Universidad de Chile

 

La Historia Secreta de la Historia en la Modernidad

Prof. Celina Tuozzo
IDEA/USACh

El objetivo de la presente ponencia es dar una respuesta desde la disciplina histórica a estas jornadas sobre los testimonios de mujeres calificados como excluidos de la historia. Para comprender este título que se formula como síntesis es necesario tener en cuenta la propia historia de la historia, en especial, su constitución en base a los documentos escritos con exclusividad de las fuentes orales.

El predominio de las fuentes escritas sobre las orales es producto de un proceso a través del cual lo escrito se convierte en el soporte de la memoria mientras se desvaloriza lo oral. Este proceso se da en dos etapas consolidando al documento escrito sobre los testimonios. En el siglo XVII, la erudición benedictina moderna critica las leyendas orales sobre los orígenes de Roma según Tito Livio o las de los hagiógrafos medievales.1 Es el tiempo de Jean Mabillon y los Mauristas, los monjes benedictinos de Saint Maure quienes comienzan a organizar los archivos documentales. Sus trabajos se extienden desde 1650 a 1789 cuando se inicia la caída de la monarquía, una de las principales fuerzas detrás de Saint Maure. De hecho los mauristas fueron "sostenidos" por la Monarquía y la tuvieron por guía en su investigación histórica. Los conocimientos de los mauristas pasaron al Cabinet de Chartes creado en 1759 por Jacob-Nicolas Moreau a instancias del rey que le otorgó el cargo de historiógrafo de Francia. 2 Moreau escribirá que ha iniciado "la historia de nuestra constitución, . . . al reparo de las vicisitudes que produce el arbitrio." 3 El Cabinet de Chartes se constituyó en el depósito central de todos los manuscritos, legislaciones e impresos del Estado francés, así como una pretesión de objetividad. Vemos, pues, que durante esta primera etapa de la hegemonía de la escritura en la investigación histórica hay una cerrada alianza entre el Estado francés y la recolección y almacenamiento de los documentos. Es también con los mauristas que van a surgir las técnicas propias de la metodología de la investigación de las fuentes escritas. Mabillon fundó la diplomática y Bernard Montfaucon instauró la paleografía griega. 4

La segunda etapa tiene lugar en el siglo XIX cuando, desde el positivismo, la historia se define como ciencia con la metodología del análisis de los documentos escritos dejando el estudio de las fuentes orales a las disciplinas como la etnología y el folclore cuyo objeto de estudio son las sociedades sin escritura. La jerarquía de la ciencia estaba dada por la jerarquía de las fuentes, el documento que apuntaba, a su vez, a una jerarquía de las sociedades desde las primitivas o analfabetas a las más civilizadas o con escritura. De esta manera se funda la historia como disciplina en el siglo XIX con pretensiones de ciencia en base a la escritura que se alza como la prueba de afirmaciones objetivas. La objetividad de la ciencia histórica queda garantizada por el documento y las técnicas de lectura del mismo. Como adelantamos, tres son las técnicas de lectura del documento: la paleografía, la diplomacia y la epigrafía. 5

Pero, ¿qué es el documento? ¿Cuándo y cómo se construye de tal manera que para el siglo XIX se alza en la evidencia que el historiador, el científico, presenta? En otras palabras, el documento se encuentra ya construido como tal para el siglo XIX cuando se lo utiliza como el arma contra la anécdota, lo pintoresco, la narrativa o retórica.
Según Jacques Le Goff el término documento viene del latín documentum derivado de docere que significa "enseñar." Con la escuela positivista de fines del siglo XIX y principios del XX lo que el documento enseña es el fundamento o la prueba del hecho histórico.

Según los positivistas el documento cuenta con una objetividad que no es producto de la selección o de la intencionalidad del historiador sino que se presenta por sí misma. Según Fustel de Coulanges, la "única habilidad" del historiador es "extrarer de los documenti todo lo que contienen y en no agregarles nada que allí no esté contenido. 6" Esta asociación entre documento y prueba se debe a la evolucón de la legislación y del derecho iniciada en Francia, por lo menos, en el siglo XVII y ya consolidada para el XIX.

