Especial
Revista de revistas: dos revistas del Perú
More ferarum Índice Nº 33
DE
LOS BAJOS FONDOS A NUDO BORROMEO: LO BARROCO EN LA POESÍA
DE HINOSTROZA
por
Roberto Sánchez-Piérola Vega
El
grito no se perfila sobre el telón de fondo del silencio
sino que al contrario lo hace surgir silencio.
LACAN,
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
Una
diferencia esencial entre lo escrito y lo oral es que lo escrito
crea su propio contexto, mientras que lo oral se da dentro de uno.
Por eso la función básica de la crítica literaria
es contextualizar las obras para darles un marco que permita su
entendimiento. Pero ¿qué es un contexto? Una serie
de referencias que permiten al receptor de un discurso conocer la
posición desde la que éste se enuncia y por lo tanto
interpretarlo en consecuencia. Si bien cualquier texto puede ser
interpretado fuera de su contexto original, el receptor siempre
tiene que referirse a algo para interpretarlo. Contextualizar quiere
decir, pues, relacionar. Las relaciones pueden ser de tres tipos:
intratextual (el texto consigo mismo), intertextual (el texto con
otros textos), y metatextual (el texto con el sistema en el que
está inscrito). Todo texto dialoga con otros textos, y frente
al mundo real, el texto establece una relación de conocimiento
-le inventa categorías que le permitan asimilarlo en tanto
discurso, es decir, hace del mundo un texto: la realidad. Pero frente
a los hombres que son otros, el texto sólo puede pretender
un acercamiento por medio de la comunicación: darse en su
individualidad respetando la alteridad del otro.
Contextualizar
un texto es, pues, encontrarle relaciones con lo real y con los
otros textos. En cuanto a lo real, todo texto adopta una posición
determinada frente al mundo y frente al otro. En cuanto a lo puramente
textual, todo texto dialoga con otros textos de los tres modos que
hemos mencionado. Toda esta gama de relaciones permite el acceso
al texto.
Para
acceder a un texto el crítico debe resaltar las relaciones
que considera pertinentes sugiriendo claves que iluminen la lectura.
En el caso de la poesía de Rodolfo Hinostroza, el concepto
de lo barroco será la clave que nos permitirá contextualizar
el texto para poder seguir sus recorridos significativos. Este concepto
nos ayudará a iluminar el sentido de sus relaciones con lo
real y con los otros textos.
Si
bien la obra poética de Hinostroza es breve, podemos encontrar
la suficiente variedad y evolución en ella como para abstenernos
de generalizarla bajo unas cuantas características. Lo que
sí podemos observar es la recurrencia de algunos elementos
entre algunos poemas de Consejero del lobo (1965), su primer
libro, y algunos de sus últimos poemas publicados (1977-84).
Nuestra entrada a la poesía de Hinostroza será entonces
a través de dos textos que evidencian estas recurrencias:
Los bajos fondos (de Consejero del lobo) y Nudo borromeo
(1980).
lo
barroco
El
término barroco fue aplicado en sentido peyorativo por la
crítica neoclásica a una tendencia artística
considerada absurda y retorcida, en alusión a "una de
las más complicadas formas de silogismo según la lógica
medieval" (Sopena, 1982: VIII, 9). Lo barroco surgió
en el siglo XVII, como una superación del incipiente renacentismo,
que muchas veces caía en un frío academicismo y una
superficial imitación de la antigüedad. Pero este nuevo
discurso no sólo aportó nuevas formas expresivas sino
también una nueva forma de relacionarse con lo real.
Lo
barroco es comúnmente definido por sus formas expresivas,
que si bien adquieren características diferentes dependiendo
del ámbito en que se den (pintura, arquitectura, música,
literatura, etc.), mantienen unos lineamientos generales comunes
a todos los ámbitos.
Vamos
a tomar lo barroco como un texto cuya expresión es eminentemente
dramática. La preocupación por el efecto escenográfico
hace de ésta una tendencia exhibicionista por excelencia.
De allí su grandiosidad, fastuosidad, refinamiento y opulencia.
