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Indice
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INVESTIGACIÓN ACADEMICOS
Chile - Extranjero
UCHILE - FAU -
NACIONAL INTERNACIONAL
Razón de identidad histórica
y posibilidades de expresión en el espacio público de
Independencia
Patricio Duarte G.
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Resumen:
Se indaga en los personajes y hechos
históricos de la antigua Chimba, intentando algunas recomendaciones
para su expresión en el espacio público de Independencia,
comuna del pericentro histórico de Santiago.
Abstract
The personalities and historical facts
of the "Chimba" (as the sector of Santiago north of the river
Mapocho was formerly known) are researched, attempting recommendations
for its expression in the public space of Independencia, now part
of the historic inner city Santiago.
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Sección del Plano
de Santiago de 1831, C. Gay , París. Al norte del río
Mapocho, los crecimientos urbanos sobre "La Chimba". En: Peña
Otaegui, 1944, op.cit. |

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El "Puente de Palo", desde
la Chimba. Vista hacia el cerro Santa Lucía. Dibujo de Melton
Prior. Archivo Andrés Bello, Universidad de Chile. |
Introducción
La actual comuna de Independencia remonta
sus primeros antecedentes históricos ligada al origen mismo de
Santiago. Tan antiguo inicio determina cierta distinción dentro
de los actuales territorios comunales santiaguinos, pues no sólo
queremos decir que remonta a los albores del período colonial,
sino que puede retrotraerse a un pasado anterior, como así lo
demuestran los restos arqueológicos que, al menos, informan dos
milenios de asentamiento humano en este lugar.
La actual comuna de Independencia es heredera
natural de un territorio con una temprana denominación durante
todo el período colonial, y gran parte de la época republicana:
La Chimba.
Nombre habitual en la toponimia prehispánica
de raigambre quechua, enuncia un significado que singularizó
desde su génesis el desarrollo histórico del área,
señalando una localización y un carácter particular
respecto del centro fundacional: de la otra banda del río.
Son, quizás, estos dos aspectos, tradición
histórica y singularidad, lo que a nuestro juicio permite la
configuración de una identidad historica territorial reconocible
para el sector en cuestión, la cual perduró - no sin dificultad-
hasta bien cerca de la actualidad.
Dicha identidad empieza a perder vigor al
finalizar el siglo XIX, con la canalización del río Mapocho
y la posterior instalación de una serie de puentes metálicos
que, uniendo ambas riberas, facilitaron la integración funcional
de la ciudad, superándose en gran medida la condición
de umbral natural que el cauce fluvial representó para
la expansión de la ciudad.
La constatación de la referida identidad
histórica territorial se verifica en diferentes aspectos y situaciones
que a continuación intentaremos sistematizar según la
siguiente pauta de desarrollo:
1. Cronistas e historiadores
2. Caminos y callejones
3. La Iglesia
4. Personajes históricos
5. Otros vecinos de figuración
pública

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Vista de
Santiago desde el cerro Santo Domingo, 1790, Brambila. Archivo Andrés
Bello, Universidad de Chile. |
El Puente
de Cal y Canto. . Archivo Andrés Bello, Universidad de Chile. |
1. Cronistas e historiadores
Una primera manifestación que refleja
la identidad histórica de Independencia (la Chimba), se encuentra
en la obra de cronistas e historiadores que han dejado un testimonio
escrito que recoge la memoria histórica del sector. Reconocen
ellos la riqueza y singularidad de las tradiciones que allí existían
y la importancia de perpetuarlas y darlas a conocer.
Esto resulta ser, nuevamente, un privilegio
comunal relativamente inusual dentro de la historia urbana de la ciudad
de Santiago, donde precisamente son escasos los testimonios escritos
respecto de sectores específicos de ella: descripciones históricas
acerca del desarrollo de la zona oriente de Santiago realizadas por
Carlos Larraín de Castro (Las Condes, 1952) y René León
Echaíz (Ñuñohue, 1972), o los relatos históricos
del sector poniente de la ciudad llevados de Fidel Araneda Bravo (Crónicas
del Barrio Yungay, 1972).
1.1. Justo Abel Rosales
El primer autor que inicia esta crónica
urbana, y quizás el más destacado, es Justo Abel Rosales.
"... fue un modesto empleado de la Biblioteca
Nacional en cuya labor burocrática y como quien ejercita un
pasatiempo, desempolvó archivos y deletreó viejos infolios
de cuyas páginas amarfiladas por el tiempo surgieron personajes
que como Los Amores del Diablo en Alhue, siendo producto de un expediente
de nuestros Tribunales de Justicia, lindaban con el mundo de la novela
y de lo que era peor, del folletín, cuyo padre y maestro mágico
era el no menos fantástico conde Ponson du Terrail. De ese
tono y del mismo autor es esa otra novela histórica o historia
novelesca: La negra Rosalia o El club de los picarones."
(Ramón Ricardo Bravo, en presentación
a la edición de 1948 de La Chimba Antigua).
Una descripción más detallada
de su figura y obra la entrega el Diccionario Histórico Biográfico
1800-1931, de Virgilio Figueroa, que en su Tomo V señala lo siguiente:
"Justo Abel Rosales Justiniano
Nació en Valparaíso en
1855. Hijo de D. Exequiel y doña Francisca de Borja. Pobre
y anhelante de encontrar una situación, empezó a caloborar
en El Pueblo de Quillota. Adoptó el seudónimo de Ruy
Blas.
En 1876 ingresó como escribiente
en la Corte de Apelaciones de Santiago y al sobrevenir la guerra del
79 se enroló como soldado y partió al norte en el batallón
Aconcagua. Ascendió luego a sargento y antes de Chorrillos
y Miraflores era oficial. Peleó bizarramente en las batallas
y entró vencedor a Lima.
Después de cumplir una delicada
comisión en el Callao y en Tacna, abandonó el ejército
en 1831 y reasumió su escribanía en la Corte de Apelaciones
de Santiago.
En 1884 tuvo un incidente con el presidente
del Tribunal y hubo de salir del puesto. De ahí pasó
a archivero de la Biblioteca Nacional y en ese puesto empezó
a recopilar hechos y publicar artículos y obras.
Colaboró en casi todos los diarios
de la época. Publicó: Los Primeros Olmos de Aguilera,
La destitución de San Bartolomé, La Casa de Pedro de
Valdivia. La Jura de la Independencia de Chile. En La Libertad Electoral
insertó: La Apoteosís de Arturo Prat. Bibl. de D. Miguel
Luis Amunátegui y otros trabajos. En 1887 publicó una
obra de importancia: La Cañadilla de Santiago; y otra en 1890:
Historia y tradiciones del Cementerio General de Santiago.
Estas dos obras, así como otros
estudios publicados antes en La Epoca y La Libertad Electoral con
los títulos El oidor D. Juan de Balmaceda, Los Lazcanos de
Chile, Los Archivos Históricos de Santiago y otros, le habían
dado la reputación de erudito y bibliógrafo.
Llegó el 91, fue partidario de
Balmaceda, perdió su puesto en la Biblioteca Nacional y se
lanzó, como un Marat, a la prensa de guerrilla. Fundó
La Democracia con Salvador Soto, en 1892, e hizo campaña de
revindicaciones balmacedistas. Sufrió persecuciones, amarguras
y miserias.
En medio de su prédica revolucionaria,
publicó algunos libros de investigación histórica,
tales como Los saqueos de Santiago, Historia de la Cárcel Pública
de Santiago, La Negra Rosalía y Los amores del diablo en Alhué.
Fué secretario general del comité
patriótico encargado de trasladar a Santiago los restos de
Manuel Rodríguez y publicó, de acuerdo con D. Enrique
Allende Rios la Hoja de servicios y la Vida de Manuel Rodríguez
(1895).
Aquella agitación y aquella lucha
diaria, perseverante y galvánica, unido a la pobreza que nunca
lo abandonó, agotaron sus esfuerzos y comprometieron su salud.(...)
Murió el 30 de nov. de 1896 y
al Asociación de la Prensa, institución que acababa
de fundarse se estrenó con él: le costeó los
funerales, le compró un nicho en el cementerio y le puso una
lápida a sus restos."
De su obras deben destacarse, respecto del
objetivo de nuestro estudio, aquellas que distanciándose del
género novelesco indagaron con mayor precisión en el pasado.
Su interés personal y su lucha contra el olvido y la desidia
lo califican como historiador que, aunque aficionado, no está
exento de rigor y disciplina.
Surgieron así tres obras de crónica
urbana que tienen como escenario el sector norte de Santiago. Ignoramos
las razones de la predilección de Rosales por el pasadoella,
pero cualesquiera que éstas hayan sido han permitido que en la
actualidad se cuente con textos histórico basados en fuentes
documentales consultadas por Rosales y en testimonios directos por él
recopilados.
Como ya se indicó en 1887 publicó
La Cañadilla de Santiago - Su Historia y sus Tradiciones.
1541-1887, cuya edición rápidamente se agotó
demostrando la aceptación del público por esta obra e,
imaginamos, haciendo más conocido a su autor. Al año siguiente,
1888, en el mes de septiembre, a causa de la caída de una parte
del puente de Cal y Canto, una segunda obra fué llevada a imprenta,
Historia y Tradiciones del Puente de Cal y Canto. Ese mismo año
completó su trilogía histórica, en que investiga
el sector norte de la ciudad, en la peculiar obra Sepulturas y Difuntos.
Noticias Históricas y Tradiciones sobre el Cementerio Jeneral
de Santiago. Esta última fue reeditada dos años después,
en 1890, en una edición aumentada i corregida bajo el
título de Historia i Tradiciones del Cementerio Jeneral de
Santiago.
De las tres, la primera constituye su obra
más erudita y de mayor alcance histórico, tal como el
mismo expone con orgullo, en su presentación:
"... Casi todos los documentos
que se contienen, salen a la luz por vez primera, lo mismo que las
tradiciones que he recogido de las fuentes más verídicas.
Aunque el autor atribuye a todo esto una gran importancia histórica,
toca al lector sin embargo, juzgar de su verdadero mérito.
(...) El barrio de la Cañadilla, y en general todo el extenso
y poblado barrio ultra-Mapocho o de la Chimba ha pasado inadvertido
para nuestros escritores, probablemente porque no han encontrado antecedentes
que les permitan fijar su verdadera importancia. Pero yo, en mérito
de mis investigaciones, puedo declarar desde luego que después
del barrio central, aquél es el de más interés
histórico de Santiago."
Las otras dos obras, si bien se apoyan igualmente
en la historia, hacen énfasis en las tradiciones acercándose
más, por tanto, al campo de la crónica. Así se
hace evidente en la presentación de su obra sobre el puente de
Cal y Canto.
"... Datos de otro género
y buen número de tradiciones sobre el puente han sido recopilados
últimamente para este trabajo, para lo cual me he acercado
a muchas respetables y antiguas personas de ambas márgenes
del Mapocho, quienes me han favorecido con el concurso de su buena
voluntad y mejor memoria. Aunque con algunos sacrificios, esta publicación
puede servir de ensayo para continuar popularizando episodios de nuestra
historia antigua y moderna, como se acostumbra en otros países.
Nuestro propósito por ahora es
llevar a la realización esta idea, haciendo publicaciones históricas
y baratas, al alcance de todo el que desee leer..."
Debe mencionarse que este objetivo queda
claramente manifiesto en el hecho que tanto la obra sobre el puente
de Cal y Canto, como la dedicada al Cementerio General, fueron en sus
primeras ediciones, títulos de una serie de "Lectura Popular"
y contaban con la colaboración del artista José Miguel
Blanco de quien se incluyeron algunos dibujos a modo de ilustraciones.
Como dato anecdótico, no exento de gran simbolismo, dichas obras
fueron impresas en la imprenta "Estrella de Chile", cuyo local
estaba ubicado en Puente de Cal y Canto 1-D, siendo su propietario don
Manuel A. Mujica a quien correspondió la condición de
editor de ambas publicaciones.
La creación de estas tres obras y
la calidad de ellas como expresión de investigación histórica
y crónica urbana - la cual a nuestro juicio no ha sido superada-
le debieran otorgar a Justo Abel Rosales, un lugar destacado como historiador,
y el título de primer gran Cronista de la Chimba. En la
actualidad existe un claro desconocimiento de su figura y de su obra
literaria e histórica.
En la década de los años cuarenta,
para la colección "Letras Chilenas", de la Editorial
Difusión S.A., se publicó nuevamente dos de estas obras,
haciendo un acto de justicia para con J. Abel Rosales. En 1947 circuló
nuevamente su Historia y Tradiciones del Puente de Cal y Canto
en una edición bastante fiel a la original. Luego en 1948, se
publicó La Chimba Antigua. La Cañadilla de Santiago
(1541-1887), prologada por Carlos Peña Otaegui que, en rigor,
es sólo el primer capítulo de la edición original
de La Cañadilla de Santiago - Su Historia y sus Tradiciones.
1541-1887, pero con importantes omisiones documentales por lo que
no refleja en su real dimensión la calidad de la obra total.
(1)
Una segunda instancia de reconocimiento histórico
del sector de La Chimba, aunque algo diferente e indirecta, se extrae
de la obra La sombra del Corregidor. Novela de los tiempos Coloniales.
