un período. Si se aplica el segundo criterio es muy posible que tengan que incluirse a autores de muy dispares procedencias (de otras generaciones) y obras de corte menor o fuera de las características de la promoción (2). Si, por el contrario, se utiliza el primer método, será más fácil delimitar el corpus de poetas que es posible identificar entre los del 87.

Otro problema interesante es el concepto mismo de generación. Si se considera al grupo de poetas españoles de 1927 como un paradigma para medir a las generaciones posteriores, se verá que esta promoción dista muchísimo de aquella de García Lorca y Cernuda. Aunque el 27 español posee grandes diferencias de estilo y métodos de escritura (algo similar a lo que acontece con la producción chilena del 87), puede decirse con propiedad que se trató de un grupo poético extraordinariamente cohesionado en términos afectivos y amistosos. En el caso de la promoción chilena aquí estudiada, no ocurre nada parecido. Por el contrario, se puede afirmar que, como fruto de las trágicas circunstancias por las que atravesaba el país desde 1973, un buen número de autores desarrolló sus proyectos escriturales fuera de las fronteras del país o muy aislados de los "centros" (3) tradicionales de producción literaria (casi en un "intra-exilio"). Estos hechos, sumados a una suerte de "huerfanía" en la búsqueda de modelos que guiaran la escritura de los poetas que iniciaban su producción (esencialmente a través de talleres literarios, un fenómeno que marcó profundamente a esta promoción y que señaló un camino alternativo a los espacios tradicionales existentes en Chile antes del golpe militar) los condujeron a distintos nombres fundamentales de generaciones anteriores. Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Eduardo Anguita, Enrique Lihn, Miguel Arteche, Jorge Teillier y unos pocos más fueron los poetas que perfilaron las tendencias de una generación que se veía a sí misma sin un carácter propio ni menos con un programa común que no fuese una resistencia ideológica (desde posiciones muy tímidas hasta algunas extraordinariamente contestatarias) o la asimilación de experiencias personales en el exilio, o bajo las críticas circunstancias del momento histórico (4).

2. Particularidades de esta generación

Desde un principio es necesario entender que, tal como se expresara más arriba, no se trata de un grupo que posea un itinerario estético o unos postulados programáticos que condicionen su desarrollo. Si hoy es posible descubrir en Chile una gran diversidad temática y estilística, esto es, en parte, por el influjo de esta promoción.

Considerando la idea de la diversidad como eje central para interpretar los problemas que presenta esta generación, es menester establecer algunas líneas fundamentales por donde transita una buena parte de la escritura del 87. Hace diez años, el profesor Iván Carrasco presentaba un indispensable ensayo sobre la literatura de este período (5) , en él se establecen cuatro grupos temáticos relevantes que bien pueden orientar al lector sobre las líneas que esta poesía fue adquiriendo progresivamente. Estas categorías son: a. poesía neovanguardista, b. poesía religiosa apocalíptica, c. poesía testimonial de la contingencia y d. poesía etnocultural. Si bien estas tendencias están claramente demarcadas y constituyen un espacio incuestionable dentro de la poesía de la época, no son exclusivas de la promoción del 87, aunque pueden aplicarse con sobrada razón. A las ya mencionadas, pienso que deben agregarse otras líneas importantes que evolucionan en esos mismos años y que se consolidan con propiedad en la actualidad, destacando: a. poesía metapoética, b. poesía urbana y c. poesía de las minorías sexuales.

Siguiendo el esquema propuesto por Carrasco, la poesía neovanguardista avanza en el territorio del experimentalismo y se funda en la reedición de los contenidos de las vanguardias tradicionales orientados por la relectura del gran poeta viñamarino Juan Luis Martínez , autor de libros tan significativos como La nueva novela (1977) y La poesía chilena (1978). En algunos casos, como, por ejemplo, en la poesía de Raúl Zurita, vemos que bajo el formato de una postura rupturista también se encuentran contenidos testimoniales y contingentes (su libro Canto a su amor desaparecido, publicado en 1985 es paradigmático). Junto a Zurita encontramos, como poetas neovanguardistas, a las voces de Gonzalo Muñoz, Rodrigo Lira (quien nace en 1949, pero excepcionalmente puede considerarse dentro de la poesía de esta generación dado que sólo un año lo separa de sus compañeros de promoción y que su obra es difundida justamente en la década de los ochenta), Eduardo Llanos, Tomás Harris, Eugenia Brito, Diego Maquieira, Roberto Merino y Carlos Cociña, entre otros pocos más.

La tendencia de la poesía religiosa apocalíptica se proyecta como una continuadora de temas desarrollados por las grandes voces de la tradición poética chilena. La religiosidad y la crítica a una sociedad que, ya sea ecológicamente o a través de métodos de exterminio planetarios, pone en peligro la supervivencia de la especie humana y del equilibrio del medio ambiente son los temas esenciales de este grupo. José María Memet, Rosabetty Muñoz, Andrés Morales, Mauricio Electorat y Carlos Alberto Trujillo pueden ser considerados como sus principales exponentes.