De inmediato los documentos se constituyen como prueba histórica de la historia nacional: en Francia sale, en 1835, la Colección de documentos inéditos sobre la historia de Francia, en 1867, salen los Documentos de historia italiana para "los estudios de historia patria" de las provincias de Toscana, Umbría y de las Marcas, en 1876, son publicados "por la Sociedad siciliana para la historia patria," los Documentos para servir a la historia de Sicilia. 7

El concepto de documento se alza en contraste con el de monumento que proviene del verbo monere que significa "hacer recordar," "avisar," "iluminar," "instruir," en este sentido, explicará Le Goff, es utilizado por el poder no como documento objetivo, sino con intencionalidad. Al utilizar el término documento se pretende una inocencia que no es tal. Ya desde el siglo XVII con Mabillon en su
De re diplomatica, de 1681, "fundamento de la historia científica," se pretende el documento como prueba y base objetiva del relato histórico. Pero, dirán Le Goff como Michel Foucault, todo documento es monumento en tanto no se presenta a sí mismo sino que contiene una intencionalidad que es, por lo menos, nacionalista, cuando no imperialista. En palabras de Le Goff, "el documento es monumento. Es el resultado del esfuerzo cumplido por las sociedades históricas por imponer al futuro-queriéndolo o no queriéndolo-aquella imagen dada de sí mismas. En definitiva, no existe un documento-verdad. Todo documento es mentira. Corresponde al historiador no hacerse el ingenuo. 8 " Le Goff insta a una deconstrucción de los documentos-monumentos como paso necesario a la construcción de la historia como ciencia. Porque Le Goff no abdica de la pretensión de una objetividad científica. 9

Sin embargo, la propuesta de la presente ponencia es que justamente una "revolución de los documentos"-para utilizar los términos de Le Goff-implicaría renunciar a principios como objetividad y cientificidad. Esto es sin duda lo que exige el uso de los testimonios de mujeres a nivel epistemológico. La mexicana Alejandra Massolo en sus trabajos sobre testimonios de la movilización urbana femenina de los años setenta nos recuerda que el movimiento feminista ha introducido una crítica epistemológica que rechaza los cánones de objetividad, entendiendo por esto, la producción de un único conocimiento válido y legítimo sumado a una crítica de la dicotomía Sujeto-Objeto. Porque un trabajo construido desde los testimonios de mujeres busca la revalidación de la subjetividad del conocimiento y la recuperación de la experiencia femenina basándose en lo emcional, íntimo y cotidiano. 10

Pero justamente, el positivismo niega este tipo de conocimiento. El positivismo se basa en dos postulados por un lado, que hay un sólo conocimiento verdadero, y un sólo método para acceder a él, y, por el otro lado, el positivismo se basa en que los datos (u objetos) se presentan al Sujeto, de tal manera que están puestos frente a él de manera independiente 11. Cuando la historia se constituye como ciencia, con el positivismo a fines del siglo XIX y principios del XX, se basa justamente en estos dos principios epistemológicamente objetables por el feminismo, la unicidad del conocimiento y método verdaderos, y la objetividad. Podemos decir, entonces, que el positivismo, que se encuentra muy lejos de haber quedado perdido en el horizonte del siglo XX, es un enemigo político del conocimiento basado en el testimonio femenino.

J. Cook y M. Fonow plantean la dificultad de formular una metodología femenista., en su lugar, proponen una búsqueda de mayor profundidad, una indagación epistemológica 12. Como Massolo proponen, entre la revisión de los principios epistemológicos, el desafío a la norma de la objetividad y la dicotomía Sujeto-Objeto. Plantean su oposición a que la experiencia personal sea considerada como no científica y postulan a la historia de vida y la historia oral como instrumentos claves para vencer la invisibilidad histórica de la mujer. Estos planteos se contradicen con la inercia de la historia de la disciplina histórica.

Revisando la historia secreta de la historia señalábamos al siglo XVII como el momento fundacional de lo que en el siglo XIX se plantearía como ciencia histórica. En deuda con los trabajos de Mabillon y su contemporánero el padre Daniel van Papenbroeck (o Papebroch), la crítica histórica se basa en el papel fundamental de los documentos escritos como pruebas históricas. Este respeto por los documentos que sostienen a los hechos se debe a la concepción del conocimiento científico de ese momento. La ciencia del siglo XVII se construye bajo la hegemonía de laas sociedades científicas que, sobre todo en Italia con Galileo y en Inglaterra con Boyle, abandonan las especulaciones escolásticas de las esencias por la prueba irrefutable de los hechos experimentales. Siguiendo a la filosofía experimental formulada por Francis Bacon a principios del siglo XVII en The New Atlantis (de 1627) y Plus Ultra (de 1668), Boyle propuso el consenso basado no en especulaciones que conjuraban autoridades de la antiguedad sino en un consenso nuevo basado en la evidencia de la experimentación y del método inductivo. En este contexto, experimentación significa observación como bien indicara John Dee a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII. Sobre esta base se constituyeron las sociedades científicas de Inglaterra, Italia y Francia. La prueba o evidencia que los experimentos proveían a las ciencias duras, los documentos históricos entregaban a la historia. Los benedictinos exploraban Europa en busca de estos documentos que prestaban, como ante un jurado, testimonio. (En este sentido, no está de más recordar que Bacon era juez. Lo que nos enseña a no menospreciar la importancia del crimen en la construcción de la tan mentada "civilización Occidental.") El triunfo de las sociedades científicas en su búsqueda de la verdad quedó sellado en el Principia de Newton donde se fundan las leyes de la física de la Tierra y el sistema solar a fines del siglo XVII 13. Vale la pena recordar que la ciencia física va a ser el modelo que los positivistas en las ciencias sociales intentarán emular en el siglo XIX ya desde su fundador Augusto Comte. 14