Es un discurso hecho primordialmente para ser mostrado. A lo barroco
nunca le falta trabajo (en ocasiones le sobra). Se caracteriza por
su abundante decoración y el exceso en los adornos, que lo
llevan a la incorporación de elementos exóticos e
incluso a lo extravagante. Desarrolla una especie de "horror
al vacío". Parte de la superación de las reglas
clásicas en la búsqueda de dinamismo. Se le ha llegado
a considerar incluso como una tendencia artificiosa y formulista
que "sustituye las líneas rectas por las quebradas,
multiplica los adornos y desarrolla los decorados" (Sopena,
1982: V, 245). La línea curva, sinuosa y quebrada expresa
el movimiento del que carece la línea recta. El barroco busca
romper los limites, por eso propone una continuidad de las formas,
desea llenar el espacio. Las formas llenas y dilatadas de los cuadros
de Rubens expresan esta necesidad del barroco de abarcarlo todo,
de "llenar el ojo". Lo sensual tiene un lugar predominante,
de allí que la literatura barroca como la de Góngora
se caracterice por su cromatismo, sonoridad y voluptuosidad. El
juego de la luz y de la sombra se corresponde con el juego de lo
lleno y lo vacío, como en los cuadros de Velázquez,
donde la luz no sólo ilumina los objetos sino que permite
ver el vacío que hay entre ellos (Sopena, 1982: VIII, 86).
Esto se da en todos los ámbitos del arte, pues la densidad
y complejidad estilística de la expresión barroca
hace que su brillantez se muestre opaca, difícil de desentrañar.
El
barroco se distingue además por ser atrevido e irreverente.
Parte de la pasión y se expande hasta donde puede. Da la
impresión de ser guiado por un sentimiento tumultuoso que
no mide su alcance. Ante un texto barroco el virtuosismo aparece
como un desborde de técnica que da la impresión de
estar mostrando todo, de que no hay reglas que limiten su expresión.
De allí que Rubens pueda tratar temas religiosos con una
sensualidad impresionante, del modo que Sor Juana Inés de
la Cruz lo hará en la literatura. Lo barroco es capaz de
transformar todo, de darle sensualidad a cualquier elemento.
El
afán exhibicionista de lo barroco no es inocente. Todas estas
formas expresivas tienen un sentido, no están desligadas
de un modo particular de acercamiento a lo real. Lo barroco surgió
en una época de cambio. Dios había dejado de ser el
centro del mundo -con el Renacimiento se comenzó a dar importancia
al hombre y a la libertad individual. Empezaba la época moderna,
en la cual el Yo desplaza a Dios en tanto organizador del mundo.
Pero pronto, actitudes como la barroca empezarían a mostrar
que el Yo ni siquiera puede organizar el mundo para sí mismo,
y menos aún para los otros.
¿Qué
sentido tiene el afán exhibicionista barroco? Exhibir es
mostrar, poner algo delante. ¿Delante de qué? De otra
cosa, que queda detrás, oculta. Por lo tanto, el acto de
exhibir implica al acto de ocultar. Siempre que se exhibe algo,
se está ocultando aquello que no se exhibe. El barroco en
tanto puesta en escena nos remite a la pregunta por el ocultamiento.
¿Cómo funciona el ocultamiento barroco? Es un despiste.
El recargamiento y los adornos barrocos apartan la atención
del centro, que es siempre un vacío. El horror al vacío
del barroco se expresa en la decoración alrededor de un vacío
justamente. De allí que el barroco opte por la línea
curva y quebrada en vez de la línea recta: su estilo no es
decir las cosas directamente, sino del modo menos directo posible.
El interés del barroco por el dinamismo se debe a que instaura
un movimiento centrífugo que parte de un vacío para
alejarse de él. El vacío queda detrás de los
decorados y los ornamentos. El silencio detrás de la grandilocuencia.