Su autor Sady Zañartu Bustos (1893-1983), descendiente de Luis
Manuel de Zañartu, Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad de
Santiago en la segunda mitad del siglo XVIII, rescata precisamente la
figura histórica de su antepasado, recreando el mundo de Santiago
colonial dentro del cual éste personaje se considera una de sus
tradiciones más evocadoras.
Emergen en novela escenarios asociados a
los afanes del Corregidor, teniendo como temática central el
ingreso de sus dos hijas al monasterio Carmelita de San Rafael, del
cual su mismo padre fue Fundador y Patrón en el año
1770.
Como es sabido, dicho cenobio fue construido
a costa de parte de la fortuna del Corregidor, ubicándose al
frente de su extensa quinta de La Chimba, Real Camino de la Cañadilla
de por medio, a unas decenas de metros del puente de Cal y Canto.
Si bien la novela en cuestión no se
centra en describir el sector ultramapocho, tiene el mérito de
ambientar con gran precisión y fidelidad histórica un
período de la historia colonial de Santiago, de la cual la Chimba
participa y aporta una cuota de protagonismo dentro del relato. Ello
permite un acercamiento diferente al pasado de la ciudad y al sector
ultramapocho. En él se exalta, además, a uno de sus más
controvertidos y románticos personajes ayudando a comprender
la trascendencia de su obra, que es la fuente de inspiración
a Sady Zañartu.
Debe mencionarse que la obra literaria de
este autor se inscribe dentro de una revalorización del pasado
que se inicia con sus poemas sobre Santiago Antiguo publicados
en 1919 por la Imprenta Universitaria, y que después se complementa
con otros títulos de los cuales destaca Santiago: Calles Viejas
(Editorial Nascimento, 1934), quizás su obra más conocida.
Se recordará que la época en
que se ubican estas obras, está conmovida por un espíritu
americanista que persigue rescatar del olvido el pasado colonial de
hispanoamérica. De hecho, La sombra del Corregidor (1927)
aparece prologada por Martín Noel, arquitecto argentino, y máximo
exponente e ideólogo de movimiento.
La trascendencia de la obra literaria de
Sady Zañartu fué reconocida en el año 1974,cuando
se le otorga el Premio Nacional de Literatura, culminando un proceso
creativo que se inició en 1915 al publicar Desde el Vivac.
El Diccionario Biográfico de Chile, de la Empresa Periodística
de Chile, reseña los siguientes títulos literarios de
su autoría: Sor Rosario (Impr. La Ilustración,
1916); Danzarina de Fuego (Impr. Universitaria, 1918); Santiago
Antiguo (Poemas, Impr. Universitaria, 1919); La Sombra del Corregidor
(Novela, Ed. Nascimento, 1927); Llampo Brujo, Premio Revista
Americana de Buenos Aires (Ed. Nascimento, 1933); Santiago: calle
viejas (Ed. Nascimento, 1934); Piedras y Sol (Ed. Universidad
de Chile, 1935); Historia del Vendedor de Libros (Ediciones Universidad
de Chile, 1937); Lastarria el hombre solo, Premio Universidad
de Concepción (Ed. Ercilla, 1938); Chilecito (Ed. Nascimento,
1939); Javiera Carrera Patria (Ed. Ercilla, 1940); Los copa
de Oro (Ed. Ercilla, 1942); Mar Hondo (Imprenta Chile, 1949);
El Tile Vallejo y sus cuentos (Ed. Fantasía, 1963); Tomelonco
(Ed. Arancibia Hnos., 1968); y Colón y América
(Ed. Nascimento, 1969).
1.2. Carlos Lavín (1883-1962)
Este autor realizó un aporte literario
singular con la intención de perpetuar la memoria del antiguo
sector ultramapocho. A mediados del siglo XX (1946) la Editora Zig-Zag
S.A. publicó su obra La Chimba (Del viejo Santiago). Con
una mirada crítica hacia un Santiago en permanente cambio, y
observando con desdén su humilde pasado colonial, Carlos Lavín
vuelca su atención - no exenta de cierto romanticismo- hacia
la barriada tradicional de La Chimba.
"En el cuarto jalón secular de
la vida santiaguina y con conceptos más modernos, nos vinimos
a encontrar con un "bric a brac" de cosmopolitismo arquitectónico
que allegaba más ridículo al consuetudinario maquillaje
de los edificios históricos y anula como piezas de arte, y
en todos sus méritos, las escasas construcciones de estilo
que se nos habían testamentado. Sin embargo, allende el Mapocho,
han permanecido "insepultas" hermosas y valiosas obras de
la mano del hombre, ostentado por doquier superficies patinadas de
un tono apacible y seductor que sólo se puede encontrar en
los más ocultos y aislados parajes provinciales.
Como en muy escasos sitios de nuestro
suelo se reservan al curioso, en Recoleta y en Cañadilla, todas
las sorpresas que amontona el tiempo, puestas a cubierto con el favor
de la indiferencia y ahí están protegidas del urbanismo
vandálico esperando obtener alguna vez atención para
los méritos adquiridos. Los patrones inmaculados de ornato
y edificación chilenísimos y las rotundas antigüedades
esparcidas reclaman cotejos y catalogaciones enfocados hacia todas
las artes y las ciencias".
De acuerdo a lo señalado en los párrafos
anteriores extraídos de la presentación a la publicación,
es posible deducir el objetivo de recopilación de descripciones
históricas referidas a diversas realidades urbanas y arquitectónicas
existentes en aquel reducto secular que constituía dicho barrio
en ese entonces. Estas son complementadas, además, con la exposición
de ciertas ambientaciones tradicionales que fueran propias al área
norte de Santiago. El índice de la obra contiene veintiuna descripciones,
tratadas cada una como una unidad temática abarcando unas cuantas
páginas y que, en conjunto, permiten asimilar el carácter
tradicional del sector. Sus títulos son evocadores y sugerentes:
La Cañadilla Mistica, La Cañadilla Galante, El Barrio
de Las Quintas, etc.
Transcurrido más de medio siglo, la
obra de Carlos Lavín adquiere hoy un significado histórico
mayor que al momento de su publicación, dado que asume un claro
carácter testimonial, toda vez que muchas de sus descripciones
son el único medio posible que nos permite reconstituir y reconocer
el singular pasado de la antigua Chimba de Santiago. De ese modo, en
la actualidad es díficil vislumbrar, por ejemplo, el carácter
colonial que hasta la época de la publicación se podía
apreciar en uno de sus callejones más antiguos y tradicionales:
la calle Carrión.
Para comprender mejor el interés de
Carlos Lavín por el barrio de La Chimba habría que señalar
que él es considerado uno de los iniciadores de los estudios
de antropología cultural dentro del medio nacional, disciplina
que le permitirá adentrarse en la problemática de la identidad.
Otras obras de su autoría que hablan de éste interés
personal son: Nuestra Señora de Las Peñas: Fiesta Ritual
del Norte de Chile (1949); La Tirana: Fiesta Ritual del Norte
de Chile (1950); El rabel y los instrumentos chilenos (1955).
Comentarios
Resumiendo los antecedentes antes reseñados,
es posible verificar la definida identidad territorial que determinó
el carácter singular del sector de "La Chimba" dentro de la ciudad
de Santiago.
Ello era reconocible con cierta claridad
hasta mediados del sigo XX, aunque ya la influencia modernizante, producto
del desarrollo de la ciudad, había comenzado a menoscabar dicha
singularidad territorial, la cual, junto a las tradiciones que evocaba,
fueron percibidas y valoradas en distintos momentos por diferentes autores
que, sensibilizados frente a la carga histórica del reducto urbano,
asumieron el desafio de perpetuar la memoria de este barrio.
Fueron distintas miradas que en diferentes
momentos se detuvieron a observar con particular sensibilidad su pretérita
existencia. Son éstas, la visión del cronista-historiador
que persigue perpetuar el legado de épocas pasadas; la del literato,
que encuentra en él la inspiración que inflama el genio
creativo, y la del antropólogo que descubre en ella manifestaciones
de autenticidad local.
Los escritos citados recrean también
la existencia de personajes, sucesos, tradiciones que de otro modo estarían
destinadas al olvido definitivo. Muchas veces, en realidades que podríamos
caracterizar como de segundo orden, donde la vida deambula sin gran
protagonismo, sin aspavientos, la cotidianeidad y el acostumbramiento
a las cosas simples hacen olvidar su presencia, atentando en contra
del reconocimiento y mantención de los aspectos patrimoniales
que ellas encierran y que muchas veces sucumben sin que alguien diga
o haga algo.
J. Abel Rosales, Carlos Lavín y en
otra medida Sady Zañartu, constituyen ejemplos señeros
de voces importantes que aún resuenan perpetuando el nombre de
La Chimba, trascendiendo en el contexto total de sus obras el momento
en que se hicieron sentir. Imaginamos apropiado reconocer sus nombres
y su obra en la creación de una biblioteca o centro cultural
comunal lo cual podría dar pie a la refuncionalización
de alguna estructura arquitectónica que se encuentre desvitalizada.
Por otra parte, sería igualmente interesante
la creación de algun espacio público asociado a una expresión
escultórica que rinda homenaje a estos tres personajes, algo
que incluso podría tener la condición de manifestación
pionera en cuanto reconocimiento a los cronistas de la ciudad Santiago.

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Puente de Cal y Canto.
Archivo Andrés Bello. Universidad de Chile. En:
Anduaga, Duarte y Sahady., 1996,
op.cit. |
2. Caminos y callejones
2.1. La Avenida Independencia
Sin duda, una protagonista recurrente y de
primer orden para la historia del sector ultramapocho lo constituye
la vía que actualmente se conoce como Avenida Independencia.
En ello concuerdan los diversos memorialistas asignándole un
papel preponderante al momento de efectuar el relato histórico
local.
En su remoto antecedente prehispánico
era parte del llamado Camino de Chile. Esta antigua vía
era una de las variantes del Camino del Inca en pos del valle
del Mapocho, cruzando en su recorrido las localidades de Curimón,
Chacabuco y Colina. En su tramo final, corría en línea
recta desde los terrenos del Cacique Huechuraba hasta la ribera norte
del río Mapocho, para luego, cauce de por medio, continuar hacia
el sur pasando algo al poniente del lugar que ocupó, posteriormente,
la Plaza de Armas en la traza fundacional delineada por el alarife Pedro
de Gamboa.
En la etapa colonial, interumpida su conexión
sur por el damero fundacional imperial, adquiere la condición
que la acompañaría durante todo el período colonial
siendo la vía principal de entrada y salida norte de Santiago,
por lo que obtuvo la categoría de Camino Real.
Por otra parte, su nombre original había
sido reemplazado tempranamente por el de "Cañadilla de la
Chimba", denominación más local y castiza que hacía
referencia a la pequeña hondonada existente en su centro, por
donde escurrían las aguas del río Mapocho en la época
de crecida. Es por ello que oficialmente se le conoció finalmente
como "Real Camino de la Cañadilla".
Asumido su destino de camino, refuerza su
condición de eje el hecho de atravesar en su avance norte el
paraje de La Chimba, transitando por entre extensas heredades
que se ubican a uno y otro costado de su recorrido. Así, a la
vera de la transitada vía, desde la orilla misma del río
Mapocho y hasta las inmediaciones de Hechuraba, se sucedían las
propiedades agrícolas originadas en la obtención de mercedes
de tierra y por la parcelación de la otrora chácara
de Pedro de Valdivia que ocupará parte importante del sector
ultramapocho.
Varias de esas chacras se destinaron a viñas,
como la de Juan de Quiroga en el inicio poniente de La Cañadilla;
las pertenecientes a los Padres de Santo Domingo y a Alvaro de Mendoza,
al costado oriente ya avanzando al norte, o la de Pedro Gómez
en La Cañadilla afuera.
En ese mismo sector indica el plano de Santiago
de 1646, incluido por Alonso de Ovalle en su Histórica Relación
del Reyno de Chile, la propiedad perteneciente a los Padres Mercedarios
que se extendía en dirección a Renca. Es posible que tenpranamente
se empezaran a conformar algunos callejones perpendiculares a La Cañadilla
permitiendo el tránsito entre las propiedades agrícolas.
Los más importantes de estos fueron,
luego, el Callejón de los Olivos, que relacionaba La Cañadilla
con el Camino del Salto existente más al oriente en pleno
Llano de Santo Domingo, y el Callejón de Carriones que
permitía la comunicación al Pago de Renca. Ambos
surgían, con un desfase entre sí, luego de avanzar unas
cuadras por La Cañadilla al norte. También enfilaba en
dirección a Renca el Callejón de las Hornillas,
que, partiendo en el inicio de La Cañadilla avanzaba luego paralela
a ésta desfasada unas cuadras al poniente.
Transcurriendo los años, la mayor
parte de las antiguas chacras en torno a La Cañadilla, se transformaron
en agradables quintas suburbanas, donde más de algún importante
personaje de la época se retiraba a disfrutar de la tranquilidad
y rusticidad que ofrecía el sector.
