Universidad de Chile

¡OH, COLIBRÍ! O EL ARTE AMENZADO.

por Marcela Prado Traverso

Universidad de Playa Ancha. Chile

 

"Malestar en nuestra cultura o ¿El fin de la nueva narrativa?", tituló Gonzalo Contreras un artículo publicado en El Mercurio de Santiago el domingo 25 del mes pasado. En él expresaba en términos de crítica cultural su malestar por una suerte de mercadeo virulento que ha ido permeando sin distinción alguna los campos de la producción material y la simbólica, y sumando la producción cultural al ritmo vertiginoso e irreflexivo del consumismo. Hablaba de "una suerte de equívoco flirt entre creación y cultura de masas que ha vuelto esta dinámica cada vez más inofensiva, menos agresiva, más cómplice. El arte -afirma Contreras- no está o no debiera estar destinado al aplauso público".

En el campo de la ficción, "Oh Colibrí", uno de los mejores cuentos aparecidos en La danza ejecutada de Contreras, parece poner en términos poéticos este malestar, en un cuadro altamente simbólico de lo que ocurre a nivel cultural en la coyuntura de este fin de milenio en Chile.

Emparentado de manera imprecisa con la estética del modernismo, el cuento vehicula un descontento por el estado de la cultura y una suerte de nostalgia por la promesa no cumplida. Y no es que esa nostalgia, esa melancolía por un orden perdido, sea, -creo yo- la defensa de una concepción del arte como torre de marfil, sino, por el contrario, el reclamo legítimo de sectores intelectuales y artísticos que quisieran reconocer un lugar para el arte y la cultura en la sociedad chilena de hoy.

Un parentesco con la impasibilidad defensiva del narrador modernista, con la visión nostálgica y crítica de su entorno, parece caracterizar este precioso cuento de Gonzalo Contreras. Se reconocen en él ecos de la sensibilidad modernista de fines del XIX, expresada entonces tanto a través del desencanto liberal como de la reacción ante el pragmatismo de fórmula de la concepción positivista, no obstante su inevitable adscripción a la misma por razones históricas. Hay en él una mirada sensual e impasible, desencantada y crítica, al tiempo que su protagonista, un pájaro, (el más delicado de los pájaros y considerado una joya de la naturaleza en los diccionarios) es claro símbolo de lo frágil, lo inmaterial, lo bello, lo pasajero, como los símbolos canónicos de esa estética: ninfas, nenúfares, cisnes, delicadas aves, objetos exóticos, (nótese que los únicos personajes del cuento caracterizados positivamente son los payasos, quienes aparecen en escena de honda afectividad y conservando delicadamente sus ungüentos en pequeñas cajas chinas).

El cuento, altamente sugerente y connotativo ya sea por la vía metafórica o metonímica, invita al lector a un vuelo interpretativo de su enorme carga simbólica. El espacio del circo es un espacio deshumanizado en el que los actores todos: tragafuegos, bailarinas, malabaristas, estudiantes de teatro, mimos, están empeñados en cazar al colibrí, elemento intruso a ese mundo y que significa la amenaza a ese orden. Casi fotográfico, descriptivo en relación a la forma de su discurso, ofrece un recorte descarnado de la realidad y realiza una caracterización sutil de personajes capaz de captar sus fibras sicológicas más invisibles.

Transiciones históricas, sociales y culturales como las vividas a fines del XIX, que intentaban resolver el complejo escenario social en el que la oligarquía y la plutocracia defendían sus privilegios; y ,condiciones históricas desestabilizadoras del mapa social que permitieron la formación incipiente de un sector medio, pueden ponerse en relación con los procesos transicionales iniciados a comienzos de los sesenta del presente siglo, interrumpidos por la intervención militar y muy lentamente reiniciados en la bisagra 1980-1990 por la instalación de un modelo económico y de cultura que parece seguir descontroladamente su ritmo y lógica ciegos.