Cuando
decimos que lo barroco es un discurso hecho para ser mostrado, debemos
añadir que el minucioso trabajo con la forma expresiva busca
atraer la atención sobre la expresión misma, de modo
que los contenidos quedan diseminados y atenuados, ocultos en el
discurso. Los excesos en la expresión pueden darle cualidades
estéticas, pero a la vez pueden opacar el contenido de lo
expresado. El mecanismo de lo barroco busca justamente eso: ocultar
lo central (el contenido). Desplaza lo central, lo deja atrás,
al margen, para llevar lo marginal hacia el centro. Exhibe, pone
en escena la máscara para ocultar el rostro. Aunque quizá
ese rostro sea otra máscara que se superponga a otras y así
hasta llegar al vacío que hay detrás. Por eso decimos
que a lo barroco nunca le falta trabajo: debe crear muchos artificios
para despistar al receptor, para hacerle ver formas donde sólo
hay un vacío, satisfaciéndose en un decir que oculta
lo que dice ante el otro. La relación del sujeto barroco
con el otro es, pues, un engaño: parece pero no es (Blanco
y Bueno, 1980: 116-118). Oculta el vacío detrás de
las apariencias.
la
marginalidad, el silencio y la ciudad
En
los poemas Los bajos fondos y Nudo borromeo hay recurrencias
que adquieren significado si las interpretamos a la luz del concepto
de lo barroco. Estas recurrencias son la marginalidad, el silencio
y la ciudad.
Los
bajos fondos tiene seis partes de semejante extensión.
Ya el título se remite a un espacio urbano marginal. La primera
parte es un preludio en el que resalta la imagen de "muchas
torres de Babél [sic]" (Hinostroza, 1986) (1).
Esta imagen nos sugiere no sólo que cada sujeto construye
su mundo (habla su propio lenguaje), sino que el sujeto es una torre
de Babel que no logra ponerse de acuerdo consigo mismo. La imagen
de las torres de Babel prefigura lo que vendrá después,
y condensa mucho de la poesía de Hinostroza: ese decir cuyo
contenido no llega fácilmente ni a sí mismo ni al
otro, pero que es necesario, porque establece una comunicación.
Un decir que al enunciar exhibe el enunciado pero mantiene oculto
su significado. La metáfora saussureana que hace del significante
y el significado dos caras de la misma moneda se puede aplicar aquí
cabalmente, puesto que al mostrarse el significante, queda fuera
de nuestra vista la otra cara de la moneda, que es el significado.
La imagen de la confusión de las lenguas se asocia a la idea
de la marginalidad cuando el poeta habla "del primitivo parentesco
del poeta con los criminales", puesto que el crimen del poeta
sería evidenciar esta confusión.
En
la segunda parte podemos ver cómo la ciudad, la marginalidad
y el silencio se conjugan en una estética barroca. El ocultamiento
inherente a todo exhibicionismo se hace patente cuando dice: "y
no dirán las górgolas mis lugares secretos, y mis
métodos,/ y la calcinación de contados sucesos y/
la función del paréntesis". Este último
elemento es importante, puesto que el paréntesis es un artificio
barroco que pone al margen lo dicho, lo aleja del discurso central.
También las górgolas son formas barrocas, recargadas,
cuyo silencio pone al margen aquello que el poeta quiere ocultar.
Son además elementos eminentemente urbanos, y en ese sentido
la ciudad aparece como un espacio central pero disfórico,
en el cual se ubica el poeta pero con una actitud marginal, externa:
"Esta noche me asiento en el corazón de la ciudad/
como el presentimiento de un hacha clandestina".
La
tercera parte evidencia la presencia de elementos marginales en
la ciudad, los "mundos ocultados". Cabe resaltar que no
se habla de un mundo oculto, sino de mundos ocultados... ¿por
quién? El ocultamiento se da en el poema, y no sólo
se expresa directamente, como en este caso, sino principalmente
a través de la idea de lo marginal. Recordemos que ocultar
algo es ponerlo al margen de lo perceptible. Al margen también
queda el silencio, que aparece en esta parte como una "calma
sargaza". La imagen es perfectamente barroca, pues nos
remite al Mar de los Sargazos, una extensión marina cubierta
de algas, lo cual quiere decir que se está hablando de un
silencio cubierto, oculto, marginado, puesto detrás.
En
la cuarta parte los paréntesis comprenden prácticamente
la mitad del texto. Entre paréntesis queda la tristeza del
poeta ("El más triste consuelo") frente
a una ciudad hostil. La ciudad aparece como un "aquí"
que sin embargo expulsa a sus habitantes, los hiere, los margina:
"no establecerás finalmente,/ en algún sitio,/
tus talones...".
La
quinta parte empieza con una repetida marginación del sujeto:
"No cumpliré con mis caprichos./ No..".