Ya finalizando el período colonial,
dicha vía ha registrado parte importante de la historia de la
ciudad. Desde aquella remota entrada de los conquistadores españoles
en el año 1540, ha sido testigo de acontecimientos significativos
y cotidianos. Así, han circulado por ella viajeros y carretas
cargadas de productos de las chacras y campos comarcanos destinadas
a abastecer a los habitantes de Santiago. También ha sido conmovida
por la agitación provocada por el recibimiento de algún
nuevo Gobernador que llegaba a tomar posesión de su cargo.
Pero, el antiguo Camino Real fue escenario
de una mayor agitación en los turbulentos años finales
del régimen colonial. Por La Cañadilla, los patriotas
abandonaron la ciudad, presurosos y apesadumbrados, en pos de la ciudad
de Mendoza tras el desastre de Rancagua en 1814.
Tres años después, el espíritu
independentista retornó vigoroso, primero, anticipadamente, en
el rumor que anunciaba las victorias de Coimas y Chacabuco, luego, con
la entrada gloriosa del Ejercito Libertador. Quizás haya sido
este el episodio más brillante que tuvo lugar en la antigua Cañadilla
en que, como nunca, ostentó con indisimulado orgullo su condición
histórica de ser vía de acceso a la ciudad. El paso triunfante
del Ejército de los Andes por La Cañadilla - observado
por pueblo de Santiago que aportó flores y festejos- tuvo lugar
dos días después de la victoria de Chacabuco, el 14 de
Febrero de 1817).
J. Abel Rosales apunta, además, otros
episodios de similar significación que alteraron el letargo habitual
de La Cañadilla convirtiéndola en verdadera vía
triunfal. Es el caso de la repatriación, desde Mendoza, de los
restos de los hermanos Carreras, en el año 1828.
"El 20 de abril se puso en camino
para Chile la fúnebre comitiva, i después de fuertes
nevazones en la cordillera, llegó a Aconcagua el 2 de mayo
siguiente. El día 3 pasó a las casas de la hacienda
i cuesta de Chacabuco (
) En el mismo día 3 de mayo, salieron
para la Palmilla, desde Santiago, los diputados don Francisco Ruiz
Tagle i jeneral don Francisco Calderón, que iban a representar
al Congreso i al Gobierno en el acompañamiento oficial. Para
dar tiempo a los aprestos a las ceremonias que debían verificarse,
la fúnebre comitiva solo se movió de la Palmilla en
dirección a Santiago el 5 de Mayo.
Desde los Andes venían escoltados
los restos por una guardia de honor, que fue aumentada en las afueras
de la Cañadilla con tropas enviadas de la ciudad. En la tarde
de aquel día un gran jentío se agrupó por muchas
cuadras en esa vía esperando la comitiva, que a la entrada
del sol llegó al monasterio del Carmen de San Rafael, al mismo
tiempo que una salva mayor disparada en el Santa Lucía anunciaba
a Santiago la llegada del acompañamiento.
Pero los aprestos para la recepción
en la ciudad de los brillantes Carrera de otros tiempos, demoraron
algunos días más, porque se trataba de darle toda la
esplendidez posible. Cuando estuvieron terminados, se fijó
aquella ceremonia para el viernes 13 de junio siguiente. Durante todo
ese tiempo, un mes i ocho dias, los ataudes de los tres ilustres mártires
de la independencia reposaron, en la iglesia del monasterio mencionado.
En el día señalado, se
anunció el comienzo de la recepción con una salva mayor
de artillería a las 12, i se siguió disparando un cañonazo
cada media hora hasta las ocho de la noche, a cuya hora llegó
la comitiva a la iglesia de la Compañía, lugar destinado
para la ceremonia relijiosa. Desde la Cañadilla hasta la plaza
de aquel templo el acompañamiento demoró dos horas en
su marcha, pues tal era su número i tal la muchedumbre que
se estrechaba por ver pasar los restos inanimados de los que habían
sido infortunados aunque gloriosos heroes desde 1811 adelante.
Al día siguiente, por la mañana,
se realizaron las exequias en la iglesia de la Compañía
especialmente engalanada para la ocasión.
En la tarde del mismo día fue
conducido el carro con los retos de los héroes al Cementerio
Jeneral. El batallón Concepción marchaba a la vanguardia
tocando marchas fúnebres; después del carro seguía
el acompañamiento oficial en carruaje i cerrando la marcha
los Coraceros. Invadiéndolo todo estaba el pueblo, que, ya
a pie, a caballo o en carruaje, llenaban muchas cuadras del tránsito.
Esta imponente comitiva atravesó
a marcha acompasada por la Cañadilla, hasta el callejón
llamado "del Panteón" (hoi calle de la Unión
Americana) i a una hora avanzada del día se dió fin
al acto.
En éste último parrafo se infiere
otra de las funciones que cumplió La Cañadilla producto
de la creación del Cementerio General: una vía ceremonial
para los cortejos funebres en pos del camposanto. Rosales señala
como la última ceremonia fúnebre de carácter oficial
que tuvo lugar allí, en 1882, la del ex Presidente Anibal Pinto,
escoltado por el cuerpo de bomberos, tropas i un inmenso número
de carruajes i de jente de a pie.
La época republicana no irrumpió
en La Cañadilla con el mismo ímpetu renovador que
desde mediadios del siglo XIX se hizo sentir con intensidad en el centro
histórico de la ciudad. Si bien se levantaron nuevas construcciones
y se incorporaron nuevas funciones al sector ultramapocho, ellas no
alteraron en forma significativa el carácter del área.
Tal vez fue así porque las funciones incorporadas se avenían
con su tradicional condición de ser extramuros de la ciudad,
algo que históricamente fue determinante en la evolución
de La Chimba en más de una oportunidad.
Así, nuevas fundaciones religiosas
que se realizaron, aprovecharon el aislamiento y disponibilidad de amplios
terrenos existentes en el lugar (Monasterio del Buen Pastor y La Verónica).
Las mismas razones explicarían la instalación en La Cañadilla
de una industria cervecera que comenzó a funcionar en 1856. Fue
el establecimiento que luego, en 1880, adquirió Andrés
Ebner, quien lo hizo crecer hasta llegar a producir un millón
y medio de litros anuales de cerveza de clase superior.
Se podría señalar, no obstante,
que La Cañadilla comenzó a evidenciar una conformación
un tanto más hetereogénea, dentro de un contexto general
de características semirrurales aun. Por otra parte, se reconoce
un proceso de creciente diferenciación de zonas dentro del antiguo
territorio de La Chimba.

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Plano del Monasterio
del Carmen Bajo, fundado en 1767 por el Corregidor Luis de Zañartu.
En: Peña Otaegui, 1944, op.cit. |
Avda. Independencia.
Carmen Bajo e iglesia antigua de los Padres Carmelitas. Archivo
Andrés Bello, Universidad de Chile. En: Anduaga, Duarte et
als., 1996, op.cit. |
3. La Iglesia
En un ambiente de arrabal, dominado por los
modos de vida rural, determinado por la segregación geográfica,
donde la ciudad se ubicaba cercana pero a la vez lejana - río
de por medio-las manifestaciones tangibles de la institucionalidad propias
a la sociedad urbana colonial tardaron en irrumpir en el sector de La
Chimba.
La primera en hacerse presente fue la más
protagónica y determinante para el hombre de aquel período:
la iglesia.
3.1. Convento San Juan de Sahagún
- Orden
de San Agustín
El primer antecedente histórico que
se documenta, descontando la pretérita creación de la
ermita de Monserrate, se refiere a la existencia de un convento de la
orden de San Agustín con el título de San Juan de Sahagún,
que habría sido fundado en el sector de La Chimba cerca de 1600,
pasando a ser residencia en 1624 (Guarda, 1986). De él no se
tiene mayores antecedentes respecto de su ubicación, ignorándose,
además, el momento de su desaparición.
3.2. Convento Recoletos Descalzos
- Orden de San Francisco
Fue, luego, una segunda fundación
conventual la que trascendería en el tiempo manifestando la presencia
permanente de la iglesia en aquel sector de la ciudad. Ello ocurrió
en 1647 cuando la Orden de San Francisco tomó posesión
de los terrenos cedidos por un particular para levantar en ellos un
convento en el inicio del Camino del Salto (actual Avenida Recoleta).
Dentro de la estructura eclesiástica
colonial, el territorio de La Chimba dependía, desde los inicios
de dicha etapa histórica, de la Doctrina de El Salto. Luego pasó
a depender de la Parroquia de Colina, al crearse ésta en el año
1579 y, posteriormente, de la de Renca (1662), demostrando con ello
cómo el sector ultramapocho era considerado parte de un amplio
territorio suburbano y rural habitado principalmente por indios sometidos
al régimen de la encomienda y cuya evangelización en sus
inicios quedó bajo la responsabilidad de los curas doctrineros.
Ello nuevamente delata un factor de singularización e identidad
territorial.
Esta situación religioso-administrativa
no varió sustancialmente durante la etapa de dominio hispano,
la cual no propició un desarrollo arquitectónico religioso
de trascendencia urbano-arquitectónica significativo en el ámbito
de La Chimba, toda vez que las parroquias de españoles
- como manifestación representacional jerárquica de la
estructura religiosa-administrativa colonial- quedaron confinadas al
reducto urbano fundacional reflejando su condición de asiento
principal de aquella población de origen europeo.
Sólo al finalizar el período
colonial, se erigirá la primera parroquia en la banda norte del
río (1819). Es por ello que la instalación, primero del
convento agustino y luego del de los franciscanos antes mencionados,
inauguró a principios del siglo XVII una presencia más
evidente e institucional de la función religiosa, comenzando
a revertir la tendencia histórica precedente.
Sin embargo, nuevamente hay que que hacer
notar la singularidad que adquiere el segundo de dichos actos fundacionales,
el que tuvo por objetivo la creación de un convento de recoletos
descalzos, señalando un carácter específico
dentro del accionar conventual, postulando una observancia más
estricta de la regla monástica y sus tradicionales votos (obediencia,
pobreza y castidad), haciendo énfasis en el marcado sentido espiritual
asignado al recogimiento contemplativo y a la vida sencilla.
El principio de aislamiento que subyace,
por lo tanto, tras el término recolección en su
acepción teológica, permite establecer sin dificultad
una relación tangible entre el objetivo conventual y lo proclive
a dicho fin que resultaba ser la condición suburbana y segregada
del sector ultramapocho colonial.
El convento recoleto franciscano de Nuestra
Señora de la Cabeza que, con un comienzo modesto, a partir del
siglo XIX adquiere - tras distintas intervenciones- la configuración
actual que delata en su arquitectura la importancia que esta fundación
religosa adquirió desde sus inicios, asumiendo rápidamente
la misión de asistir espiritualmente a la población chimbera.
3.3. Convento de la Granjilla - Orden
de San Francisco
Se menciona, además, la existencia
de una segunda instalación franciscana, en esta banda norte del
río, más al oriente, a la altura de la actual calle Loreto,
que era conocido como Convento de la Granjilla y donde funcionaba un
noviciado estando ya desaparcido en 1760 (Guarda, 1986).
3.4. Nuestra Señora de Belén
y de Santa Catalina Virgen y Mártir - Orden de Santo Domingo
El ejemplo franciscano fue imitado posteriormente
por otras órdenes religiosas. Es así como luego de transcurrido
algo más de un siglo, la orden de Santo Domingo fundó
en 1753, en sus antiguas posesiones de la Chimba heredadas de doña
Inés de Suárez, su propia casa de recolección avanzando
por el Camino del Salto hacia el norte, al pie de la ermita de Nuestra
Señora de Monserrate. El nuevo convento recibió el nombre
de Nuestra Señora de Belén y de Santa Catalina Virgen
y Mártir. Es el mismo que en una imponente versión siglo
XIX ha llegado hasta nuestros días.
3.5. Convento de la Orden de las Carmelitas
Descalzas de la Reforma de Santa Teresa
Asimilable en su génesis a los dos
casos descritos, aunque igualmente obedeciendo a connotaciones específicas,
surgió una tercera fundación conventual de estricta observancia
en el territorio de La Chimba. El sitio elegido fue el del Real Camino
de La Cañadilla, concretamente en terrenos cedidos por Don Manuel
Luis de Zañartu quien, como ha sido señalado anteriormente,
participó interesadamente en su creación como segunda
casa en Santiago para la orden de las Carmelitas Descalzas de la Reforma
de Santa Teresa.
Esta orden femenina contaba desde el momento
de su arribo al país en 1689, con un monasterio en La Cañada
arriba, el Carmen de San José o Carmen Alto, como se le empezó
a denominar luego que surgiera el nuevo monasterio de La Cañadilla.
J. Abel Rosales realiza un detallado relato
del proceso que dio origen a este último, el cual tomó
el nombre del arcángel San Rafael, o Carmen Bajo, el cual fue
creado el 22 de Octubre de 1770, apareciendo como fundador y patrón
del monasterio el mismo Luis Manuel de Zañartu.
Fue tal el empeño y recursos que Zañartu
invirtió en su fundación que rápidamente alcanzó
gran prestigio dentro de la sociedad de la época, aumentando
el orgullo personal del Corregidor. Rosales señala que al inaugurarse
la iglesia del monasterio, en 1777, tuvo ocasión la primera
fiesta pública habida en La Cañadilla, a la cual asistieron
autoridades civiles militares i eclesiásticas i señores
de calesas i mulas con campanillas. En este cenobio comenzaron a
ingresar numerosas novicias, hijas de las principales familias, que
con sus dotes aumentaron el capital del monasterio convirtiéndole
en uno de los más ricos de la ciudad.