Quiero ordenar la lectura en tres apartados:

I.-La maravilla del cuento: los efectos de su escritura
II.-La recuperación del ejercicio crítico
III.-Una acuarela poética del Chile actual

 

I.- La maravilla del cuento. Los efectos de su escritura.

Cuando un texto deshace las ilusorias dicotomías de fondo y forma, cuando logra el equilibrio como un todo, produce un verdadero placer a quien lo lee, le regala gratuitamente una experiencia estética. A la escena única del vuelo del colibrí por los espacios enmarañados del circo, la articula escrituralmente un único párrafo que va tendiendo igualmente al lector una enmarañada red sintáctica, que lo ahoga y lo obliga a respirar sin permiso o con un permiso muy restringido de puntuación hasta llegar exhausto al término de este primer y gran párrafo en el que el colibrí arranca raudo de la cacería de la que es objeto y atraviesa con riesgo y éxito los pasillos artificiosos de un circo. El párrafo siguiente y más breve, narra el fin de la cacería y la muerte de la pequeña ave. Su escritura es también definitiva y descarnada y apunta como un dardo al lector espectador.

La maravilla de un cuento que no cae en el exceso temático y tampoco en la artificiosidad de la palabra, situándose en el punto exacto de idea y escritura poética. Magistral tratamiento poético de un tema como la cultura de masas, los macro eventos y la pérdida de la sensibilidad crítica, objeto de interés de las ciencias sociales y las humanidades.

Así como el espacio del circo es una red de obstáculos para el vuelo del colibrí, el cuento como espacio sintáctico reproduce para el lector ese efecto de tejido textual con la proliferación creciente de complementos del nombre, oraciones subordinadas de todo tipo, que van horadando el texto y abriéndolo como en efecto de caja china.

La necesaria distinción entre sujeto gramatical y agente semántico, necesaria de hacer desde la primera línea del cuento, ayuda a reconocer la imbricada constitución de su escritura, y, lo más importante, su funcionalidad, para la historia misma. En ella, el agente semántico, el colibrí, o sea, quien cuenta para el sentido de la historia, va quedando atrapado en una creciente red de sujetos gramaticales que provocan sensación de vértigo al lector y lo hacen perder la dirección y olvidar el sentido profundo de la historia.

El cuento en tanto construye un mundo más para ser visto y oído que leído, retoma ese rasgo sinestésico que quiere -como el modernismo lo quiso- recuperar para el arte una aprehensión íntegra, indivisiblemente material y espiritual del mundo. Este registro sinestésico nos convierte también más en espectadores que en lectores, de suerte que estamos frente más que a un libro a un espectáculo de claras referencias culturales en el que o tenemos un lugar anónimo en medio de la masa eufórica y dominada por los efectos espectaculares de un circo -con toda su carga connotativa- o nos internamos arriesgándonos en el espacio de la carpa para mirar muy de cerca la cacería del colibrí -también con toda su carga connotativa- para mirar a los agentes de esta cacería y a los espectadores del gran show.

Qué mejor prueba de la indivisiblidad de fondo y forma que lograr en el lector el efecto al que también se ve expuesto el protagonista, sin que por ello quiera situar al lector en un allá, afuera, formal, sino precisamente involucrarlo en su calidad funcional de decodificador, en este caso, asediado, confundido, mareado por una escritura de vértigo. El colibrí, abriéndose paso entre los velos, cuerdas y redes del circo; el lector, abriéndose paso entre un tejido sintáctico enmarañado por oraciones subordinadas, adverbiales, adjetivas, que como en efecto de caja china, van llenándose en un proceso de autoreferencia embriagadora.

La escritura sigue el zigzagueo del vuelo en una enumeración agotadora del pronombre relativo "que", que suma y repite elementos de similar función sintáctica, emborrachando al lector, como lo haría la observación detenida del aleteo del colibrí. Historia y escritura se construyen mutuamente. Esa es la maravilla del cuento.

 

II.- Recuperando el ejercicio crítico.

