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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Pascual Gaviria
(1972)

Nació en Medellín. Abogado de la Universidad de los Andes. Colaborador del periódico El Mundo y de la Revista de la Universidad de Antioquia. La Editorial de esta misma Universidad publicó su primer libro Pacientes caligrafías en 1999. Ganador del Premio Departamental de Poesía de Antioquia, del Ministerio de Cultura, en 1999.

 

Dulce muerte

Primero la oscuridad del hondo silencio bajo
tierra,
la brillantez de la nieve que se desprende a
cuentagotas.
Luego un recorrido por entre sombras,
peleas con grandes piedras blancas
y una unión con aguas más fuertes,
y un triunfo...

Y el final, ese tranquilo final.

Como imaginar antes en la incesante corriente
que la muerte era ese plateado vaivén
de sabor extraño, bajo el azul.

¿Cómo imaginar esa dulce muerte?

 

Mares

Cerrar los ojos y oír ese antiquísimo eterno
rumor.
El vientre oscuro en el que estuvo el mundo
antes del primer instante,
el temido e informe reino del que sólo
han sido dueños el terror y la imaginación.

La mar, diosa inquietante,
voluble a los designios de este pálido reflejo.

Él, agitado, violento;
lo disculpa recibir el influjo de las fúnebres aguas
en las que se han reflejado todas las caras.
No podía ser más que una lucha.

Los he visto juntos,
tallar minuciosos orificios en los troncos
y darle a una rama, con ayuda del tiempo,
la forma del hueso.

 

Pacientes caligrafías

Se han ido trazando lentos, duros,
ocultos a todos.

Bajo innumerables vaivenes,
bajo vientos que redondean follajes
y cambian sus colores;
se han ido trazando los precisos círculos.

Allí están escritas las lluvias,
las sombras,
y del pájaro, el nervioso ojo naranja.

 

Guijarros

Y la voz del gran tonante clama: ¿pensáis en mi?
Y resuenan las entristecidas olas del Dios mar:
¿ya nunca como antaño, os acordáis de mi?
F. Hölderlin

Luego de la furia
y de las grandes batallas
luce exhausto el mar.
Parece arrullarse en su paciente murmullo.
Ahora su labor es propicia al sueño y el silencio:

labra ocioso los restos que han llegado a él
por azar o desdén.

Hay en sus batientes orillas algo así como
cementerios sagrados,
guijarros divinos:
ahuecados, macizos,
brillantes y ondulados.
Como un Dios bondadoso, pule los
diminutos seres que le son encomendados,
dejando siempre de ellos lo mejor,
construyendo su liturgia con migajas.

¿Podríamos venerar esos despojos rituales?

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