El documento en historia juega el rol de las observaciones y los experimentos en la ciencia tal como se la concebía del siglo XVII al siglo XIX (en lo que a las ciencias duras se refiere, se dan fundamentales cambios de las "reglas del juego" a principios del siglo XX con la teoría de la relatividad, y, a mediados del siglo XX con el desarrollo de la mecánica cuántica). Pero, si seguimos a Le Goff, en su esfuerzo por deconstruir los documentos-monumentos y analizar sus condiciones de producción 15, una pregunta central se alza:

Qué proyecto político se construye con la fundación de la ciencia histórica que excluye todo conocimiento histórico de las mujeres? Ya desde el siglo XVII y el desarrollo de los mauristas y el Cabinet de Chartes, el apoyo de la monarquía francesa fue crítico para la fundación cienteifica de la historia. Esta relación entre la historia y el Estado-nación se consolida durante el siglo XIX. Es durante el siglo XIX que se da una realización plena de la historia nacional. Al decir de Auguste Therry, "la nueva monarquía [post-Revolución Francesa] hizo de la historia una institución nacional." Para 1870, la historia positivista francesa liderada por Seignobos plantea la necesidad que "Francia tiene . . . de comprender su historia," la historia "constitutiva de la identidad nacional." De esta manera, para fines del siglo XIX el historiador se profesionaliza y está cada vez más incorporado al servicio del Estado nacional. Es en este contexto de legitimar la esencia de Estados en última instancia construidos histórica y hasta accidentalmente que el cientificismo se impone a la historia con los procedimientos de las ciencias experimentales y, por tanto, la dictadura de las fuentes. 16

Pero, lo cierto es que la constitución del Estado-nación en el siglo XIX se dió con la expulsión de la experiencia femenina. Durante y después de la Revolución francesa se excluyó a la mujer de la sociedad política circumscribiéndola al espacio doméstico 17. Las normas colectivas promulgadas en un comienzo cristalizan la identidad femenina como esposa y madre como reemplazo de las agitadoras que lideraban la movilización de los hombres durante la Revolución Francesa. Sin embargo, una vez que la movilización se organizaba, las mujeres eran expulsadas a la periferia; las mujeres era, pues, excluidas del cuerpo político legal, en otras palabras, no eran ciudadanas. Así, la constitución de la Convención de 1793 estableció el sufragio universal masculino estableciendo la desigualdad política de los sexos y la consiguiente "masculinización del cuerpo electoral.18" Históricamente, esta exclusión de la mujer como ciudadana se seguirá dando en la Era Napoleónica, la Restauración y la totalidad del siglo XIX. No es extraño, entonces, que la historia del siglo XIX y de principios del siglo XX, en especial la historia escrita desde los documentos oficiales y escritos, excluya a la mujer. La historia nacional excluye al testimonio de la mujer como la construcción de los Estados-naciones excluyen de sus cuerpos, el cuerpo de la mujer. Serán los regímenes del siglo XX, en especial y perversamente las dictaduras fascista y nazi, quienes acabaron con las distinciones liberales entre lo privado y público, la familia y el estado, para comenzar a "nacionalizar" a la mujer. 19

Pero esto solamente sucederá entrado el siglo XX. La historia como narración de la nación excluye todo testimonio de la mujer exactamente como la construcción histórica de la nación excluyó a la mujer como ciudadana.

