Universidad de Chile

 

Poesía
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ALEJANDRA DEL RÍO nació en Santiago en 1972. En 1994 obtuvo el primer premio en el "Concurso de Poesía para Obras Inéditas" convocado por el Departamento Técnico de Investigación de la Universidad de Chile. El mismo año publica su primer libro, titulado El yo cactus, ganador del certamen citado anteriormente. Desde entonces ha finalizado el libro Escrito en Braille, que obtuvo en 1998 el Premio "Eusebio Lillo" de la I. Municipalidad de El Bosque, de pronta publicación en la Editorial Lom. Actualmente trabaja en el poemario Material Mente Diario y en la obra de monólogos líricos Míticas contemporáneas.

 

EL COLGADO DEL TAROT

Es la tarde esquiva del corazón
soplo para alejar el halo negro que tienen las cosas
cada cosa descrita en mi mente como posible de combustión
como posible de arañazo y viruta directa al ojo.

Cuelga del pie y del árbol que está a punto de ceder
pronto estaré por fin reposando sobre la hierba
sobre las flores secas y las hormigas de la sequía.
Pacerán sobre mí los animales hambrientos
como lo han hecho hasta ahora los hombres.
Y el mundo, que sólo era vertical,
seguirá siéndolo
pues no podrás zafar
de la caída
aunque lo anheles.

Tarde desatendida de mí
creo que ya tengo tu corazón en mis manos
como el molusco de la zona abisal
apegado a la luz que el submarino emite.

***

Sólo el decapitado sobrevive

Sólo sobrevivirán los estragos de mi cuerpo

la cabeza sola no habla
la cabeza separada no piensa
la cabeza mirando el hueco no siente
el sentimiento sin cabeza no duele
el dolor en el cuerpo no se acostumbra
no siembra sus temores

sólo el decapitado sobrevive
a la guillotina amnésica del tiempo

descansará la mente si abandona a la cabeza
cubierta por un lienzo ella se martirizará callada

libre por fin el cuerpo verá reconstituirse los tejidos
que fueron pasto para la voracidad
de la cabeza propia

la de los otros aún más voraz
anida a duras penas sobre los hombros.

¡HAY UNA NIÑA EN UN POZO!

Una línea corta el horizonte en dos.
No es necesario que alguien diga uno y otro lado
ya la niña se ha puesto a lamer la huella
y a confundir con sus saltos y sus vítores y su ahínco
las distintas lunas del espejo.

Una línea divide el horizonte en dos.
La niña sigue el paso del conejo y bebe del pozo
como quien bebe de su propia caída.

Una línea fija el horizonte en dos.
Dentro de la línea una niña cae y cae preguntándose a viva voz
la duración de su caída.
No causará extrañeza el llanto de la niña cuando tope fondo
-pero no topa fondo-
y no será raro tampoco que el horizonte recupere su unidad
si la niña lograra mirarse en lo hondo de su llanto.

Pero la caída trae como consecuencia
anverso y reverso de un único horizonte.

(inéditos)

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