Presentación

Kemy Oyarzún

Este segundo número de NOMADIAS venía con encargos programáticos que se cumplieron con creces. Su sección académica, coordinada por la profesora María Eugenia Góngora, se propuso indagar sobre el imaginario y las condiciones de producción y circulación escritural de algunas mujeres religiosas. Parecía de gran relevancia continuar una línea de investigación sobre el discurso hagiográfico que se ha desarrollado escasamente dentro de Chile y que constituye una labor de rescate histórico-cultural de particular interés desde una perspectiva de género. Esos trabajos visibilizan prácticas que la historiografía androcéntrica relegó a un segundo plano o derechamente ignoró. Se desmantela la imagen esencialista de la mujer en el marco --también esencialista-- de una rígida oposición entre lo "doméstico" y "privado", entre "actividad" y "ocio".

¿Qué sentido tienen diferencias tan significativas en la episteme genérico-sexual moderna, tales como "lo privado/ lo público", lo "sensual/lo espiritual", "Eros/Ágape", "lo religioso/lo [proto]científico" en dominios como los claustros medievales o barrocos? ¿Con qué género se designaba el alma en ese ethos? ¿Cuán contaminadas estaban esas prácticas religiosas y escriturales con las "mundanas" relaciones de poder? Bien sabemos que en la división social de los sexos, muchas culturas consideraron transgresor que una mujer "hablara directamente con Dios". No obstante, en la cotidianidad de los conventos hombres y mujeres hacían suyas, en un sentido íntimo, complejo y en más de un caso heterodoxo, las inquietudes y aspiraciones teológicas, valóricas y axiológicas epocales.

En esa línea de lecturas, lo religioso se abre a la heterogeneidad: aquí donde "la religión es posición, actitud, praxis y poíesis", y, en tanto tal, no es ajena a las diferencias, incluida la sexo-genérica. Los ensayos recogidos en esta sección de NOMADÍAS van desmitificando la idea de claustros alejados de lo mundanal, visibilizando su plena productividad simbólica, teológica y poética. En esta trayectoria quisiéramos ubicar el artículo de la filóloga M. Isabel Flisfisch, la literata María Eugenia Góngora y otros, sobre la abadesa y visionaria alemana, Hildegard von Bingen (1098-1179) -- voz medieval "creativa y potente". Ese quehacer interdisciplinario, además de develar el entramado visionario de la compleja teología de lo femenino, tiene la virtud de verter al castellano textos de la abadesa escasamente conocidos en nuestra lengua. También cabe ubicar aquí el ensayo de la investigadora Adriana Valdés sobre Sor Juana Inés de la Cruz destacando la autenticidad del "Primero Sueño"--texto no realizado por encargo-- como uno de los más transgresores de la autora mexicana. Adriana Valdés, cuyo trabajo sobre Sor Ursula es pieza fundamental para quienes se interesen en estas temáticas, nos muestra a través de sus (re)lecturas, el vasto espectro de dominios transitados por la "aventura solitaria y autodidacta" de Sor Juana, en pulsiones hacia "el alma", "el mundo, el cuerpo, la ciencia, la poesía". Nuestra crítica propone tres lecturas yuxtapuestas y "diagonales" como procedimiento idóneo para un campo de imaginerías y saberes híbridos concitados por la monja mexicana, capaces de mezclar mitología, fisiología, teorías del sueño y de las criaturas vivas. En esa era "proto" científica confluían obeliscos tatuados de signos mágicos y de fórmulas matemáticas, enigmas pedantes e instumentos inútiles.

Por su parte, la conocida autora mexicana Margo Glantz, trabaja críticamente la biografía que Fray Miguel de Torres (sobrino de Sor Juana) escribiera sobre Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla, modelo del confesor ascético en el discurso hagiográfico y más conocido por haber publicado la "Carta Atenagórica" que precediera a la "Respuesta" de Sor Juana. Su texto es sugerente y convincente: aquí el asceta, hombre cuya propia corporalidad es objeto de "máxima obsesión" y desprecio, convierte paradójicamente al "cuerpo [en] espacio escenográfico de una erotización". La lectura de Margo Glantz visibiliza así, el otro lado de las tecnologías correctoras confesionales y las contradicciones que ellas sustentaban no sólo frente al cuerpo propio, sino al de las monjas --incluída Sor Juana-- que estaban bajo su tutela. La sección se completa con el ensayo de la historiadora chilena Margarita Iglesias sobre el caso de La Ragún, hija del cacique de Raimahue y entregada en "custodia" a un sacerdote dominicano que profesó en el convento de las Agustinas en 1592. La investigadora indaga con suspicacia crítica sobre las complejas relaciones de poder (sexo-raza-etnia) implicadas en el proceso de conversión de una niña-- indígena y cautiva-- abriendo caminos escasamente explorados en la historiografía chilena de la Colonia.