Resulta interesante señalar que la
existencia del Carmen Bajo tuvo una historia algo agitada, ligada a
contingencias terrenales muy distantes a su condición de lugar
de reclusión y paz espiritual y a los objetivos de su fundador
Luis Manuel de Zañartu.
Luego de su muerte, acaecida el 15 de abril
de 1782, se iniciaron sucesivos pleitos judiciales referidos al usufructo
de su cuantiosa herencia. Dado que la voluntad de Zañartu fue
que todos sus bienes pasaran a posesión del monasterio del Carmen
de San Rafael para asegurar su permanencia y la de sus dos únicas
hijas que profesaban en él, el monasterio se vió involucrado
en litigios que entablaron los parientes del Corregidor que impugnaban
y desconocian lo dispuesto por éste.
Es importante señalar al respecto
que parte sustancial del patrimonio de Luis Manuel de Zañartu
lo conformaba sus posesiones ubicadas en La Chimba. Es ilustrativa,
en ese sentido, la relación de la tasación de estos bienes
que consigna J. Abel Rosales en su obra sobre la Cañadilla.
"
Las propiedades raices eran las
siguientes. En primer lugar, la quinta de la Cañadilla, con
todo lo edificado y lo plantado fué tasada en 35,455 pesos
6 reales i medio por el alarife don Agustín de Argüelles,
en 21 de Agosto de 1784. Esta tasación i las que siguieron
se hicieron a solicitud de don Francisco J. Errázuriz, tenedor
de los bienes del finado Correjidor. En esta propiedad se comprendia
un molino, casi arruinado del todo por la avenida grande de 1783,
una buena huerta i viña (11)
Al poniente de la quinta, callejón
llamado de las Hornillas por medio, estaba lo mejor de la viña
de Zañartu en la chacra que este había comprado a don
Antonio Prado i que comprendia el terreno que hasta ahora se conoce
por "chacra del Pino." Fué tasada esta propiedad
por el alarife, el 5 de aquel mes i año, en 7,449 pesos 6 reales,
a 100 pesos cada cuadra. Además de la viña habían
muchos árboles frutales, como nogales, olivos, duraznos,
manzanos, etc. (12)
Otra propiedad al norte del río
era un cuadro perfecto de 80 varas por cada lado, i estaba ubicada
a la estremidad oriental de la actual estación de las carros
urbanos que van para la Recoleta. Fue tasada en 200 pesos.
En la ciudad poseía la casa que
he mencionado en otro lugar, situada en la plazuela de la Merced,
esquina noroeste con la calle de las Claras, que fué tasada
en 21,014 pesos 2 reales. Esta fué la casa que Zañartu
rodeó de cadenas en su parte esterior, que era entonces un
lujo no acostumbrado.
Segun se ve, el valor de dichas propiedades
era en 1784, de 64,119 pesos i 6 reales. El Monasterio valía
100.000, segun lo declaró Zañartu en una de los documentos
ya copiados.
(11) Las dimensiones exactas de esta
quinta eran: por su frente al camino real de la Cañadilla,
de sur a norte desde el pedregal del rio, tenía 623 varas;
por su lado norte hasta el camino de las Hornillas, de oriente a poniente,
tenia 740 id; por el costado del fondo o del oeste, habian 634 id;
i por el sur, lado del rio, media 776 id. Mas de la mitad de este
terreno era plantado de viña, lo mismo que otras cuatro cuadras
cuadradas que estaban contiguas, formando parte de la quinta por el
lado noroeste. Este último pedazo de terreno fué avaluado
en 700 pesos. Fuera de la casa de Zañartu, que era estensa,
cómoda i de dos pisos, tal cual hoi se ve, ocupada por don
Matías Ovalle, contenía la quinta seis grandes bodegas
para guardar el licor que hacia trabajar en otros tantos lugares,
contiguos a un hermoso jardín que rodeaba la casa, dando vista
al camino real mencionado. Este jardín contenìa 14 naranjos
i limones, tasados en 50 pesos; 8 arrayanes a 1 real cada uno; 2 pinos;
79 plantas de parra, uva de Italia; 3 ciruelos de España; 63
duraznos; 2 castaños; 3 manzanos; 3 nogales, etc., i una gran
variedad de flores y plantas de adorno. Al lado norte de este jardín,
que era un cielo por su hermosura, estaba el calabozo, que era un
infierno por sus horrores y sus cadenas. Tenía éste
de largo 21 varas, i era fabricado de adobes.
(12) Esta chacra o viña formaba
un gran rectángulo, i medía por el costado del oriente,
que era su frente, 1,218 varas; por el norte, 730 id; por el poniente.
1,218 id; i por el sur, paralelo al río, 730".
De los datos reseñados se desprende
la importancia de las posesiones en el sector ultramapocho pertenecientes
a la fortuna del Corregidor Zañartu que, en total, incluyendo
además la tasación que se hizo de sus alhajas, ropa, bienes
muebles y sus bodegas en Valparaíso, imputó el monto final
de 200,000 pesos fuertes. De ahí que se entienda la apetencia
de los parientes de Zañartu, tanto de Chile como en España,
por disputar tan importante herencia.
Sin entrar en los detalles descritos por
Rosales en el capítulo IX de La Cañadilla de Santiago,
debe señalarse que la justicia en distintas instancias, ya sea
ante la Real Audiencia en Santiago como ante el Consejo de Indias en
Madrid, confirmó la voluntad establecida por el coronel de
milicias Dn. Luis Manuel de Zañartu.
Sin embargo, este último tribunal
dejó abierta una posibilidad de apelación basada en el
análisis que se hiciese de la validez o nulidad de los votos
realizados por las hijas de Zañartu al momento de su ingreso
como monjas profesas al monasterio, aspecto fundamental para la adjudicación
de la herencia en cuestión.
Ello ocasionó nuevas controversias
judiciales que, haciéndolas suyas la población, dieron
origen a tradiciones donde lo real y lo ficticio se confundían
en función de por rumores y fábulas. De ese modo, el Monasterio
del Arcanjel San Rafael de la Reforma de Santa Teresa se vió
enfrentado nuevos litigios aunque finalmente pudo disponer en propiedad
de la tan famosa herencia. Por medio de ésta, y acatando lo que
el Corregidor expresamente señalaba en su testamento, el monasterio
carmelita se convirtió en el principal propietario de la Cañadilla
toda vez que se estableció un vínculo entre éste
y las antiguas posesiones de Zañartu. Así lo estipuló
el item 15 del citado testamento:
"
mando i es mi voluntad que las
chacras, molinos y bodegas de mi particular dominio, con el dinero
que se hubiere de imponer del valor de la casa, muebles y dinero sobrante,
queda a beneficio de dicho mi convento, con la precísima calidad
de que jamás podrán enajenarse, ni por venta ni otro
motivo alguno las dichas chacras, molinos i bodegas, poniendo en ellas
un mayordomo vijilante que cele de sus aprovechamientos i cuide a
toda costa de su subsistencia, conservando las plantas con el debido
cuidado, para que sus productos sirvan de alivio i subsistencia de
dicho monasterio i sus religiosas
"
Asegurada su permanencia, el monasterio carmelita
de la Cañadilla llevó una existencia sin mayores sobresaltos,
más acorde a su condición de cenobio de clausura, con
su vida retirada de los afanes del mundo secular, ocupando sus instalaciones
hasta el 20 de Febrero de 1958, día en que las monjas carmelitas
abandonaron esta antigua residencia para trasladarse a un nuevo monasterio
en el sector de La Reina junto con los restos de su fundador. En esta
decisión deben haber influido los cambios experimentados en el
sector, principalmente tras la apertura de la Avenidad de La Paz, y
la antigüedad de la fábrica del tradicional conjunto conventual.
Comentarios
Habiendo reseñado el origen de las
principales fundaciones eclesiásticas de la antigua Chimba, a
modo de síntesis planteamos la siguiente reflexión.
A nuestro juicio queda claro cómo
la función religiosa colaboró de manera relevante, a perfilar
la identidad territorial del sector ultramapocho. Si bien es correcto
interpretar las fundaciones conventuales referidas, inscritas dentro
de un proceso general tan propio a la ciudad y sociedad colonial, no
es menos cierto que éstas deben entendenderse, además,
como situaciones específicas determinadas precisamente por el
carácter que ostentaba dicho territorio. Se daba un proceso de
retroalimentación donde primeramente los conventos de recolección
y/o el monasterio de clausura - aprovechando las potencialidades de
la La Chimba, propicias para sus necesidades programáticas y
funcionales- dan paso al acto de instalación para, seguidamente,
reafirmar con su peculiar existencia, la condición de lugar del
sector que ve así reforzado su carácter retraído,
apartado.
Resulta de ese modo una suerte de mutua complicidad
que se establece entre los intereses de las órdenes religiosas
involucradas y la idiosincracia territorial, y donde los conjuntos arquitectónicos
se transforman en imagen y testimonio de ello.
Sus desahogadas dimensiones y sus estrechas
vinculaciones con el lugar donde ellos se emplazaban, en las vias principales
del sector, le otorgaron un protagonismo indesmentible que aún
se vislumbra en sus disminuidas volumetrías.
En ellos convergen, además, hechos
y situaciones históricas que los ligan indesmentiblemente con
La Chimba, con la historia de Santiago y sus, cada vez más, olvidadas
tradiciones: son los vestigios tangibles de nuestro pasado.
Cabe destacar que, aparte de las fundaciones
conventuales en el núcleo histórico de Santiago, son precisamente
éstas, las de la antigua Chimba, las que pueden exhibir
un origen que se retrotrae al período colonial y todavía
en ellas - a diferencia de lo que ha ocurrido con los claustros del
sector central- mantienen en grado relativamente evidente las conformaciones,
implantaciones y relaciones espaciales con el contexto inmediato
que existieron históricamente.
Ello permite un acercamiento al pasado más
elocuente y digno. Igualmente debe señalarse que, desaparecido
a mediados del siglo XX (1941) el monasterio del Carmen Alto, es el
antiguo monasterio de San Rafael, la fundación más antigua
de la orden de las Carmelitas Descalzas en la ciudad de Santiago, un
vestigio principal de la instalación en Chile de dicha orden.
ΏEllo no debería ameritar un destino
diferente para el conjunto arquitectónico que el actual, con
el fin de rescatar precisamente su profundo significado histórico
y reinstalarlo en la memoria colectiva de la comunidad?. ΏNo sería
factible proponer la implementación en él de un museo
o centro de documentación de la orden Carmelita en Chile y recuperar,
así, la tradición histórica de su origen?
Con ello creemos, además, que se recuperaría
parte importante de la memoria histórica de la antigua Chimba,
siendo un monumento que por su trasfondo histórico y las tradiciones
a que dió lugar tiene una vocación pública, incluso
asociada a lo que podría implementarse como parte de un recorrido
histórico-turístico de la comuna. En su atrio, al menos
una placa recordatoria debiera dar cuenta de su ahora poco conocida
existencia.
3.6. Otras fundaciones religosas
Para finalizar con el tema de la iglesia
como factor de identidad territorial, complementaremos las fundaciones
conventuales coloniales reseñadas con antecedentes de otras fundaciones
religosas que también aportan en ese mismo aspecto.
Como se señaló en su momento,
al finalizar el período colonial tuvo lugar la creación
de la primera parroquia en el sector de La Chimba, evento de suyo importante
dentro de la estructura eclesiástica, ocupando el octavo lugar
de precedencia dentro del elenco de las parroquias de la arquidiócesis
de Santiago.
Antes habían sido creadas las parroquias
del Sagrario (1546), Colina (1579), Santa Ana (1635), Renca (1662),
Ñuñoa (1662), San Isidro (1686) y San Lázaro (1775).
La nueva parroquia se denominó de La Estampa Volada, habiendo
servido primero como Viceparroquia de Renca entre los años 1814
y 1819, para acceder finalmente a la jerarquía de parroquia
el 22 de Julio de 1819. Fue erigida como tal por el Gobernador del Obispado
de Santiago, Don José Ignacio Cienfuegos y Arteaga, desmenbrándola
de la Parroquia de Renca.
Su creación estuvo relacionada directamente
con la construcción de un templo dedicado a Nuestra Señora
del Carmen, el cual fue levantado en el Real Camino de La Cañadilla,
habiéndose iniciado sus obras en 1805 y siendo finalizadas en
1814. De ahí se explica el hecho que administrativamente también
solía ser mencionada sólo como Parroquia de La Cañadilla
privilegiando en dicha denominación, por tanto, una identificación
más amplia que apelaba a su localización e identidad territorial
subyacente por sobre acepciones de índole meramente religiosas.
