I
Desde el fondo
del huracán
observo los ojos de los escualos,
esas prístinas naturalezas muertas
donde yace toda furia.
Giran a mi alrededor,
bailarinas grises,
esmaltadas de mortales escamas.
II
Cristal oscuro
este Mar inmenso
al que yo he venido en pos
de la canción de los Escualos.
No hay terror en esta ronda
que me encierra:
ellos giran para mí
en la gracia de un círculo perfecto.
III
En el corazón
de la noche del Escualo
(gris y pétrea)
se arrulla una mujer
como si muriera.
IV
En el corazón
del Escualo
se hace la noche en que vienes
no tú
sino el recuerdo.
V
Victoriosas las
fauces
sobre esa piel en huida,
victoriosos los ojos
y sus paisajes de hielo.
Victorioso el pez
devora eses sol
que ella lleva
encerrado en el sexo.
VI
He de entregarme
a ellos
como un fruto.
A sus fauces horribles
sin lengua
ni besos.
VII
Sumergida como
un continente
bajo los pliegues del agua
yace la que devora perlas
en sus sueños.
Alrededor de la durmiente
giran
y giran
los escualos
ejecutando para ella
las danzas de estos mares muertos.
VIII
Con
sal
y arena
apacigua
la desmesura
de la noche
de los peces asesinos