CUENTOS DE MARCELA SAÍZ

 

UNO NUNCA SABE LO QUE VA A PASAR MAÑANA.

Uno nunca sabe lo que va a pasar mañana. Hoy, por ejemplo, desperté a media noche y lo vi durmiendo a mi lado.
El no sabe lo lindo que se ve con sus ojitos cerrados, con carita de "aquí no ha pasado nada". No pude aguantar las ganas y me acerqué tratando de no despertarlo hasta darle un beso suavecito en su boca rosada.
En ese beso le decía que lo amaba, que ya se metió en medio de mi vida, así como cuando una pieza nueva logra hacer andar el reloj que heredó algún padre de su padre y por fin funciona, ¿entienden?.
Le miré cada pedacito de piel, le dije en susurros bien bajitos que era hermoso y que lo necesitaba así, cerca, bien cerca. Quizás lo hice porque sabía que no me escuchaba. Después me deslicé calladita y me vine a escribir.
No sé por qué me ha agarrado esta manía, escribo todo lo que pienso, todo lo que siento y todo lo que hago. A veces me preocupa, porque creo que me voy a quedar muda de tanto escribir y escribir y no hablar. Claro que mi letra ahora se entiende, y justo ahora me acordé de que mi mamá siempre decía "cada cosa tiene su ventaja", ¿o era "no hay mal que por bien no venga"? Bueno, el asunto es que hay días en que me despierto y voy corriendo al espejo para saber si soy yo, es decir, para saber si la que se acostó y la que se levantó somos la misma, no sé si me explico.
Pero no era eso lo que iba a contar, sino que hay noches en que sueño con flores y otras con bocas amordazadas y lápices escribiendo por todas partes, entonces, me hace pensar que esto puede ser una obsesión, esto de escribir, a eso me refiero; porque escribo y no sé por qué escribo las cosas que escribo, ¿soy clara?
Ahora mismo por ejemplo, no sé por qué escribí que uno nunca sabe lo que va a pasar mañana, quizás alguien me lo dijo o, tal vez, lo leí en algún libro, pero de cualquier forma creo que es una frase muy verdadera ¿o no?, porque puede ser que mañana decida dejar de escribir y empezar a hablar cuando él no esté durmiendo, o al revés. Pero sí estoy segura de algo, y es de que es importante tomar decisiones, porque él siempre me dice -"es problema tuyo, decide"-, aunque ¿sobre qué podría decidir', ni siquiera estar con él, dormir con él lo decidí, sin darme cuenta se me fue haciendo necesario no más, "inevitable" como alguien dijo, creo.
Quizás, pensándolo bien, no tomo parte en mi vida. Claro, si no decido nada ¿para qué estoy entonces? Pudiera ser que algunos nacemos para que otros que tienen muchas decisiones usen algunas en nosotros. En ese caso yo sería útil, pienso.
A veces me pregunto si él, tan lindo como es, sabrá o se imaginará todo lo que escribo en este cuaderno. A lo mejor conoce de mí lo que quiere conocer y nada más. Tal vez ni siquiera reconozca mi letra, o peor aún, mi cara y mi cuerpo cuando mañana me encuentre toda roja de sangre en este baño.

Marcela Sáiz C.

 

COMO SI NADA

Para Lorena.


La vi entrar por la puerta como si no fuera ella, como si nada. Escapándosele la vida por cada ojal del abrigo, de la blusa, del pantalón.
Con los ojos encendidos, con la boca tan roja que pensé que le sangraba, como si la sangre se le hubiera alborotado toda y de una vez; no había boca para tanta sonrisa, no había ojos para tanto brillo. Traía las manos adelante, ¡sus manos!, inmensas como nunca, esas manos torpes y huesudas, tan coquetas, tan satisfechas.
La blusa abierta hasta el escote y el pelo revuelto. No parecía verme, ni siquiera percibirme, como si se bastara a sí misma. Había enmudecido de repente o conversaba con alguien en lo más profundo de su corazón.
Traía los senos grandes, para mí era notorio porque la conocía sin secretos, los traía alegres, duros, puntiagudos.
Caminaba como si la tierra que pisaba fuera sólo suya, como si de un momento a otro el mundo, todo, entero, le cupiera en el pecho y aún le quedara espacio para más.
Caminó muy despacio. De pronto se echó a correr y sin parar de reír fue hasta el fondo de la casa.
El mundo se sentía caer a su paso y ella como si nada. Agarró la escoba como cuando era chica, la abrazó bien fuerte y bailó con ella, vueltas, vueltas, vueltas. Giraba desenfrenada mientras reía y cantaba. ¡Ahora sí!, todos los presagios de la familia habían resultado ciertos - pensé -, se había vuelto loca de remate. Pero no podía dejar de reírme al verla así.
Cantaba, no sé qué, pero cantaba. Miraba con unos ojos lánguidos, de esos entregados a mirar. ¿Se enamoraría de esa escoba? Yo sabía que era muy capaz y, lejos de asustarme, lo disfrutaba. Disfrutaba ver que empezaba a besar ese palo flaco y mugriento como si fuese el príncipe de sus sueños y no estuviese encantado.
El cuerpo le había cambiado desde que salió hasta ahora, estaba segura. Se movía sin vergüenza de nada, de ninguna de las presas de su cuerpo, con una soltura que jamás le había visto. ¡Dios mío!, como si lo amara, como si de repente le hubiese comenzado a gustar ese montón de huesos recubiertos de carne.

Ahí fue cuando se detuvo.
Dejó la escoba y lentamente levantó los brazos, altos, ¡más blancos que nunca los tenía cuando cayeron las mangas!
Se agarró el cuello con las manos, como si estuviese cansada; así, echando la cabeza para atrás; después se acarició cuidadosamente el pelo, lo tomó haciendo una cola y lo soltó de golpe.
Entonces, por fin, vio que yo había estado siempre ahí. Se me quedó mirando como si viese a una espía y no pudo detener la sonrisa que la delataba.
Escondía algo y lo sabía.
Me sacó la lengua, se dio media vuelta, hizo amago de irse, y volvió corriendo hasta mí.
"Sé lo que estás pensando, feíta" - me dijo y se agachó hasta mi oído. Entre risitas y susurros me contó lo que había sucedido. ¡Cómo le brillaban esos ojos, y la voz! Suspiró y se fue a dormir, seguro que agarrada a la almohada.

Yo me quedé pensando en eso. En eso de que hay cosas que es bueno perder, y también en si les cuento o no el secreto.
Creo que no puedo, primero porque ya es muy tarde, y segundo, porque me da vergüenza que me vean aquí, en camisón, escapándoseme la vida por cada ojal, con la sangre toda alborotada y abrazada a la almohada.


FIN.

Marcela Sáiz C.

 

Sitio desarrollado por SISIB