Especial
Revista de revistas: dos revistas del Perú
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Evohé Número 4
SERGIO
CAMACHO
PUERTAS
CAPITALES
El
hombre se sabe de pie o con la frente en la espalda.
En
un litigio de escombros empezó a caminar por sobre nubes y
brisas y ventanas de marfil
muerto, cargando con cuartos dormidos.
Dos
minutos antes de la muerte del ú santo.
"El
verbo se hizo carne".
Con
elocuencia dogmática narraba la ascendencia de las rocas,
mientras que de un monte
emanaba neblina; la claridad
hizo
pasado.
Desnuda
de frío dentro de un pomo llegué a casa.
En
la terraza el sol dejaba paso para la huida de un reo, aquí
adentro se presiente un eterno
sabor azul.
Por
la tarde recogí algunas caras de la calle y jugué a predecir
amaneceres, siempre de
espaldas al cuarto principal.
En
la cena las moscas dominaban el rostro de mamá fue cuando
me decidí a llamar al
cementerio.
Salí
de casa.
Parece
que la gente de este parque no existe, sólo esa estatua que
les arroja comida y ata sus
pies a un espiral que converge en el centro de la iglesia.
Levanté
el inicio de una oración que al revés escudriña pilares y
sobre todo los lame;
qué llevadero es morir con un reloj en la frente.
Los
cuerpos nadan por la avenida;
se vuelven inertes al extraerlos de sus casas, imitan a un
dios sobornado, como si la forma
de transgredir fuera sacar su piel y colgarla al sol.
He
lanzado una roca al cielo como soltada en un pozo para medir
su profundidad.
Un
vagabundo sin partida duerme en animales que flotan ante mis
manos, pues ser
perseguido es el anticipo de ser cazador de una divinidad
superior.
Entumecidos
los ojos de mirar al que amanece de negro por la tarde, con
el filo en los
dedos he acariciado el rostro de una cruz.
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