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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Ramón Cote Baraibar
(1963)

Nació en Cúcuta (Norte de Santander). Es graduado en Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid (España). Ha ejercido la docencia en humanidades en distintas universidades de Colombia y el exterior. Artículos suyos han aparecido en distintas revistas de España y Latinoamérica. Colaborador del suplemento de crítica literaria del periódico El País de España.

Ha publicado los libros de poemas Poemas para una fosa común (1985); Los fuegos olvidados, El Confuso trazado de las fundaciones (1991); Informe sobre el estado de los trenes en la antigua estación de las delicias (1992) y Botella Papel (1999). En 1992 publicó en la colección Visor de Poesía la antología de la joven poesía latinoamericana Diez de ultramar.

 

Pasado

Por ese puente comenzaba un río
a despojarse de sus nombres.

Sobre las piedras siglos de agua:
baldosa antigua que resbala hacia la muerte.

La noche pasa pidiendo un árbol
y sólo la hospedan sus despojos.

 

El fuego de los significados

La muerte se alojó muy cerca del oído,
aleteando,
y fue imposible evitar que su áspero soplo
encendiera de una forma precipitada
el fuego de los significados,
oscureciera el aceite de las lámparas,
alterara el orden de lo que se debía nombrar.
Como si un ángel en el momento de su aparición
equivocara su mensaje.
Pero esa fue su forma definitiva,
la única posibilidad que tuvo el tiempo
de hacerse visible.

***

En los blancos cementerios de las afueras
duerme la memoria de las ciudades.

Que las estaciones sigan su curso
y que el magnolio abra hasta el dolor
sus flores blancas,
les basta

La ciudad es una presencia secreta.

 

Espacios de Bogotá

para Ana María

I. Ciudad Involuntaria

La larga uña de lo precario traza con precisión amarga el límite de los patios. Patios incontables que definen con su gesticulante ejército de rejas su presencia en las calles, patios, interiores donde encuentran asilo dolientes reyes destronados. Allí crecen familias que se acostumbraron a la proximidad de las ortigas, al sometimiento gris de lo sobrante, al inesperado crecimiento sobre las tapias de unas rosas adulteras. Nunca el pasto había trepado de esa manera para exigirle a las cosas la más pura expresión de lo doliente. Mínima vastedad permitida, escasas paredes oprimidas por el abrazo de unas hortensias imprudentes, rasgos precisos de una ciudad involuntaria.

II. Patio interior

Tardó mucho tiempo el sol en atrapar el último patio, aunque mayor dificultad la tuvo el viento. El lejano parentesco con la lluvia estableció a lo ancho del patio la desolación de los mudos y a lo alto, la dificultad de los ciegos. Las pesadas sábanas regresan suplicantes después de sus expediciones en busca del aire. Pasa la tarde por encima del patio y una espuma implacable impide responder a la alberca el desafío del cielo. La campana del camión del gas retumba en la corpulenta pareja de cilindros, dejando en el metal una vibración nerviosa que recuerda a la alegría de la salida del colegio. Sobre los muros la humedad ha dibujado las caras de un tribunal abolido, y el eco, el eco de un balón rebotando, hace que sus voces despierten y le recuerden a un niño hasta el final de sus días el más sórdido memorial de agravios.

III. Terrazas

Así trazaron el Paraíso y lo cercaron con amenazantes restos de botellas que hicieron retroceder definitivamente a los ángeles. Como una alineada dentadura, los vidrios anticiparon la verdadera dentadura de los perros que ladran sueltos de un lado para otro, proclamando la posesión de ese vasto dominio. Pero no todo era rudeza, la inocencia elevó su cometa en las terraza y los niños subieron los domingos a contemplar el pesado despegue de los aviones y vieron surgir de los rígidos uniformes los abultados instrumentos de las bandas militares. Las terrazas tienen algo de incondicional con la aventura y en los días de sol obligan a colocarse una mano encima de las cejas para ver a lo lejos una maravillosa ciudad desconocida.

 

Expedición botánica

Sus alas
son la descripción más precisa de las cordilleras.

Su pico
es una vasta realidad geográfica.

Este pájaro es el extremo ardiente de las jerarquías.

Su dibujo no es un documento,
es una emoción.

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