Esta marginación se da principalmente con respecto a la palabra,
"a fin de que no hable". Vuelve a aparecer el silencio
al margen, entre paréntesis. Un silencio que, entre elaboradas
imágenes que llenan el espacio, nos recuerda el vacío
con imágenes como "devora", "muerte",
"desierto", y especialmente: "Un marido eyacula
salvajemente en el vacío, o/ más precisamente entre
los muslos de su mujer". Esto nos indica que la relación
que se establece con el otro es una relación con un vacío.
Esta parte acaba exhibiendo la siguiente idea: "Nunca he
conocido el poder de una palabra". Decimos que esta idea
se exhibe porque está ocultando la siguiente idea: siempre
he conocido el poder del silencio. Éste es un artificio barroco
por excelencia. El poeta sabe del silencio, y consecuentemente no
lo dice: lo calla. Detrás de su recargado decir, lo que está
haciendo Hinostroza es callar.
Por
último, en la sexta parte la marginalidad viene expresada
por el tiempo. El pasado es un tiempo que queda al margen, un vacío
que queda detrás. Se habla de un pasado rural (al margen
de la ciudad) pero a la vez se huye de él. La imagen de la
huida lleva al sujeto por fin, de nuevo, a la ciudad, a lo urbano:
"un delirio de ropas limpias en las azoteas azules".
El
poema se organiza en torno al típico movimiento barroco:
la marginación del silencio hacia la palabra. La huida y
la ausencia de un lugar en el espacio están muy ligadas al
tema urbano. La palabra pierde su lugar en la ciudad, y el silencio
se instaura como el "lugar" vacío en que se puede
recuperar al otro, al mundo y al tiempo.
Si
bien hay unos quince años de diferencia entre Los bajos
fondos y Nudo borromeo, ambos están organizados por la
misma intención barroca de ocultar el silencio.
Nudo
borromeo es un extenso poema continuo. No está dividido
en partes como Los bajos fondos, pero sí recurre al
mecanismo barroco de la línea quebrada: los versos pares
están sangrados con respecto a los impares. Esto nos da la
idea de que el decir del poeta es un decir fragmentado, indirecto.
Además, el título nos habla un poco acerca de la complejidad
barroca del texto. Un nudo es un lugar de confluencia, unión,
relación, cruce, trabazón, lazo, o vínculo,
que además nos remite a la idea de una dificultad insoluble
(Sopena, 1977: IV, 2988). Por otra parte, San Carlos Borromeo (1538-1584)
fue un arzobispo de Milán que fomentó la cultura y
erigió muchos seminarios (Sopena, 1977: I, 839). Debido a
la relación de este personaje con la cultura, podemos decir
que un "nudo borromeo" sería un texto complejo
y cultista, incluso erudito, en el que confluyen y se entrecruzan
muchos elementos culturales de modo que su interpretación
aparece como una dificultad insoluble. Tratemos, pues, de desenredar
el nudo.
El
texto empieza con una referencia urbana muy precisa: "rue
Vavin subiendo a Montparnasse" (Hinostroza, 1986) (2).
Esta precisión en las referencias que se vuelve a dar a lo
largo del texto, expresa el mecanismo barroco de la decoración
y de la opacidad: se muestra mucho pero se dice poco, el mostrar
opaca el decir. Esto no significa que Hinostroza no esté
diciendo algo, ya que el texto está re-cargado de significaciones,
pero el poema en sí es un esfuerzo porque no se pueda acceder
fácilmente a eso que quiere decir. Es por eso que el anunciador
recurre a la poesía: porque permite decir las cosas de un
modo tal que de otro modo no se podría. El modo como se expresa
el contenido no se puede separar del contenido mismo: se dicen las
cosas de un modo porque de ese modo es como quieren ser dichas -si
fueran dichas de otro modo serían otras cosas. Es en ese
sentido que no nos podemos acercar a un texto poético como
si fuera una narración; hay que ir descubriendo sus reglas
internas, sus recurrencias y oposiciones. Elementos que nos interesan
como la ciudad, el silencio y la marginalidad no se dan en un orden
lógico ni del mismo modo, sino que aparecen en determinados
momentos de acuerdo a la organización del poema.
