Universidad de Chile

 

NOSOTROS, ¿CALIBANES?

Por Lic. Silvia Bittar
Univ. Nac. de la Patagonia S.J.B.

Segunda Parte
Este mito, el de Calibán, que aparece en La tempestad, de Shakespeare, y que muchos escritores y filósofos latinoamericanos han desarrollado desde diferentes enfoques para explicar - si esto es posible - la realidad latinoamericana, también implica un soporte interesante para interrogar esta parte del planeta: la suridad del sur del sur.

Calibán - símbolo de Latinoamérica - puede extrapolarse y ser también el de Patagonia. "¿Qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura sino la historia, sino la cultura de Calibán?", se pregunta Fernández Retamar. Del mismo modo podemos interrogarnos los patagónicos.

Calibán encarna a la región con sus matices de "barbarie", de marginación, de fronteridad... Próspero, el conquistador, será el hombre europeo, el criollo, el gobernante, el extranjero, o sea, la encarnación del poder que quiere inmovilizar a Calibán para que no descubra ni quién es ni qué es lo que quiere. Prósperos serían, entonces, aquellos que no son NYC. Aquellos que vieron - y siguen viendo - a la Patagonia como una franja del planeta que puede ofrecer "únicamente " riquezas (partimos de un concepto eminentemente extractivo), aunque alertados por una situación de final de milenio que se entremezcla con el final de esa misma capacidad extractiva. Ayer fue el petróleo, hoy es la pesca, todo apunta, sin embargo, al afianzamiento - desde una posición externa - de la idea de desertificación. Mientras, también los nyc funcionan como Arieles, deslumbrados a veces por las situaciones discursivas que apuntan al convencimiento de que son la reserva del mundo. Palabra equívoca, si la hay, porque estar en la reserva implica, indudablemente, pensar en un estar en la subalternidad.

No obstante, Calibán es necesario porque de él depende el esfuerzo que ningún otro quiere realizar; el premio es el legado de los valores espirituales que el amo le ha cedido. Su lengua es la lengua del esclavista, aunque esto no revestiría importancia si no fuera porque Calibán descubre que puede maldecir al señor y, de este modo, romper las ataduras que lo sometían. Como dice Roig, " de ser un medio de carácter instrumental, se ha reconocido a sí mismo como un fin".

Este es el principio del fin en la relación opresor-oprimido. Patagonia -Calibán fue exprimida en sus recursos minerales. A cambio, no recibió más que distanciamiento y postergación. Como otras tantas regiones del país, sólo ha sido tenida en cuenta mientras se la pudiera explotar.

Calibán pareciera por momentos recuperar su condición de ser, pero necesitará descubrir su "imago", la idea o representación que se iba constituyendo con la suma de las progresivas representaciones, que a través del tiempo, diversas voces, de distinta procedencia, se han ido fijando. Esta imago se conforma con la interrelación de factores físicos, antropológicos, míticos, sociológicos, históricos, políticos, económicos, filosóficos, artísticos... Coincidimos con Livingston y Harrison en el sentido de que "una epistemología comprensiva para la geografía debe incorporar cierto entendimiento de sus apoyos metafóricos y mitológicos subyacentes." (p. 67) (1)

Explicar el mito de Calibán tiene sus riesgos. Si el pago que él obtiene por su sometimiento consiste no sólo en los alimentos que recibe para su subsistencia, sino "en la recepción de valores "esenciales" que integran la vida del espíritu, supremos para el amo" (2), nos enfrentamos con todo un tema. Se conjugan en la región posiciones distantes y distintas en cuanto a la concepción de los valores: si nos atenemos a algunos de sus relatos que sustentan "la historia", debemos afrontar uno de esos bienes a partir de la colonización galesa en el Valle Inferior del río Chubut, donde se dio uno de los pocos encuentros de culturas no traumático en una parte de esta América Latina: indígenas y galeses armaron la historia a partir de la cooperación, de la solidaridad, de la ocupación del territorio por la voluntad de defensa de los valores de una cultura ( la galesa) que respetó la otra, la indígena. Acá, el "señor" aprendió a sobrevivir gracias a las enseñanzas "del otro". Duró poco. Si estos hechos nos hablan del año 1865, no podemos dejar de contrastarlos con lo que sobrevendría 15 años después con la famosa Campaña del Desierto, nombre éste que marca el envío de Próspero (un gobierno argentino que "lo pone en campaña") para realizar en el desierto un genocidio más, una ocupación que no alentará a la defensa de los valores de una cultura, sino que atenderá - específicamente -a la "desocupación" de una tierra que tampoco querrá ser ocupada por el mismo que la conquistó (3).