Qué propone a nivel epistemológico y metodológico el uso de los testimonios, en especial, femeninos? Susan Geiger aclara que no hay nada inherentemente feminista en la historia de vida de las mujeres y, si se ha de convertir en una metodología y epistemología feministas, se deben proponer objetivos femenistas. Una condición necesaria de esta transformación es contribuir a cambiar las formas de intepretar, apreciar y comprender la vida de las mujeres a través de la experiencia histórica. 20
Pero como hemos visto experiencia e historia no van tradicionalmente de la mano. No solamente es preciso formular o reformular la problemática metodología/epistemología feminista y su relación con el proyecto de ciencia sino también, y desde mi punto de vista e interés, reformular lo que es historia para recuperar los aspectos de experiencia y experiencia femenina.

De lo que no cabe duda es que todos estos replanteamientos cuestionan un proyecto que podemos denominar de modernidad y uno de sus instrumentos principales de dominación imperialiasta, la ciencia, que, en palabras de historiador Daniel R. Headrick, junto a la tecnología, se constituyen en los instrumentos del Imperialismo Europeo. 21 De tal manera que no solamente se trata de desafiar una sociedad androcéntrica sino que esta no se pudo haber formado sin ciertos hitos como la explotación y la dependencia.

Como lo demuestra Martha Noel Evans 22 en su artículo sobre la teoría de la histeria, en el texto, como en el cuerpo, pueden operar los mecanismos de represión y destino de lo reprimido. El texto de la historia científica se comporta como el Sujeto masculino en la sociedad patriarcal ya que se vuelve universal y trascendente aniquilando toda diferencia, y, se convierte en, lo que Patrizia Violi da en llamar, "la forma general de la objetividad.23" Entonces, lo oral como lo femenino es excluido, o, en terminos psicoanalíticos, reprimido. Lo reprimido, como sabemos, vuelve como síntoma, o, en términos teóricos, como anomalías (en el lenguaje de Thomas Khun). Hemos visto cómo para construir la historia de las naciones triunfantes, tanto como para construir las naciones triunfantes, fue necesario callar otras historias haciendo surgir lo que Eric Wolf ha dado en llamar "gente sin historia, 24" entre las que figuran no sólo las mujeres (la Otra genérica) sino también los Otros en términos étnicos, sociales y de orientación sexual. Porque lo reprimido, y por lo tanto, el conocimiento reprimido, no puede ser comprendido ni devorado a la manera n que la sociedad capitalista y patriarcal se relacional con la Otredad 25. En términos historiográficos, estos Otros son entonces suprimidos de los textos para resurgir como anomalías, es decir, aquello que demanda explicación pero que la teoría vigente no puede prestársela. De igual manera, en la primera mitad del siglo XX se da la movilización obrera, la creciente demanda de las mujeres y la desconolización, conflictos sociales con los que la sociedad capitalista, patriarcal e imperialista comienza a resquebrajarse, y con ella su historia.

Durante el siglo XX, la vieja historia y la narración oficial, o punto de vista "desde arriba," fue crecientemente reemplazado. Como escribe Peter Burke en su defensa de la Nueva Historia, los documentos y registros oficiales, evidencias del paradigma tradicional de la historia, nos enseñan la perspectiva oficial, ¿qué, se pregunta Burke, del punto de vista de los herejes y rebeldes y de los subordinados en general? 26 En este reemplazo jugó un rol crítico la historia oral porque más que carecer de voces, estos Otros de la historia oficial carecían de escritura. Paul Thompson, que lideró el movimiento a favor del uso de la historia oral como un nuevo tipo de documento, "reivindica el valor de las fuentes orales en la moderna historia social como forma de proporcionar presencia histórica a aquellos cuyo punto de vista y valores han sido oscurecidos por ´la historia desde arriba.27 " De hecho, durante las décadas de 1970 y 1980, las epistemologías de las denominadas ciencias históricas y sociales sufrieron severas revisiones que llevaron, en términos de Evelyn Fox Keller, "a la crítica radical de las disciplinas tradicionales exigiendo un importante examen de muchos de los supuestos fundamentales que aun prevalecen en psicología, economía, historia [y ] literatura. 28" Hoy, a comienzos del siglo XXI, la historia oficial ha dado paso a otras historias, la historia de las mujeres entre otras. Las voces silenciadas, en su retorno, han hecho y están haciendo pedazos el cuerpo histérico de la historia tradicional. Ya era hora.

