Especial
Revista de revistas: dos revistas del Perú
More ferarum Índice Nº 3
DESPUÉS
DEL CONCIERTO
Habían
terminado los ofrecimientos, las últimas naves cogieron sus
luces y partieron. Huellas y cinturas de pájaros en algunos
esqueletos de árboles. En la ciudad se escuchan ruidos y
nadie ha salido a sus ventanas, sólo algunas voces, a lo
lejos, alabando el desorden. (Qué puede quedar sino el recuerdo,
la necedad de vestimentas y lujos de venganza).
Ve
y desnuda parte por parte tus delgadas piernas, hasta que pueda
ver una alfombra de espinas, tu señal de abismo. Y sigue
aún más, déjame verte las heridas, cada una
de las huellas que es la esperanza de tu especie, deja que pueda
verte sólo eso, luego cúbrete abandonando las miradas
en una nube de polvo.
Todo
se acomodaba como un pensamiento profético
desde las piedras en cuyos ángulos, las lagartijas
lamían cuidadosamente a sus hijos;
simplemente mi territorio no era el mismo,
las máquinas del tiempo soñaron ser hombres
antes
que el hombre
y alimentaron su gula incansablemente
con
la muerte de los corazones.
Será mejor que te escuche y escuche la belleza de ese cuerpo
como una fruta sonámbula acercándose a mis manos.
Sigues bailando, el licor ha endurecido la noche
y sonríes con la indiferencia de las mujeres
y no hay más tinieblas donde descansamos en la
búsqueda
más plena
la búsqueda de arenas y puñales en el pecho.
La
tranquilidad seducía una parte del mundo
despierta en las cabezas del orto y en las ramas del agua
surgirás desde lo más profundo mientras te observo
y observaré de lejos, en mitades, tu cuerpo.
El
invierno ha fermentando apacibles fantasmas que huyen al
escucharme. Y hasta entonces he caminado sobre tus hombros;
pero no fue suficiente el sacrificio de cortezas dulces y los más
extraños animales.
Eran
como no puedo recordarlo, vestidos de huesos, de costumbres y de
barro. Asimismo he despertado cuando era perseguido por caminos
extraños y las ciudades violentaban sus murallas.
Pero
seguí avanzando y seguí arrastrando la rabia de los
tres reinos hasta que no pude más y me refugié en
tu casa.
Nidos
de hormigas se arremolinan a mis pies y obedecen tus órdenes.
Deja de fumar y abandona por última vez cada uno de tus cuerpos,
apóstoles del crimen; deja de inventar historias sobre inviernos
lejanos y prosigue la danza.
Olvidaré
que estoy atado de cada cabello a los hocicos de tus iguanas que
me limpian el pecho y la sangre con sus lenguas.
Sigue
danzando
escupe
tu señal
y
sigue preparando tus fogatas
cuando
escuches los tambores, caminarás tranquilamente hacia ellas.
EDGAR
SAAVEDRA V.
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