Todo
el texto está recorrido por imágenes de la máscara,
en el sentido de que representa una forma expresiva que oculta.
Expresiones como "El cuerpo multiplicado en millares de
copias", "Modo infinito en infinita parodia", "Y
hay líneas que se encurvan sobre el horizonte", "Descoyuntado
por infinitos puntos de fuga", "La escena de las fresas
la escena del pico de hielo" y "El Big-Bang repercute
sus últimos ecos", nos hablan del poema en tanto
decoración barroca. El recargamiento se da como un intento
por llenarlo todo, por decirlo todo, al punto que el poeta se confiesa
"Inmerso en una hecatombe de palabras". Pero esta abundancia
de palabras se reconoce como un artificio para eludir la revelación
directa de lo que queda detrás: "Hay una teoría
de círculos concéntricos/ Puesta para evitar un encuentro
frontal". La imagen del poema barroco es la de un círculo
que se expande hacia el infinito con un vacío en el centro.
Los márgenes del círculo no están en la circunferencia,
sino en el centro, que es el vacío. Este artificio funciona
como algo que se pone por delante del contenido, "Cuyo sentido
(si alguno existe) resistiría a la enumeración/ De
imágenes dispersas".
El
anunciador no es inocente en ningún caso, y reconoce el carácter
exhibitivo de su poema con la consecuente carga de ocultamiento,
"Como quien asume una pasión inconsecuente/ Con la
seguridad de ver borrarse los fantasmas". El "vuelo de
cuervos en el cielo cubierto" es una imagen barroca que
expresa cómo el poema trata de ocultar el vacío, de
cubrir el cielo. Y confía en la efectividad del artificio
y su capacidad de disfrazar y enmascarar, al punto que dice entre
paréntesis -al margen-: "(Nunca tocará fondo
porque es forma)". Lo que queda detrás en el poema
es, como en Los bajos fondos, el silencio. Se margina al
silencio, pero éste siempre se manifiesta de un modo u otro,
en tanto ausencia, en tanto límite, como el vacío
en los cuadros de Velázquez. Al delimitar el ámbito
del sonido, de las palabras, el silencio revela su fuerza. No es
que esté presente: el silencio es por oposición ausencia
de sonido, límite de la palabra. Cuando el poeta dice "Y
ahora todo resbala hacia lo Real/ Había sido algo menos que
una presencia/ Definida con tenacidad", nos está
hablando de una ausencia que escapa a las palabras. Esta ausencia,
este silencio, es lo real, aquello que, según Lacan, no se
puede decir. Cuando la palabra construye al mundo le quita su realidad:
"La larga perplejidad/ Que incita al mundo a ser lo que es/
Nunca lejos ni cerca/ Nunca Real".
El
poeta está en un constante movimiento, "Como si buscase
definición/ Deslizándome hacia el centro del poema/
Donde hay silencio y quietas placas de hielo". Al respecto,
el epígrafe de Aristóteles es esclarecedor: "Un
hombre vaga durante numerosos años fuera de su patria, estrechamente
vigilado por Poseidón, y solo". El anunciador hecho
lenguaje se ubica en los márgenes de lo real y busca el silencio,
a la vez que trata de ocultarlo: "Y te consumes fuera de
la palabra/ Que tal vez se alimenta a sí misma/ En inflorescencia
perpetua/ Y así entorpeces la demostración".
Este movimiento es lo que en el poema aparece como la imagen de
la "Entropía/ Obedecida y pronto contradicha/
Por una dimensión confusa y vegetal", es decir, la palabra,
que aparece como un medio para controlar el silencio, para no expresar
el vacío, al alimentarse a sí misma hacia el infinito
pierde el control del juego mostrar-ocultar y acaba por evidenciar
el silencio que siempre la acompaña y que está en
su centro.
Esta
necesidad de ocultar el silencio responde a un miedo. "Miedo
de tocarlo y no tocarlo y atravesarlo sin tocarlo/ Como una sombra
de palabras". Es el miedo al descontrol que finalmente
se manifiesta como la inquietante centralidad del silencio. Se trata
de marginar el silencio pero no se puede, porque no se le puede
desligar de la palabra.