En todo caso, el origen y ubicación
de la citada iglesia - que para ese entonces resultaba retirada de la
ciudad- se explica en un episodio extremadamente peculiar que tuvo lugar
el miércoles 13 de octubre de 1786, según lo establece
y relata J. Abel Rosales en el Capítulo V de su historia sobre
La Cañadilla. Dado que en la actualidad este hecho no se conoce
mucho, haremos un breve resumen:
Era habitual en el medio santiaguino colonial
la comercialización de imágenes sagradas las cuales
eran adquiridas por los creyentes a fin de expresar sus diversas devociones
religiosas. El día mencionado, uno de estos comerciantes (Fermín
Fabres según lo establece J. A. Rosales) ofrecía en
un canasto su mercadería en el portal de Sierra Bella, costado
sur de la Plaza de Armas de la ciudad.
Hasta allí se había acercado
un interesado con la intención de obtener la estampa de algún
santo, encontrando sólo reparos para todas las que se le habían
presentado.
"
Eran ya las 11 i media del día
cuando don Fermín sacó del fondo de su canasto la última
estampa que le quedaba para vencer i atrapar al porfiado casero. Tenía
ella unas tres cuartas de alto por dos (media vara) de ancho formada
de un papel de regular grosor, que contenía pintada en el centro
a la Virgen María i a su alrededor, formando un óvalo,
varios medallones en que se veían diversos santos
"
Fue la que finalmente adquirió el
comprador, luego de lo cual retomó su camino en el preciso
momento que, por calle Ahumada, avanzaba sin ningún reparo
una fuerte ráfaga de viento en dirección norte. La turbulencia
ocasionó que la imagen le fuera arrebatada de sus manos a su
desprevenido propietario, tras lo cual esta fue elevada, iniciando
un largo viaje a gran altura por el cielo santiaguino. Enfilando por
la calle Puente hacia el sector de La Chimba, fue seguida en su recorrido
por una alborotada muchedumbre. Ya cruzado el río y avanzando
varias cuadras, la estampa volada comenzó a descender, luego
que el ventarrón perdiera intensidad, para, finalmente, posarse
sobre las ramas de un árbol frutal de duraznos que crecía
en un sitio ubicado en la esquina suroriente de La Cañadilla
con el Callejón de los Olivos.

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El vendedor de estampas,
J.M. Rugendas, 1838. En: Peña Otaegui, 1944, op.cit. |
Hasta aquí el relato de lo que fue
interpretado por el gentío que participó y presenció
el suceso, como milagroso. Pero, la famosa estampa volada tuvo aún
que enfrentar nuevos momentos de gran agitación, producto de
la disputa que generó su posesión y destino final. Sobre
ello no se tiene absoluta claridad en la actualidad perdiéndose
su huella en el pasado. La versión más aceptada sería
que la imagen desapareció con posterioridad al terremoto de 1822,
después de haber estado en el altar mayor de la primitiva iglesia
de La Estampa que en la ocasión resultó destruida. La
única prueba de su existencia es pues, el relato que como tradición
histórica ha perdurado hasta nuestros dias. De hecho, oficialmente
nunca fue reconocida la condición milagrosa del suceso, toda
vez que el expediente probatorio de la causa que se abrió para
tal efecto quedó sin ser resuelto, siendo determinante en ese
sentido el no existir certidumbre absoluta, precisamente, respecto de
la autenticidad de la imagen incorporada como prueba al expediente.
Pero, la mayoría de la gente explicó
tan extraordinario suceso como algo sobrenatural, y prontamente el sitio
de La Cañadilla se convirtió en lugar de devoción
popular. Así lo relata J. A. Rosales señalando que, la
arrendataria de aquel terreno:
"
hizo plantar un palo al lado
del durazno, con un letrero en que se contaba en breves palabras la
historia del suceso, cuya inscripción estuvo a la vista del
público por algún tiempo, visible desde el camino i
tapia de por medio.
Toda la buena jente del ese barrio acudió
desde entonces a orar reverente al lado del palo i del durazno, especialmente
en las tardes veraniegas, mientras de todas partes llovían
las velas de sebo de a cuartillo i de a medio para que se encendieran
de noche en toda época del año.
Aquel venturoso árbol pasó
a ser el más codiciado de todos, i su propietario tenía
que andar poco menos que con cuatro ojos (i era vizca i entrada en
años) para que no desapareciera en un santiamén, pues
eran innumerables los peregrinos que ocurrían a sacarle una
pús para injerto, una ramita o simplemente algún par
de hojas para algún santo i eficaz remedio interior, usadas
como infusión, i tambien en huntura o estoplasma para los frecuentes
casos de maleficios, daño i mal de ojo en que tanto creían
entonces.
Entusiasmado por su parte el Obispo
Aldai, concedió cuarenta dias de indulgencia a todo fiel cristiano
que, parándose frente al durazno, rezara de buena fe alguna
oración, con lo cual las peregrinaciones aumentaron i se trató
de esta manera por el vulgo de llevar al convecimiento de un milagro
a los que dudaban de él, que no eran pocos, (
).
(
) fue de la época de las indulgencias
de Aldai (noviembre o diciembre de (1786) cuando los duraznos de la
estampa (así llamados), adquirieron su gran boga, principiando
por ser bocado sólo de canónigos i de jente de alto
copete, i con el cual se chupaban los dedos la superiora de cada monasterio
i el prior o provincial de cada convento, en alguna solemne ocasión
del año. Pero bien pronto empezó el apojeo en jeneral
para todos lo duraznos de Santiago i sus contornos, porque era cosa
de gran tono el comerse las blandas rebanadas del jugoso i santificado
fruto, i de aquí el empeño de unos por obtenerlo a cualquier
precio, especialmente si se trataba de jente acomodada, i de otros
por venderlo con toda garantía, por más que se tratara
de un engaño o embuste".
Fue en el año de 1805 cuando, en uno
de sus paseos habituales por el sector de La Chimba, el Obispo don Francisco
de Borja José Marán se detuvo un momento en el sitio de
La Cañadilla donde los devotos se congregaban ante el célebre
árbol frutal. Hombre de recursos, se dice que en ese momento
tuvo la ocurrencia de levantar en aquel predio una iglesia dedicada
a Nuestra Señora del Carmen a quien consideraba su protectora
y de la cual era fiel devoto. De ese modo, no sólo rendiría
culto a la Virgen, sino que prestaría un gran servicio a la población
de La Chimba en continuo crecimiento y poco asistida de templos públicos.
La gente luego denominó a esta construcción la "Iglesia
de La Estampa Volada".
La obra le fue encargada a Juan José
de Goycoolea y Zañartu, principal discípulo de Joaquín
Toesca, quien elaboró sus planos, iniciándose su construcción
el mismo año de 1805. Muerto Marán en 1807, la obra fue
continuada con algunos inconvenientes hasta ser terminada el año
1814. Pero el edificio tuvo una corta existencia dado que fue destruido
por el terremoto de 1822. Sin embargo, una imagen que da cuenta de ella
se conserva inserta en un cuadro que retrata al Obispo Marán
y que se encuentra en el Museo de la Catedral de Santiago. En esa pintura
se aprecia su fachada principal de tres cuerpos de altura, concebida
según preceptos neoclásicos, demostrando la grandiosidad
de su fábrica. J. A. Rosales señala:
"
La primera partida asentada
en la nueva iglesia del Carmen de La Cañadilla, vulgo La Estampa,
es la del bautismo de un hijo del vecino del barrio don Manuel Joaquín
Valdivieso, padre del Arzobispo de este apellido, cuyo vástago
se llamó José Ramón Niceto Jesús de los
Dolores. Como primera ceremonia de esta naturaleza, se hizo una fiesta
bulliciosa, en que se quemó mucha pólvora i sonaron
las campanas hasta poner en alarma a todo el quieto i silencioso barrio."
El presbítero Raymundo Arancibia S.,
en su estudio sobre las Parroquias de la Arquidiócesis de Santiago
1840 -1925, refiere que la actual iglesia de La Estampa comenzó
a ser edificada en 1890, de acuerdo a los planos realizados por el arquitecto
de origen francés don Eugenio Joannon Crozier. De ser así,
sería una de las primeras obras realizadas por este connotado
profesional galo llegado al país en 1889. Con ella, Joannon daría
inicio a su intensa producción arquitectónica religiosa
dentro del ámbito santiaguino.
Comentarios
En la actualidad, la iglesia de La Estampa
patentiza con elocuencia, el inexorable paso del tiempo; lo más
lamentable no es tan sólo el menoscabo de su estructura arquitectónica
con desafortunadas intervenciones en su interior tras el terremoto de
1985, ni la degradación urbano-arquitectónica de su entorno
inmediato, sino el olvido de aquella connotación histórica
que en su momento la hizo ser uno de los principales templos de la ciudad.
Su mítico origen ya no es parte de la memoria colectiva de la
comunidad, ni suscita las manifestaciones de devoción de otrora.
Su sobria pero imponente fachada hacia la
antigua Cañadilla es, quizás, lo único que evidencia
un significado que para muchos es simplemente un secreto o una incógnita.
En ella se puede reconocer el espíritu grandioso que perseguía
en su origen el Obispo Marán, delatando aún su pasada
importancia.
ΏCuántas iglesias en Santiago pueden
señalar un origen tan peculiar como el de La Estampa? ΏCuántas
podrían sentirse orgullosas de haber surgido como expresión
tangible de una religiosidad popular tan propia a nuestra sociedad colonial,
independiente de si existió o no un milagro de por medio? ΏCuántas
se relacionan con tal fuerza a la historia urbana de un sector específico
de Santiago?
Pareciera ser que la iglesia de La Estampa
Volada de Nuestra Señora del Carmen merece un reconocimiento
que simplemente revalorice su inigualable tradición histórica,
algo que sin duda colaboraría, a su vez, a reforzar la identidad
territorial comunal.
Dado que el tema religioso es delicado en
cuanto a sus implicancias teológicas, es posible que sólo
baste instalar en el atrio de la iglesia una placa recordatoria que
dé cuenta de su historia.

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Vista de La Chimba. Archivo Andrés
Bello, Universidad de Chile. |
Vista de La Chimba. Archivo Andrés
Bello, Universidad de Chile. |
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Plaza de tranvías
en la ribera sur del río Mapocho, Archivo Andrés
Bello, Universidad de Chile. En: Anduaga, Duarte et als., 1996,
op.cit.
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4. Personajes Históricos
Entregaremos antecedentes acerca de aquellos
personajes que de alguna manera participaron de la historia de La Chimba
y/o de sus tradiciones, aportando, por lo tanto, en perfilar su memoria
histórica. Para ello puede establacerse ciertas distinciones
que dependen de la figuración del personaje en cuestión,
referidas a aspectos tales como el grado de identificación con
el sector y aporte a la identidad local, participación activa
o pasiva en el desarrollo local, jerarquía dentro de la sociedad
de la época y trascendencia histórica, la cual, a su vez,
puede ser diferenciada si es de nivel local o de nivel nacional.
4.1. Vecino Fundador

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Don Pedro de Valdivia
Banco Central de Chile, Casa de Moneda,
billete de quinientos pesos.
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Don Pedro de Valdivia. Fundación
de Santiago.
Banco Central de Chile, Casa de Moneda,
billete de quinientos pesos.
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4.1.1. Pedro de Valdivia
Corresponde este rol protagónico e
inicial a don Pedro de Valdivia. Sabido es que previo a la fundación
de la ciudad de Santiago, don Pedro de Valdivia acampó a los
pies del cerro de Huechuraba (actual Cerro Blanco), nombre del caserío
de uno de los señores principales del sector ultramapocho. Incluso
se menciona por algunos historiadores que éste habría
tenido, en principio, la intención de fundar allí la nueva
urbe, lo cual habría desestimado luego de realizar el reconocimiento
del sitio ocupado por el cacique Huelén-Huara, en la banda sur
del río Mapocho.
De ese modo, al cruzar el cauce del río
y dar forma a Santiago del Nuevo Extremo en la ubicación que
se le conoce, fue determinante para la existencia futura del territorio
que se extendía al norte del Mapocho, empezando prontamente a
ser conocido como La Chimba. Con dicho vocablo se significó
la ubicación disgregada del área en cuestión respecto
de la ciudad, asumiendo tempranamente la condición de un arrabal,
dándose la generación espóntanea de un caserío
que ocupó la banda norte del río en el cual se instaló
parte importante de la población yanacona al servicio de los
vecinos de la ciudad.
Los terrenos que se extendían más
al norte de los ranchos ribereños, por su parte, habían
sido tempranamente repartidos entre los españoles avecindados
en la nueva población, dando origen a extensas propiedades destinadas
a la explotación agrícola. Quizás la más
importante de ellas fue la que el mismo Valdivia reservó para
sí al momento del citado reparto de tierras. Estas tenían
de extensión, según documentos de época, "
por
cabezadas el río de esta ciudad, desde el camino real que va
a Huechuraba, hasta el molino del capitán Juan Jofré y
tienen por linderos por la una parte el dicho camino real que va a Huechuraba,
hasta la chacra del Salto de Araya, y por la otra parte linda con la
sierra que está en frente de la dicha ermita de Nuestra Señora
de Monserrate."
Explotadas por yanaconas, eran las sementeras
donde el Gobernador obtenía trigo, maiz y lo demás para
el servicio de su casa. Posteriormente, en 1550, cedió su uso
y goce para sustento de la ermita de Nuestra Señora de Monserrate
fundada y administrada por doña Inés de Suárez.