El panorama de la crítica literaria de las últimas décadas y de su relación con el acontecer nacional en Chile ofrecido por Bernardo Subercaseaux en alguno de sus ensayos, nos permite darnos cuenta que comienza lentamente -y ya a casi diez años de la transición nacional- a recuperarse el ejercicio crítico cultural. La restricción crítica que alcanzó incluso los niveles de la crítica académica manifestándose en una suerte de restricción temática, comienza a dar signos de apertura -aunque muy esporádicos- a fines de los 80.

Me parece que hay una variedad de actividades culturales que nos permiten afirmar esto: la realización del Congreso Internacional de Literatura "femenina" latinoamericana el año 1987 del que resulta el texto Escribir en los bordes; el encuentro sobre "Nueva Narrativa" en el Centro Cultural de España el año 1997, más allá de las polémicas que ha suscitado el término hasta hoy; la aparición de algunos textos de estudio (Cánovas), panoramas (Promis), monografías, estudios críticos, (Richard), (Lértora), (Brito); de tendencias heterogéneas, de temas y ópticas varios y; por último, una revisión a los índices de las revistas académicas y a las ponencias de los Congresos y Seminarios de Literatura y Crítica cultural realizados últimamente. Este Congreso puede servirnos también de ejemplo de esa diversidad temática y de tendencias antes señalada.

Me atrevería a afirmar que el ejercicio crítico retoma su función mediadora y su carácter estético y creativo, operando en el texto modelos híbridos de análisis, resultantes de la tendencia a la hibridación que afecta también a la producción ficcional.

Quiero hacer hoy un ejercicio libre de crítica literaria, quiero situarme en el rincón más subjetivo y probablemente contaminado teóricamente. Me sirve el análisis estructural cuando necesito el encierro en el texto para ver su configuración como estructura lingüística, reconstituirlo como un todo de partes interdependientes; me sirve el análisis sociocrítico cuando quiero subirle la antena y ponerlo en sintonía con su radio cultural mayor, reconocer el diálogo que el texto establece con su contexto; me sirve el análisis histórico-biográfico más tradicional, cuando quiero reconocer el modo peculiar en que Contreras se inserta en la historia, su lugar social, la dinámica o rígida relación individuo/sociedad; me sirve la hermenéutica cuando quiero trenzar códigos culturales y lecturas individuales.

Voy a articular el análisis a partir de tres componentes básicos del texto narrativo: el espacio, el acontecer, los personajes:

EL ESPACIO

El circo, espacio físicamente enmarañado, obstruido, cruzado por cables, cortinas, velos, redes, aparece como adecuado para una historia que quiere construirse arquetípicamente en una travesía por la vida y hacia la libertad, travesía naturalmente llena de riesgos, pruebas, encantos y desencantos.

El circo es caracterizado no como el lugar del espectáculo, de la alegría, de la risa, sino como el lugar de la simulación y el doblez, del enmascaramiento, de la apariencia, de la mentira. Estructurado en un adentro y un afuera en completa desarmonía, sólo conocemos el circo por dentro, tras bambalinas. El conocimiento de ese adentro es para los espectadores la negación de ellos mismos, en cuanto los lleva a la desilusión, al desencanto, al desenmascaramiento de un espectáculo para el que han sido concebidos como sujetos de goce.

Simbólica y universalmente el circo es el lugar de la simulación inocente y el efecto mágico, de la suspensión de la incredulidad y la risa espontánea. Contreras nos lo desplaza a un lugar ético connotado por la falsedad y la mentira. Cada uno de los espacios tiene referencias a espacios reales, así como el circo mismo alude también a un estado de la cultura actual, espectacular, de entretención, de conducción de masas, de macroeventos, de consumo, de un adentro y un afuera en completa descoordinación.

EL ACONTECER

Así, reconocido el periplo del Colibrí, protagonista de la historia, no nos queda más que acompañarlo por su viaje simbólico, pues así lo ha querido el autor. A nosotros, los lectores, no nos ha dejado ser los espectadores que están allá, afuera, esperando el espectáculo, allá afuera, leyendo el libro, sino que nos ha hecho lectores-espectadores-testigos que como con cámara en mano y en óptica microscópica y preciosista vamos siguiendo cada detalle de ese vuelo de precaria supervivencia y de sospechado final.