La
ubicación espacial con respecto a la ciudad y la definición
con respecto al otro son importantes puntos de encuentro entre ambos
poemas. Ambas son relaciones barrocas que giran en torno a la marginación
y al movimiento de alejamiento.
La
ciudad aparece en ambos poemas como un espacio disfórico
y fragmentario. Un espacio sin lugares, que siempre está
yéndose y que provoca la huida de los que están adentro.
Mientras que en Los bajos fondos el sujeto va "de
calle en calle, en huidas pueriles", en Nudo borromeo va "huyendo
por las alcantarillas". La ciudad aparece como un espacio
fragmentado ("Mientras circulan retazos de ciudades",
Nb) y a la vez recargado ("los barrios/ torcidos como un juego
de dados", Lbf). Es un espacio que lleva dentro su propia
marginalidad, y por eso aparece como una metáfora de lo barroco
("En el corazón de la ciudad/ se vive y se trafica",
Lbf). La ciudad, a pesar de su movimiento y de estar llena de elementos,
tiene en su centro la ausencia: carece de luz (es "negra")
y sus calles "no llevan nombre".
El
otro aparece en estos poemas como la imagen de la mujer. Y la mujer
es un vacío. Cuando en Los bajos fondos se dice "en
el vacío, o/ más precisamente entre los muslos de
su mujer", se está prefigurando el modo de ver al
otro que se desarrollará en Nudo borromeo. La experiencia
del otro, que excede a las palabras, trata de ser asimilada por
el barroquismo del texto: "El sentido de la experiencia
debe encontrarse allí/ Y yo debo entonces perseverar en el
poema/ El Otro que yo he sido el Otro que estoy siendo/ Me debe
ser designado en el poema", "Tú eres Tú
porque yo lo he querido", "Ella ha desaparecido".
Los otros son "Inexplicables como las mujeres".
En
estos textos la memoria se expresa en dos imágenes que se
repiten hacia el final de ambos poemas, y representa el tiempo marginado
y silenciado que regresa en medio del descontrol de las palabras.
En una entrevista, Hinostroza dice: "Yo recuerdo imágenes
de la trilla cuando a mi padre lo invitaban a ser padrino. Yo veía
esa paja amarilla volar entre el sol con caballos negros que giraban
en torno a la era" (Hinostroza, 1983: 66). En ambos poemas
tenemos esta misma imagen:
una
noria era quien alimentaba a miles de sueños, Padre
[Los
bajos fondos]
La
memoria se posa sobre un campo de trigo
Y
los caballos trotan en torno de la era
Encerrados
en un domo dorado
Tu
padre bebe chicha de jora
[Nudo
borromeo]
Por
último, ambos textos se cierran con la imagen de la ropa
limpia secándose al viento:
todo
sumido en un delirio de ropas limpias en las azoteas azules.
[Los bajos fondos]
Y
en un delirio de provisiones y de ropa limpia
Olorosa
a lavanda
[Nudo
borromeo]
La
infancia está en el espacio que queda atrás, en ese
silencio del que Hinostroza no puede hablar pero que disfraza maravillosamente.
"De todos modos me vuelve la infancia", (Hinostroza,
loc. cit.)
Podemos
decir, entonces, que la poesía de Hinostroza es barroca en
tanto que gira en torno a un vacío, adornándolo hacia
afuera. Los textos trabajados muestran cómo a partir de elementos
como la ciudad y el otro se manifiesta la marginación del
silencio por las palabras. Un silencio que no se puede ocultar,
pero tampoco debe delatar.
notas
(1)
Las citas sin referencia en este segmento provienen de Los bajos
fondos.
(2)
Las citas sin referencia en este segmento provienen de Nudo borromeo.
bibliografía
BLANCO, Desiderio y BUENO, Raúl.
1980: Metodología del análisis semiótico. Lima:
Universidad de Lima; 273 pp.
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Rodolfo.
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Carlos Molina. En: Lienzo 5. Lima, Universidad de Lima; pp. 53-69.
1986: Poemas reunidos. Lima: Mosca azul; 159 pp.
LACAN,
Jacques.
1997: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
Buenos Aires: Páidós; 290 pp.
SOPENA.
1977:
Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena. Barcelona: Sopena;
5 tomos.
1982: Enciclopedia Temática Sopena. Barcelona: Sopena; 15
tomos.
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