Esta, a su vez, traspasó en 1558 el oratorio y las tierras a
su cargo a la orden de Santo Domingo, instituyendo una capellanía
para la conversión de los naturales y por el alma de Pedro de
Valdivia y sus descendientes.
Comentario
En el presente es casi imposible reconocer
la existencia de esta antigua y extensa propiedad colonial, dado el
proceso de urbanización que a través del tiempo ha operado
en ella (y por ende aludir directamente a la figura de su primitivo
propietario). Por eso resulta difícil referir alguna acción
conmemorativa específica. No obstante ello, podría señalarse
que, en pos de ese objetivo, tanto el Cerro Blanco como la Iglesia de
la Viñita pueden ser vestigios - uno dado su condición
de elemento natural primigeni, y la otra como fundación de aquel
período- los que atestiguan la existencia de la chacra y el nombre
de Pedro de Valdivia como propietario fundador de La Chimba.
4.2. Ciudadano Promotor de Desarrollo
Local
Destacaremos aquellos personajes que, residiendo
o no en el sector de La Chimba, cumplieron un rol destacado en generar
o presidir obras de adelanto local. Fueron, en general, servidores públicos:
Luis Manuel de Zañartu e Iriarte, Manuel Joaquín Valdivieso
Maciel, Rafael Valentín Valdivieso, y en menor grado, Matías
y Pastor Ovalle.
4.2.1. Luis Manuel de Zañartu e
Iriarte
Para perfilar su persona y obra nos valdremos
de la descripción que de él hace J. Abel Rosales:
Nació en la Villa de Oñate,
provincia de Vizcaya, España, el 10 de septiembre
del
año 1723. Hijo de Don José
de Zañartu i Palacios y de Doña Antonia de Iriarte i
Lizarralde. Arriba a Chile, junto con sus padres, el año 1730.
En base de un mediano capital que traía la familia pudieron,
en corto tiempo, generar una considerable fortuna dedicados al comercio
y a la agricultura. En 1756 viaja a Madrid con el objeto de probar
y defender su condición de hijodalgo de Oñate, lo cual
le fue reconocido según real cédula del año 1757.
De ello dió cuenta unos costosos pergaminos probatorios que
mandó ejecutar, junto con los cuales inició su retorno
a Chile en 1758. Vuelto a Santiago, y fruto del prestigió dado
por su expedición a España, fue electo rejidor, en
cuyo carácter tuvo ocasión de administrar los propios
o rentas de la ciudad, interviniendo en la ejecución de algunas
obras públicas. Fue desde esa ocasión en que se dió
a conocer por su laboriosidad i también por la tiesura de su
jenio altivo i mandon. Acrecentada importantemente su fortuna
mediante hábiles operaciones mercantiles, contrae matrimonio
el año 1760 con doña María del Carmen Errázuriz
i Madariaga, igualmente de estirpe vizcaína. En 1761 nace su
primera hija, Teresa de Jesús Rafaela, y en 1763, la segunda,
María de los Dolores.
A los treinta i nueve años de
edad, don Luis Manuel de Zañartu entró en posesión
del cargo de Correjidor i Justicia Mayor i Lugar Teniente de Capitán
Jeneral de Santiago, por nombramiento despachado por el recien recibido
Presidente i Capitán Jeneral del reino don Antonio Guill i
Gonzaga, de fecha 11 de diciembre de 1762.
Es en ése momento cuando se comienza
a perfilar la imagen mítica que la mayoría de la gente
conoce de él en la actualidad. Fue determinante en ello la dirección
que le cupo en la iniciativa por dotar a la ciudad de un puente que
uniera en forma digna y definitiva las riberas sur y norte del río
Mapocho. Sin más obreros que unos pocos albañiles y
80 presidarios que hizo encerrar en unos galpones provisorios en el
pedregal del río, al decir de Vicuña Mackenna, comenzó,
en 1772, la erección de la soberbia estructura diseñada
por el ingeniero militar José Antonio Birt y que luego el pueblo
denominó Puente de Cal y Canto. Fue una obra que para
algunos demostró la capacidad y tesón del Corregidor,
para otros una manifestación de los excesos de su carácter
y del sufrimiento de los encargados de construirla, quienes habrían
sido verdaderos esclavos a manos de Zañartu.
Cualquiera que sea la interpretación
que se haga de ello, de lo que no cabe duda es que una vez entrado en
funciones el Puente Nuevo (c. 1778) la ciudad de Santiago, y en especial
la antigua Cañadilla, no fue la misma, y es que esta importante
obra pública, prueba del arte e industria de los hombres,
encarnó como ninguna otra la idea de progreso tan caro al espíritu
del Despotismo Ilustrado que caracterizó el colonial siglo XVIII.
Comentario
En la actualidad, Luis Manuel de Zañartu
e Iriarte puede que sea para la mayoría de la gente, una "caricatura
histórica", en lugar del importante personaje que en realidad
fue. Creemos que su vinculación con La Cañadilla, como
vecino ilustre y como promotor del adelanto edilicio de Santiago, es
una oportunidad que la Comuna de Independencia tiene de rendir el justo
homenaje que su persona merece.
Existe un cuadro de época que retrata
al Corregidor y su esposa propiedad de las Carmelitas Descalzas. ΏSería
posible que éste fuera reproducido en un mural que interviniera
el muro oriente del atrio del antiguo Monasterio del Carmen Bajo, su
tan preciada creación? Es lo menos que podría hacerse.
Dada su condición de figura principal
en la historia urbana de Santiago, proponemos que el espacio al poniente
de la Piscina Escolar, que sólo hoy sirve indignamente como estacionamientos
de autos, sea destinado a espacio conmemorativo del Corregidor Zañartu
donde, quizás, una escultura de él mirando hacia donde
una vez se levanto el majestuoso puente de Cal y Canto, enaltezca el
ingreso a la Comuna de Independencia y nos hable de su historia y tradiciones.
4.2.2. Manuel Joaquín Valdivieso
y su hijo, el arzobispo Rafael Valentín Valdivieso
En primer término debe señalarse
que, tal como lo documenta J.Abel Rosales, con seguridad el primero
y probablemente el segundo, residieron en La Cañadilla, en la
que se conocía como Quinta Valdivieso y que se ubicaba
en el lado oriente de esta vía desde el Callejón de los
Olivos al norte. Ya se mencionó, incluso, que un hijo de don
Manuel Joaquín fue el primer bautizado el la iglesia de La Estampa.
Del diccionario biográfico de Virgilio
Figueroa reproducimos antecedentes sobre ambos personajes:
El primer abogado que surge a la época
libre [se refiere al período
republicano] es Don Manuel Joaquín Valdivieso Maciel (
)
titulado en leyes el año 1800. Además de haber sido
padre de uno de los príncipes del sacerdocio chileno, tiene
otro título que liga su nombre a una fundación que,
fatalmente, subsistirá por algunos siglos en el punto en que
se encuentra: el cementerio general de Santiago. (
) El 18 de octubre
de 1811 el diputado Don Juan Pablo Fretes presentó un proyecto
para abrir un Cementerio. La idea fue bien acogida, pero durmió
el sueño de la Reconquista. En 1819 se agitó el proyecto
en el Senado y despúes de largas deliberaciones se aprobó
y se comunicó para su cumplimiento al Director O'Higgins. El
Gobierno encargó a Don Manuel Joaquín Valdivieso la
realización del acuerdo senatorial. El señor Valdivieso
obtuvo de la Recoleta Dominica unos protrerillos situados al norte
del Cerro Blanco para que en ellos se construyera el Cementerio. La
inauguración se efectuó solemnemente con fiestas populares,
cuecas y riñas a la antigua usanza, el 9 de diciembre de 1821.
Desde entonces empezó a caer la muerte en el solar cedido por
los dominicanos. El señor Valdivieso ejerció brillantemente
su profesión de abogado. En 1828 se le nombró juez del
Crimen de Santiago y en 1830 fue promovido a Ministro de la Corte
Suprema. No alcanzó a ver la diadema arzobispal de su hijo,
porque murió antes que éste la recibiera, el 3 de julio
de 1839, cuando el futuro Prelado evangelizaba a los indios atacameños.
Rafael Valentín Valdivieso Zañartu.
Nació en Santiago el 2 de noviembre de 1804. Sus padres fueron
Don Manuel Joaquín Valdivieso y la señora Mercedes Zañartu
Manso. Después
de estudiar humanidades en el Convento de Santo Domingo, siguió
leyes y se recibió de abogado el 23 de marzo de 1825. Ese mismo
año fue nombrado defensor de menores de la Corte de Apelaciones
y desempeñó el cargo hasta 1833. En 1829 el Partido
Conservador lo llevó a la Municipalidad de Santiago y en 1831
salió reelegido, a la vez que se le envestía de diputado
por Santiago. (
) En 1832 fue nombrado Ministro de la Corte de Santiago.
En 1833 se presentó a la Corte una acusación contra
varios militares acusados por el Gobierno y en vista de que los magistrados,
entre los cuales estaba él, absolvieron a los acusados, el
Presidente de la República ordenó el enjuiciamiento
de todos los Ministros que habían participado en esa absolución.
Esa fue la causal de que renuciara a la carrera de abogado y se consagrara
al sacerdocio. Se órdeno en 1834 y empezó su ministerio
en 1837 dando misiones en el archipiélago de Chiloé.
(
) En 1837, antes de emprender sus viajes misionales, salió
electo diputado por Quinchao y Santiago. Optó por éste
último. En 1843, al fundarse la Universidad de Chile, fue elegido
decano de la Facultad de Teología, presidió la comisión
para reformar el Seminario e hizo dos fundaciones: la Academia de
Ciencias Sagradas y la Revista Católica. A la muerte del Arzobispo
Vicuña, se ofreció la mitra a Don José Alejo
Eyzaguirre y en vista de su negativa se le designó a él.
El 13 de mayo de 1845 el Gobierno lo presentó para Arzobispo
de Santiago y el 6 de julio asumió interinamente el Gobierno
de la Arquidiócesis. El 4 de octubre de 1847 fue instituído
Arzobispo por el su santidad Pío IX y el 2 de julio de 1848
fue solemnemente consagrado. Dotó al Seminario de un magnífico
palacio. Visitó todas las parroquias de su diócesis.
Creó las parroquias de la Asunción, San Luis Beltrán,
Espíritu Santo, Llaillay, San Esteban, Santos Inocentes, Choapa,
Coinco, Licantén, San Clemente y Requén, y los Seminarios
de Valparaíso y de Talca, así como la casa de refugio
para eclesiásticos. (
) A juicio de sus admiradores ha sido
el más eminente de los obispos chilenos. Muere repentinamente
en Santiago el 8 de junio de 1878.
De los datos biográficos suministrados
se puede comprender el aporte que realizó Manuel Joaquín
Valdivieso para el sector de ultramapocho. Sólo habría
que agregar que junto con dar forma al Cementerio General de Santiago,
tan propio a la identidad de La Chimba, fue designado su primer Administrador.
En el caso de Rafael Valentín Valdivieso,
en su labor de Arzobispo de Santiago, se destacó por el impulso
renovador que imprimió a la iglesia chilena durante su gestión.
Ya se mencionó su vocación fundacional, del que el barrio
de La Cañadilla se vió beneficiado. Es el caso de dos
conjuntos religiosos en que a Valdivieso le cupo personal interés
en su instalación al norte del Mapocho. Son el monasterio del
Buen Pastor, perteneciente a la Congregación
de la Virgen Santisíma del Buen Pastor fundada en Angers,
Francia, y el monasterio de La Verónica, donde se instaló
la Congregación de Santa Verónica. Ambas congregaciones
femeninas son representativas de un momento en la historia religiosa
local donde se incorporan nuevas órdenes con un claro compromiso
social. En éste caso, las dos congregaciones compartían
el objetivo de asistir a niñas y mujeres desvalidas o "arrepentidas".
Igualmente la instalaciones de ambas instituciones religiosas se debieron
directamente a la cesión de terrenos que, para ese efecto, ejecutó
el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de San Rafael o Carmen Bajo,
en lo que fuera la antigua Quinta de Zañartu.
Comentario
En la actualidad, subsisten ambos conjunto
religiosos manteniendo, en general, sus características originales.
Son testimonios elocuentes de la historia del sector al norte de La
Cañadilla, principalmente, La Verónica que, con su humilde
iglesia de gruesos muros de adobes (1867) dedicada a Santa Salomé,
refleja de muy buena manera la historia del barrio que fue generándose
en la antigua Quinta de Zañartu.
Su pequeño atrio esquinero, a modo
de compás conventual, puede ser el lugar para instalar
una placa conmemorativa que recuerde las fundaciones monacales del siglo
XIX y el nombre del arzobispo Don Rafael Valentín Valdivieso.
4.2.3. Matías y Pastor Ovalle Errázuriz
Armando de Ramón, en su obra Santiago
de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, plantea de
que modo, a partir del siglo XIX, se intensificó en esta ciudad
la dinámica capitalista que le otorgó al suelo urbano
un valor comercial potencial explicitado en el concepto de renta
de la tierra. De ahí que, según este autor, se comprenda
una serie de realidades que empezaron a manifestarse en el ámbito
urbano y social santiaguino, tales como la posibilidad de intensificarse
la segregación espacial según estratos sociales, seguida
por una reacomodación efectuada por los particulares que encontrarían
en ella la oportunidad de obtener "pingües" ganacias.
