Nelson
León
(1973)
Nació
en Bogotá. Poeta y Arquitecto, ha sido coordinador del ciclo de
poesía vasos comunicantes organizado por la Alianza Colombo-Francesa,
ha participado en diferentes encuentras de poesía regionales, publicó
los libros La superficie del eco (1996) y Regreso al círculo
(2000), ambos de poemas, tiene libro inédito La casa
de Amador Beltrán (cuento).
Las
batallas del tiempo
El
inquieto tiempo se decolora,
donde el acero canta
El fuego se consume en las balaustradas
y mis pies delatan el rastro de la ausencia.
Con antorchas encendidas
acompaño esta noche a los fantasmas
la risa, el vino y el poema que enmudeció mis
siglos.
Nada más queda
esculpir rostros
Que se desdibujan en la memoria,
crear un laberinto de blancos pasadizos
y trampas ocultas en imágenes de piedra
pues quién sabrá jamás
qué clase de fantasmas corren,
cada noche en que el guardián cierra la puerta.
Trenes
Con
la amnistía que hoy el tiempo me
propone
recupero los rostros perdidos en la memoria
vuelve el ave que se agota
y la musical tormenta del metal y la campana.
Si los trenes trajeran consigo
los pesares de otros tiempos
si anduvieran vestidos de recuerdo
en su viaje inconsecuente hacia el olvido
Atravesarían la historia
como a un cuerpo inmóvil
delineando una mujer suspendida.
Agregaría un vagón por cada año
regresaría salpicado de inconciencia.
Deliro
en fiebre en las estaciones vacías
emulando los viajes que no recuerdo
en este refugio para amantes,
mientras escucho las campanas
que se acercan.
Ciudad de sombras
Detuve
mis ojos sobre una visión de sus calles
recibí el aroma de las flores prohibidas
contemplé la soledad en su cielo ausente de
colores y brisas
y permanecí -lo sé- demasiado tiempo en su
memoria.
En
sus múltiples arquitecturas, en sus
ventanas y en sus puertas
pasaba la tarde algún ángel sublevado
que como yo, aún respira el olor a nostalgia
que se atasca en los pulmones.
Todavía
es bien recibido el sueño en la ciudad
donde el delirio reemplaza a todos los
recuerdos
y las plumas al paso de las aves, tejen el
asombro, en su circular abandono.
Y si alguien muere no tendría que preocupar a
mis vestidos
pues aquí las lágrimas son algo menos que las
flores
son pequeñas sombras dilatadas
apenas un murmullo de demolición cercana.
La
oscuridad me habita nuevamente
participo ahora de estas sombras
que no son otra cosa que el juego de algún
Dios
y yo ficha reciente en el tablero
debo esperar mi movimiento a la ofensiva.
Ahora
mantendré mis ojos
en los viejos bastiones
y las incompletas balaustradas
mi muda lengua pacerá
sobre mujeres perdidas
mientras mi cuerpo se eleva
mientras desaparece y cae.
Sé
que jamás saldré de aquí
desconozco la victoria
pertenezco al bando
de los Dioses derrotados.
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