Nueva
poesía colombiana: Arquitectura para construir una memoria
Escribir
en Colombia en tiempos de la amnesia es para muchos un acto de fe,
para otros es un milagro. Pero lo que resulta gratificante entre
fines y comienzos de convulsionados siglos, es que jóvenes pertenecientes
a la era del internet y la realidad virtual, conscientes que la
globalización y el avance tecnológico sirve para enterarse con mayor
rapidez que existe más hambruna y analfabetismo en el planeta, escojan
el camino del oficio poético como una opción de vida.
De
ahí que Oscuro es el canto de la lluvia venga a ser una especie
de inventario de angustias, sueños y fantasmas que sirve de surtidor
lírico a un grupo de poetas nacidos en la década de los 70, donde
quedan consignados los distintos juicios, apreciaciones y visiones
estéticas que estos tienen acerca del entorno social y cultural
al que pertenecen.
La
experiencia común de recibir un país descuadernado condujo a esta
promoción de poetas a ser testigos mudos e impotentes de
una guerra sucia que ha ensangrentado a Colombia en los últimos
15 años, con la utopía de un posible cambio en las estructuras morales,
incineradas en la medida que caían acribillados los pocos líderes
que surgían. De igual forma debieron ver en vivo y en directo la
caída del Muro de Berlín al ritmo de The Wall de Pink Floyd,
lo mismo que el bombardeo a la legendaria Bagdad, ciudad que conocían
desde las páginas de la Mil y una noches, en la llamada operación
Tormenta del desierto.
Así
que la presente antología viene a constituirse en el primer panorama
que se publica de una nueva poesía colombiana, integrada por autores
nacidos a partir de 1970.
Al
hablar de poesía joven se tiende siempre a emparentar con innovación
o con vanguardia, pero este libro antes de pretender ser un recalentado
manifiesto o el anuncio de una nueva generación aspira a convertirse
en un testimonio de vida y muerte común a este determinado grupo
que desde diferentes latitudes del país vivieron una misma historia
y absorbieron una misma realidad.
Existen
ciertos vasos comunicantes que unen en lo literario a estos
poetas. A pesar que se encuentren diversidad de tonos y acentos
en la muestra, la asistencia de la mayoría de los aquí presentes
a talleres literarios o a carreras de humanidades en la universidad,
los ha conducido a una búsqueda incansable por encontrar un replanteo
del lenguaje, un rigor del oficio de escribir y una interiorización
del medio, dejando como resultado una poética de la intuición, una
de la emoción y finalmente una de producción artesanal o de laboratorio.
Autores
como Rimbaud, Georg Trakl, Rilke, Dylan Thomas, Bretón y textos
como Altazor de Huidobro, Residencia en la tierra
de Neruda, Poemas Humanos de Vallejo y Poeta en Nueva
York de García Lorca entre otros, han sido los más consultados
por los jóvenes poetas, quienes no han recibido cartas de un maestro
como Rilke, pero sí han afinado el ritmo y el lenguaje gracias al
acercamiento que talleres, facultades y festivales de poesía les
han permitido con la literatura contemporánea dejando en algunos
casos reservas de asomarse a las vertientes clásicas de la poesía
universal.
Pero
sin duda han sido los poetas colombianos quienes han creado
una atmósfera de tensión interior y de interrogación que como antecedente,
ha permitido postular y delimitar una poética en estos momentos,
de transición. José Asunción Silva, Aurelio Arturo, Luis Vidales,
Jorge Gaitán Durán, y más recientemente Mario Rivero, Giovanni Quessep
y Juan Manuel Roca entre otros, han sido los más cercanos referentes,
quienes han enriquecido la temática y la voz de una poesía encargada
de abrir un nuevo siglo, en días en que las transvanguardias y tardovanguardias
navegan en la posmodernidad.
Dejamos
en manos del lector Oscuro es el canto de la lluvia, en
la agonía de una centuria difícil para la humanidad, tal vez anclando
en el silencio de la memoria para construir la historia de nuestros
días, eso sí fieles a la premisa de Jim Morrison que Solo la
poesía sobrevivirá al holocausto por estar hecha de música y de
palabras, esas dos materias tan fugaces y tan eternas
por medio de las cuales podernos conocer el universo.
Federico
Díaz-Granados
Septiembre de 1997
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