Acorde con el discurso hagiográfico, hemos acogido para el dossier de este número el laborioso aporte que la profesora Corina Rosenfeld ha hecho a partir de los escritos testimoniales e íntimos de Juanita Fernández Solar, más conocida como la primera santa chilena, Sor Teresa de los Andes (1900-1920). Presentamos un recorte; un "resquicio" abierto a las diferentes, disímiles y a veces disonantes lecturas y comentarios que complementan las fuentes originales y que connotan una sociedad diversa de sí misma, donde lo "sagrado" y lo "profano" se separan a veces escasamente por "un hilo". Me refiero fundamentalmente a los textos de Marcela Díaz, Celina Tuozzo, Darcie Doll y Malú Urriola. Pero también, al "collage" de titulares periodísticos que acompañaron el proceso de canonización de la santa. En todos ellos se evidencia que el propio espesor del texto original circula en escenarios postdictatoriales signados de afectividad, pluralidad de sentidos y ambivalentes valores.

Con este número, la revista ha abierto nuevas secciones: un segmento antológico (inaugurado con la cuidadosa selección de la poeta Nadia Prado sobre poesía joven latinoamericana), una sección de reseñas (escritas por Marisol Vera, Elena Águila y Grínor Rojo dedicadas a los libros de Martín Hopenhayn y Carmen Foxley, respectivamente) y una sección sobre temáticas coyunturales dedidaca aquí a la crisis universitaria.

A su vez, la revista comienza a dar presencia a imaginerías que --a pesar de ser distantes en el tiempo-- muestran la gran complejidad icónica de lo sexo-genérico: se ha incluido gráfica erótica y varias firmas de puño y letra de Sor Juana ("diversa de sí misma", qué duda cabe). Este énfasis gráfico se debe en gran parte a los aportes de la pintora, Patricia Israel, quien nos ha entregado un vasto y potente material visual. A ella agradecemos, en forma muy especial, el montaje realizado a partir de la "Máquina deshollinadora de volcanes" de Anastasius Kircher --cuyo trabajo visual y escrito fue importante fuente de inquietudes para Sor Juana. La pintora intervino esa máquina con una gráfica erótica alemana del siglo XVI. (OJO: VERIFICAR FUENTE Y FECHA)

La pintura barroca de Kircher (1664), incluida en este número, muestra una máquina cósmica cuyos rasgos son homólogos a algunos arcaicos "árboles de la vida" de las culturas indoamericanas. Ambos artefactos arbóreos entablan vínculos de continuidad entre registros que la Modernidad occidental representará posteriormente como discontinuos: lo celeste y lo terrestre, lo paradigmático y lo sintagmático, lo profano y lo sagrado. Hacia arriba y abajo, afuera y adentro, raíces, conexiones laterales, cadenas ascendentes y cortes. Los antiguos "árboles de la vida" anexaban lo sobrenatural, lo natural y lo humano.

Pero a diferencia de los árboles indoamericanos, el diseño de Kircher inserta una desorbitante máquina, cuya estructura superior se asemeja a un molino metálico. El ángulo derecho exhibe un cono a modo de embudo, por el cual entrará el soplido celeste que permitirá deshollinar el volcán. Hacia abajo, la máquina se adelgaza en forma de tubo, también metálico, capaz de descender hacia las entrañas del cráter abierto y conducir así el soplido barredor hasta el fondo. Se interconectan, así, en esta máquina "inútil", lo maravilloso, lo natural y lo automatizado en una sorprendente combinatoria instrumental y simbólica.

Notablemente, el autómata diseñado tiene "vida propia", prolongándose así el motivo medieval y popular del "mundo al revés": lo inorgánico actúa como si fuese orgánico, metal dinámico y cinético de [supuesta] gracilidad. El concepto de "vida" ha cesado de pertenecer exclusivamente al mundo vegetal; este último, cabrá recordar, modelaba desde la antigüedad las simbólicas acerca de la vida. ¿Qué sería del deshollinador volcánico sin el soplido de la nube, aquí diseñada como ángel, es decir, como "autómata celeste"? Soplido Deus ex machina, gratuito y azaroso éste, que pulsionará efectos de producción a su propio ritmo y hora.