El trayecto es más o menos el siguiente: El colibrí irrumpe en el mundo del circo desestabilizando su orden. Cuando su ala roza por accidente el alto de platillos giradores con los que Julius, el malabarista, se lucía, comienza el irreversible proceso de desestabilización de ese mundo circense, caracterizado por el narrador, como falso, engañoso e inhumano.

Ni los tragafuegos, ni las bailarinas, ni los mimos, tratan de destruirlo -aunque estos últimos quieren darle caza con las manos. Son los estudiantes de teatro los más crueles persecutores del ave, organizados en brigadas y "blandiendo lanzas" de madera, no cesan en su intento de darle muerte. La visita de cada espacio por parte del colibrí significa la apertura del mismo, el desenmascaramiento, la exposición de una verdad oculta, de suerte que la presencia del ave significa también la restitución de un orden, el compromiso con una verdad ocultada.

En el enorme y agotador primer párrafo del cuento, el que ocupa casi la totalidad del mismo, se narra el vuelo raudo y escapatorio del ave por los precarios pasillos del circo, terminando con la figura del colibrí frente al público, quieto en el aire y llenando con la vibración rumorosa de su aleteo, el silencio pesado de la audiencia espectadora. En el segundo, se le da muerte al colibrí, y el cese de su aleteo coincide con el silencio total y el fervoroso aplauso posterior del público con el que el Director cierra el espectáculo y el autor pone fin a su cuento. Por esa potencialidad connotativa y alusiva del cuento, se abre para el lector una invitación maravillosa a llenar los símbolos y las referencias culturales con los que se articula.

LOS PERSONAJES

El colibrí es el primer personaje que entra en escena. Es un elemento altamente simbólico. Su presencia abre un campo connotativo precioso. En el ambiente de apariencias del circo, en la atmósfera simulada de ese mundo, el colibrí viene a romper ese doblez y a restaurar la verdad. En una concepción algo romántica -también recuperada en parte por el modernismo finisecular- el colibrí podría simbolizar al poeta, al escritor, perseguido, acosado por el pragmatismo del medio. Así, Contreras, en este fin de siglo pareciera recoger ecos de los reclamos de los poetas modernistas de la transición siglo XIX-XX.

Con la entrada del colibrí y su función desmanteladora y develadora, el espacio del circo queda expuesto al desnudo y el ambiente carnavalesco muestra su cara real.

Las bailarinas. A estas no las vemos nunca siendo las hermosas sílfides que se descuelgan en movimientos elegantes y se dejan tomar en los fuertes brazos de los trapecistas, provocando en el público una imagen idealizada de la pareja humana, construida en las dicotomías de lo masculino y lo femenino; lo fuerte y lo débil; lo grueso y lo delgado; sino que las conocemos al entrar al espacio del adentro, donde se transforman en unos seres libidinosos y promiscuos.

Los estudiantes de teatro. El autor nos los ha querido presentar como los seres más despreciables del mundo del circo. Supuestamente involucrados de manera más conciente y apasionada en el mundo del arte, representan, más bien, el asedio destructor, son los más feroces e incansables cazadores del colibrí, los que no descansan hasta lograr el fin. Nada de reflexivos, por el contrario, vehementes, impulsivos, despersonalizados, masivos en su actuar, se mueven en un compacto grupo, "divididos en brigadas de a tres" -nos dice el texto- que los invisibiliza como individuos.

Los malabaristas, lejos de la magia, el equilibrio y la concentración que los define como signos de la coordinación, el riesgo y la seguridad, son seres temerosos y amenazados por el director del circo.

Marcial y Maribella, son los jinetes de Mancerno, el pony muerto. Los mueve el sentimiento de venganza hacia el colibrí por la tragedia ocurrida.

