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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Especial Revista de revistas: dos revistas del Perú
More ferarum Índice Nº 3

DESPUÉS DEL CONCIERTO

Habían terminado los ofrecimientos, las últimas naves cogieron sus luces y partieron. Huellas y cinturas de pájaros en algunos esqueletos de árboles. En la ciudad se escuchan ruidos y nadie ha salido a sus ventanas, sólo algunas voces, a lo lejos, alabando el desorden. (Qué puede quedar sino el recuerdo, la necedad de vestimentas y lujos de venganza).

Ve y desnuda parte por parte tus delgadas piernas, hasta que pueda ver una alfombra de espinas, tu señal de abismo. Y sigue aún más, déjame verte las heridas, cada una de las huellas que es la esperanza de tu especie, deja que pueda verte sólo eso, luego cúbrete abandonando las miradas en una nube de polvo.

Todo se acomodaba como un pensamiento profético
desde las piedras en cuyos ángulos, las lagartijas
lamían cuidadosamente a sus hijos;
simplemente mi territorio no era el mismo,
las máquinas del tiempo soñaron ser hombres
                                               antes que el hombre
y alimentaron su gula incansablemente
                                  con la muerte de los corazones.
Será mejor que te escuche y escuche la belleza de ese cuerpo
como una fruta sonámbula acercándose a mis manos.
Sigues bailando, el licor ha endurecido la noche
y sonríes con la indiferencia de las mujeres
y no hay más tinieblas donde descansamos en la
                                               búsqueda más plena
la búsqueda de arenas y puñales en el pecho.

La tranquilidad seducía una parte del mundo
despierta en las cabezas del orto y en las ramas del agua
surgirás desde lo más profundo mientras te observo
y observaré de lejos, en mitades, tu cuerpo.

El invierno ha fermentando apacibles fantasmas que huyen al
escucharme. Y hasta entonces he caminado sobre tus hombros;
pero no fue suficiente el sacrificio de cortezas dulces y los más
extraños animales.

Eran como no puedo recordarlo, vestidos de huesos, de costumbres y de barro. Asimismo he despertado cuando era perseguido por caminos extraños y las ciudades violentaban sus murallas.

Pero seguí avanzando y seguí arrastrando la rabia de los tres reinos hasta que no pude más y me refugié en tu casa.

Nidos de hormigas se arremolinan a mis pies y obedecen tus órdenes. Deja de fumar y abandona por última vez cada uno de tus cuerpos, apóstoles del crimen; deja de inventar historias sobre inviernos lejanos y prosigue la danza.

Olvidaré que estoy atado de cada cabello a los hocicos de tus iguanas que me limpian el pecho y la sangre con sus lenguas.

Sigue danzando
                  escupe tu señal
                                   y sigue preparando tus fogatas

cuando escuches los tambores, caminarás tranquilamente hacia ellas.

EDGAR SAAVEDRA V.

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