De Ramón ejemplifica dicha situación
por medio de la intervención que le cupo a privados, miembros
de la clase dirigente, en la generación y consolidación
de barriadas donde habitaban los pobres de la ciudad. Estos daban en
arriendo a los desposeidos, pequeños lotes en terrenos que para
ese fin poseían en distintos puntos de la ciudad, procediendo
los arrendatarios a levantar allí, a su costo, modestos ranchos.
Esta breve reseña histórica
sirve para introducir la labor que desarrollaron a mediados del siglo
XIX los hermanos Ovalle y que tuvo como objetivo la urbanización
de la antigua Quinta de Zañartu.
Luego de la muerte del Corregidor Zañartu
sus bienes - entre ellos su apreciada quinta de La Cañadilla
- pasaron a ser administrados por el Monasterio del Carmen de San Rafael.
Sin embargo, al poco tiempo la propiedad presentaba un aspecto muy diferente.
En ello puede haber influido el hecho que tras la avenida grande
(16 de junio de 1783), cuando las aguas del Mapocho inundaron gran parte
de La Cañadilla, la quinta resultó destruida. Lo cierto
es que en las primeras décadas del siglo XIX, esta había
empezado a ser ocupada en parte importante por ranchos donde habitaba
gente pobre en ruines condiciones. Ya en 1823, un informe oficial daba
cuenta de dicha precaria situación señalando:
"
Esta finca principal tiene a
continuación como tres cuadras eriazas que nada le producen,
i lo que es sobre todo más sensible, que una porción
del pueblo bajo ha hecho una ranchería al abrigo de varias
entradas i salidas que ha formado en toda la estensión de una
larga pared, al mismo tiempo que sirve de antemural, i como de cortina
a sus desórdenes, se sustrae de la ronda de los jueces i se
ha hecho innaccesible a la corrección de unos exesos que serían
indisimulables eun en el país más corrompido. (
)
El buen orden civil i la moral exijen
que este terreno que en el día sirve de asilo a los delitos,
se transforme en multitud de casas con otras tantas familias de lustre
i utilidad, que uniendo a sus principios su buena comportación,
i hagan brillar el buen ejemplo no solo en sus domésticos,
sino en todo el vecindario. La notoria escacez de habitaciones ha
hecho subir el canon a una cantidad demasiado extraña a los
que sabian la anteior moderación de sus precios. El espíritu
público debe volver su vijilante atención para que en
un asunto de tanto interés, se den providencias para la mensura
i avaluo de esas tierras, i se anuncie por cartelas su venta por hijuelas,
previniendo que tienen un fondo de más de setenta varas con
una acequia de agua limpia."
La idea planteada por el procurador de la
ciudad, don Lorenzo Fuenzalida, no prosperó. Por el contrario,
el caserío al interior de la Quinta del Carmen, al empezar a
ser llamado la propiedad del Corregidor, aumentó en tamaño
e identidad siendo conocido como El Arenal por su proximidad
a la ribera norte del río. Y, ahí, en la extracción
de arena, era donde sus habitantes obtenían algo de dinero para
subsistir.
Además de su condición degradante,
fue un reducto donde la cultura popular propia al bajo pueblo se expresó
de diversas e intensas maneras. El continuo aumento de su población
y sus condiciones de vida determinaron que en 1852, un hermano de la
Congregación del Corazón de Jesús, promoviera la
fundación de una capilla en dicho lugar, la cual años
después pasó a ser iglesia pública bajo el nombre
de San Pedro de Alcántara.
Fue en 1853 cuando Matías y Pastor
Ovalle Errázuriz, por medio de la sociedad Ovalle Hermanos, celebraron
un contrato de arriendo con el Monasterio del Carmen de San Rafael.
Esta iniciativa tendía según lo expuesto por Armando de
Ramón a que estos particulares visualizaran la posibilidad de
convertir la antigua Quinta de Zañartu en una verdadera población,
consolidando el destino que en forma expontánea se había
establecido, por medio de una empresa que les reportara beneficios económicos.
En 1885, el referido contrato de arrendamiento
fue modificado en algunas de sus cláusulas, el cual está
copiado por J. Abel Rosales en La Cañadilla de Santiago. Sin
entrar en los detalles de éste, se puede deducir de qué
modo el mecanismo contractual y el trasfondo económico subyacente
en la iniciativa perseguida, fue lo que, en definitiva, posibilitó
formar la Población Ovalle. Esta, no sólo incluyó
la propiedad en manos del monasterio carmelita, sino que, dado el éxito
alcanzado, permitió a la sociedad de hermanos adquirir la Quinta
de Echazarreta, adyacente más al norte, con lo cual la nueva
población aumentó su extensión abarcando desde
la margen del río hasta lo que entonces se conocía como
el Camino de Cintura (luego calle O'Higgins y actual calle Gamero).
Prontamente, al parecer, el adelanto edilicio
se hizo presente en el lugar. Así lo apunta el mismo Rosales:
"
Esta población ha venido
progresando desde entonces rápidamente. A los ranchos de otros
tiempos se han sucedido aseadas i cómodas viviendas de adobe
i teja, asonde acuden para habitarlas no sólo los de escasa
fortuna, sino todo el que quiera vivir con holgura. Sin embargo, los
arriendos han ido subiendo en razón directo con el aumento
de pobladores, lo cual , si proporciona mejores entradas a los fundadores
de esta población, no gana el pueblo pagador la baratura que
siempre busca. En cambio, ya puede gozar de los beneficios que le
proporcionan algunos adelantos modernos, como son: las plantaciones
de árboles en casi todas sus calles, el gas i agua potable
que han llevado a todos lo hogares en una red de cañerías,
i ahora el empedrado de sus principales avenidas."
Comentarios
De este último párrafo se desprende,
a nuestro juicio, la importancia de los hermanos Ovalle para la historia
de La Cañadilla. Si bien no se puede desconocer motivaciones
e intereses particulares tras su gestión inmobiliaria - donde
el obtener ganancia ecónomica debe haber jugado un rol principal-
no es menos cierto que una cuota importante de espíritu visionario
y voluntad de progreso permitió que una zona degrada en la antigua
Chimba pudiera ser recuperada e integrada al progreso de la ciudad,
aunque con ello, hay que señalar, se perdiera parte importante
de la historia de La Cañadilla por la demolición de la
casa donde había habitado el Corregidor Zañartu.
Definitivamente, podemos considerar la Población
Ovalle como una intervención pionera, ya que marcó la
pauta de lo que acontecería en los años venideros en el
sector, donde las antiguas quintas de La Cañadilla fueron sucesivamente
vendidas y loteadas para dar paso a los barrios residenciales que apreciamos
en la actualidad. Es, quizás, la realización que marcó
con mayor énfasis el inicio de un nuevo período para la
el sector ultramapocho.
Con el objetivo de reconocer la trascendencia
histórca señalada se propone recuperar la antigua Plaza
de los Moteros (Plaza Matías Ovalle) para homenajear esta etapa
de la historia urbana comunal.
4.3. Vecino ilustre
Varios fueron los personajes importantes
que en algún momento de su vida residieron en La Chimba. Ellos
destacan, simplemente, por haber elegido a este sector de la ciudad
para su residencia, temporal o permanente, siendo común a la
mayoría de los casos el que ello ocurriera cuando el sector de
La Chimba, en especial a lo largo de La Cañadilla, se configuraba
como lugar de quintas donde los habitantes de Santiago lograban encontrar
un ambiente de singular carácter.
J. A. Rosales enfatiza el hecho que allí
vivieron varios obispos durante el período colonial, lo cual,
parafraseando a Benjamín Vicuña Mackenna, lo llevó
a designar a La Cañadilla como el barrio de los obispos,
tal como este Intendente e historiador de Santiago llamó calle
de los presidentes a la calle Monjitas.
Tres fueron los dignatarios eclesiásticos
que habrían residido en La Cañadilla y de los cuales a
continuación se dan antecedentes biográficos extraidos
del libro Los obispos de Chile, de Carlos Oviedo Cavada.
4.3.1. Manuel de Alday y Aspée
(1712 - 1788) XVII Obispo de Santiago
Nació en Concepción el 14
de Enero de 1712. Hijo de José de Alday y Pérez de Azcarrunz
y Josefa Apée y Gámarra Ruiz de Berecedo. Del clero
de Santiago.
Estudió en el Seminario de Concepción.
Doctor en Teología el 18 de noviembre de 1731. Cursó
Leyes y Cánones en la Universidad de San Marcos, en Lima. Abogado
de la Real Audiencia de Lima el 18 de enero de de 1734. Licenciado
en Cánones el 22 de noviembre de ese mismo año. Ejerció
la abogacía en Lima y Santiago. Canónigo doctoral en
Santiago. Tomó posesión de su canonjía el 5 de
enero de 1740.
Ordenado sacerdote en Santiago en febrero
de 1740 por D. Juan Bravo de Rivero, Obispo de Santiago.
Benedicto XIV lo eligió Obispo de
Santiago el 26 de Noviembre de 1753. Consagrado en Concepción
el 2 de octubre de 1755 por D. José de Toro y Zambrano, Obispo
de Concepción. Asistentes: los canónigos D. Juan de
Guzmán y D. Felipe de Olavarría. Tomó posesión
de su diócesis el 24 de Agosto de 1755. Ya gobernaba Santiago
desde el 7 de mayo de 1754, en virtud de la carta de ruego y encargo
del 8 de septiembre de 1753. Sucedió a D. Juan González
Melgarejo, trasladado a Arequipa en 1753.
Hizo la visita ad limina por procurador,
el R.P. Santiago Andrés S. J., con Relación fechada
el 9 de marzo de 1762. Presentada en Roma en 1763.
Celebró el VI Sínodo diocesano
de Santiago entre el 4 de enero y el 18 de marzo de 1763. Participó
en el Concilio Provincial de Lima de 1772-1773.
Falleció en Ñuñoa
(Santiago) el 19 de febrero de1778. Esta sepultado en la Catedral
de Santiago. Lo sucedió D. Blas Sobrino y Minayo en 1778.
Para J. Abel Rosales hay documentos que acreditan
que Alday fue el primer obispo que habitó en La Cañadilla,
aunque no se sabe dónde. Incluso establece que éste murió
en dicha morada ultramapocho y de ahí fue trasladado a la Catedral
para su entierro en este lugar. De su persona, el cronista de La Chimba
señala:
"
Aldai fue la caridad personificada.
Destinó a la construcción de la Catedral de Santiago,
empezada por su antecesor, más de 5,000 pesos anuales de sus
entradas, fuera de gruesas sumas que dió con igual fin de su
patrimonio de 70,000 pesos que recibió de sus padres, i repartió
limosnas a manos llenas, personalmente, en los barrios mas apartados
de la ciudad.
En la Cañadilla reunía
crecido número de niños i con ellos recorría
las orillas del río enseñandoles a rezar i a ser útiles
a sus semejantes, colmándolos de regalos a la conclusión
de estos continuos ejercicios. Visitaba los ranchos de los pobres
i allí consolaba a los aflijidos por el hambre y la desnudez,
dándoles dinero i hasta jéneros diversos que solía
andar trayendo en atados, o debajo de las sotanas. Tardes enteras
solía llevarse en las faldas del cerro Blanco, sentado en el
suelo i rodeado de un enjambre de niños a quienes hacía
cantar himnos relijiosos, i él mismo cantaba como un niño
grande".
4.3.2. Francisco José Marán
(1729 - 1807) XVIII Obispo de Concepción. XIX Obispo
de Santiago
Nació en Arequipa, Perú,
el 9 de octubre de 1729. Hijo de José de Marán y Juana
María Geler y Catalayud. Del clero del Cuzco. Estudió
en la Universidad de Cuzco. Bachiller, Licenciado y Maestro de Artes.
Doctor en Teología, 1748.
Ordenado sacerdote en 1765 por D. Manuel
Jerónimo Romaní y Carrillo, Obispo del Cuzco. Cura de
Huamachiri y Vicario en la provincia de Lampa. Rector del Colegio
de San Francisco de Borja. Canónigo de Cuzco. Examinador sinodal.
Provisor y Vicario General de Cuzco. Comisario del Santo Oficio.
Pío VI lo eligió Obispo de
Concepción el 1 de marzo de 1779. Por circunstancias de la
visita pastoral que practicaba el Obispo, fue consagrado en la iglesia
parroquial de Sicuani el 21 de noviembre de 1779 por D. Juan Manuel
de Moscoso y Peralta, Obispo de Cuzco. Asistentes: D. Simón
Jiménez y D. Francisco Calvo, presbíteros de la diócesis.
Tomó posesión de la diócesis
el 24 de Mayo de 1780. Sucedió a D. Fray Pedro Angel Espiñeira,
fallecido en 1778. Pío VI lo trasladó a la diócesis
de Santiago el 12 de septiembre de 1794. En Concepción lo sucedió
D. Tomás Roa y Alarcón. Tomó posesión
de Santiago el 16 de marzo de 1795. Sucedió a D. Blas Sobrino
y Miyano, trasladado a Trujillo en 1794. En 1804 Pío VII le
designó como Obispo Auxiliar a D. Rafael Andreu y Guerrero.Falleció
en Santiago el 10 de febrero de 1807. Lo sucedió D. José
Santiago Rodríguez Zorrilla, en 1815.