El Director del circo es un empresario al que sólo le interesa el cumplimiento del espectáculo, no importando el precio. Julius, el malabarista, sufre uno de sus ataques de epilepsia inoportunamente en medio de la función. El Director ordena que lo saquen y lo lleven a lugar apartado donde muere. A Mancerno, el pony, herido de muerte por una de las flechas que los estudiantes han dirigido al esquivo colibrí, lo deja morir sin más. De suerte que estamos en medio de una atmósfera sórdida y hostil, desprovista de todo signo de humanidad.

El público es una masa compacta que obedece efectos dirigidos. A punto de rechazar el espectáculo y abandonar la carpa por la pobreza de entretención y la dilación de los números, regresa a su lugar para dar una furiosa ovación y ponerse de pie para celebrar la curiosa muerte del colibrí.

El fakir es un fakir herido, es decir, luego de cada número debe curar sus heridas. Elemento que reafirma el carácter falso del mundo circense, y el revés trágico de las figuras que en él habitan.

Los payasos, son los personajes con quienes se identifica el narrador. De hecho el colibrí, -que es su especie de cámara- se detiene por única vez para observar lo que los payasos hacen. Estos contrariamente, son seres tristes, están por allí en un cuarto pintándose los rostros en un gesto de desolación como si en ese tocarse radicara su última expresión de afectividad. El autor los ha construido con rasgos homosexuales y los ha distinguido de los otros personajes por su humanidad sobreviviente. Si hay un lenguaje que capta el colibrí es el de los payasos, no el humano sino el gestual que lo hace suponer una situación de hondo dramatismo entre ambos. El sollozo de unos de los payasos confirma lo anterior.

 

III. Una acuarela poética del Chile actual.

Había titulado este apartado primeramente "Una radiografía poética del Chile actual", pero en verdad lo que hay es más bien una acuarela del Chile actual. La radiografía sería más bien pretensión del naturalismo; la acuarela,en cambio, más desdibujada y en tonalidades medias, más propia del modernismo y de su sincretismo estético, tono más cercano al texto de Contreras. Darío, en sus cuentos "En busca de cuadros", "Acuarela", "Paisaje", "Aguafuerte", "naturaleza muerta", "Al carbón", liga tácitamente las prácticas pictóricas con las literarias, los lenguajes de la literatura con la pintura y parece reconocer en el arte una capacidad evocadora de olores, sabores, colores, texturas, etc.

El espacio del circo es un espacio para ver, para oír, es un espacio de colores, movimientos, sonidos. Escogido como espacio ficcional para un texto de estructura narrativa, se articula sin embargo en torno a imágenes y, en este sentido, acerca el texto al ámbito lírico. El vuelo, el recorrido del colibrí, que podría ser el elemento temporal que organiza la acción, que dibuja el trayecto narrativo, tampoco tiene este carácter, puesto que se constituye en una especie de paseo por una galería de personajes, en la observación de cuadros o de escenas estáticas, lo que que reafirma el carácter pictórico del cuento. Separados por cortinas van apareciendo los artificiosos cubículos en el que viven estos personajes caracterizados, en términos generales, por el narrador como individuos solitarios, aislados, descomprometidos, ensimismados.

Si ponemos en diálogo el artículo de Contreras publicado recientemente y este cuento, podríamos proponer para el nivel metafórico, un estado de la cultura chilena actual, un pragmatismo resultante de algún modo del vertiginoso ritmo que los cambios tecnológicos han provocado en la cultura. El paseo intruso del colibrí es precisamente la actividad desetabilizadora de un mundo en el que todos los agentes han entrado en una complicidad tácita, cual es, la aceptación de un orden por el temor a ser expulsados de él. Las víctimas fatales son Julius, el hombre desvalido y enfermizo y los animales, (Mancerno y el colibrí) es decir, los elementos marginados de esa complicidad.

El colibrí y su travesía podrían leerse como metáforas del intelectual disidente y del ejercicio crítico sin censura, agente y actividad no queridos en la cultura autocomplaciente y masiva del Chile de hoy.

 

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