Recién ahora, en los últimos años, la voz del Calibán araucano (no tanto la del tehuelche) se está escuchando con mayor fuerza y, algo extraño sucede: está empezando a intentar equipararse a voz del amo. Y algo extraño sucedió también con la lengua del País de Gales en la Patagonia: su voz permaneció anclada en los valores que defendían de la dominación de sus amos (ellos también fueron Calibanes ) y hoy están ayudando a aquel dominador a recuperar lo perdido. El habla, en ambos casos, se perfila como el habla de la libertad (aunque no de la liberación).

"Calibán se reconoce como un fin, aún cuando el propio amo se niegue a efectuar, por su parte, ese reconocimiento.", dice Roig. La Patagonia Trágica, desarrollada y develada en sus misterios y realidades, entre otros, por Osvaldo Bayer, muestra a Calibán haciendo tambalear las propias estructuras del gobierno nacional. Porción pequeña, tal vez anárquica, que pudo fusionar los discursos de los otros - el de "los reciénvenidos (4) con los de los pocos sobrevivientes de las campañas al desierto para presionar sobre "el legado" (5) del que venían huyendo, pero cuyos efectos también estaban en el sur.

Asimismo, Arieles devenidos en gobernantes, cuyos discursos no hicieron más que acentuar las imágenes contradictorias de esta tierra - bendita o maldita según desde dónde se la mire o se hable - hoy la Patagonia se encuentra sometida a los vaivenes de la posmodernidad, tensionada entre categorías que le sigue marcando "el otro" en su positividad como territorio inconmensurable, puro, misteriosos, rico, y en su negatividad, como territorio demasiado remoto, demasiado extraño, receptor de miserias (¿ajenas?)

Mientras, otros Arieles devenidos en escritores, poetas y narradores intentan crear el soporte cultural de esta región, apelando - algunos de ellos - a las mismas contradicciones de la cultura "centrista"; otros, apuestan a un "tradicionalismo" que pone en alerta sobre la deshistorización "en cuanto que por su naturaleza ideológica", como dice A. Roig:

"(...) lo que hace el tradicionalista no es tanto negarse a sí mismo como agente de la historia, sino negar historicidad a los otros, lo que sólo es posible dentro de los marcos de lo discursivo mediante la afirmación de una total separación del "legado" (p. 47)

PROSPEROS O ARIELES... ¿A MODO DE CONCLUSION?
Queda claro que, Arieles o Prósperos, es muy difícil representarse a uno mismo en un espacio social donde casi obligadamente se ve por medio de los ojos del dominador, de la cultura que domina. Como dice Eduardo Mendieta:

"El asunto de la subalternidad, de la dominación, de la subyugación y control no es solamente una cuestión de alteridad, (...) sino también de desentrañar la capacidad de futuridad del otro y no permitir la posibilidad de que los que son excluidos y marginalizados se representen a sí mismos en sus propios términos... El reto es decir quiénes somos, dónde nos situamos, qué podemos ganar o perder a partir de nuestra localidad en el espacio social. La pregunta es desde dónde lo vemos." (p. 527)

Otros, con cierta fortuna, han comprendido que es necesario acelerar la imaginación para profundizar la realidad. Imaginación entendida - según Gastón Bachelard - como una potencia mayor de la naturaleza humana, un espacio captado por la imaginación porque "no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido. no en su positividad sino con todas las parcialidades de la imaginación." (6)