Notas

1 André Burguiere, Diccionario de Ciencias Históricas,, (Madrid: AKAL, 1991), pp. 581-582.
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2 André Burguiere, Diccionario de Ciencias Históricas,, 467-468, 101-102, 451-452.
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3 Jacques Le Goff, El orden de la memoria,. El tiempo como imaginario, (Barcelona: Paidós, 1991), p. 229.
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4 André Burguiere, Diccionario de Ciencias Históricas, pp.467-468.
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5 André Burguiere, Diccionario de Ciencias Históricas,, pp.558-559, 6390640, 205, 581-582, 521-522, 477-478, 211-213, 339-440.
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6 Jacques Le Goff, El orden de la memoria, p. 228.
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7 Jacques Le Goff, El orden de la memoria, p. 230.
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8 Le Goff, El orden de la memoria, p. 238.
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9 Le Goff, El orden de la memoria, p. 238.
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10 Alejandra Massolo, "Testimonio Autobiográfico Femenino," en Thierry Lulle, Pilar Vargas y Lucero Zamudio (Coords.), Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales II, (Bogotá: ANTHROPOS, 1998), pp. 9-27.
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11 Carlos Pérez Soto, Sobre un Concepto Histórico de Ciencia. De la epistemología actual a la dialéctica, (Santiago: Universidad ARCIS/Lom Ediciones, 1998), pp. 18-22; J. M. Mardones, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, (Bogotá: ANTHROPOS, 1994), pp. 27-30.
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12 I. Cook y M. Fonow, "Knowledge and Women's Interest: issues of epistemology and methodology in feminist sociological research," Sociological Inquiry, 1, (invierno, 1986).
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13 Allen G. Debus, Man and Nature in the Renaissance, (New York: Cambridge University Press, 1990).
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14 Mardones, op. cit., pp.29.
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15 Le Goff, El orden de la memoria, p.239.
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16 André Burguiere, Diccionario de Ciencias Históricas, pp.509-511, 48.
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17 Genevieve Fraisse y Michelle Perrot, "Introducción," p.22, Dominique Godineau, "Hijas de la libertad y ciudadnas revolucionarias.
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18 p.35, 36,38, 45, en Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las Mujeres. El siglo XIX, (Madrid: Taurus, 1993).
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19 Genevieve Fraisse y Michelle Perrot, "Introducción," p.24.
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20 G. Duby y M. Perrot, Historia de las Mujeres. El siglo XX, (Madrid: Taurus, 2000), p.41.
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21 S. Geiger, "Women's life histories: method and content," Signs, 2, (invierno, 1986).
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22 Daniel R. Headrick, The Tools of the Empire. Technology and European Imperialism in the Nineteenth Century, (New York: Oxford university Press, 1981).
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23 Martha Noel Evans, "Hysteria and the Seduction of Theory," en D. Hunter, ed., Seduction & Theory, (Urbana and Chicago: University of Illinois Press, 1989), pp. 73-85.
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24 Patrizia Violi, El Infinito Singular. (Madrid, 1991).
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25 Eric R. Wolf, Europe and the People Without History, (USA: University of California Press, 1982).
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26 Sylvane Agacinsky describe este proceso. El Sujeto afirma su independencia en la posesión y control del objeto que necesita. La intención no es prescindir del Otro sino asegurarse que este Otro, que esta Otra, y su alteridad son asimilados y controlados. Agacinsky continúa la línea de pensamiento de importantes estudiosos como Tzvetan Todorov y Michel Foucault. Para estos autores, la reduccion del Otro es una de las caracteristicas del pensamiento occidental. En términos del pensamiento el proceso fue bien descripto por Foucault quien planteó la paradoja que el concepto del Otro plantea en el conocimiento occidental. Este último impone una forma de reflexión donde el pensamiento interpela a lo que no es pensado estableciendo que éste no es extranjero al pensamiento, "en el sentido de una exterioridad irreductible e insuperable." Ver: S. Agacinski, "Another Experience of the Question, or Experiencing the Question Other-Wise," en E. Cadava, P. Connor, J. Nancy, eds., Who Comes After the Subject?, (London: Routledge, 1991), pp.9-23. T. Todorov, "Race, Writing, and Culture," en H. Gates, jr., "Race," Writing, and Difference, (Chicago and London: The University of Chicago Press, 1986), pp.370-380; Michel Foucault, The Order of Things. An Archaeology of the Human Sciences, (New York: Vintage, 1973).
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27 Peter Burke, "Obertura," en Peter Burke, ed., Formas de hacer historia, (Madrid: Alianza Editorial, 1999, 3ª. Edición), pp.11-37.
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28 Gwyn Prins, "Historia oral," en Peter Burke, ed., Formas de hacer historia, (Madrid: Alianza Editorial, 1999, 3ª. Edición), p.146.
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29 Evelyn Fox Keller, Reflexiones sobre Género y Ciencia, (Valencia: YVEI, Edicions Alfons el Nagnánim, 1991), p.14.

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