J. A. Rosales
le supone residiendo en el lugar que hoy ocupa la casa parroquial de
la Iglesia de La Estampa, donde él habría hecho construir
su vivienda. Ello le habría permitido estar de forma cercana
a la construcción del templo del cual fue benefactor y que ya
ha sido reseñado.
4.3.3. José Antonio Martínez
de Aldunate (1733 - 1811) Obispo de Huamanga
Nació en Santiago el 21 de diciembre
de 1733. Hijo de José Martínez de Aldunate Barahona
y Rosa Josefa Garcés de Mancilla y Molina. Del clero de Santiago.
Estudió en el Convictorio de San
Francisco Javier. Doctor en ambos Derechos en la Universidad de San
Felipe. Abogado. Catedrático de Leyes de la Universidad de
San Felipe. Rector de esa Universidad. Promotor fiscal del Obispado
de Santiago. Provisor y Vicario general. Canónigo de Santiago,
1758. Vicario capitular, 1788.
Pío VII lo eligió Obispo
de Huamanga el 26 de marzo de 1804. Consagrado en Santiago el 21 de
octubre de 1804 por D. Francisco José Marán, Obispo
de Santiago. Tomó posesión de la diócesis en
1805. Sucedió a D. Francisco Matienzo Bravo de Rivero, fallecido
en 1800. Fue presentado por el Consejo de Regencia para el Obispado
de Santiago de Chile en 1809. El señor Martínez de Aldunate
llegó a Valparaíso el 25 de noviembre de 1809, en muy
malas condiciones de salud y el 15 de diciembre siguiente tomó
posesión del Obispado como electo, en virtud de la Carta
de ruego y encargo, recibiendo la jurisdicción de Vicario
capitular. Pero no fue instituido canónicamente por el Papa
como Obispo de Santiago.
El Cabildo abierto de 18 de septiembre
de 1810 lo eligió Vicepresidente de la Junta de Gobierno. En
Huamanga lo sucedió D. José Vicente Silva y Olave, en
1815.
En este caso existe plena certeza del lugar
de residencia obispal. Fue él mismo quien mandó levantar
dicha estructura arquitectónica en el año de 1798 y donde,
según lo asevera José Zapiola (Recuerdos de treinta
años) el obispo pasó sus últimos dias, abandonando
este mundo entre sus gruesos muros de ladrillo el 8 de abril de 1811
a la edad de 81 años. La casa se ubicaba en una quinta en La
Cañadilla, a la altura donde se abrió posteriormente la
actual calle Echeverría, que perpetúa, en su nombre, el
apellido de la familia descendiente del Obispo Martínez de Aldunate,
heredera de la citada popiedad.
Comentarios
Dado el antecedente concreto sobre el lugar
donde residió este importante personaje de nuestra historia nacional,
y resumiendo en él a sus pares, sería importante recuperar
su memoria y reconocer ese particular momento en la historia urbana
de La Cañadilla por medio de un homenaje conmemorativo. En este
caso, quizás, lo más significativo podría consistir,
además de una placa en el lugar en cuestión, en renombrar
la calle Echeverría, dándole el apelativo de Obispo Martínez
de Aldunate que, en rigor, es quien merece, con justa razón,
ser homenajeado.

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Río Mapocho
y sus puentes metálicos. Archivo Andrés Bello. En:
Anduaga, Duarte y Sahady, 1996, op.cit.
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5. Otros vecinos de figuración
pública
5.1. Augusto Matte Pérez
Aparte de estos ilustres prelados coloniales
hubo otros vecinos de figuración pública que habitaron
en La Cañadilla, demostrando que a pesar de su condición
de suburbio de la ciudad, era un sector estimado por la sociedad como
lugar de residencia, algo que perduró hasta iniciado el siglo
XX. Entre otros que podrían ser mencionados, el más destacado
es la persona de Augusto Matte Pérez del cual daremos antecedentes
biográficos copiados del Diccionario Histórico Biográfico
y Bibliográfico de Chile, de Virgilio Figueroa:
Don Augusto Matte Pérez es una
de las grandes figuras de la política chilena. En varias ocasiones
sonó su nombre entre los candidatos a la Presidencia de la
República. Fue banquero, diputado, senador, Ministro y diplomático.
Nació en Santiago en 1843. Estudió
humanidades en el Instituto Nacional y leyes en la Universidad de
Chile. Se graduó de abogado en 1872. Como término de
sus estudios, emprendió una excursión a Europa y América.
Estudió y paseó. Concretóse al ramo de las finanzas.
Regresó en 1873 y dirigió la casa bancaria de la familia.
Se hizo poderoso, necesario y prepotente. Junto con sus hermanos,
formó la gran tribu que gobernó el país durante
medio siglo. Con dos de ellos, Don Eduardo y Don Enrique figuró
en la Cámara de diputados bajo la administración de
Pinto.
Militó en el Partido Liberal.
Dominó en los altos consejos de la banca y de la política,
hibridismo que le dió la suma potestad en la marcha financiera
del país. (
)
En 1844 salió elegido presidente
de la Sociedad de Instrucción Primaria, a la cual presto su
concurso, así como todos sus hermanos, especialmente Don Claudio.
Contribuyó a la fundación
de La Libertad Electoral y desde sus columnas defendió la candidatura
de Don José Francisco Vergara. (
)
Fue también Ministro ante la
Santa Sede. Visitó a Chile en 1902 y se le hicieron grandes
manifestaciones sociales. Casi se le ungió candidato presidencial.
Pero un intenso pesar lo separaba de Chile. Esa pesadumbre desvió
la corriente de su vida y lo hizo vivir en un voluntario y casi forzado
alejamiento de su patria. (
)
Murió en Berlín en 1913
en el cargo de Ministro de Chile en Alemania que desempeñaba
desde 1905 y sus restos fueron repatriados y duermen al lado de su
esposa. (
)
El pesar referido en los datos biográficos
de Augusto Matte, se asocia al estado de demencia que afectó
por el resto de su vida a su esposa, Rebeca Bello Reyes (2)
desde el momento de nacer la única hija del matrimonio, Rebeca
Matte Bello.
La chacra Lo Sánchez, propiedad de
Augusto Matte, se ubicaba avanzando por La Cañadilla al norte,
en su lado poniente, a continuación de la Quinta de Bezanilla,
posiblemente abarcando hasta donde hoy se ubica el Hipódromo.
Carlos Lavín (La Chimba, 1947) entrega
algunos antecedentes de esta propiedad, cuando aún existía
a mediados del siglo XX.
La mansión del Ministro Augusto
Matte, edificada en 1866 con vista a la Cañadilla en los propios
terrenos de la estanzuela Lo Sánchez, es de un típico
diseño de la época y aparece medio perdida entre los
espesos follajes de los ceibos, gomeros, aromos y araucarias. (
)
Pasaron ahí temporadas su hija, la célebre escultora
Rebeca Matte de Iñiguez y su esposo Felipe Iñiguez.
Consérvase en el interior una parte del lujoso mobiliario y
especialmente algunos recuerdos de familia, como trajes de la época,
objetos de arte, retratos a pluma y al óleo. Sobresalen entre
éstos uno de don Domingo Matte y el original de la efigie que
pintó el retratista francés, V. Corcos, de la bellísima
Lily Iniguez Matte; muerta en flor en un sanitorio suizo, como asimismo
algunas copias de este famoso óleo. Actualmente la propiedad
está dedicada, con el nombre de "Los Nidos" a una
fundación de beneficencia.
5.2. Rebeca Matte Bello
Dado que en la cita precedente se ha mencionado
a la insigne escultora Rebeca Matte Bello, ligada igualmente a Lo Sánchez,
referiremos datos que expliquen su singular figura recurriendo nuevamente
a la obra de Virgilio Figueroa.
Nació en 1875.
A los 15 años ya revelaba la potencialidad de la belleza.
Como mujer y como artista, subió a la cumbre del sentimiento
y del ideal. Forjó obras representativas de una idealidad trágica,
como trágica fue su aurora de hija y su ocaso de madre. Domina
en sus obras el ritmo del dolor, cristalizado en formas y líneas
de una pureza liviana y de una profundidad apocalíptica, faraónica
y dantesca. Creó en este etilo propio, una escultura estandarizada
en el dolor, que parece ser la crisalida y la mariposa que se desenvuelve
en su espíritu. (
)
Con el Encantamiento admiró al
salón de París. Siguieron, como en desfile de triunfo,
el Viejo Horacio, Militza, el Monumento de la Guerra, que brilla en
el palacio de la paz de La Haya; Los Aviadores, obsequiados por Chile
al Brasil; el monumento a los Héroes de la Concepción;
el Dolor, en el cementerio de Santiago; Ulises y Calipso, en el Club
de la Unión; Los Ciegos; Hamlet; Tristeza; El Eco.
Sus obras, todas de estructura magistral,
le proporcionaron recompesas honoríficas en Italia, Francia
y Estados Unidos.
Desde 1914 se encerró en su castillo
de Florencia, en la costa de Fiesh. Allí vivió para
su arte, en unión de su esposo, Don Pedro Felipe Iñiguez
y de su hija Lily Iñiguez, unigénita como ella, y cuya
prematura muerte lanzó a la madre por los eriales de la desesperación
y la hizo abrir, también prematuramente, la huesa de su sepulcro.
Un día, cuando su fama se extendía
por todas partes, recibió un título que hasta entonces
no había recibido ninguna mujer: el de profesora honoraria
que le otorgaba la Academia de Bellas Artes de Florencia. (
)
En 1923, al fallecimiento de su madre,
tuvo inspiración genial, como todas las que brotaban de su
cerebro. Creó el primero de sus Nidos. A la muerte de su hija,
en 1926, creó el segundo Nido, acariciador y protector de la
infancia.
En los Nidos fundados por ella, los
pequeñitos hallan hasta donde es posible el ambiente de hogar,
la grande alegría indisciplinada y feliz de la famila. El pensamiento
de estas fundaciones tienen el sello del genio de Rebeca Matte, mezcla
prodigiosa de sensibilidad y de sentido de lo real, de poesía
y de maternal misericordia.
Permaneció en Chile hasta marzo
de 1929. Partió en unión de su esposo, para la tierra
donde reposaba su hija. En Paris, la sorprendió la muerte el
15 de mayo de 1929. (
)
En homenaje a su esposa y a su hija,
Don Pedro Felipe Iñiguez dió forma práctica y
perpetua, en 1930, a la genial creación ideada por su esposa.
Con el nombre de Lily Iñiguez-Los
Nidos instituyó una institucón de beneficencia cuyo
objeto es tomar a su cargo la atención, subsistencia y educación
de niños huérfanos que no sean menores de tres años
ni mayores de seis en el momento de ingreso a Los Nidos. La fundación
está destinada a representar el hogar y la madre para sus protegidos,
a quienes educará y auxiliará hasta que puedan ganarse
la vida por sí solos.
Como patrimonio de la fundación,
el Sr. Iñiguez entregó en arcas fiscales la suma de
2 millones 350 mil pesos, cuyos intereses servirán para los
gastos que ella demanda. Designó un directorio compuesto por
los Srs. Claudio Matte, Carlos Iñiguez Larraín, Joaquín
Larraín Alcalde, Luis Matte Larraín y del fundador,
que desempeñará la presidencia. Los estatutos de la
Fundación fueron aprobados por decreto supremo de abril de
1930.
En la actualidad, Lo Sanchéz ha
dado forma a un sector residencial de apacible existencia. Allí
se encuentra la Población Los Nidos en torno a una plaza que
antecede el edificio en que funcionan dos escuelas básicas, una
de mujeres y otra de hombres en su origen. A su vez, la Casa de Lily
ha pasado a ser ocupado por el Hogar N° 16 de al Fundación Las
Rosas de Ayuda Fraterna.
Comentario
Dado el compromiso social que, de distintas
maneras, ha caracterizado a la familia Matte, siendo la Fundación
Los Nidos una de ellas, y siendo su precursora una artista como pocas
que ha producido nuestro país, creemos adecuado intervenir en
el espacio-plaza de la Población Los Nidos ubicando una escultura
que haga honor a Rebeca Matte Bello y a su familia.
Palabras finales
La presente indagación sobre La Chimba,
nos permite señalar que es posible encontrar elementos de identidad
con raíz propia traspasables de diversas formas a manifestaciones
en el espacio público de la comuna de Independencia.
Su difusión entre la población,
en general, y entre especialistas en el ordenamiento y administración
del espacio público, en particular, incidirá positivamente
en el desarrollo cultural de la comuna y el apego a ella de los habitantes.
Acciones concretas en el espacio público
(parques, plazas, vías, paseos, obras de arte urbano y otros),
contribuirán a diversificar la forma del espacio público
permitiendo la intervención de numerosos autores, los cuales
se podrían convocar mediante concursos nacionales.
Lo señalado anteriormente no exime
de la necesaria atención y respuesta que debe darse a las actuales
manifestaciones sociales propias del espacio público. (3)
Bibliografía
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