Hoy es difícil hablar de rupturas sin caer en la atomización de la protesta. Por eso hablamos de un mirar hacia y desde los cuatro puntos cardinales en un justo equilibrio donde no se privilegie alguno de los dedos del avestruz. Nuestra identidad se ha venido recomponiendo desde el sacrificio y desde los errores emanados de su propia urgencia por ser. Pasos como en un juego de ajedrez que se han ido moviendo. Porque, acuciada por una carga profética, la Patagonia no puede desligarse todavía de su condición espejeante, empañada frecuentemente por obstáculos que la ponen a prueba. Abrumada por culpas propias y ajenas, la región vive destruyendo y construyendo, estableciendo ,a veces, coordenadas originales en su cuaderno de bitácora: contempla entusiasmada la Cruz del Sur, a la que incorpora lentamente el relato recuperado del aborigen que nada o mucho tiene que ver con lo astronómico, pero que sí la leyó como la pata del avestruz, y mira preocupada el punto norte de esa pata, porque sus relatos transitan entre la esperanza y la desesperanza, amenazados por las crisis anunciadas.

En momentos en que se habla de la muerte de las utopías y la Patagonia es considerada como "valor de cambio", necesitamos reconocernos en la unidad que posibilite comprender la diversidad. La Patagonia, la de las pequeñas e ignoradas batallas, sigue siendo - como toda Hispanoamérica - otra sala de representación que, a través de distintas instancias dramáticas, está buscando el rescate definitivo. ¿Seremos el lugar destinado a limpiar los márgenes?

No pensemos solamente en los desechos nucleares, que a esta altura de los tiempos, parece una postura negativa un tanto nostálgica, sino que hablamos de los desechos de los mismos relatos, que - como los virus de una computadora - parecieran estar buscando un lugar en la papelera de reciclaje para quedar, latentes y en acecho, a la espera de que los estudios poscoloniales decidan por nosotros. Si llega a ser así, estos relatos - imbuidos de su estatuto canónico,- seguramente serán modalizados desde su nueva posicionalidad, que no será otra que insista en ubicar a la Patagonia en el sur mítico pero bárbaro; anecdótico pero no real; fronterizo, pero sin identificación. ¿Cómo competirán las diversas memorias públicas con la gran memoria del poder que, desde la postura subalterna, decide qué se recuerda y qué se olvida? La cruz del sur, la pata del avestruz, tiene un pie de mentira y uno de verdad. El de la mentira, ve con un solo ojo. El de la verdad, observa como síntesis de muchas verdades. Pero toda construcción supone un lugar desde dónde se habla y otro desde dónde se lee. Y justamente, Patagonia funciona como metonimia del continente, en cuanto se la lee como experiencia histórica de agendas localizadas fuera de sus límites. Y las múltiples culturas se están subsumiendo en "una cultura", en "un discurso" global, donde las pertenencias son difusas. Y entonces, las culturas de la Patagonia, que no han tenido tiempo suficiente como para pensarse a sí mismas, pasarán a formar parte de un todo sin ser nada más que aquello que alguna vez alguien definió como "tierra maldita", pero que muy pocos han analizado como para saber que, en realidad, Darwin no dijo lo que dijo.

Si estamos ante una "reubicación" de la autoridad, en esta instancia global que refuerza los "re" desde una postura de poder absoluto (¿absolutista?), deberá pensarse en una posible resistencia que tiene que ver con nuestro pensamiento, nuestras pequeñas historias, nuestros relatos, nuestra "visión", como decía Martí, elaborar el "rostro y la filosofía de América Latina", como señala Roig, donde se integren todas las patas que no sean de la mentira, frente a ese nuevo marco teórico que intenta dar cuenta de una realidad que es invisible para los latinoamericanos.

Si me dicen que no importa el lugar, sí que importa. Si me dicen que mis relatos ya no sirven, sí que sirven. Porque el recorte o la lectura autocentrada que se nos está proponiendo ni siquiera está al tanto de la operación ideológica que realiza. Las formaciones regionales (hoy lo regional parece mala palabra) integran las formaciones nacionales; no al estilo siglo XIX, es cierto. Pero sí a lo que se intuye como posibilidad latinoamericana de confrontación con el discurso globalizador, que insiste en la homogeneización cuando la propia memoria, el propio conocimiento, indican que nuestra heterogeneidad es más real de lo que suponíamos y de lo que los otros suponían. Y que si atendemos al otro lugar desde dónde se habla y desde dónde se lee, el nuestro, el concepto homogeneizador de los otros deberá re-conocer el propio fracaso de su propuesta de crisol de razas, obligándose a hacer, desde su lugar, una re-lectura de su circunstancia. ¿Lo harán? ¿Lo haremos?

