Escritoras jóvenes (Poetas)

Verónica Jiménez nace en Santiago 1964; es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile y periodista de esta misma casa de estudios. Este año publicará su primer libro de poemas Islas Flotantes

SHAM EL NESIM

Fueras por la orilla del océano
preguntando si también allí
púrpura el mar en la noche de ventanas rotas por el viento
si también allí tus ojos miraran
y fuera todo luz tocado por una mano blanda de agua.
Como aquí
como la flecha del ángel que te sueña dormido
ojos quietos centelleantes lamiéndolo todo del revés
como bajo los párpados que yacen siempre entre algas
reparando en caravanas de barcos que parecen navegar
y jamás se mueven de su sitio.
Y fueras desnudado y entrado en el océano
blanco pez, escamas en la piel, heridas en la piel
me descubrieras entonces y por una vez lo que ven tus dedos
lo que ve tu mano abierta y cálida sobre la arena
y llena de caricias.

 

MEDIANOCHE

"Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba"

César Vallejo

 

barra_3.gif (1055 bytes)

En algún lugar de la casa
alguien reza el rosario
por el alma de los náufragos.
Ellos me ven,
me oyen balbucir, olvidar
el sonido de sus nombres,
acariciando el borde de los retratos.
Ellos me miran encender cuatro velas
en el centro de la mesa.
Nadie ha venido hoy
a este panteón abandonado,
ni los niños que solían
pintarme la cara para que estrenase
mi número de fábula, ni esas manos
que dibujaban trenzas de algas
con mi pelo, protegido del viento.
Y ellos cantan, pasan por el rostro
de la luna que se agita en la ventana,
vienen a llamarme, a rondar las soledades,
y me dan en los ojos con sus voces de agua.

 

LA SANGRE DE LOS TRIPULANTES

Callamos escuchando el rumor del mar
creyendo oír sirenas de barcos que se acercan al muelle
como fantasmas envueltos en una bruma de espuma y de algas
Pero a esta isla perdida no llegará nadie
sólo las aguas que tocan el fondo arriban con la luna
en un claro combate de olas que golpean las rocas
Tampoco podemos marcharnos de esta orilla
un extenso dominio de contracorrientes nos detiene
perturbando la partida con sus aguas en desorden
extraviando las rutas que conducen a las tierras que nunca pisaremos

 

EL MUELLE, AL AMANECER

Me inclino, ahora que la marea se ha retirado,
sobre los pasos del pescador muerto en la madrugada.
En la orilla pedregosa la mujer pedía noticias del naufragio
y los sobrevivientes
acosados aún por el poderoso aliento de las profundidades
arrastraban mudos sus pies por la tierra firme.
Ahora que he bajado hacia el canal
atraída por el caudaloso silencio de la fosa marina
me inclino sobre las huellas del agonizante
y junto a los resucitados escucho el canto
de sirenas enlutadas girando alrededor de la chalupa.
En la ribera del codicioso mar reposó sus plantas
y al capricho de la correntada anduvo
navegando cada noche como sobre una tumba.
¡Cómo no pensar en esto, dádiva de peces,
si así se cobra el agua, si así la sal
y las olas batiéndose contra el abismo!
En la orilla pedregosa los rastros del difunto.

 

EL MUELLE, AL ANOCHECER

El aire frío, la sal en los pilares
y la oscuridad hundiéndose
sobre el manto púrpura del agua.
No hay nada que esperar.
Años de borrasca en un minuto
y yo no puedo explicarlo, pobres tierras de San Juan.
Bajamos a la orilla y no nos reconocemos
Bajamos a la orilla y estamos solos
y no hay - oh, amargas profundidades -
una voz más triste que el rugido del mar.
El muelle al anochecer
es semejante a un mástil después del naufragio
o a maderos flotando en medio de la corriente.
Y así pasan las horas, pez lento.
No hay nada que esperar, hombre.

 

Selección de Islas Flotantes

Siguiente