Dentro de la poesía del testimonio y la contingencia, léase poesía comprometida, ideologizada, contestataria a la dictadura u orientada a una preocupación de corte social, es posible afirmar que se encuentra un grupo de considerables proporciones. Con seguridad, el material correspondiente a esta tendencia no es el que posee un mayor contenido literario, pero resume de forma vívida los tristes años de un momento histórico. El problema de la mayoría de los textos escritos bajo esta óptica es su precoz senectud, esto es, poemas que se circunscriben demasiado a un momento o a una situación en particular y que no logran desdoblarse hacia una postura estética que les asegure una permanencia en el tiempo, existiendo, evidentemente, excepciones notables como los casos de Elvira Hernández (que también puede inscribirse en la corriente neovanguardista), Jorge Montealegre, José María Memet, Mauricio Redolés y partes de la obras de Teresa Calderón y Sergio Parra.

En el caso de la poesía etnocultural, hay que señalar que se trata de un feliz y reciente acontecimiento que no se había expresado en la poesía chilena hasta la generación del 87. Esta tendencia es compartida por autores con orígenes indígenas (que escriben en lengua mapuche y/o en lengua castellana) y otros de ascendencia europea o mestiza. Tanto la tradición vernácula (fundamentalmente oral) como el discurso del conquistador y del cronista hacen su aparición en las páginas de estos libros. El encuentro, el desencuentro, las distintas visiones de mundo y las tradiciones perdidas, recuperadas o mantenidas, son temas que se abordan desde múltiples perspectivas formales. Entre los poetas más importantes se encuentran las voces de Elicura Chihuailaf, Clemente Riedemann y Tomás Harris.

Tal vez la línea más compleja y menos estudiada sea la de la poesía metapoética. Esta clasificación apunta básicamente a una literatura centrada en el propio discurso, en la lengua y en los temas tradicionales de la historia de la poesía. En algún momento pudo ser vista como una tendencia "escapista" que evitaba el compromiso político, pero hoy, con la necesaria perspectiva que otorga un poco de tiempo, es posible afirmar que sentaba las bases de buena parte de la poesía que escribirá la siguiente promoción (llamada "de los noventa") subrayando su condición de aislamiento, su práctica esteticista y su desconfianza con los discursos de la marginalidad, del compromiso e incluso, de la neovanguardia. Esta poesía se conectará con autores contemporáneos (Eliot, Pound, Valèry), clásicos (españoles, anglosajones y franceses) e hispanoamericanos (Paz, Vallejo, Anguita), mostrando un sano desprejuicio con las etiquetas, modas y oficialismos sean estos de uno u otro signo. Entre sus exponentes sobresalen: Mauricio Electorat, Mauricio Barrientos, Gonzalo Contreras, Andrés Morales, Eduardo Correa y Eduardo Llanos.

Si el tema de la ciudad ha sido motivo central en la obra de las generaciones precedentes (la del cincuenta, por ejemplo, y, en concreto, en la poesía de Enrique Lihn, poderosa influencia en este ámbito), en la promoción del 87 también se encontrará una gran número de libros y poemas centrados en ella. De esta forma, es posible hablar de una categoría de poesía urbana donde la ciudad como protagonista, como escenario activo, como eje de encuentros y desencuentros será un tópico elaborado desde ópticas muy diferentes. Los autores que evidencian con mayor claridad esta corriente son Armando Rubio, Rodrigo Lira, Mauricio Redolés y Carlos Decap.

Por último, otra tendencia que ha aparecido en los últimos años (y que habla de una tímida apertura de la sociedad chilena) es la que se ha señalado como poesía de las minorías sexuales. Si la poesía etnocultural -y en especial la mapuche- puede datar su incorporación a la tradición culta en este promoción, lo mismo ocurrirá con las voces que consolidan un discurso feminista (iniciado en los años sesenta y setenta pero bruscamente interrumpido por la oficialidad de la dictadura) y un discurso homosexual. Con respecto a la poesía feminista es interesante señalar que las voces de algunas exponentes de la generación de 1972 (Carmen Berenguer, Heddy Navarro, etc.) son las que verdaderamente inician esta actitud. Las obras de las autoras del 87 abandonarán el tono beligerante de sus predecesoras para enfrentar al sexo opuesto desde una perspectiva que no recrimina sin razón ni intenta suplantar el orden machista por un orden feminista. El temple será entonces el de un igual que comparte las mismas circunstancias vitales, pero que observa desde un ángulo necesariamente distinto. Las obras de Teresa Calderón, Carmen Gloria Berríos, Lila Calderón, Bárbara Délano y Verónica Zondek serán excelentes ejemplos de lo expuesto. Con respecto al discurso homosexual, la actitud de tradicional postergación será superada por otra de desafío. El colectivo "Las Yeguas del Apocalipsis" integrado por Pedro Lemebel, notable narrador, y el poeta Francisco Casas, abrirá espacios para que progresivamente el público sea receptivo a otra mirada y a un mundo que hasta ese momento se hallaba confinado y hasta proscrito. La poesía de Francisco Casas, casi único exponente que declara abiertamente su filiación homosexual, será, quizás, paradigmática.