Pareciera que hoy se agudizara el problema de los posicionamientos, tanto en el ámbito geopolítico como en el del propio cansancio del milenio, Hoy, en Patagonia, los campos de la meseta han sido - en su mayoría - abandonados por los colonos. Las mejores tierras cordilleranas fueron compradas por firmas y estrellas multinacionales (Turner, Benetton, Yabrán...) que pagan pequeños impuestos para convertirse en dueños, a veces, hasta del patrimonio turístico. Seguramente, fueron atraídos por el eslogan: "Argentina, give in to temptation" con el que la Dirección de Cultura de la Nación promociona nuestro país en EE.UU.

De los espejitos de Colón a una Patagonia fashion que se muestra ahora hasta en los desfiles de moda.

Mientras, otros lugares dentro de nuestro propio país, que tradicionalmente la marginaban, hoy se le incorporan a través de diferentes redes "inter"... ¿Integración, al fin, o nueva colonización?

La mesa de debates sigue vacía.

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NOTAS

1.- Como aclara Virgilio Zampini en Chubut, breve historia de una provincia argentina. (1975), "la literatura de caballería, en boga en España, contaba entre sus personajes a una tribu de cazadores flecheros, designada como "patagones" quienes vestían la piel de los animales que cazaban. Más aún, el héroe Primaleón, protagonista de uno de los relatos, debe emprender la aventura de apresar a un monstruo llamado Patagón" (p. 10) De ahí que una Europa, imbuida de un espíritu de aventura y pensándose casi dueña del universo, haya trasladado su propia ficción a la historia para convertirse, heroicamente, en luchadora contra "el monstruo americano". La fantasía, indudablemente, llegó a obnubilar lo humano. Y de monstruo a caníbal hay un pequeño trecho que se hizo profundo cuando ancló, como imagen, en la Patagonia. El canibalismo atribuido a los indios sureños también forma parte del malentendido de la historia. Hoy hablaríamos de errores en el circuito de la comunicación o de problemáticas de la traducción. Como dice Lucas Bridges en El último confín de la tierra (1952) los indios, condenados a asentir como gesto vital, como signo de supervivencia, "siguieron inventando porque los colonizadores eran receptores ávidos de historias exóticas ( 26) que luego transferirían a palacios, cortes y narraciones. (en "El imaginario patagónico en la literatura hispanoamericana", trabajo de investigación realizado por las profesoras Estela Saint André, Viviana Polli, Silvia Bittar y otros, en prensa. volver

 

2.- Furlani de Civit, M.E y Gutiérrez de Manchón, M.J. "La Región". En Boletín de GAEA, Sociedad Argentina de Estudios Geográficos, separata sin dato editorial. volver

 

3.- Está registrado en los escritos que propiciaban la colonización galesa en el Chubut el desconcierto del gobierno argentino que no sabía qué hacer con la Patagonia. Y si bien la colonización galesa pareció ser la solución, no puede descartarse la idea de que si se hubiera desarrollado como estaba prevista, hoy estaríamos planteando problemas de soberanía. Ello no sucedió por problemas derivados del incumplimiento del gobierno argentino respecto de las promesas de ayuda a los colonos más que por los recaudos que pudo haber tomado el mismo gobierno para evitar perder una porción de su propio territorio. volver

 

4.- Se alude al cuentario del escritor patagónico Asencio Abeijón (Bs. As. Galerna, 1977) volver

 

5.- Bachelard, Gastón. La poética del espacio. Buenos Aires, F.C.E. N° 1990; pp.26/28 volver

 

6.- Aludimos al desfile de moda organizado por Benetton en Comodoro Rivadavia, con modelos nacionales e internacionales. Realizado, según el discurso de los organizadores, "para devolverle a la Patagonia todo lo que ésta había dado... (?) volver