Cyber Humanitatis, Portada
Cyber Humanitatis, Indice
Cyber Humanitatis, Otros Números
Cyber Humanitatis, Secciones
Cyber Humanitatis,  E-mail
©Sitio desarrollado por SISIB Universidad de Chile 2002
 

Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Felipe García Quintero
(1973)

Nació en Bolívar (Cauca). Licenciado en Literatura en la Universidad del Cauca. Autor de los poemarios En la era del olvido (Primer premio del Concurso de poesía Rafael Maya, 1992), Monólogos del Huésped (Primer Premio del Concurso Nacional Universitario de la Universidad del Quindío), Señales de Tránsito (1997). Además publicó el ensayo Finca Raíz Propiedad Horizontal sobre Rafael Maya (1999). Es director de la revista de poesía Ophelia. Ganó en 1998 el Concurso Nacional de Poesía Fuego en las Palabras, auspiciado por Cootramed en Medellín.

 

***

Viajo en un tren de veintiún vagones conducidos por todos mis muertos. Miro a través del cristal roto de la ventana una batalla de mariposas mutiladas por el cielo quemado de mis cinco años.

Converso con los árboles de la intemperie que desaparecen en mis ojos; los que no tienen camino, con los pájaros que son recuerdos del viento.

Yo tampoco sé que tierra es esta.

 

***

Llevo en los bolsillos rotos de mi pantalón un trozo de cielo que perdí, un pájaro muerto en su rama y la sombra en mi espalda de la piedra que escuchó su muerte.

Llevo en el vientre el viento que deambula por las calles vacías. Llevo en mi corazón un recado urgente para la muchacha de ojos de hierba y vino que mi voz no ha visto. Llevo esta condena de ignorar lo que escriben mis manos. Sólo para entregarlas vivo a quien sepa leer las ruinas de mi nombre.

 

***

Mi padre día a día, noche tras noche alimenta con su vida a los cuatro caballos ciegos que lo maldicen. Que lo persiguen silenciosos en el sueño. Los toma con su mano y los esconde en el patio, donde yo lo miro lavarse con la lluvia que se escurre por los tejados rotos. Los cuatro caballos ciegos de mi padre que lo llevan a pasear por cuatro reinos diferentes, donde todo recuerdo es una ruina. Que confunden su color con las estaciones, que lo alejan, que le niegan el cielo, la luna roja.

Los cuatro nombres por los que me llama.

 

***

Ilumíname Señor del jardín quemado. Estoy perdido en esta casa de palabras ciegas. Me encuentro luchando contra desconocidos en una lengua que no es la mía.

Señor, penumbrante Señor, dame el don de errar en mi mundo.

 

***

Como el niño ciego recorro la casa con mi tacto. Ausculto, con el bastón del silencio, el vació de sus huesos.

Voy por los pasillos a tientas, entre el polvo y las sombras que el alba desconoce.

La noche en mi no entra, de mi sale.

 

***

Sobre la cabeza de mi padre se levanta un vasto imperio que desconozco.

Puedo ver en sus ojos la mano que trepa por las paredes de la casa y se esconde en la tiniebla de los cuartos clausurados. La mano que deja a su paso una baba oscura, por donde ahora camino.

Sobre la muerte que imploro, se levantan la piedras de la casa.

volver

 

Sitio desarrollado por SISIB - Universidad de Chile