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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Especial Revista de revistas: dos revistas del Perú
Índice Evohé Número 4

TULIO MORA

EL CAZADOR DANZANTE

Para Raúl y Nené, compañeros de aquel viaje al Alto Marañón.

En el espacio rojo mercurio, el danzante aguaruna
remeda a una iguana azul con armadura de helecho
babeando los muñones del árbol. De sus saltos
sobre la fogata, en el instante que de la sombra emergen
los perfiles de tres muchachas, inferimos que todo
tambor es una cascada contenta, que la selva se anuda
cascabeles a los tobillos para que la abundancia
de sus sonidos sea el rastro por donde los dardos inmateriales
atraviesen el aire con una fe poderosa. Los que asistimos
a la función contemplamos la cabeza de la luna en un cesto
de yucas, enmudecidos hasta que el aliento del mimo
segrega una forma: liebre o lagarto empapada de voces,
las robustas voces de las hojas mojadas y del río que transcribe
la pregunta de su permanencia: ¿qué me impulsa a cruzar
el mismo lecho, quién alimenta mis almacenes de rugidos
concéntricos? Tal vez la danza, piensan las tres hermanas,
inmóviles en una esquina donde las cañas de la choza
filtran hilos paralelos de luz, entretejiendo sobre sus muslos
el pacto del marido compartido que consuela bailando
el fracaso del tigre cuando lame a una luciérnaga
en el caparacho de la tortuga. Cae la lluvia hembra
en un cuenco de calabaza, su ligereza se pierde en la niebla
tupida por donde avanza el danzante transformado en el cazador.

 

WAKÓN (*)

El pecado es un escenario
pelado de nubes donde cuelgas al sol
como tu ropa sucia
y que con pico de halcón
puedes atravesar de una a otra mentira.
Madura en la sangre y acaso
en la helada relame su lado ansioso
con cierta acidez de sí mismo,
camina de puntillas
hasta el racimo ajeno y el silencio
que lo rodea es el campana con vuelcos
de corazón de durazno en el pecho.
Tras ese disfraz -adúlteros,
contrabandistas, ladronzuelos y borrachines-,
siempre coinciden la alevosía
y su delación. ¿Todo para qué?
Para que llegue la fiesta cuando reviva
el Wakón, el dios devaluado
en carne de policía, expulsÁ;ndonos
a latigazos el pecado, ni simulados
ni crueles, apenas justos
para entibiar la burla a la hartura
del orden y los días correctos.
Ésa es la ley de la fiesta
que transcribimos con rayas de sangre
en el culo ardoroso
bajo el delirio público de la plaza.
No hay fiesta -no hay vida-
si no hay pecado.
Honra nuestra deshonra.

 

(*) Personaje motológico del valle del Mantaro(el dios Kon)que durante las fiestas castiga los delitos mÁ;s conocidos de la comunidad: robo de animales, vagancia, adulterio y alcoholismo.


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