¿Y qué de aquello que la máquina deshollinadora intenta barrer? Patricia Israel interrumpe la conexión entre la amazona de la gráfica erótica y la máquina de Kircher con una humareda negruzca, el hollín que tal vez el artefacto maquínico de Kircher pretendía barrer.¿No expresa este sobredimensionado autómata ["necesariamente" más grande que el propio volcán] una conexión simbólica entre el fuego volcánico, apagado ya, y el fuego estético, energía deseante, humanamente creadora y potencialmente activa aún? La "materia viva es el fluído eléctrico que anima y mueve a todo el universo, a los astros y las plantas, a los corazones y a los gérmenes", diría el Conde de Tressan en el Siglo XVIII. La propia Sor Juana, aventurera de los enigmas de la materia y la cotidianidad, dijo que "aunque no estudiaba en libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras y de libro toda esta máquina universal" (nuestro énfasis).

Al concluir, un comentario sobre la sección sobre crisis universitaria, centrada aquí en torno al paro que interrumpió las actividades en Julio y Agosto de este año en la Universidad de Chile. El proceso, convocado por los estudiantes, fue apoyado por los tres estamentos y sentó las bases para un proceso de "reforma institucional". Se comenzó así a rearticular el fracturado tejido de la comunidad universitaria, abriendo espacios de diálogo y debates transversales inéditos en la sociedad chilena de la post-dictadura. La atomización heredada de la dictadura y la crisis generalizada escenificaba una situación liminar. En ese contexto, el paro abrió paso a colectivas reflexiones en torno a la recuperación del rol histórico y nacional de la Universidad de Chile, en una era de transnacionalizaciones que aún mantienen internacionales divisiones de poder entre globalizados y globalizadores.

Hubo encuentros y desencuentros en busca de un cuerpo universitario y social, agudas críticas al sentido del (no explicitado) proyecto de educación superior; en fin, se generaron las bases para empezar a repensar la universidad en relación a la crisis finisecular de los "universales". Las repercusiones de la coyuntura se han difuminado no sólo hacia otras universidades estatales del país, sino hacia la propia lógica de hábitos de "consensos", clientelismo y autocomplacencia.

Aunque nuestra revista se ha propuesto plantear discusiones más epocales que coyunturales en relación a problemas de género, hemos inaugurado una sección dedicada a temáticas cotidianas cuya relevancia rebase lo puntual . Destacamos en este sentido, la entrevista realizada por Cristián Contreras a estudiantes que participaron en la toma de la facultades de Filosofía, Arte y Ciencias, los aportes de Rodrigo Rocco (entonces Presidente de la FECH) y Marisol Prado--recientemente electa Presidente de la FECH-- y la somera reflexión de Tomás Moulián.

En tanto Moulián cuestiona las condiciones de posibilidad de los movimientos sociales, el lugar, la dinámica de lo político y la limitada tolerancia cultural de nuestras sociedades frente a las transgresiones de esos movimientos, Rodrigo Roco y Marisol Prado reflexionan en torno a la crisis universitaria en el contexto de una crisis estructural que involucra a toda la sociedad y al proyecto global de país. Los dirigentes acentúan que la realización de un Encuentro o Congreso de toda la comunidad universitaria, resultado de la crisis, debería tender a cambios reales y concretos en los mecanismos de financiamiento, normativas y estructuras. En ese marco las reformas tendráin que ir acompañadas de una reflexión participativa de la comunidad universitaria y de la sociedad civil.

Por su parte, la entrevista a los estudiantes en toma indaga en la conformación del sujeto en la movilización en sus aspectos políticos y afectivos. De particular interés resulta allí la experiencia de mujeres jóvenes, en su calidad de estudiantes y de dirigentes estudiantiles en formación. En fin, todos los aportes de esta sección nos revelan, desde sus respectivos espacios y sensibilidades, los estrechos lazos existentes entre la crisis universitaria y la crisis ética por la que atraviesan las subjetividades e instituciones del país, poniendo en jaque los antiguos modos de conceptualizar lo afectivo y lo valórico, las identidades y los poderes, las micro y las macro políticas.

Kemy Oyarzún

Noviembre de 1997

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