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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Nueva poesía colombiana: Arquitectura para construir una memoria

Escribir en Colombia en tiempos de la amnesia es para muchos un acto de fe, para otros es un milagro. Pero lo que resulta gratificante entre fines y comienzos de convulsionados siglos, es que jóvenes pertenecientes a la era del internet y la realidad virtual, conscientes que la globalización y el avance tecnológico sirve para enterarse con mayor rapidez que existe más hambruna y analfabetismo en el planeta, escojan el camino del oficio poético como una opción de vida.

De ahí que Oscuro es el canto de la lluvia venga a ser una especie de inventario de angustias, sueños y fantasmas que sirve de surtidor lírico a un grupo de poetas nacidos en la década de los 70, donde quedan consignados los distintos juicios, apreciaciones y visiones estéticas que estos tienen acerca del entorno social y cultural al que pertenecen.

La experiencia común de recibir un país descuadernado condujo a esta promoción de poetas a ser testigos mudos e impotentes de una guerra sucia que ha ensangrentado a Colombia en los últimos 15 años, con la utopía de un posible cambio en las estructuras morales, incineradas en la medida que caían acribillados los pocos líderes que surgían. De igual forma debieron ver en vivo y en directo la caída del Muro de Berlín al ritmo de The Wall de Pink Floyd, lo mismo que el bombardeo a la legendaria Bagdad, ciudad que conocían desde las páginas de la Mil y una noches, en la llamada operación Tormenta del desierto.

Así que la presente antología viene a constituirse en el primer panorama que se publica de una nueva poesía colombiana, integrada por autores nacidos a partir de 1970.

Al hablar de poesía joven se tiende siempre a emparentar con innovación o con vanguardia, pero este libro antes de pretender ser un recalentado manifiesto o el anuncio de una nueva generación aspira a convertirse en un testimonio de vida y muerte común a este determinado grupo que desde diferentes latitudes del país vivieron una misma historia y absorbieron una misma realidad.

Existen ciertos vasos comunicantes que unen en lo literario a estos poetas. A pesar que se encuentren diversidad de tonos y acentos en la muestra, la asistencia de la mayoría de los aquí presentes a talleres literarios o a carreras de humanidades en la universidad, los ha conducido a una búsqueda incansable por encontrar un replanteo del lenguaje, un rigor del oficio de escribir y una interiorización del medio, dejando como resultado una poética de la intuición, una de la emoción y finalmente una de producción artesanal o de laboratorio.

Autores como Rimbaud, Georg Trakl, Rilke, Dylan Thomas, Bretón y textos como Altazor de Huidobro, Residencia en la tierra de Neruda, Poemas Humanos de Vallejo y Poeta en Nueva York de García Lorca entre otros, han sido los más consultados por los jóvenes poetas, quienes no han recibido cartas de un maestro como Rilke, pero sí han afinado el ritmo y el lenguaje gracias al acercamiento que talleres, facultades y festivales de poesía les han permitido con la literatura contemporánea dejando en algunos casos reservas de asomarse a las vertientes clásicas de la poesía universal.

Pero sin duda han sido los poetas colombianos quienes han creado una atmósfera de tensión interior y de interrogación que como antecedente, ha permitido postular y delimitar una poética en estos momentos, de transición. José Asunción Silva, Aurelio Arturo, Luis Vidales, Jorge Gaitán Durán, y más recientemente Mario Rivero, Giovanni Quessep y Juan Manuel Roca entre otros, han sido los más cercanos referentes, quienes han enriquecido la temática y la voz de una poesía encargada de abrir un nuevo siglo, en días en que las transvanguardias y tardovanguardias navegan en la posmodernidad.

Dejamos en manos del lector Oscuro es el canto de la lluvia, en la agonía de una centuria difícil para la humanidad, tal vez anclando en el silencio de la memoria para construir la historia de nuestros días, eso sí fieles a la premisa de Jim Morrison que Solo la poesía sobrevivirá al holocausto por estar hecha de música y de palabras, esas dos materias tan fugaces y tan eternas por medio de las cuales podernos conocer el universo.

Federico Díaz-Granados
Septiembre de 1997

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