 

3. Doce años después

Inmerso en una democracia frágil, pero democracia al fin, superada la dictadura militar y en trámite de alcanzar mejoras económicas y sociales, el país ha ido constituyendo lentamente nuevos escenarios culturales. En el ámbito literario, aún no es posible ver una "dominancia" de los modelos o ideas que la generación de 1987 ha intentado proponer. Tal vez, la confusión de los tiempos, la postergación del discurso dialógico o la suplantación que los medios audiovisuales van imponiendo por sobre los literarios, han hecho casi imposible la reflexión indispensable en una promoción que aún se encuentra en pleno proceso de creación y con metas, si no claras, al menos por completar.

Poco o casi nada queda de la poesía del testimonio y de la contingencia. La contingencia ha pasado y el testimonio testimonia, pero nada más. Gran parte de la obra de autores "comprometidos" ha ido desplazándose hacia la denuncia de la marginalidad económica, de las falsedades del modelo del libre mercado o de las paupérrimas condiciones de una juventud conflictuada entre sus necesidades reales, el consumismo virtual y los problemas de la droga, el sida, etc. De la confrontación política se ha pasado a la confrontación económica y social. Otros autores han prescindido absolutamente de sus discursos anteriores y han optado por desentenderse de estos temas para enfrentar asuntos más relacionados con la metapoesía, la estética o la neovanguardia.

De esta última corriente, la neovanguardia, ha quedado, sin duda, una sensación de fracaso. Los textos que antes desconcertaban profundamente ahora son motivo de una interpretación humorística o han envejecido velozmente y de forma mucho más estrepitosa, con honrosas excepciones, que aquellos supervivientes de sus predecesores de los años veinte y treinta. Si tampoco nadie duda de la necesaria frescura que supusieron en algún instante, nadie apuesta hoy por aquellas claves tan herméticamente cerradas. La prueba de estas afirmaciones se encuentra en el progresivo abandono, en los últimos libros de muchos de sus exponentes, de los códigos usados en aquellos días.

Las corrientes más vivas y de las que aún es posible esperar obras importantes son, a mi juicio, las que tienen reciente aparición en la poesía chilena (líneas etnocultural y de minorías sexuales) o aquellas que, abiertamente, pueden ser vinculadas con una tradición reconocible e inagotable (poesía urbana, poesía metapoética y poesía religiosa apocalíptica). El desplazamiento de muchos autores hacia estas tendencias (o su anterior filiación doble en las corrientes arriba reseñadas) puede dar una idea de la vitalidad y el necesario reconocimiento a posturas, caminos y líneas que entroncan con las fuentes del género que, sin duda, puede y debe ser reinterpretado.

Desde la óptica de quien practica la escritura poética y al mismo tiempo reseña los alcances de sus compañeros de generación, pienso que, por fortuna, no todo puede predecirse o, peor, etiquetarse. La experiencia enseña que la sorpresa es un elemento que siempre sobreviene aún en aquellos paisajes que parecen ya delimitados o, incluso, han sido manifiestamente recorridos.

La poesía de la generación del 80, la poesía chilena contemporánea puede dar lecciones a quien pretenda domeñar su cauce.

 

 

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Notas

 

1. Me refiero, sobre todo a antologías de extraordinario valor (pues incluyen una buena selección, poéticas y referencias críticas) como Veinticinco años de poesía chilena (1970-1995) de Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris (publicada por Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1996), que recoge a algunos autores que no deberían situarse en este grupo (Alejandra Basualto, Carmen Berenguer, Javier Campos, Soledad Fariña, Jaime Hales, Juan Luis Martínez, Paz Molina, Sergio Muñoz, Heddy Navarro, Bruno Serrano y Jorge Torres, todos ellos pertenecientes a la generación anterior, la de 1972 (que reúne a los nacidos entre 1935 a 1949). volver

 

 

2. Si la obra de muchos autores que deben excluirse de esta generación es extraordinariamente valiosa (Martínez, Basualto, Fariña, Molina o Torres), existen otros que han "desperfilado" absolutamente el rigor literario indispensable para valorar a las promociones del 72 o del 87. volver

 

 

3. La difícil catalogación de "centro" (si se piensa en un mundo donde, teóricamente, todo tiende a descentralizarse) es aplicable a los lugares donde, históricamente, se ha desarrollado una escritura poética importante. Santiago, Valparaíso, Concepción y Valdivia podrían recibir este dudoso calificativo. volver

 

 

4. Los fenómenos de la censura y la "autocensura" son elementos muy importantes a tener en consideración a la hora de evaluar la literatura de la época. Otro aspecto insoslayable es el de la edición de los libros, asunto que revistió graves problemas en el caso de algunas casas editoras que fueron cerradas o que no se interesaban en la publicación de libros de poesía teniendo estos hechos, como consecuencia, la aparición de muchísimos libros "autoeditados", esto es, ediciones financiadas por el autor o por editoriales menores de corta vida comercial. volver

 

 

5. Carrasco, Iván. Poesía chilena de la última década (1977-1987), en "Revista Chilena de Literatura" N.33. Santiago de Chile, abril de 1989. volver