PRESENTACIÓN DEL LIBRO POETAS DEL GRUPO QUERCIPINION, POR JAVIER BELLO.

 

QUERCIPINIÓN

Un cuarto repleto de niños que cantan con la voz de los delfines del exterminio; un coro vivo de árboles asesinados; la cesta de escarabajos robados por la mano profana a los dioses del archipiélago; una sala repleta de desnudos que decapita la guadaña de la belleza; un frasco con el abandono de los padres intraducibles; la rosa de alambre de los vientos que precede a la pureza de la violencia; un bosque extranjero de infantes que se aman con labios venenosos comestibles; dedos que florecen en la caja donde los cuerpos fueron enterrados por el lodazal del odio y escarban la postal que pasea por la selva de la mano de la nieve; los hijos que cubren sus pieles con color y llenan de especia de pez canoas delgadas para desaparecer en el fuego.

Señoras y señores, Quercipinión se encuentra aquí esta noche con el fin de agitar un poco las aspas de la poesía, para que los asistentes no se ahoguen con el mal olor de boca de nuestros dormideros y elijan respirar el aire de una manada de animales libres que bufan cerca de las ventanas, abrir los ojos ante un puñado de luciérnagas con la notoria novedad de los encandilados, cortar con tijeras definitivas el telón marchito en el teatro de las letras.

Quercipinión ha venido aquí esta noche para hablar en clave y cantar en coma, hacer ejercicios respiratorios contra la autoridad de la lluvia y llevar a cabo alguna de las intervenciones con las que desde hace unos años viene contraviniendo -a través de la transgresión del arte y de los géneros- el aburrimiento antropológico de la academia que no ha podido diluir el Sur verdadero al que Quercipinión representa, mito y razón que queremos infinita, visión que una y otra vez se va poblando de nuevas percepciones que se multiplican como lámparas en un recinto oscuro al que ya han alumbrado algunos de los más eminentes poetas de nuestra geografía imaginaria: Neruda, Teillier, Lara.

De ese lugar son parte, de ese lugar provienen, pero sin el aspaviento de la hiperconceptualización ni el coto de caza de la pertenencia. Quercipinión es materia de un sur desconocido, porque los miembros de Quercipinión no son propiedad más que de sí mismos.

Ellos, todos los que presento aquí sin más deber que el de los enamorados -Julieta Paredes, Manuel Moraga, Nelson Reyes, Jessica Droppelman, Daniela Bahamonde, Rodrigo Olavarría, Johnny Soto y Pedro Montealeagre- duermen justo donde llueve y entonces, enredadera y perdición, inseminados de sí mismos, germinan implacables hasta transformar todo en un desastre natural, en una herejía perpetua, ejemplares de una especie nueva de melancólicos-sanguíneos que no se acomodan con las estéticas de turno ni son predicadores de manifiestos que enmascaran una obligación.

Su secreto de supervivencia consiste precisamente en la diversidad que practican, el trato y comercio con sus particularísimas individualidades. No se condenan a sí mismos porque ya se encuentran estigmatizados por los bienpensantes que promulgan la tolerancia como un recurso del método -digamos democrático, digamos posmoderno- para neutralizar aquello que los amenaza.

Quercipinión es refugio para sus participantes, nave de los locos que transita casi despreocupadamente -insisto en el casi- por las aguas de la abundancia y al mismo tiempo la contención de la Palabra, mirando de reojo a los que se apostan en los balcones laterales para ver pasar la vida y no decir nada.

Quercipinión no representa algo hecho, un asunto acabado -aunque trae consigo bajo el brazo varias ediciones antológicas de los poemas de quienes representa- sino que se acerca con la bullente realidad y el misterio de lo que no está con nosotros, pero que se aproxima, que sabemos se aproxima.

Se aproxima Julieta, acompañada de la tragedia del amor dividido, que prefiere confiar en la humedad que en las vías de escape de la parroquia vecina; se aproxima Manuel, quien sobrevivió a la lluvia de azufre en una Sodoma reciente y viene a dejar las paredes llenas de cruces de ceniza; Nelson, con el ánimo de morder a los perros en la carretera que ofende el mito del bosque desaparecido; Jessica, palabras desorientadas pero siempre la precisión de un misil de fabricación de estrella; Daniela, resistente al asombro hasta la algarabía de la pérdida de referentes; Rodrigo, fabulador de todos y de nadie entre los pobladores del entresueño, el entrepiso del cerebro imaginario; Johnny Soto, el ojo pegado al frío con chaqueta de su sintaxis conmovida; Pedro, hijo de su cuerpo y el de sus hermanos envuelto en especias para la cena del Padre; han decidido venir a ofrecerse en sacrificio y a decir un vez más las "antiguas palabras" que no quieren que olvidemos, las siempre antiguas y siempre nuevas palabras de la poesía.

Esta es una habitación cerrada, esta es una casa abierta. Aquí están los niños que cantan con voces de delfines. Hoy quedarán filos en el aire vacío para el oído que sepa sublimarlos.

Nadie se arrepentirá de estar aquí esta noche.

Muchas gracias.

JAVIER BELLO

27 de junio del 2000.

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