TARJETA
PARA FEDERICO DÍAZ-GRANADOS
Los materiales con los cuales FEDERICO DÍAZ-GRANADOS construye
su "CASA DEL VIENTO" son el amor, el tiempo, el destino, la poesía
y el viento. Aquella música primera, que vagando en el aire, y por
entregar sonido, sensaciones y movimiento en un todo, tiene algo
de geológico y de metafísico en su transitoriedad. Y es que en el
imaginario poético de DÍAZ-GRANADOS, el viento es también
en alguna medida, el soplo de lo oscuro. Ese soplo de profundidad,
de lo ininteligible y fantástico, en el que se entrelazan enigmáticamente
el ser y la poesía hasta levantar la casa de la voz. Esa Casa de
la Palabra, que tiene mucho de rigurosa arquitectura, pero que no
difiere tampoco mucho de una casa del viento.
Si
la filosofía representando la generalidad, la mayor abstracción,
"la esencia", inicia la búsqueda del alma, la poesía empezará a
buscar a su vez la palabra que la perfecciona y la ennoblece en
su singularidad. Y dentro de esa exploración permanente, los caminos
de la poesía serán así los caminos intrincados hacia ese "yo" esencial,
que como una cámara de ecos, de impresiones, de encuentros y descubrimientos,
puede liberar esencias inasequibles al influjo de algún impacto
poético. Ante la verdad que ocurre en el texto, en concordancia
con verdades que están o estuvieron en nosotros oscuramente, y que
afloran de repente, lo que puede ayudar a precisar en qué consiste
el placer de leer poesía.
Permeado
por preocupaciones de orden estético y literario, como parte de
su formación y su relación con el lenguaje, DÍAZ-GRANADOS,
no se detiene en lo estético-formal. Su cualidad de voz rebasa los
límites de una construcción de simple laboratorio estético. Poemas
inspirados en donde hay sentido lírico, poder expresivo, imaginación
creadora. Sin tremendismos, pero sin rebajar la tensión, hay la
tarea exigente y crítica de un poeta aferrado al ejercicio hermoso
y áspero a un tiempo de la palabra poética. Buceador profundo de
sus verdades, pedigueño de sus dádivas, de sus esplendores.
Dejando
entrar por la ensoñada puerta de su Casa del viento, atmósferas
particulares de su tiempo, o abriéndonos sus aposentos al momento
que le tocó vivir y convivir, su escritura se practica como un ritual,
como un exorcismo temprano - ya que es un poeta muy joven- contra
la muerte y el olvido. En cierto sentido cuestión de sobrevivencia,
otra botella al mar, en la necesidad de ser, de comunicarse, de
amarrarse a la vida contra viento y marea.
Complace
ver que este libro de obligada referencia en la joven poesía, no
se sostiene sobre el artificio y la inautenticidad. Nada tiene que
ver con las ventoleras retóricas del libro como deporte bibliográfico,
y la poesía como "objeto del deseo ", y sí mucho que ver con la
gravedad, la discreción y la sutileza. Como hombre que absorbe totalmente
su vida y fija su huella en el lenguaje, hay involucramiento personal.
Una contenida y alusiva biografía, en donde se despliega como un
espacio, una atmósfera, en trasfondo indirecto el registro de una
época a través de los temas y hechos que lo conmueven. Como en todo
poeta verdadero, en muchos poemas puede percibiese la honda y fascinada
atención prestada a los sentimientos, para que la autenticidad vital,
la evidencia de las propias emociones ilumine como un fulgor, como
un único resplandor, en esta oscura noche ambiente de fin de siglo
-ciega a toda interioridad- que sirve como techo a las delicadas
y armoniosas estructuras de su CASA DEL VIENTO.
MARIO
RIVERO
I
La casa del viento |
II
Presentación de Mario Rivero |
Versión Completa para imprimir
|