John
Fitzgerald Torres Sanmiguel
(1964)
Nació
en Bogotá. Magister en literatura latinoamericana. Ganador
del IV Concurso de Cuento Juvenil Andrés Bello (Santiago de Chile,
1980), del I Concurso Nacional de Autores Juveniles Círculo de lectores,
(Bogotá 1980), V Concurso Internacional de Cuento Erótico Prensa
nueva, (Ibagué, 1990), I Concurso Nacional de Cuento Ecológico
Fundación Grupo Ecológico del Cauca, (Popayán 1991). Pertenece al
comité de redacción de la revista Ulrika y es cofundador y coordinador
del Encuentro de Poetas Hispanoamericanos Presencia Viva de la Poesía,
en Bogotá.
Ha
publicado los libros La camisa en llamas (1987); En el
centro de la hoguera (1990); Palabras de más (1998),
además es coautor de varios volúmenes antológicos de poesía hispanoamericana,
titulados Poesía Viva.
Costumbres
del solo
Entra
sencillamente en tu casa de pobres
muebles
y tú
sin una buena sopa caliente que brindarle, sin
una mesa
sin un cuarto tranquilo de estar
le ves discurrir sigiloso por los rincones
en tanto alguien, desde el fondo de los sueños
pregunta por un nombre desconocido, el suyo
en una lengua
igualmente desconocida...
Algo te dice que busca tu piedad,
algo dice de él que está muy solo, algo te lo
dice,
mientras en silencio recorre tu pobre casa
pensando sin duda alguna en desalojarte.
Historia
El
hombre edifica su casa con la ayuda de
Dios y la del diablo
y con ayuda de Dios o la del diablo la amuebla
con trozos de muerte,
con trozos de su corazón,
con sus huesos.
El
hombre está lleno de terror mientras mira
cómo crece
de sus manos la casa,
cómo en ella se enciende una luz,
cómo germina tras los muros el silencio de sus hijos.
El
hombre echa su cabeza a rodar, su sangre a rodar
compone su casa sin hacer muchas preguntas
-dos o tres, a lo sumo-
Y con
su alma herida, con sus sueños, el
hombre levanta su casa
con desesperación, con dolor, con temores, en la oscuridad,
el
hombre construye su casa,
y un día te echan afuera
pobre
Mala
defensa
¿Y
qué
si mi corazón
desnudo
es blanco en los campos de batalla?
¿Qué, si deambula haciendo preguntas
por los corredores solitarios
y en tinieblas?
¿Y qué si hace pactos, cede su poca humedad
se retira con premura el sombrero ante las
buenas gentes?
¿Qué
si mi corazón
secuestrado en los altares del odio
abofeteado en las esquinas
dormido en los parques, mansamente
se halla buscando, buscándose?
¿Y qué si mi corazón
perdido, sangra hasta el fondo de una botella
dándole largas al olvido?
¿Qué si mi corazón intenta
intenta?
¿Qué si no canta?
¿Qué
si no puede cantar?
Silogismo
Y si
uno que huye perseguido se detiene por un segundo
para leer este poema en el que un hombre perseguido
se detiene un instante para asomarse en un poema
que le salva de sus perseguidores,
y un
disparo le atraviesa el corazón.
Noticia
de mi mujer
Mi
mujer es pequeña pero posee el don de /viajar cuando duerme
Sus breves pasos recorren distancias inagotables
Vuela.
Viaja
tanto que hay días en que de pronto
la veo cruzar por el fondo de mi sueño
como una bandada de lentos cormoranes.
Una
vez cruzó por la esquina de un poema
y lo arrastró bajo el océano enredado
en el viento que la seguía.
Mi mujer va y vuelve cada noche del sueño de mi hijo:
va y le pone con esmero un poco de orden
a tanta maravilla.
Mi
mujer es pequeña pero sus ojos visitan uno por uno
los siete continentes -incluyendo la Antártida-
en una noche que apenas le basta.
Ella
viaja tanto cuando duerme
que la vigilia le resulta escasa
es toda suya la tierra cuando duerme.
Yo
le lanzo redes al aire cuando la veo pasar
sobre mi cabeza atada con un ancla a lo profundo de la noche.
Canción
para los amigos
Me
aferro con todos los huesos a los huesos
de mis amigos
a los huesos de mis amigos me aferro con los
dientes
estamos solos y no quiero que se vayan
estamos solos y no quiero que me dejen
Nunca
supuse que mi palabra hiciera daño en sus corazones,
que un plato de más en mi mesa provocara su ira.
Yo
no quise faltarles.
Si
un día necesitaron y no acudí
era yo demasiado escaso para estar presente,
estorbaba;
no me disculpo, yo no tengo verdades,
alguien se complace siempre en oscurecer el rumbo,
una mano silenciosa
deshace el camino por donde podría seguirles,
lleva las voces que preguntan por mí hacia
campos desiertos...
Yo
no quise fallarles, mis amigos
Y si
riñeron por mi plato de más
por mi miseria de más,
si gozaron con amargura de mis mujeres
si mis ropas no les dieron la talla,
si no les dio para edificar mi piedra ya vencida,
lo siento de veras, yo no tuve la culpa,
yo solamente...
Me
aferro con todos los huesos a los huesos
de
mis amigos
a los huesos de mis amigos me aferro con los
dientes
estamos solos y no quiero que se vayan
estamos solos y no quiero que me dejen.
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